Villes

Barakaldo

La historia de Barakaldo exige, en primer lugar, ser consciente de los límites geográficos cambiantes del término a analizar. En nuestro caso, Barakaldo fue marcando y transformando su espacio a lo largo de los siglos. Los más primitivos habitantes de la zona no eran conscientes de vivir en Barakaldo, los habitantes de Alonsotegi han pertenecido al municipio fabril sólo entre 1888 y 1990 y buena parte del barrio de Irauregi ha sido baracaldés hasta esa última fecha. Del mismo modo, el foco histórico del municipio (San Vicente) perdió su centralidad a finales del siglo XIX y otros lugares, hasta entonces sin apenas población, se han convertido en zonas urbanas altamente pobladas.

Las primera noticias que tenemos sobre la presencia humana en lo que actualmente es Barakaldo proceden de la cueva de Arriotxe en el barrio de El Regato. En la misma, además de restos del oso de las cavernas se localizaron huesos humanos y diverso utillaje al parecer del periodo Epipaleolítico (hace unos 10.000 años), pero probablemente más reciente. Por esa misma fecha se produjo un cambio físico fundamental. El río Nervión, que realizaba un gran meandro que unía Luchana con la vega de Ansio y con el río Galindo, abandonó ese lecho, para crear el cauce actual. La mejora del clima permitió varios milenios más tarde, abandonar las cuevas y desarrollar una economía de base fundamentalmente ganadera que se extendió hacía los terrenos más altos. De esta época (4º milenio A.C.) sería el cromlech (monumento megalítico funerario) de Kanpazaulo en el barrio de Saracho y varios dólmenes y asentamientos en la zona del Eretza. Dos milenios más tarde, los habitantes de esa zona conocían el trabajo de los metales, ya que se han encontrado dos hachas de bronce en Basigorta. A partir de ese momento y hasta el periodo medieval carecemos de restos físicos que nos permitan conocer lo sucedido en dichas tierras. Podemos inferir que, como en los territorios de alrededor, también Barakaldo conoció la llegada de grupos indoeuropeos, a partir del siglo VII A.C. que comenzaron a trabajar el hierro.

No poseemos restos de la época romana, aunque es conocida su presencia, con la colonia de Flaviobriga, (Castro Urdiales) y una red de calzadas que atravesaban la vertiente Sur de los montes de Triano.

En el siglo VIII aparecen las primeras referencias a Vizcaya y también a la zona de las Encartaciones. Hay que esperar hasta el siglo XI para encontrar la primera referencia escrita sobre Barakaldo. En 1040 los hermanos Galindo Velázquez, emparentados más tarde con los Ayala alaveses, aparecen en un documento como gobernadores de Barakaldo en nombre del rey García Sánchez de Navarra. A fines del siglo XII se menciona la población de Barakaldo que pasó a depender eclesiásticamente del obispado de Calahorra, sin que podamos adivinar por dichos escritos si existía un núcleo urbano o, más probablemente, se trataba de agrupaciones de casas diseminadas en las zonas más habitables. Si parece claro, sin embargo, que ya existían señores feudales que, a través de las casa-torre, se repartieron el control del territorio y de los ingresos, en una coyuntura en la que se produjo un aumento importante de la población en toda Europa. Barakaldo fue transferido a la casa de Haro, señores de Vizcaya, aunque los Ayala poseían múltiples posesiones en el municipio y cobraban un tercio de los diezmos de la recién creada parroquia de San Vicente.

Poseemos más datos a partir del siglo XIV. Se trató de un momento clave para muchas zonas de Vizcaya, porque en esa centuria se dotó de cartas-puebla a poblaciones como Bilbao o Portugalete y en las mismas aparece el espacio juridico-político baracaldés. Al no poseer un Fuero específico, el territorio de Barakaldo se fue articulando como concejo, bajo el dominio de los jauntxos de la zona. También en esa época aparecen las primeras noticias sobre el convento de los mercedarios de Burceña (1384) y sobre las torres de Luchana, punto clave en la comunicación entre Bilbao y el mar y la ría y la meseta castellana. Los privilegios de Bilbao impidieron, sin embargo, que en dicha zona pudiese crearse un puerto que hiciese sombra al de la villa fundada por Don Diego López de Haro. La agricultura y la industria ferrona se convirtieron en las actividades económicas más importantes. Sin embargo, la crisis demográfica, económica y social que se extendió por toda Europa a partir de mediados del siglo XIV tuvo en la zona oriental de Vizcaya un foco destacado y la rivalidad entre los diferentes señores por controlar los recursos económicos y el poder se plasmó en la guerra de bandos. Barakaldo fue centro de algunos de los combates más violentos de dicho conflicto. La mayor parte de los linajes locales, salvo los Retuerto, participaron en el conflicto en el bando oñacino, lo que favoreció su vinculación con la merindad de Uribe en 1366, tras haber estado vinculada al valle de Somorrostro y su conversión en anteiglesia.

Barakaldo perteneció a la Tierra Llana del señorío de Vizcaya y su representación en las Juntas generales estaba calculada el año 1511 en 114 fuegos, algo más de 500 personas. Sus intentos para construir un puerto fracasaron nuevamente y tuvo que continuar con sus actividades tradicionales, intentando sobrevivir a las frecuentes crisis que caracterizaron el Antiguo Régimen vizcaíno. La agricultura, actividad predominante, estaba complementada con la dedicación al transporte de todo tipo de productos y la extracción de mineral y su acarreo. Los momentos de malas cosechas como consecuencia del clima y las frecuentes guerras provocaron numerosos problemas de subsistencia. Al mismo tiempo, se produjo un fortalecimiento de las instituciones públicas. Las ordenanzas de 1614 establecieron el sistema de gobierno de la anteiglesia, basado en el regimiento público (asamblea de vecinos) y el restringido (basado en tres regidores y algunos vecinos) responsables de la vigilancia de la vida cotidiana, control de pesos y medidas, fijar los precios de los productos básicos, actuar como tribunal de primera instancia o asegurar que los habitantes cumpliesen con sus obligaciones religiosas. Fueron los medianos hidalgos baracaldeses los que controlarían el concejo hasta la Edad Contemporánea, repitiéndose en los cargos las mismas familias.

El siglo XVIII conoció un importante crecimiento de la localidad pasando de unos 1.000 habitantes el año 1704 a algo más de 2.000 en 1796, repartidos en siete barriadas (Irauregui, El Regato, Retuerto, Burceña, San Vicente, Landaburu y Beurko) con escasas conexiones entre las mismas. También se produjo un aumento de las tierras de cultivo a medida que se desecaban algunas de las zonas pantanosas de las orillas de los ríos que atravesaban la anteiglesia. El año 1814 había 310 explotaciones agrícolas en Barakaldo, buena parte de ellas, el 62%, cultivadas por arrendatarios. Entre los propietarios se mezclaban los naturales de la anteiglesia y, cada vez más, comerciantes y rentistas asentados en Bilbao, incluidos algunos grandes capitalistas como Cristóbal de Murrieta.

Las sucesivas contiendas bélicas que asolaron el País Vasco desde la Guerra de la Convención hasta 1839 provocaron un parón en el crecimiento demográfico que fue limitado hasta que los inicios de la industrialización provocaron la transformación radical de la anteiglesia. La tradicional rivalidad con Bilbao (centro liberal), el deterioro de la situación económica provocado por el ciclo bélico y el rechazo a las nuevas ideas provocaron que muchos baracaldeses participasen activamente en el bando tradicionalista en los enfrentamientos que se sucedieron desde inicios del siglo XIX: Zamacolada (1804), rechazo a la constitución en el Trienio Liberal (1820-1823) y guerras carlistas (1833-1839) y (1872-1876). En el transcurso de la Primera Guerra Carlista Barakaldo fue varias veces un importante campo de batalla, dado su carácter estratégico para bloquear Bilbao. Gran parte de los edificios de la anteiglesia fueron saqueados y/o destruidos, entre ellos el monasterio de Burceña y los bienes de los baracaldeses requisados por ambos bandos. Los carlistas baracaldeses volvieron a sumarse a la rebelión planteada por el pretendiente en 1872. El alcalde de la anteiglesia, Gustavo de Cobreros, sería uno de sus organizadores en Bizkaia. Entre julio de 1873 y mayo de 1974 todo Barakaldo estuvo controlada por los carlistas y a partir de ese momento, los liberales retuvieron el barrio de Desierto. En esta ocasión, los destrozos fueron menores, pero el gasto económico siguió siendo muy cuantioso. La localidad y su corporación quedaron totalmente endeudadas como consecuencia de los combates y las incautaciones y la venta del patrimonio comunal fue una de las vías para conseguir recursos.

Entre ambas guerras, se inició el proceso de transformación más importante que ha conocido Barakaldo a lo largo de su historia. Las Juntas Generales de Bizkaia aprobaron la liberación de los trabajos de extracción del mineral de hierro y esto unido a las innovaciones técnicas que se estaban produciendo en el norte de Europa supusieron un vuelco de la estructura económica de la localidad. Barakaldo fue uno de los núcleos de un doble fenómeno: por una parte, se abrieron y explotaron numerosas minas y el mineral extraído era llevado primero en carros y luego a través de varias vías férreas y tranvías aéreos hasta las orillas del Ibaizabal, a la altura de Luchana, para ser exportado fundamentalmente a Gran Bretaña. Por otra parte, se levantaron varias fábricas que tenían como objeto la transformación del hierro en bruto. La más importante fue el alto horno de Nuestra Señora del Carmen en la zona de Desierto, en la confluencia del río Galindo con el Ibaizabal (1854). También los molinos de Santa Águeda e Irauregi se convirtieron en fábricas modernas. Como consecuencia del desarrollo de las décadas posteriores, las empresas siderometalúrgicas de las márgenes del Nervión experimentaron un gran crecimiento y varias de ellas se unieron para crear en 1902 Altos Hornos de Vizcaya la mayor empresa vasca de la historia y una de las más importantes de España. Sus oficinas centrales y algunas de sus factorías más importantes se localizaron en Barakaldo. Otras empresas, de menor tamaño y relevancia, también se asentaron en el municipio.

Como consecuencia de este despegue industrial, la anteiglesia inició un periodo de gran crecimiento demográfico, redistribución urbana, metamorfosis social y renovación política, aunque no siempre con los mismos ritmos. Barakaldo atrajo hacía si a los habitantes de las zonas más próximas, pero especialmente a emigrantes de las provincias vecinas (Burgos, Santander, Álava) que encontraron en la anteiglesia trabajo, pero también unas condiciones de vida que, aunque mejores que las de sus zonas de origen, fueron extremadamente duras. La población pasó de 2.569 habitantes en 1857 a 9.249 en 1887, a 15.013 en 1900 y a 34.209 en 1930. Los nuevos pobladores se hacinaron en las casas ya existentes, las nuevas viviendas obreras o cualquier edificio posible, aunque no cumpliesen las condiciones mínimas de habitabilidad. De esta forma, además del sector industrial, la construcción inmobiliaria también generó su propia dinámica en Barakaldo. La situación de la fábrica del Carmen, en la ribera del Ibaizabal, provocó un desplazamiento del centro de la gravedad de la anteiglesia hacia la ría. Así, si el ayuntamiento había estado localizado históricamente en San Vicente, pasaría a su localización actual, ya que ahí se concentraba ahora la mayor parte de la población. Del mismo modo, aunque los barrios baracaldeses continuaron manteniendo una personalidad acusada, el hábitat disperso en barriadas y caseríos fue desapareciendo, para convertirse ya en el siglo XX en un continuum urbano.

Aunque hubo un segmento de la población baracaldesa que mantuvo la tradición agrícola o la compatibilizó con la industria, a partir de esas fechas, la inmensa mayoría de sus habitantes eran trabajadores industriales o sus familias. Las pautas de vida impuesta por las fábricas implicaron nuevos modos de relación humana y social, con un nuevo modelo cultural. La clase obrera, que se convirtió en protagonista de la vida ciudadana, participó en la conformación de la sociedad urbana a través de formas de sociabilidad centradas en el asociacionismo de muy diferente tipo: centros regionales, partidos políticos, sociedades de socorro mutuo, cooperativas de vivienda y de consumo, sociedades recreativas, deportivas y culturales. Barakaldo generó su propia red cultural, con varias publicaciones periodísticas y se apreció, asimismo, un descenso de la práctica y del sentimiento religioso, mucho menos acusado que en las zonas de su entorno. El carácter industrial del municipio también provocó que las relaciones laborales adquieresen un tono más moderno con la creación de sindicatos y una intensificación de la conflictividad. La Unión General de Trabajadores fue el sindicato más importante de la localidad, aunque también existían núcleos significativos de Solidaridad de Obreros Vascos y de la Confederación Nacional del Trabajo. El número de huelgas aumentó de forma importante en las dos primeras décadas del siglo XX y en su motivación se incluían desde la carestía de los bienes de primera necesidad hasta los accidentes de trabajo, pasando por la escasez de los salarios o las penosas condiciones de la actividad productiva. Pero no faltaron los paros políticos y los intentos revolucionarios.

Los cambios políticos fueron más tardíos, ya que a la histórica presencia carlista en el consistorio baracaldés se unió la influencia ejercida por muchos de los empresarios, forzando a sus empleados para que apoyasen a los partidos monárquicos. De este modo, hubo que esperar hasta 1918 para que el municipio contase con un alcalde nacionalista vasco (Juan Garay), hasta 1931 para que lo fuese un republicano (Simón Beltrán) y hasta 1936 para que lo fuese el socialista Eustaquio Cañas. Durante la Guerra Civil Barakaldo permaneció leal a la República hasta el 22 de junio de 1937. La anteiglesia fue testigo de un episodio destacado, la rendición del batallón Gordexola, tras evitar la destrucción de las instalaciones de Altos Hornos de Vizcaya. 54 personas murieron en el bando franquista durante la guerra (29 ejecutadas y 35 en los combates) y unas 500 en el bando republicano (unos 50 ejecutadas y el resto víctimas de los bombardeos que sufrió la anteiglesia o en los combates antes o después de la ocupación de la anteiglesia.

Los años del franquismo, tras una primera fase de estancamiento, conocieron un nuevo y espectacular despegue de Barakaldo gracias al desarrollo industrial y a la gran necesidad de mano de obra, tanto en la industria como en la construcción. Este despegue condujo hasta la anteiglesia a decenas de miles de personas procedentes de la mayor parte de las regiones españolas. Los 36.165 habitantes de 1940 se habían convertido en 77.802 en 1960 y en 117.422 en 1981. Las dos primeras décadas del franquismo las condiciones de vida y de trabajo fueron muy duras por las consecuencias de la guerra y la represión y la vigilancia ejercida por las nuevas autoridades, especialmente el alcalde Llaneza que combinó populismo y mano dura. A partir de mediados de los años sesenta, se apreciaron importantes cambios tanto en el terreno asociativo, con la proliferación de sociedades populares, grupos de danza y de montaña, como en el reivindicativo. Hay que destacar, en ese sentido, las movilizaciones de las asociaciones de vecinos exigiendo unas condiciones de vida dignas (agua corriente, escuelas, zonas de recreo) y la reaparición de un nuevo movimiento obrero articulado fundamentalmente en torno a Comisiones Obreras. Los problemas urbanísticos, los intentos de AHV de someter a la corporación a sus intereses, provocaron graves tensiones en el ayuntamiento y se sucedieron varios alcaldes a lo largo de los últimos años del franquismo.

El final de la dictadura coincidió con el declive económico de Barakaldo y el cierre paulatino de sus empresas más emblemáticas, incluido AHV. Esta situación provocó el inicio de una fase de decadencia que se prolongó hasta los primeros años del siglo XX. Su muestra más evidente es que el año 2001 el municipio sólo pudo contar a 94.478 vecinos, 23.000 menos que en 1981. El paro (un 29,8% en 1996) y el envejecimiento de la población también fueron otros rasgos de este último periodo. La corporación municipal poco pudo hacer en los primeros años para solucionar dicha situación. La revitalización de la anteiglesia vino, paradójicamente, por el sector servicios, a través de las grandes superficies comerciales, la Feria de Muestras y las pequeñas empresas auxiliares y por la recuperación de los espacios antes dedicados a la actividad industrial. Si en las primeras elecciones municipales democráticas el nacionalista Josu Sagastigoitia ocupó la alcaldía, desde 1983 ésta ha estado siempre en manos socialistas, primero con José María Rodríguez Orrantia, luego con Carlos Pera y, desde 2004 con Tontxu Rodríguez. El predominio electoral socialista ha sido una constante en este periodo, solo socavado por los nacionalistas vascos en unos pocos llamamientos. La relación entre las dos principales fuerzas políticas baracaldeses ha oscilado de los pactos al enfrentamiento, en ocasiones sin solución de continuidad.

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MAM 2012