Lexique

BIBLIOTECA

Navarra.
Bibliotecas monacales.
La primera noticia de una biblioteca en tierra vasca es la de que en el monasterio de Leire existía una muy rica ya a mitades del s. IX. Es San Eulogio, quien en su famosa carta fechada en 8... dice que encontró en Leire una Historia del Falso profeta Mahoma y en San Zacarías muchos libros antiguos y preciosos. Su discípulo y biógrafo Alvaro cita los siguientes: Libro o Libros de la Ciudad de Dios, de San Agustín; la Eneida, de Virgilio; las Sátiras, de Juvenal y de Horacio; algunos Opúsculos, de Porfirio; los Epigramas, de Adhelelmo; y las Fábulas poéticas, de Avio; todos los cuales, junto con otros de himnos católicos y cuestiones sagradas, copió San Eulogio y se llevó a Córdoba. Los libros eran de imposible adquisición por los particulares. Los monasterios poseyeron siempre bibliotecas para el estudio de las ciencias sagradas y profanas, la literatura y el arte. Los monasterios de Albelda (fundado en 924) y el de Nájera (fundado en 1052), por ejemplo, poseían ricas bibliotecas que eran, además, oficinas de donde salieron colecciones de concilios y diplomas, crónicas y cronicones, vidas de santos, efemérides, genealogías, necrologías, leyendas áureas y férreas adornadas de ilustraciones preciosas como la llamada Biblia de Sancho el Fuerte. Ver BIBLIA.

Biblioteca de la Catedral (s. XIII).
El obispo Miguel Périz de Legaria, restaurador de la biblioteca capitular. En la guerra de Navarrería los libros tanto particulares como comunes sufrieron gravísimas pérdidas. Los perjuicios causados a la biblioteca de la comunidad ascendieron a mil libras. Se comprende la emoción con que el cabildo recibió doce años después un importante lote de libros, procedentes del espolio de uno de sus capitulares, llamado el maestro Martín de Beroiz. Doctorado en decretos, don Martín poseía una biblioteca de tinte marcadamente jurídico. En ella, al lado de las grandes colecciones legislativas, se alineaban los comentaristas con su nutrido repertorio de sumas, glosas, lecturas, aparatos, casos, historias y brocardos. Al morir su propietario, sus cabezalarios Miguel Périz de Legaria, arcediano de la Tabla y obispo electo de Pamplona, fray Juan de Sansoain, franciscano, y García Ximénez de Turrillas, canónigo de Tudela, ordenaron que las mejores obras pasasen a enriquecer el tesoro de la biblioteca capitular, mientras las demás quedaban a disposición del cabildo. La corporación capitular, calibrando bien la importancia de la donación testamentaria, fundó una capellanía por el alma de don Martín de Beroiz. El primer paso hacia la restauración del tesoro bibliográfico estaba dado. Pocos años después, 8 de febrero 1293, Miguel Périz de Legaria, obispo ya efectivo de Pamplona, dispuso, de acuerdo con el capítulo, que los bienes de los prebendados, después de pagar las deudas, si las hubiese, se emplearan en misas por el alma del canónigo difunto, exceptuando únicamente los libros. Un estatuto del 16 de octubre 1304, promulgado por el mismo obispo y el cabildo, puntualizó que el oro, plata, alhajas y vestidos se invertirían en sufragios y usos píos a voluntad del cabildo; que los animales, trigo, vino y todo género de granos se reservaran al sucesor y que los libros de todos los canónigos, tanto simples como dignidades, fuesen para el cabildo y no se vendiesen sino en suma necesidad. Así serían los canónigos los encargados de aumentar el acervo bibliográfico común. La idea era excelente, ya que los capitulares, antes o después de su profesión, solían estudiar en las universidades extranjeras poniéndose en condiciones de adquirir las últimas producciones científicas. El mismo don Miguel Périz de Legaria, desde Estella el 8 noviembre 1291, había concedido licencia al canónigo Juan Pérez de Estella para acudir a un Estudio General y permanecer en él durante cuatro años, haciendo suyos los frutos de su canonjía y de otros beneficios, si los tuviese. Ref. Goñi Gaztambide, José: Los obispos de Pamplona del s. XIII "Príncipe de de Viana", n" 66, p. 191.

La primera biblioteca pública.
Navarra tenía tradición bibliotecaria. Las ocho casas de religiosos varones de Pamplona habían ido formando sus respectivas bibliotecas al ser vicio de los monjes y de las personas amigas de los mismos. Eran bibliotecas privadas. Según se ve de un testamento de 1563 las iglesias también solían tenerlas. El primer intento de biblioteca pública en Pamplona data del tiempo de Carlos VI (III de Esp.), con motivo de la expulsión de los Jesuitas, ya que la Real Provisión de 1772 destinaba las bibliotecas de los expulsados para nutrir o formar las de las Universidades y en su caso las de los palacios episcopales. Y como las dos universidades navarras eran de religiosos, ninguna se benefició del despojo. Las bibliotecas jesuíticas de Pamplona, San Sebastián y Azpeitia fueron a parar a la del obispo de Pamplona. La de Loyola, en cambio, se destinó al Seminario de Misiones. Pero como el obispo, falto de medios, se desentendió del donativo real, pasó al fin a engrosar la Biblioteca del Seminario Conciliar. El segundo intento de biblioteca pública data de 1796, ya que el Cabildo de la Catedral había construido una sala-biblioteca de 25 m. por 8 y 7 de alta. Contenía 10.000 volúmenes, cifra enorme para la época. Las Cortes del Reino navarro gestionaron el modo de convertir la biblioteca privada en pública, pero por falta de recursos no se llevó a cabo. En 1084 don José Goya y Muniain dejaba un legado de sus libros y los de su tío Juan Gil para fondo de una biblioteca pública, bien a la Diputación, a la que llama su patria, al ayuntamiento de Pamplona o al Seminario. La guerra abortó este intento. La primera biblioteca pública la abrió el general napoleónico Reille durante la ocupación, nombrando al fraile mercedario Fr. Pedro María de Navarro como primer bibliotecario y basada en los depósitos de libros de los conventos suprimidos. El cargo lo ejerció sin remuneración alguna.

Pamplona: un proyecto de Biblioteca Pública.
La ley de supresión de regulares había dispuesto que los jefes políticos custodiasen todos los archivos, cuadros, libros y efectos de biblioteca de los conventos suprimidos y remitiesen inventarios al gobierno. El intendente, considerando muy conforme al espíritu de la citada ley que los ayuntamientos respectivos interviniesen en la confección de los inventarios, invitó al ayuntamiento de Pamplona a enviar un delegado que tomase parte en dicha diligencia respecto de los conventos de trinitarias descalzos, mercedarios calzados y agustinos calzados de la capital de la provincia, que estaban condenados a desaparecer (18 mayo 1821). El ayuntamiento le contestó que tal designación no estaba ordenada en decreto alguno y que por tanto no quería gravar a sus individuos, que tenían sobradas obligaciones a que atender, con otras que no les estuviesen expresamente marcadas por el Gobierno. Dos meses más tarde el ayuntamiento comprendió el partido que podía sacar de los conventos suprimidos. En oficio a la Diputación le expuso su proyecto de formar un depósito con las librerías de los regulares extintos para principiar el establecimiento de una biblioteca en esta ciudad que, al paso que sirviese a la instrucción, proporcionaría también la conservación de aquellas librerías que de otro modo llegarían a deteriorarse por el no uso. "Al mismo tiempo sería también conveniente recoger los documentos, a lo menos los que sean de algún interés, que existan en los archivos monacales y conventos suprimidos, pues de lo contrario pueden en breve tiempo o sustraerse o extraviarse".

Biblioteca del obispo Joaquín Xavier de Uriz.
Joaquín Xavier de Uriz, el obispo de la caridad, cedió a su sobrino el Dr. Cirilo Uriz y Labayru, ciento tres obras de derecho canónico, civil, español, diocesano y foral y de historia, autorizándole para disponer de ellas como de cosa propia. Posteriormente le dio otras varias obras. Su sobrino había estudiado cuatro años de teología y sus correspondientes cursos de derecho canónico y civil, y pensaba proseguir sus estudios jurídicos (3 noviembre 1824). Todavía quedaban en su biblioteca unas doscientas obras "de uso particular del obispo". Muchas eran de ascética y pastoral, algunas de teología y derecho, poquísimas de literatura. Entre las obras de actualidad figuraban Vélez, Apología del altar y del trono; el filósofo Rancio; Miguel de Elizalde y Urdíroz, Disertación a favor de la suprema autoridad del Romano Pontifice sobre todos los concilios; Colección eclesiástica española con sus últimas novedades, 17 tomos; Eruditos a la violeta; Pastoral y tres tomos de Menéndez de Luarca, obispo de Santander; Orihuela, Sobre comedias; Nuevo vocabulario filosófico-democrático; La liga de la teología con la filosofía, etc. El "Indice de libros de uso particular del obispo" fue hecho el 20 de diciembre de 1824 [Ref. Goñi Gaztambide, José: Joaquín Xavier de Uriz, el obispo de la caridad, "Príncipe de Viana", núms. 108-109, p. 418]. Posteriormente el Instituto de Segunda Enseñanza abrió una con 500 volúmenes, también procedentes de los conventos. Primeramente se destinó para el uso de los catedráticos y finalmente del público. En 1868 ya tenía el carácter de pública. Ref. Pérez Goyena, A.: La primera biblioteca pública de Pamplona, "Príncipe de Viana", 1941.

Biblioteca Católico-propagandista de Pamplona.
Se fundó el 21 de Julio de 1887, "para propagar lecturas sanas, que deleitando instruyen". Desde el 25 de julio de 1887 hasta el 311 de diciembre de 1897, ha distribuido gratis 688.711 hojas, 132.679 folletos y 117.250 ejemplares de La Avalancha, ascendiendo el coste de esa repartición a 23.230,08 pesetas. Ref. Pérez Goyena, S. J., Antonio: "Ensayo de Bibliografía Navarra", t. IX, p. 92.

Biblioteca de San Pedro de Olite.
Publicó su Catálogo hacia 1920.

La Biblioteca General de Navarra.
Es fundación y propiedad de la Excma. Diputación Foral de Navarra. Su director, don Jaime del Burgo Torres. Fue inaugurada en 1942. Tiene un total de 80.000 volúmenes con atención preferente a temas relativos a Navarra, a autores navarros y a la imprenta en Navarra Como fondos agregados a la biblioteca son de señalar los procedentes de los conventos desamortizados el XIX.

Biblioteca del Museo.
El Museo dispone de una biblioteca científica en la que pueden estudiarse los temas de Arqueología e Historia del Arte, no sólo por las numerosas monografías, sino porque se lleva a cabo un intercambio con revistas especializadas tanto de España como del extranjero. Bastará decir que el número de revistas científicas que se reciben periódicamente es de 126 españolas 107 extranjeras procedentes de 31 países, ya que la vida y las necesidades de investigación en el Museo reclaman la existencia de unas relaciones, de un intercambio ideológico que, no sólo conecte a las entidades del propio país, sino que extienda estos contactos a un campo internacional, aunando esfuerzos comunes y proporcionando el conocimiento de las tareas de los demás. En el período de 1956 a 1962 el incremento que ha experimentado la Biblioteca es de 3.052 volúmenes. Todos los libros y revistas de la Biblioteca del Museo son perfectamente manejables, ya que hay organizado un fichero completo tanto de monografías como de los artículos contenidos en. las revistas. [Ref. Mezquíriz, M.ª Angeles: Labor e incremento del Museo de Navarra, "Príncipe de Viana", núms. 90-91, p. 63]. Existen, además; las bibliotecas de la Escuela de Magisterio, Institutos "Ximénez de Rada" y "Príncipe de Viana", Nuevo Casino, Nuevo Casino Eslava y la de la Universidad de Navarra en formación.

La Biblioteca circulante para el Clero Diocesano, publicó un Suplemento de su Catálogo de obras en 1945.

Biblioteca "Hogar del Productor", Pamplona. Publicó su catálogo en 1939.

Biblioteca popular de Tudela.
Publicó su catálogo de obras científicas y literarias clasificado por orden alfabético de autores en 1929.