Concept

Brujería

La masacre llevada a cabo por P. de Lancre y el Auto de Fe de Logroño constituyen el broche final del ciclo bajo medieval de represión de las artes mágicas tanto por la justicia civil como por la Inquisición. En la evolución ulterior del enjuiciamiento del hecho brujeril tuvo capital importancia, según nos da a conocer J. Caro Baroja en diversas investigaciones, la actuación de uno de los tres componentes del Tribunal de Logroño durante el Auto de 1610. Al concienzudo inquisidor Alonso de Salazar y Frías, que había discrepado de sus colegas Valle y Becerra Holguín en el Auto de Fe, le cupo en suerte promulgar el edicto de gracia dictado en Logroño el 26 de marzo de 1611 y hacer averiguaciones en el escenario mismo de las acusaciones que habían llevado a tantos desgraciados a la muerte y a la desesperación. Salazar interrogó a 1802 testigos, de los cuales, un enorme porcentaje se retractó confesando que habían actuado bajo los efectos de la obsesión o de la tortura. La investigación lo mantuvo ocupado casi todo el año 1611; al acabarla, en enero de 1612, redactó un largo y minucioso informe. Salazar, llevado tal vez por un remordiente deseo de reparación, llega a unas conclusiones completamente radicales. Sólo 6 de las 1802 personas se mantuvieron en sus declaraciones y afirmaron haber vuelto a ir a los akelarres... "Las cosas que dicen que les pasan y hacen como brujos no se han podido comprobar..., son todas vanas e inciertas..., embustes..., sueño o flaqueza del cerebro". [La relación de Salazar puede leerse en el "Anuario de Eusko Folklore", 1933, t. XIII, pp. I15- 130, en edición publicada por J. C. Baroja]. Un proceso coetáneo, el de las brujas de Fuenterrabía en 1611 en el que fueron testificadas 41 personas tuvo ya una sentencia final benigna, María de Garro, Inesa de Gaxen, María de Illarra y María de Echegaray fueron acusadas por algunas niñas. Solicitada la intervención de Salazar y Frías, éste autorizó la devolución de los bienes incautados a las acusadas, que fueron finalmente condenadas a penas de destierro. Una de las mujeres, la indomable Inesa de Gaxen, negó hasta el final todos los cargos que se le imputaron. En el proceso incoado a las brujas de Arráyoz (1612) el tribunal no sólo absolvió a las acusadas, sino que condenó al destierro a los promotores de la acusación. Así, pues, hacia 1612 el furor en Navarra comienza a decaer; enardecidos por el edicto, brujos y brujas comienzan a desdecirse, los alcaldes de Corte piden cuenta de las extorsiones realizadas por los jueces ordinarios y llegan incluso al conflicto con la Inquisición por liberar a un reo sin su beneplácito.

Por otra parte, en Madrid, el Gran Inquisidor tampoco parece estar de acuerdo con muchas de las conclusiones logroñesas, llegando incluso a pedir su parecer al obispo de Pamplona, Antonio de Venegas, que contestó achacando gran parte de los males al excesivo celo empleado por sus funcionarios y al ejemplo de P. de Lancre. El clero local, salvo excepciones, como el celosísimo colaborador de la Inquisición y abad de Urdax, Aranibar, el rector de Zubieta, el de Vera y otros pocos, era hostil a esta intromisión, evasivo y parco en informaciones. Incluso el Dr. Zalba, visitador del obispo de Pamplona, se atrevió a negar ante testigos la existencia misma de las brujas. Muy importante fue, por otra parte, la actuación del jesuita Hernando de Golarte desde 1611 a raíz de las investigaciones que hizo en el transcurso de su viaje por la zona afectada por la epidemia de brujería. Testificó en sus informes en contra de los métodos empleados para hacer confesar a los supuestos brujos y brujas esgrimiendo casos concretos. Varias niñas de Yanci, por ejemplo, habían confesado tener trato sexual con el demonio, pero Golarte hace constar que "habiéndose examinado se han hallado enteras". Un niño de Echalar confesó no ser ciertas las relaciones sexuales que había dicho tener con el demonio, sino que había hecho esta declaración para que sus padres le mimaran... Dos casos entre muchos ocasionados por la mitomanía y el pánico. El veredicto final sobre la actuación de los inquisidores de Logroño tuvo lugar en 1614.

El Gran Inquisidor y el Consejo dieron la razón a Salazar y Frías y debieron de hacerlo, no sólo presionados por su asesor y por personalidades como Golarte y el obispo de Pamplona, sino también por convicción propia, paulatina, de que los acusados habían confesado ya sea por mentir deliberadamente, ya por no sufrir más tormento.

La resolución final, firmada el 29 de agosto de 1614, marca un giro de gran importancia en la historia de la brujería en el país, ya que servirá de directriz en los procesos que se pretendieran incoar en el futuro. Se observa, pues, dentro del pensamiento trascendente una vuelta a la cordura, sobre todo por parte de la tan vilipendiada Inquisición española. Afortunadamente para todos, Satanás vuelve a ser recluido en su reino tradicional: los infiernos. Se inquieren nuevas explicaciones al comportamiento brujeril tales como el uso de alucinógenos y la mera búsqueda de desenfreno sexual. Humanistas y teólogos comienzan a dudar de asertos que hasta hacia poco habían casi tenido carácter de dogma y estaban dispuestos a admitir que los acusados podían haber estado sometidos al efecto de sustancias vegetales, tales como las descritas en la Pérites yatrigués, del griego Dioscórides Pedanio [s. I], que acababa de ser vertida al castellano por el Dr. Andrés Laguna [Dioscórides Anazarbeo, cerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos, Valencia, 1596]. No olvidemos que, a diferencia de lo que ocurre frecuentemente en nuestros días, las propiedades naturales de las plantas no constituyeron un misterio para pastores y campesinos. Algunas especies son conocidas desde muy antiguo; la toxina, alcaloide extraído del tejo (agin en euskera, fuente de numerosos topónimos como aginaga y poderoso abortivo), fue ya utilizada por los cántabros, como atestiguan César (Bell. Gall., 6, 31, 5 ed. Klotz) y Floro (2, 33, 46, ed. Rossbach), entre otros. ¿Experimentaron los vascos con las propiedades alucinógenas de su variada flora desde la remota antigüedad? Dotadas de innumerables nombres autóctonos, el beleño (arabedar, biotz-igarra, atabaloi, azkordinbedar, oilo- belhar), la dulcamara (erpe-bedar, eztikarats, belharkirets), la misteriosa mandrágora (urrilo), la belladona (beladar, beladona, belaiki, belhar-otzar) y el estramonio (sorgin-belhar, asma-belhar, aitañi-lili), fueron alucinógenos ampliamente utilizados por las clases populares europeas para crear humildes paraísos artificiales y aplacar, en caso de necesidad, las molestas punzadas del hambre. Aquí volvemos a tropezar nuevamente con un importante elemento del rito primitivo: la droga.

Todas estas solanáceas, en especial el beleño, aparecen ya desde muy antiguo, en las religiones autóctonas de Europa, sobre todo en las ceremonias de iniciación y en las sesiones augurales. (Hoy en día los estupefacientes son de uso ritual obligado en Australia y continente americano). Beleño y belladona (ricos en atropina y otros alcaloides) y el hongo llamado amanita muscaria (kuleto paltsoa), sirvieron en el medievo europeo para fabricar ungüentos alucinógenos que se aplicaban en diversas partes delicadas del cuerpo y cuyos efectos, conocidos hoy por vía de experimentación -sensación de euforia, visiones, sensación de volar, feliz relajación, sueños eróticos-, coinciden, en la mayoría de los casos, con las deposiciones efectuadas por los brujos ante la justicia. De esto se había percatado ya el agudo humanista Pedro de Valencia (1555-1620), que escribió a propósito del Auto de Fe de Logroño un Discurso... de las brujas y cosas tocantes a la magia, en el que explica las fantásticas deposiciones que hicieron en el Auto -vuelos por el aire pócimas fabricadas con sesos de muerto, agua de sapos, belarrona, etc., ayuntamiento de brujos y brujas con el demonio, vampirismo, necrofagia, misas negras, etc.- como "embustes de los reos, torpemente interrogados". También se dio cuenta del papel decisivo jugado por los bebedizos y ungüentos alucinógenos en los supuestos viajes por el aire, "visión nacida quizás. de estar compuesto el unto de yerbas frías, como cicuta, solano, yerba mora, beleño y mandrágora que, no sólo producen efectos narcóticos, sino visiones agradables". Como suelen interpretar algunos autores modernos un tanto unilateralmente, Pedro de Valencia pensó que tal vez los asistentes a los akelarres "con deseo de cometer fornicaciones, adulterios o sodomías, ayan inventado aquellas juntas y misterios de maldad, en que alguno, el mayor vellaco, se finxa Sathanas..." En Francia, el empuje racionalista va a tardar mucho más en manifestarse y aún tendremos que esperar a 1682 para que el delito de hechicería deje de ser penado con la hoguera.

Sin embargo, los jueces que sustituyen a Lancre fueron más benévolos; apenas admitieron un número restringido de pruebas y pusieron en libertad a aquellos acusados que habían podido sobrevivir a los horrores transcurridos, ante la indignación de Aranibar, el abad de Urdax, que pronosticó que aquello había de "causar mucho mal en esta tierra de Francia". La misión general de Lab. fue encomendada a los doctos jesuitas. Fracasada la comisión de Lancre, que había costado vanamente tantas vidas humanas, la reina madre, regente de Francia y Navarra a la muerte de Enrique IV, tuvo que desistir y adoptar el método blando. Para ello recurrió (1612) al P. Coton, célebre predicador de la época, que encomendó la tarea a Champbon, provincial de Aquitania. El problema principal de la misión consistió en encontrar a predicadores en lengua vasca. Por fin, en 1614, un tal P. Soccarro, de San Juan de Pie de Puerto y otro jesuita no identificado intentaron volver al redil a los descarriados laburdinos. El obispo bargorritarra Echauz colaboró con los dos jesuitas tanto más cuanto que su conciencia le remordía de tener a su dióc. abandonada debido a las obligaciones que le imponía su cargo de primer capellán real. Las Litterae societatis IESV annorum duorum... nos dan una interesante relación de esta misión, del estado de terror colectivo en que se hallaba sumida esta parte del país, estado semejante al que encontró el P. Golarte en la otra vertiente pirenaica y, Salazar y Frías, el inquisidor. También ponen de manifiesto el carácter multitudinario de la brujería y la inmensa credulidad de los predicadores que creen, como Lancre, en la verdad de todas las prácticas de hechicería, aunque se les haya encomendado otra manera de extirparlas. Su actitud mental respecto a los nativos es una mezcla de compasión y desprecio. He aquí algunos párrafos:

En los alrededores de Bayona, queriendo el demonio que se le rindiera culto divino, se había constituido una especie de reino entre hombres bárbaros y se hacía adorar bajo la forma de un repugnante macho cabrío... Desde el interior del País Vasco, algunos católicos vinieron a pedirnos ayuda contra los fantasmas infernales que arrancaban a los niños de sus cunas casi todas las noches y los llevaban durante cierto tiempo; toda la región adoleció de esta plaga cruelmente. Aconsejados por nosotros, recurrieron a los exorcismos de la Iglesia y fueron así liberados de toda clase de fantasmas... El demonio que preside esta reunión -akelarre- recibe el nombre de jaunam gorriam en lengua vulgar del país... En 1614 recorrimos la parte de Cantabria (País Vasco) situada al N., la que depende enteramente de Francia y que está separada de la Cantabria española por la cadena de los Pirineos. Habiendo penetrado la corrupción en este pueblo privado desde hace mucho de una sana doctrina, todo este país goza de una triste reputación por horribles y malhechoras prácticas que ronda el prodigio. Recordamos que a menudo, numerosos tropeles de habitantes de esta provincia, convictos de este crimen, habían sido condenados y quemados en Burdeos... Habiendo obtenido la misión del obispo de Bayona penetraron -el relato aquí pasa momentáneamente a la tercera persona- sin tardanza en el País Vasco, llenos de confianza en poder arrostrar las dificultades de la empresa que preveían iba a ser muy ardua. Sin embargo, las dificultades no aparecieron por el lado que esperaban desde el principio... Al rumorearse la vertida de nuestros Padres cundió una gran consternación por todo. Creían ver en ellos a dos magistrados revestidos de poderes supremos para renovar las diligencias y volver a encender las hogueras. De esta forma les costó a nuestros Padres gran trabajo el destruir este prejuico popular. Los Padres se detuvieron a la entrada de la provincia para predicar a los habitantes de San Juan de Luz e inclusa dar un curso de teología los mismos sacerdote,... Cuando penetraron más adelante en el país; grupos de hombres acudieron a ellos de todas partes y, sin haber sido denunciados ni interrogados, declararon haberse librado voluntariamente la brujería, confesando cosas terribles, tanto para decir como para escucha, sobre ellos mismos y sus cómplices. Se relataron cosas terribles sobre los curas, que hacían profesión de estas execrables prácticas.

Así resultó que de sus bocas sacrílegas, saltan alabanzas a su amo Satanás, al que dirigía; los más respetuosos epítetos en sus sermones, y para serles más propicios ultrajaban violentamente, mediante sacrílegos sarcasmos, a su Magestad Divina. En un antro lleno de toda clase de impurezas, llegaban hasta el extremo de simular el Santo Sacrificio de la misa y, en lugar de la Hostia celeste, imponían a la adoración de los asistentes un redondel de no sé que sustancia negra como la pez. Según lo que decía la gente, se confiaba a los adultos destinadas a cometer crímenes mayores y a la infancia recién iniciada en los misterios infernales, a guisa de aprendizaje del crimen, el cuidado de criar rebaños de sapos que se recogían cuidadosamente para los usos perjudiciales del arte mágica. En efecto, en el seno de las asamblea de brujería, se preparaba el veneno que se hace cocer en calderos para propagar luego enfermedades en los campos, rebaños y personas... Además de niños, un buen número de personas de edad avanzada, que habían servido criminalmente al infierno durante 40 ó 50 años, se presentaron a nosotros para ser curadas y renovadas. Entre otras personas, acudió un brujo que; para la perdición de muchos, profesaba públicamente la magia en estos lugares; nos testimonió la sinceridad de su abjuración trayéndonos para quemar sus tratados de magia... Dábamos a veces nuestros cuidados a 90 personas en un solo día y, por favor del cielo, con tal éxito, que en menos de seis meses liberamos a 600 del culto infernal y las reconciliamos con Cristo y su Iglesia... No pudimos satisfacer a la mayoría, a pesar de nuestros deseos. Vinieron, además, gran cantidad del País Vasco español y de más allá de los Pirineos, de la Baja y de la Alta Navarra y de la misma Pamplona...

Por otra parte, nuestros Padres apresuráronse en aprovechar las circunstancias, celebraron la fiesta de nuestro bienaventurado Padre en el mismo santuario de Loyola, con toda la solemnidad posible durante dos días completos. Cuando iban a irse de allí, les salieron al paso habitantes del lugar que venían en su busca a Loyola para ser liberados de un cruel maleficio... Mientras volvían de regreso, a través de la Baja Navarra, les fueron presentados muchos posesos de ese lugar que ladraban como perros. Uno joven de 19 años entre ellas, iniciada recientemente a las criminales orgias del infierno, fue arrastrada a ese grupo. Esta reveló que todos los que entraban en la cofradía infernal recibían en el blanco del ojo izquierdo, a la mitad de la ceremonia de iniciación, una infusión de una droga que hacia que se formara en ese lugar la imagen de un pie de sapo, auténtico signo de su consagración al demonio... Saint-Palais es la villa principal de nuestra Navarra, donde reside el consejo supremo herético. de este gobierno. También hay en él un buen número de católicos. Les predicamos algunos sermones, les explicamos el catecismo y los instruimos sobre un buen número de cuestiones muy graves concernientes a la fe y a las costumbres; discutimos también con el procanciller de este gobierno, calvinista erudito, sobre puntos controvertidos de la doctrina... Actuamos, en fin, seriamente ante el consejo entero para que las personas que hubieran pactado con el demonio en otros tiempos, fueran eximidas de los rigores de la justicia, sí se ofrecían ellas mismas para que fuera curado su espíritu... El consejo pareció convencerse con nuestras ideas y dispuesto a ratificarlas... Nuestros Padres salieron directamente para Burdeos. A su paso acudieron de todos lados grupos numerosos de campesinos y villanos con sus curas y magistrados, dándonos las gracias por haber traído la salud a sus compatriotas... Quedaron muy afligidos cuando nuestros Padres, dejándoles algo de esperanza, les dijeron netamente que, a pesar de toda su buena voluntad, no tenían más tiempo para ocuparse de ellos.

Pero el carácter secreto de las averiguaciones y conclusiones inquisitoriales mantuvo durante mucho tiempo al pueblo, e incluso al personal de los tribunales civiles, anclado en el miedo al poder activo del demonio y en estereotipos transmitidos de generación en generación. El mismo edicto de gracia emitido por el tribunal logroñes -dividido, como hemos dicho, en tendencias opuestas- pone flagrantemente de manifiesto la contradicción que suponía el admitir los hechos relatados en el escrito del Auto de 1610. No es de extrañar, pues, que durante buena parte del s. XVII, Satán se resista a reingresar en la caja de Pandora, otrora tan generosamente abierta. En 1616 las autoridades vizcainas piden a Madrid se persiga a la multitud de brujos y brujas que pululan en el Señorío. Tras las investigaciones efectuadas por un juez y el jesuita Medrano, el caso de las brujas de Vizcaya pasa a manos de la Inquisición de Logroño, donde se halla nuevamente Salazar y Frías (1617), junto con un inquisidor nuevo, Antonio de Aranda y Alarcón. Solazar chocó con el Corregidor y las autoridades civiles que querían llevar el asunto con mano dura. El Santo Oficio, esta vez, siguió el criterio adoptado por el informe de 1614. Lo mismo sucede con la petición formulada por el historiador doctor Lope Martínez de Isasti, en 1619; Isasti se queja de "los daños que en mar y tierra resultan de las muchas bruxas que ay en aquella comarca" creyendo en la autenticidad de su existencia y prácticas. El Santo Oficio, a pesar de las reiteradas peticiones de las Juntas de Guipúzcoa supo escabullirse enterrando el asunto por falta de pruebas convincentes. En las Juntas Generales celebradas en Guernica en marzo de 1619 se acordó pedir una campaña en regla contra la brujería en el Señorío, petición que se reiteró en la de junio, en la que un juntero manifestó la "necesidad de proceder con todo rigor y pedir hasta el tormento". Del mismo tenor es la petición de V. de Ordizia del mismo año. Y aún en 1621 siguen insistiendo las Juntas guipuzcoanas, sabiéndose que Azpeitia custodiaba por entonces a dos brujas ya procesadas. Uno de los últimos procesos de brujería pura que se incoaron en tierra vasca debió desarrollarse a mediados del s. XVII, ya que el 6 de enero de 1647, en una asamblea general celebrada en Labastide-Clairence (Baja Navarra), se votó un empréstito de 1.800 libras y se nombró a dos síndicos para continuar las diligencias comenzadas contra 5 mujeres y un hombre encarcelados bajo la acusación de brujería. En Zuberoa, un tejedor bearnés, tardío epígono de la Morguy, alborotó, hacia 1670, la región, diciendo que era un antiguo asistente al akelarre y que podía reconocer a sus compañeros por las manchas dejadas por Satán en el ojo izquierdo. Una oleada de pánico se abatió sobre la población que vio venir sobre sí otra nueva persecución a lo Lancre. Pero la evolución del pensamiento trascendente por estas fechas era ya irreversible. Por orden del 19 de octubre de 1671, el trasnochado vidente fue arrestado... En el sínodo de Bayona de 1679, se prohibió al clero el uso del Malleus y libros similares. Una nueva arremetida, el demoledor empuje del siglo de las luces, bastará para derribar por tierra el viejo esperpento teórico prohijado por el Malleus.