Con el nuevo milenio, se publicaron libros de cuentos de algunos escritores que dieron inicio a su carrera literaria durante las décadas anteriores. Podríamos decir que todos estos autores no destacaron en la cuentística de la década de los 90, debido a que no publicaron ningún libro o porque en dicho periodo de tiempo no trabajaron este género. Algunos ejemplos son Hamaika ipuin (2000), de Juan Martin Elexpuru; Sugearen tristura (2000), de Jesus Etxezarraga; e Izar beltzaren urtea (2000), de Enrike Urrutia Capeau. Junto a ellos, encontramos colecciones de cuentos de escritores que comenzaron su andadura en los años 90: 101 gau (2000), de Txiliku; Zazpi kolore (2000) [Siete colores, 2004], de Jon Arretxe; Gezurrak, gezurrak, gezurrak (2000) [Mentiras, mentiras, mentiras, 2006], Traizioak (2001), Itzalak (2004), Etorkizuna (2005) [Porvenir, 2007] de Iban Zaldua; Behi eroak (2003) y Dioramak (2006), de Patxi Iturregi; Ez balego beste mundurik (2000) e Ipuin errotikoak (2001), de Karlos Linazasoro; Barrikadak (2003), de Patxi Zubizarreta; Bizia lo (2003), de Jokin Muñoz ... Así como obras escritas por escritores que se dieron a conocer junto con el nuevo milenio: Desira izoztuak (2000) y Bekatuak (2005), de Ana Urkiza; Kafka Bilbon (2002) [Kafka en Bilbao, 2007], de Pedro Alberdi; Txokolatezko dinamita (2001), de Mikel Taberna; Sartu, korrontea dabil (2001) [Y luego les separa la noche, 2003], de Ixiar Rozas; Begiak itxi eta kitto (2000) y Hamar manamenduak (2002), de Xabier Etxaniz Rojo...
En todas esas colecciones, podemos encontrar tipos de cuentos basados en modelos anteriores. Los libros cuyo eje principal es el viaje, como en el caso de Arretxe; las colecciones que se basan en la historia y la erudición, como sucede con las obras de Etxezarraga y Capeau; la fantasía que cultivan Alberdi e Iturregi (además del realismo sucio, en el caso de Iturregi); las obras de Urkiza, Rozas y Etxaniz, que enfatizan la importancia de la mirada; nuestra historia cercana vertebrada por el realismo de las colecciones de Elexpuru, Zubizarreta, Muñoz y Taberna; los indicios de ultramodernidad que trae Iban Zaldua; el modelo narrativo cercano al ensayo, de la mano de Txiliku; o Septentrio (2001), de Aurelia Arkotxa, que une la narración breve y la poesía. En lo que respecta a las estructuras, son libros que ofrecen una unidad casi tan grande como la de las novelas; por ejemplo, las obras de Zubizarreta y Rozas. Por lo demás, la mayoría son colecciones integradas por cuentos sueltos, aunque pueden encontrarse nexos de unión entre ellos. Sin embargo, la cuentística de principios del milenio también aporta novedades.
Por una parte, podemos afirmar que el cuento breve se impone totalmente; por otra parte, hay que subrayar la importancia que, en general, cobra la mirada, con los sentimientos y las impresiones tomando un lugar notorio. De ello deriva un cuento breve, ágil y bastante desnudo. Además, hay que subrayar el hecho de que se acelerara la traducción de libros de cuentos pertenecientes a la literatura universal. Y, por último, como nos muestran los años de la década de 2000, a medida que aparecían nuevos escritores, los cuentos han ido tendiendo hacia la feminización, igual que sucede, en general, en toda la literatura vasca.