Villes

Barakaldo (version de 2005)

Arte civil.
Patrimonio Civil

En primer lugar se va ha hacer referencia a los restos de casas-torre que aún sobreviven en una de las zonas más intensas en cuanto a los movimientos banderizos bajomedievales se refiere y en el que en un pasado se pudieron contabilizar un gran numero de ellas, en su mayor parte desaparecidas.

La torre de Susunaga es un edificio de corte militar que tras el paso de los conflictos de bandos se transformó en vivienda residencial de corte aristocrático, aunque conservando parte de sus características originales. Actualmente es un cubo de dos alturas y cuatro vertientes, con sillería en esquinas y vanos, siendo el resto mampostería. Tiene un acceso lateralizado en medio punto con grandes dovelas y escudo en su clave y algunos vanos interesantes como un balcón en doble arco de medio punto que ha perdido el mainel y moldurado con pomas, un arco conopial, otro trilobulado y alguna aspillera. Presenta una insólita decoración en bajorrelieve en su fachada principal, en alguno de los sillares de las esquinas (un jabalí, un cazador, un perro y una serpiente de dos cabezas), datada en el siglo XVI y algo posterior a la construcción inicial de la torre en piedra, que sería gótica.

La torre de Zubileta ha ido perdiendo su imagen de torre para pasar a ser un caserío con vestigios militares. Actualmente en ruina, aún conserva su planta cuasi cuadrada, los sillares esquinales, la amplia potencia de sus muros y algunos elementos concretos que denotan su pasado tardomedieval-renacentista (uno de sus accesos presenta patín original, varios vanos escarzanos y aspilleras, alguna de ellas cegada), siendo lo más reseñable una ventana geminada en arcos ligeramente apuntados y parteluz con arista matada y al interior convertida en vano de asiento. Estructuralmente se presenta con tres alturas y tejado a doble vertiente.

Otro edificio destacado es la torre de Lurquizaga, actualmente caserío que sólo conserva del original la parte baja. Sus vestigios primitivos se contabilizan en muros perimetrales bajos, acceso en medio punto moldurado y aspillera en sillar. Se presenta con planta cuadrada, tres alturas, doble vertiente y mampostería en su zona alta.

Los restos de la torre de la Patilla (algún muro y encuadres) y la de Aldeko (lienzos de muro y un acceso en arco de medio punto) se suman al escaso patrimonio de tradición banderiza conservado.

Sólo el palacio Larrea se puede considerar arquitectura culta anterior a la segunda mitad del siglo XIX. De tipología barroca y construido en el siglo XVIII, no se aleja de lo que las normas constructivas de este período marcaban y vuelve a repetir de forma reiterativa soluciones funcionales y estéticas vistas en todo el territorio. Tiene tres alturas marcadas por imposta de placa lisa, cubierta a cuatro aguas, volumen cúbico y fachada blasonada. Combina mampostería y sillar, sus vanos se enmarcan en recerco de orejetas y en su acceso hay dos tallas en piedra representando verracos. Es el antiguo solar de la familia Larrea donde, al menos hasta la segunda mitad del siglo XVIII existió la casa-torre de este nombre.

Del transito de esa arquitectura aún vinculada con el Antiguo Régimen y las nacientes tendencias promovidas con la llegada de nuevos planteamientos quedan el palacio San Vicente, que recoge los gustos eclécticos de nuevo cuño, aunque sin despegarse de la tradición neoclásica, y el palacio Munoa de estilo Segundo Imperio.

Fue la industrialización la que marcó el devenir de Barakaldo en el último siglo y medio y los vestigios arquitectónicos que nos han quedado, si bien no tienen un interés artístico elevado, sí son elementos importantes por su condición de reflejo de una época. Las primeras construcciones residenciales de tipo obrero de interés que aún se mantienen en pie son las denominadas casas Uría, Arrazola y Loizaga, de fines del XIX y que como elementos diferenciales tienen sus estructuras sustentantes en madera y se trabajan en mampostería y ladrillo.

También en estos años las Casas de la Orconera ponen en práctica las teorías británicas que eran el preludio de la futura ciudad-jardín. De varios bloques bifamiliares con dos pisos, doble vertiente, jardín delantero y huerta trasera, junto con los pabellones rehabilitados de la antigua fábrica para la que fueron construidas, constituyen un complejo patrimonial industrial de alto nivel. Siguiendo una tipología propiamente inglesa y con el rasgo significativo de Manuel María Smith, su arquitecto, se construyeron entre 1916 y 1918 dos hileras en forma de L de casas de Altos Hornos de Vizcaya, unifamiliares, adosadas, con pequeño jardín en la parte delantera, patio zaguero y que presentan entramado de madera ficticio en su piso alto y arco de ladrillo sobre los vanos. Siguen la estética de las denominadas casas baratas.

Del año 1925 son el Grupo Hogar Futuro, del que quedan pocos ejemplares y en general son bifamiliares, de dos pisos con balcón y con algún elemento decorativo un tanto exótico en este tipo de construcciones (vanos enmarcados en alfiz o soportal en arco rebajado) y, de 1931, se construye la Cooperativa Villa Róntegui, de nuevo casas adosadas en hilera, de dos alturas y un pequeño desván y huerto trasero. Este tipo de viviendas fue degenerando en el clásico bloque de piso, más rentable económicamente, y su evolución proporcionó ejemplos como la Cooperativa La Cruz o el número 1 de Ramón y Cajal, ambas aunque vivienda obrera con deudas con la tradición culta en su exterior.

También esta forma de distribución en pisos al igual que en otros lugares dio lugar a bloques más desarrollados artísticamente hablando y de pretensiones más solemnes, como los números 5, 6 y 7 de Herriko Plaza ecléctica con regusto clasicista y el número 11 de Bizkaia. Toda referencia de importancia a la arquitectura rural ha desaparecido en la expansión moderna, y como vestigios de caseríos con algún interés citaremos Santa Águeda, Linaza y Aldanazarra.

Esta expansión industrial propició también un gran número de infraestructuras de tipo comunitario de la más variada funcionalidad, de las cuales nos haremos eco. Ante todo las escuelas, con el desarrollo demográfico durante finales del siglo XIX y el XX tienen buenos ejemplares, aunque muchas hallan perdido su funcionalidad inicial.

Las Escuelas Salesianas, de 1898 y actual Batzoki, son un edificio de planta alargada, cuatro alturas y desván y ecléctico en su variedad de elementos decorativos, pero con aire revivalista en su tipología estética, combinando piedra, madera, ladrillo o enlucido. Su primer piso combina arcos carpanel con medio punto y el resto de las luces son adinteladas salvo la salida al balconcillo del tercer piso que presenta vanos de medio punto geminados.

La escuela Juan Ignacio Gorostiza sigue con el estilo revivalista, pero en la década de los años veinte del siglo XX, y se presenta como un bonito edificio alargado con dos torres en los extremos de corte militar, decoradas con pináculos e imitación de garitones en las esquinas, recordando arquitecturas renacentistas. Combina vanos en dintel y en medio punto y sus torres tienen escudos.

Señalaremos también el colegio Bituritxa de mediados de XX, con torreón en su parte central. El asilo de la Fundación Miranda data de 1914, tiene planta en U y amplio jardín a su alrededor. Es de una sola altura y se presenta ecléctico con estética clasicista y neogótica. De amplia distribución, tiene varios cuerpos entre los que se destacan el pabellón principal, la capilla y las habitaciones. El Matadero Municipal de 1913 con aire mudéjar por su utilización masiva de ladrillo y la Alhóndiga de El Desierto competan el apartado.

Como gran urbe que se precie sus calles están jalonadas por diverso mobiliario urbano, aunque sólo nos vamos a ocupar de algunos de los ejemplos más interesantes. La Fuente del 14 de Julio, que data del año 1888 y consta de un pilar con imagen de metal en su cima, dos monumentos de Lucarini, uno dedicado a Fernando Ibarra y otro a Manuel Gómez y otras dos esculturas de Oteiza y Larrea despuntan sobre el resto. Un elemento curioso en el municipio es la proliferación de kioscos de música, con un total de cuatro.

El más importante es el kiosco de la Plaza de los Fueros, con traza semiovalada, una gran visera de la misma forma y su fondo en vidriera. El Kiosco de Retuerto es un bonito ejemplar octogonal de forja, con linterna sobre su cubierta y abierto en todo su perímetro. Siguiendo esta misma tipología pero más grande y elevado está el denominado de San Vicente y por último, el de Zuazo, de nuevo similar, aunque con más proliferación de madera.

Mención aparte merece el puente de Kastrejana, sobre el río Kadagua a su paso por este barrio, y que en su momento fue un punto de tránsito importante en el camino que unía Bilbao con Balmaseda. De un único ojo en arco de medio punto y gran luz, está trabajado en su integridad en sillería con perfil ligeramente alomado. Tiene grandes similitudes con el de Balmaseda y tanto su tipología como la documentación lo datan en torno a finales del siglo XIV o principios del XV. Una vieja tradición local lo denomina el Puente del Diablo.

Cuenta Baracaldo con varias presas, tres de ellas de hormigón y de grandes dimensiones, Artiba, Nocedal y Gorostiza, las primeras rectas, mientras la última es de arco y la de Kastrejana, en sillería y arco, y de pequeñas dimensiones.

Bibliografía

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    Manu CASTAÑO GARCÍA