En 1889 decide viajar a la Argentina, en vísperas de la revolución de 1890. Al llegar a Buenos Aires, se presentó en la Dirección general de Escuelas pidiendo un puesto de maestro rural, siendo destinado a Bragado.
"Mi escuela gauchesca estaba despoblada. Allí enseñaba yo a hacer palotes y a silabear a los hijos de los gauchos, y éstos me enseñaron a su vez a ser jinete de la pampa y a gustar la soledad e independencia del desierto".
Al cabo de casi dos años en Tapalqué "desasnando hijos de gauchos" pensó acudir a caballo al Cuarto Centenario del Descubrimiento de América en Chicago (exposición internacional en octubre de 1892). De Buenos Aires pasó a Córdoba y de allí a Tucumán donde describió la vida de los "troperos". Allí escribió en El Orden, periódico cuyo jefe de redacción era Luis Ruiz de Velasco, compatriota suyo. De Tucumán pasó a Salta, de la que deja una interesante descripción. Llega a las termas de Rosario de la Frontera, que describe.
Su llegada a América, su viaje desde Buenos Aires a Jujuy y de allí a Potosí y Chuquisaca, a donde llega el 11 de enero de 1892 y donde se instala varios años, sus posteriores experiencias en las costas del Pacífico, en Santa Cruz de la Sierra y, más tarde en Riberalta en 1897 durante el auge del caucho y en el Amazonas, están recogidas en su libro Por la América desconocida, publicado en 1927 por el editor Caro Raggio. Sus dificultades económicas terminan por disuadirle de su sueño de llegar a Chicago. En enero entraba en Potosí. Don Ciro es, para Caro Baroja, "el último de los exploradores de Indias y el bohemio más digno de Madrid del novecientos". "No puedo echar raíces en ninguna parte", reconoce en el prólogo de su libro El peregrino en Indias (1911). Retrata la vida colonial, aún vívida en ese Sucre que también pinta en su libro Chuquisaca o la plata perulera, editado en Madrid por Victoriano Suárez en 1912