Una forja tradicional se compone básicamente de un horno, el matxino y una cizalla.
El horno solían tener una única boca que servía, asimismo, para la salida de humos que se extendían habitualmente, por la nave de trabajo, para, finalmente, salir al exterior por huecos practicados en la parte superior de las paredes o del techo.
Las piezas se obtienen golpeando una barra o un tocho de hierro o acero entre dos estampas con la figura a obtener grabada en su superficie y sujetas por medio de cuñas. La inferior en la base de la máquina o cha-bota y la superior en una maza que cae verticalmente, por su propio peso, guiada entre dos columnas y colgada de una correa o tablas. La maza se hace subir mediante un sistema de volantes, engranajes y rodillos, dispuestos en la parte superior de la máquina, que es accionada manualmente por uno de los forjadores que controla el ritmo de los golpes y la altura de la caída.
Previamente, las barras o tochos de materia prima, se calientan en hornos que inicialmente utilizaban carbón, mineral o vegetal como combustible y más tarde fuel-oil, para pasar a gas, a partir de la década de los setenta.
Los martillos de forja, en muchos casos, hasta los años cincuenta, eran de construcción propia, basados en una estructura metálica de vigas unidas por remaches con su mecanismo a base de volantes, engranajes y rodillos en la parte superior, al que anteriormente nos hemos referido.