Concept

Globalización en Euskal Herria

En estos tiempos complejos que alumbra el siglo XXI, todas las sociedades, incluida la vasca, se enfrentan a un cruce de caminos contradictorio. De un lado, las oportunidades tecnológicas, comunicativas y deliberativas que aporta la actual globalización pueden favorecer un acceso cualitativamente superior a nuevas cotas de libertad y bienestar. Sin embargo, parece que la realidad dista de confirmar este pronóstico en la práctica. Más concretamente, incluso en las sociedades liberales se está viendo restringido el ejercicio de la libertad en nombre de la seguridad (Bauman, 2005). De igual forma, y a nivel global, el acceso al bienestar está cada vez más condicionado por una creciente fractura entre las redes que mantienen de forma estable su posición en los flujos de poder por una parte, y una creciente masa de poblaciones incapacitadas para el acceso a unos mínimos vitales, por otra (Castells, 2000). Aún más, desde el punto de vista subjetivo, la imponencia de las estructuras económicas, sociales y políticas globalizadas -en ocasiones identificadas como ajenas a la acción humana- genera una sensación de inseguridad y orfandad que impulsan al individuo a plegarse domésticamente ante una realidad que se identifica como ajena e impuesta, limitando la capacidad de ejercer la libertad (Giddens, 1994).

En este contexto contradictorio, en el que la globalización es a la vez una oportunidad, pero también una amenaza, un abordaje que reflexione sobre sus derroteros en nuestras tierras no puede más que bosquejar un cuadro plagado de claroscuros. Efectivamente, la internacionalización de la economía abre las puertas a que sociedades territorial y demográficamente "limitadas" como la vasca puedan beneficiarse de sus prácticas empresariales para maximizar su posición en los flujos económicos. Aún más, en un mundo en el que lo urbano es espacio privilegiado para servir de interface entre los nodos de información y poder, las ciudades vascas pueden aprovechar sus procesos de reestructuración para situarse privilegiadamente en "el mapa" de urbes globalizadas del planeta. Incluso en este contexto, expresiones culturales como la vasca pueden beneficiarse de las sinergias a escala global, no solo para adaptarse a los nuevos tiempos interculturales, sino incluso para expandir su influencia más allá de los confines de Euskal Herria. Las instituciones políticas, a su vez, pueden tratar de encontrar nuevos nichos de poder en la actual lógica política de geometría variable (que debilita el peso de la antaño omnipotente soberanía estatal), bien sea a través de estrategias de cooperación transfronteriza e interregional en un mundo que ve cómo se derriban fronteras (aunque también se levanten otras), bien sea aprovechando el peso que las unidades regionales pueden o podrían asumir en la Unión Europea.

No obstante, en el anverso de la moneda, la globalización entraña amenazas. La crisis financiera, obviamente, no se detiene en las fronteras vascas (a pesar del Concierto), sino que afecta a todos y cada uno de los habitantes de Euskal Herria. De igual forma, los efectos perniciosos de una lógica de flujos globales de poder que deja fuera a miles de personas, refuerza la emergencia de comunidades de resistencia reactivas que comienzan a hacerse presentes en nuestra sociedades en forma de movimientos xenófobos. Ni qué decir tiene, también, que en un contexto de globalización hiper-individualista asentada en el consumo (Lipovestsky, 2007), las prácticas culturales de nuestra tierra -que tienen un marcado componente comunitario- pueden verse desgastadas por el tsunami cultural anglosajón y mediático...

Finalmente, es lógico que la controvertida globalización -que combina una reconfiguración del poder, de la economía y de la cultura a escala global, pero que deja de lado e incluso profundiza desigualdades que explotan siempre en conflictos locales- genere no solo apologetas sino también detractores. Por eso, por su esencia contradictoria, si a la hora de hablar de globalización debemos referirnos a su concreción la local en el ámbito de la economía, de la cultura, de la política (de forma que algunos hablen de glocalización), de la misma forma, al hablar de la globalización tampoco podemos soslayar la consustancial existencia de reacciones que proponen alternativas, en este caso resumidas en la máxima de que "otro mundo (y otra globalización) es posible". Como veremos, en nuestra tierra también encontramos ese tipo de respuestas proactivas que hacen contrapeso a las posturas más reactivas o más acomodaticias.