Non assigné

Gipuzkoa. Historia

Derrota de los Parientes Mayores. Se sabe que ya en 1451 la Hermandad de Guipúzcoa quemó la casa de Guevara, en Zaldíbar, y condenó a D. Pedro Vélez al pago de 5.000 florines de oro que costó a la Junta la toma y quema de dicha casa. Y de ahí se dirigió a Salinas de Léniz. Como se ve, la acción emprendida era costosa y enérgica: Los Parientes Mayores no se doblegaron por eso, ya que el 31 de julio de 1456 clavaban en las puertas de Miranda de Iraurgui (Azkoitia) una carta de desafio a la Hermandad guipuzcoana, con la agravante de presentarse ahora unidos los bandos, hasta entonces irreconciliables enemigos. Encabezaban el desafio el señor de Lazcano, el de Olaso y el de Balda y se dirigía expresamente contra las Juntas y su secretario Domenjón G. de Andía (v). Los Parientes Mayores también alegaban sus razones:

"...haver hecho hermandad e ligas e monopolios contra ellos, e haverles hecho derribar sus casas fuertes e muértoles sus deudos e parientes, e tomándoles sus vienes e puéstolos mal con el Rey; e, finalmente, haver procurado desfacerlos e quitarles sus nombres de la tierra, e querídoles quitar sus Anteiglesias e Monasterios e otras muchas cosas".

(Bach. Zaldibia, cap. 62).

Lope García de Salazar, contemporáneo, dice que la Hermandad no dejó ninguna casa sin derribar y quemar salvo las de Olaso y Unzueta. Al año siguiente llegaba Enrique IV a San Sebastián el día 5 de marzo de 1457, confirmando lo efectuado por la Hermandad.

(1461). Acababan de apoderarse de Lumbier (Navarra) los beaumonteses cuando el rey Don Juan de Aragón les ponía ya cerco con intención de tomar la villa. En estas luchas internas intervienen los castellanos juntando importantes contingentes armados en la Rioja y todos los hombres capaces de tomar las armas de Álava, Gipuzkoa y Bizkaia, desde los veinte hasta los sesenta años. El contingente expedicionario obligó a las tropas de D. Juan a abandonar el cerco, tomando además las villas de Laguardia, Los Arcos, San Vicente y Arana. Desde luego el rey de Castilla alegaba que intervenia en favor del Principe de Viana Don Carlos, a la sazón en Barcelona.

Repercusión del descubrimiento de América (1492). Es quizá el hecho más transcendental de la época por sus repercusiones en la vida económica, social y marítima de Gipuzkoa. Como dice Serapio Múgica, la fuerza que antes se desfogaba luchando contra el hermano, se desfogó luchando con los elementos, atravesando mares inmensos en barcos de escaso tonelaje y de muy débil resistencia, y penetrando en selvas inmensas e inexploradas. Con las riquezas de América se transformó la vida material de Gipuzkoa y hasta el régimen de alimentación y el sistema de cultivo. De América se trajo el maiz, y con eso está dicho todo para quienes saben la importancia capital del maíz en la agricultura guipuzcoana y en la nutrición de los campesinos. Ver America.

El nuevo escudo de Gipuzkoa: Batalla de Belate (1512). Tuvo lugar este hecho militar los días 3 y 4 de diciembre de 1512. Los navarros habían conseguido el apoyo de Francia para reconquistar el Reino del que se había apoderado el Duque de Alba ese mismo año. A la salida del valle del Baztán se retiraban del sitio de Pamplona hacia Francia parte de las fuerzas expedicionarias de reconquista enviadas por los reyes de Navarra y de Francia que se hallaban formadas por lansquenetes alemanes. Los invasores les esperaban apostados ocupando todas las barrancadas, caminos y desfiladeros. Eran en su mayoria guipuzcoanos a las órdenes de los señores de Lizaur con trescientos peones y otros al mando del señor de Berastegi.

Pero el mando supremo de los guipuzcoanos, que en total eran 3.500, lo asumía D. Diego López de Ayala, que estaba, lo mismo que los alaveses y vizcaínos, al servicio del rey de Castilla. Los alemanes, medio inmovilizados por el frío y el hambre, querían a todo trance ganar la frontera francesa. Para ello dejaron la artillería a cargo de dos hombres señuelo para que dispararan sobre el señor de Lizaur. La artillería cayó fácilmente en manos de Lizaur, que se acercó por entre las matas y vio que estaba desguarnecida. Acto seguido se dio la persecución a los fugitivos dando muerte a gran número de ellos. La vuelta y entrada en Pamplona fue triunfal. Venian en la delantera los quinientos lacayos guipuzcoanos que habían tomado la artillería; luego doce piezas de ocho sacres y dos cañones y dos culebrinas. Por esta acción la reina de Castilla D.ª Juana hizo añadir al escudo guipuzcoano el cuartel de los doce cañones (Vide supra: Heráldica.).

Al servicio de Castilla contra Navarra (1516-1521). A cada intento de reconquista de Navarra, el rey de Castilla procedía a una movilización de las milicias forales de Álava, Gipuzkoa y Bizkaia. Los navarros llegaban en unión de importantes fuerzas francesas a título de aliadas. Así, en el intento de 1516, se moviliza la milicia guipuzcoana situando quinientos hombres en las plazas de Fuenterrabía y San Sebastián en plan defensivo. Una importante partida de 2.500 guipuzcoanos acude a San Juan Pie de Puerto para oponerse a los navarros que trataban de recuperarla. Finalmente, en el intento de 1521, cuando el ejército navarro-francés entra en plan de recuperación de Navarra, e incluso se apodera de Hondarribia, organiza Gipuzkoa 3.500 hombres (24 compañías) al mando de D. Juan Manrique de Lara que toman parte en la batalla de Noáin. Fueron desalojados los ocupantes de Hondarribia, franceses y navarros, ya que en 30 de junio de 1522 habían triunfado los guipuzcoanos en la batalla de San Marcial. Ver Hondarribia.

(1525): Joanes de Urbieta. Tuvo lugar ésta junto a la ciudad italiana de Pavía, en el norte de Italia, en Lombardía. Los ejércitos imperiales de Carlos V, mandados por el Marqués de Pescara, el condestable de Borbón, Lannoy, y el navarro Antonio de Leiva, derrotaron a las tropas francesas entre los días 23 y 24 de febrero de 1525. Francia fue vencida y su rey, Francisco I, hecho prisionero. Las fuerzas guipuzcoanas lucharon a una con alaveses y vizcaínos. Un historiador francés dice que

"los infantes vascos, separándose en pelotones de diez, veinte y treinta hombres, atacaron por frente, por detrás y por flanco. Hecha una descarga desaparecían en el acto para evitar los golpes de lanza de sus adversarios; después, volviendo de improviso, repetían la descarga"

(Gayot de Pitaval, Causes célebres..., II, p. 38. Amsterdan 1775).

Pero el episodio que hizo célebre la presencia guipuzcoana en Pavía fue la captura del rey Francisco I de Francia por Joanes de Urbieta, de Hernani. De ello da testimonio un privilegio del emperador Carlos V otorgando un escudo parlante que describe gráficamente el suceso. Una carta del rey confirma expresamente el hecho. También cayó prisionero el rey de Navarra, Enrique II, logrando huir más tarde.

(1542-1639). En cada conflicto entre España y Francia la villa de Fuenterrabía era la primera en organizar su defensa. En 1542 la plaza se hallaba en poder de los franceses. El armamento foral organizado para recobrar la plaza era de 2.000 hombres al mando de Juan Ortiz de Gamboa. Se organizaron igualmente tercios de 3.000 hombres mandados por el coronel Felipe de Lazcano con la misión de sumarse a las fuerzas del Virrey castellano de Navarra para su entrada por tierras laburdinas. Otras veces se acometían acciones preventivas como la de 1558, invadiendo Lapurdi e incendiando San Juan de Luz. En 1597 guarnecia Hondarribia y las cercanías de Irún con un contingente de 3.000 guipuzcoanos. En 1632 se tomaban medidas encerrando dentro de las murallas de Hondarribia importantes contingentes armados, en previsión a una posible invasión francesa, lo mismo que en 1638, 1639 y 1674. En 1638, el 6 de setiembre, se hacia levantar el sitio a franceses y navarros después de 69 días de asedio.

La foralidad en el siglo XVII: Las Juntas de Gipuzkoa de 1601 sin Corregidor. Relata Arocena (Arocena, 1964: 175-176) que en 1601 se puso a prueba la inmunidad de los Procuradores en Juntas Generales consiguiendo la provincia prevalecer sobre el Corregidor.

"Ocurrió -relata- que éste no quiso acudir a ellas bajo pretextos especiosos ni enviar a un teniente suyo. Pero las Juntas iniciaron su labor, sustituyendo la ausencia del corregidor por la presencia del alcalde de la villa según lo prevenido por el fuero. Ante esa determinación perfectamente legal, se encrespó el jerarca y, sin andarse en rodeos, hizo detener como primera providencia a los emisarios de las Juntas que le intimaban las provisiones reales en que se trataba de la inexcusable presencia del corregidor o de su representante en las asambleas forales. Lo que después sucedió y aparece relatado en ciento seis páginas en folio que publicamos en 1935 en nuestra imprenta provincial es -permitase la expresión- digno de una novela del oeste: Requerimiento de las Juntas "a su merced una, dos, tres y las demás (veces) que sean necesarias (para que) vaya en persona a la dicha villa de Villafranca a asistir en la dicha Junta con los dichos procuradores luego (es decir, inmediatamente) para que se traten muchas cosas que tocan al servicio de Dios y del Rey nuestro señor y bien e utilidad desta república". Contestó denegatoriamente el corregidor por medio de su teniente y conminó a los junteros a que suspendiesen la reunión que sin su presencia se había comenzado, suspensión que naturalmente no fue aceptada. Y, entre ésta y otras, fueron reducidos a prisión Martín de Muxica, Francisco de Yarzabal, Pedro de Olazabal, Juan López de Ondarra y Juan Ochoa de Isasaga, no sin que la Junta hiciese valer el derecho de inmunidad de sus procuradores y amenazase con exigir satisfacción de los daños a éstos causados. Montó el corregidor en cólera y ordenó a los alcaldes de la hermandad que prendiesen a todos los miembros de la Junta, orden que dichos alcaldes se negaron a ejecutar por considerarse más servidores de la Junta que del Corregimiento.

Esa negativa determinó que fuese el mismo corregidor quien intimase las prisiones en que habían de constituirse los procuradores hasta el siguiente día en que deberían volver a reunirse para iniciar las Juntas, dándose por inválido lo hasta entonces actuado, a lo que se opusieron terminantemente los reunidos, que se mantuvieron en su postura de completar la Junta con la validez de lo hasta entonces resuelto. Se interpusieron seguidamente dictámenes en derecho de los letrados asalariados de las Juntas y gestiones en la Chancillería de Valladolid, desde donde se despachó, con fecha de 7 de julio de 1601, una Carta y Provisión Real en la que se acogía una prolija relación de todo lo sucedido y se declaraba que la excusa alegada por el corregidor para justificar la falta de asistencia -apresto de naos, etc.- no era suficiente para considerarse relevado de su presencia en la Junta y mucho menos autorizaba a la prisión de los junteros en tiempo de la misma, declaraciones todas ellas que hacia suyas el Consejo, el cual mandó al corregidor que "soltéis todas las personas que, so la dicha causa, tenéis presos en la cárcel y prisión en que están y toméis la dicha Junta que ansí empezó para hacer en la dicha villa de Villafranca en el estado en que está y la prosigáis y acabéis conforme a las ordenanzas que esa dicha provincia tiene...". Tuvo que someterse el corregidor y continuar, ya que no empezar, presidiendo las juntas novena, décima, undécima y duodécima que faltaban, sin volver sobre lo actuado en las ocho Juntas anteriores. La verdad es que las Juntas de Guipúzcoa vencieron en toda la línea.

[Fuente: Registro de las Juntas Generales celebradas por la Provincia de Guipúzcoa en... Villafranca, 1606. San Sebastián, 1935].

Andanzas en América y Filipinas: Comercio y bienestar.

"Entre los hechos llevados a cabo por los guipuzcoanos -dice Múgica- no pueden pasarse en silencio los nombres de Elcano, que fue el primero que dio la vuelta al mundo; de Domingo Martínez de Irala, que exploró las orillas del Panamá y las tierras paraguayas y fundó la ciudad de La Asunción, y de Fray Andrés de Urdaneta y Miguel López de Legazpi, a quienes se debió la colonización de Filipinas. El bienestar material fue extendiéndose en el pais al amparo del dinero venido del Nuevo Mundo. Y el comercio con América sustituyó al antiguo comercio con Flandes, que se extinguió por completo a principios del siglo XVII. Para entonces se fomentaron las pescaderías de bacalao en los bancos de Terranova, de donde los guipuzcoanos trajeron grandes cantidades de pesca; hasta que, después del tratado de Utrech, se les cerró aquel medio de vida. Entonces lo suplieron con la fundación de una célebre compañía de comercio, la de Caracas, cuya influencia en el desenvolvimiento de Venezuela es unánimemente reconocida por los historiadores".

Gipuzkoa se surtía, para uso de sus ferrerías, de la vena de los yacimientos vizcaínos. Sin embargo la tentación de exportar fraudulentamente tal vena a Gascuña hizo que el Señorío amenazara con cortar la saca si tal proceder proseguía, cosa que hizo en 1686. (Basterra: Vizcaya minera, Bilbao, 1894, pp. 51-53).

(1719): Gipuzkoa negocia con Berwick. Por motivos de política internacional el duque de Berwick, mariscal francés, invadía Gipuzkoa (abril de 1719). San Sebastián capitula el 1 de agosto. Berwick ofreció guardar los fueros aprovechándose del disgusto general de los vascos con motivo del traslado reciente de las aduanas de las fronteras con Castilla a las orillas del mar. Para ello inició negociaciones con las tres entidades vascas. El 7 de agosto de 1719 Gipuzkoa rendía obediencia al rey de Francia; el día 18, San Sebastián, y el 29, Alava. Ya el día 11 Bizkaia había recibido invitación de enviar un diputado. La milicia foral que se opuso a Berwick era de 5.000 hombres. La guerra -dice Arocena- fue promovida por los validos de ambas naciones y Gipuzkoa entró en contacto con Berwick para que, en el caso de devolución de Gipuzkoa a España, obtuviese la garantía de Inglaterra y Francia para el respeto de la foralidad guipuzcoana, con lo que ésta entraba así por primera vez en el juego de la diplomacia internacional.

Entre 1766 y la primera guerra carlista, Guipúzcoa conoce una crisis económica de grandes caracteres, crisis estudiada en parte por Fz. Albaladejo (1975). La carestía de los bastimentos condujo a una situación insostenible para la mayoría de la población, en especial agraria, situación que, en la primavera de 1766, se tradujo en una serie de revueltas o matxinadas la más importante de las cuales fue la de Azpeitia, a la que siguieron las restantes tanto en Gipuzkoa como en Bizkaia (ver Azpeitia). Iztueta ofrece su propia visión sobre la crisis económica que se gesta cuando acaba de nacer. Pero en vez de concentrar su interés sobre la crisis comercial de ciudades como San Sebastián prefiere enfocar el medio rural y referirse a las repercusiones -para Iztueta felices- de tal crisis. Lo hace a propósito del crecimiento experimentado por la ganadería vacuna a finales del siglo XVIII.

"Todos los guipuzcoanos de mi edad saben que, desde hace sesenta años a esta parte, es decir hacia 1785, el ganado vacuno (abelgorria) se ha acrecentado en gran manera en esta provincia, en especial en las inmediaciones de los núcleos urbanos grandes. Anteriormente se solía ver frecuente trasiego de ganado vacuno procedente de Francia, traído para abastecer a esta provincia. Debido a ello, a los carniceros de este lado les estaba permitido el paso legal a Francia de cierto dinero a estos efectos (diru jakin bat lanbide honetarako). Pero, luego, nuestra Madre Guipúzcoa, al advertir que en su demarcación había tomado tanto incremento el ganado vacuno, tomó las medidas oportunas a fin de favorecer a sus industriosos hijos. En 1829, en las Juntas Generales reunidas en la leal Tolosa, esta sabia Madre tomó el acuerdo de prohibir la importación de ganado vacuno de Francia y de permitir a cualquiera la exportación del mismo a donde se quisiera. De esto puede inferirse por qué el término guipuzcoano se halla bien abastecido de vacuno."

Este acontecimiento sobrevino debido a dos hechos capitales: el derrumbe comercial de San Sebastián y la venta de comunales:

"En esta generación se han visto en Guipúzcoa dos memorables acontecimientos debido a los cuales ha acaecido, a mi parecer, este acrecentamiento del ganado vacuno: uno es la caída del comercio donostiarra y, el otro, la venta que han debido de efectuar nuestros leales pueblos de sus abundosos argomales, amplios brezales y grandes retamales y otras buenas tierras de monte a fin de poder hacer frente a las necesidades de la aciaga guerra. Estos dos inesperados lances han sido los que han proporcionado a los agricultores guipuzcoanos unas expectativas mejores que el porvenir que les esperaba."

A continuación explica el porqué de este proceso:

"En los tiempos aquellos en que el comercio donostiarra se hallaba en su cénit, alentado por locas ganancias, la agricultura local se encontró completamente caída y la de las localidades vecinas en la cuerda floja (zabuan zinzilika=balanceándose), debido a que todos los trabajadores se fueron, precipitadamente, en busca de las nuevas ganancias. Ya que es cosa bien sabida que aquellos agricultores que no se hallen en lo más alto (de la escala social) tirarán la azada y otros aperos a un rincón y se irán a por la migaja del dinero diario. En aquellos faustos tiempos en que el comercio de San Sebastián se hallaba en lo más alto, no era posible encontrar en las caserías de su término una sola vaca preñada o con cría. Lo que sí había en algunas de ellas eran yuntas de bueyes que se utilizaban para los trabajos del puerto y de las calles, y con ellas salían en cuanto amanecía, en busca de trabajo a la ciudad, mientras los de casa recorrían, con la cesta y la hoz en mano, los bordes de las rozas en busca de alimento para los bueyes."

La vena moralista y antiburguesa de Iztueta aflora en su crítica a estos nuevos hábitos:

"Y en caso de que no hallaran los boyeros ganancias, entrarán en las sidrerías, dejando a los bueyes en cualquier rincón y de cualquier forma, donde pasarán todo el día jugando y charlando, comiendo bacalao achicharrado y sardinas saladas, llenándose hasta la coronilla de sidra, mientras sus mujeres e hijas les esperan para poder disponer de una cena. En el caso de que el boyero llegara a la tarde, cuando todos regresan, haciendo sonar el dinero de la bolsa, todos se pondrían a bailar llenos de júbilo y de sidra; en caso adverso, si la ganancia era escasa y las explicaciones abundantes, aquella noche había cena frugal y poca sidra. Y ya, si se conocía la estancia del boyero en la sidrería, los hombres fruncirían el cedo y las mujeres armarían la de San Quintín (gizonezkoak kopetak zimur ta illun eta andreak txipiritona)."

Se explaya, a continuación, en más ejemplos de esta pérdida de valores hasta que la situación cambia:

"Tan pronto cayó el mercantilismo, comenzó a levantarse la agricultura. En cuanto desaparecieron las locas ganancias que un día surgen aquí, otro allí y el tercero se van quien sabe dónde (etsi Akelarren), el labrador (nekazaria) volvió al honrado trabajo de la azada que nunca perecerá. Y pronto, emulándose unos a otros, cavaron los campos que antes estaban completamente abandonados, labraron los llanos, cerraron los arenales, allanaron los terrenos costaneros, quemaron las zarzas, prepararon tierras novales, y Vas efectuar admirables trabajos, obtuvieron buenos resultados y se surtieron de ganado vacuno."

Vuelven a levantarse casas de labranza que antes estaban caídas y en desuso:

"Cerca de mil caseríos se hallan en el término de San Sebastián, todos los cuales estaban completamente derrumbados en los tiempos del comercio y ahora se han alzado."

Y no sólo ha beneficiado, según Iztueta, al campo la depresión comercial, sino también, en gran medida, la desamortización efectuada por los municipios como consecuencia de la guerra antinapoleónica:

"Y vamos a examinar ahora, con algún detalle, el destino reservado a las tierras, montes y bosques vendidos por los leales pueblos en los momentos de apremio. En los terrenos comprados a los pueblos de cuarenta años a esta parte (hacia 1805) en el término de Guipúzcoa, se han erigido muchos caseríos con sus correspondientes terrenos, bosques, praderas y ganados, los cuales proporcionan grandes bienes por medio del sudor y la fatiga de sus laboriosos nativos (jaiotar beargilletsuen neke izerdikoaren bidez). Es difícil de expresar el adelanto que ha experimentado la agricultura (nekazaritzak) y la tranquilidad que gozan los labradores locales (bertako atxurlarik). Hasta cien casas de labranza se habrán erigido en el término de Oyarzun mediante estas nuevas compras; y en Azpeitia, Azcoitia y otros muchos pueblos ¿quién sabe cuántos? Es verdaderamente admirable ver a los paisanos recoger riqueza en tierras donde antes sólo había algunos pastos para los ganados. Todos estos grandes hechos los han llevado a cabo los nativos de los lugares y ellos los disfrutan. Por consiguiente, con estas tierras no ha ocurrido otra cosa que coger con una mano lo que ha caído de otra (propia)."

Desgraciadamente Iztueta no nos informa sobre el régimen de propiedad de estos nuevos caseríos, detalle que hubiera resultado muy interesante.