Dada la finalidad del artículo, definiremos las apariciones como visiones de personajes divinos que, según cree y considera un número significativo de personas, tienen una función pública. No incluimos las visiones de muertos ni las privadas, tanto si son experimentadas por laicos como por religiosos. Damos por supuesto que mucha gente tiene visiones, pero sabemos que son muy pocas las que logran atraer la atención del público, bien porque los propios videntes no las revelan o bien porque, cuando lo hacen, su entorno inmediato no les da fe o los desanima, o porque los silencian las autoridades eclesiásticas o seculares. Los videntes miembros de órdenes religiosas han mantenido una estrecha relación con los videntes laicos mediante correspondencia epistolar o a través de visitas y conocidos mútuos. En particular, las monjas videntes han constituido una especie de recurso y modelo para las videntes laicas. Pero, en sí y de por sí, las visiones y revelaciones de monjas y monjes han permanecido controladas dentro del ámbito del convento o de la orden y han tenido poca repercusión pública. No entramos en la cuestión de si en las visiones se produjo la aparición real de algún tipo de espíritu.