Udalak

VILLATUERTA

Población de transición mediterránea, constituida por dos núcleos situados a cada lado de un arroyo y unidos por un puente con dos arcos. Presenta un conjunto arquitectónico crecido considerablemente a partir de mediados del s. XIX, aunque contiene también numerosas manifestaciones anteriores. Seguimos a Caro Baroja en "La C. en N.", III (CAN, 1982) en la descripción de los elementos de mayor interés: 1) Se percibe el influjo de sistemas constructivos mediterráneos. Hay, así, construcciones rústicas y casas que tienen una parte de piedra, otra de adobe, algunos elementos de ladrillo en puertas y ventanas y techos con cañizo y palitroques que sobresalen y se ven en aleros. También hay aleros cerámicos y de yeso, combinados en formas distintas. 2) La cantería de tipo más septentrional también aparece, como en la puerta de la casa cural y en otras que hasta el s. XIX se hicieron con piedras de dintel con algún resto de goticismo. 3) Alrededor de la parroquia de la Asunción hay un resto de cementerio convertido en jardín y varias estelas funerarias. La Casa parroquial es de estilo barroco del s. XVII, labrada en sillería con dos cuerpos y ático. Todos los vanos son dinteles excepto la puerta de ingreso que forma un gran arco de medio punto. Cerca de este edificio se encuentra el Puente medieval del s. XIII, de cantería con sillares irregulares, que se articula en dos arcos levemente apuntados, con tajamar central donde apoya una rampa de fuerte pendiente. En una de las casas cercanas se adosa un escudo barroco del s. XVIII entre leones tenantes y ángeles trompeteros y yelmo por timbre. El nº 6 de la c/ Mayor corresponde a un inmueble del s. XVII con dos cuerpos y ático de sillería. En esta misma c/ un edificio del s. XVI de sillar con dos cuerpos y ático y otro de mampostería con tres cuerpos y ático. La parroquia de la Asunción emplazada entre los dos núcleos que componen la población, tuvo origen románico, si bien se reconstruye casi en su totalidad a fines del s. XIV. Planta de nave única de tres tramos con cuatro capillas hornacinas entre los contrafuertes inmediatos a la cabecera, que es pentagonal. La nave cubre con bóveda de crucería muy apuntada, separados por arcos fajones apuntados. Sobre la capilla mayor, cubierta gallonada. De la fábrica románica, queda la torre y, procedente de la ermita de San Román, la portada del muro de la Epístola. La sacristía debió existir ya en el s. XVI aunque fue muy remodelada en 1755 por Juan Martín de Oteiza. En el exterior de sólida cantería medieval, se abren vanos de tracería gótica en el lado de la Epístola y la portada principal de arco apuntado abocinada por 6 arquivoltas con ángeles en las claves, en el tramo central del muro del Evangelio. El mismo cantero que construye la sacristía hace el pórtico, que tiene delante un segundo vestíbulo cubierto por bóveda de arista y una lápida del XVI en el pavimento. A los pies, dominando todo el conjunto, se levanta la maciza torre románica de tres cuerpos separados por sencillas impostas. Del lado del Evangelio, un pequeño retablo renacentista, obra del escultor estellés Pedro de Troas, que tiene su idéntico en el colateral dedicado a San Miguel. Traza de dos cuerpos con tres calles articulados por columnas jónicas de fuste entorchado y otras de orden corintio con estrías en el fuste, rematando el conjunto en ático recto entre pilastras y aletones laterales. La iconografía del retablo combina relieves en el banco y segundo cuerpo en sus calles laterales y bultos en el primer cuerpo, con el de Santa Catalina, la titular, en caja rectangular, de canon muy esbelto, como es característico de este escultor. Detrás del retablo hay fragmentos de pintura mural. En la otra capilla, una interesante talla renacentista de la segunda mitad del XVI, de la Virgen con el Niño. El retablo mayor, fue realizado a mediados del s. XVII por Pedro Izquierdo, el escultor Juan Imberto III y los doradores Miguel de Ibiricu y Juan Ibáñez. Traza de dos cuerpos con tres calles y ático, rematado por un frontón curvo partido y envuelto en volutas más pirámides. Toda la iconografía denota una clara influencia vallisoletana, dada la formación del autor, en ese lugar, si bien la imagen de la Asunción, que centra el conjunto, es de estilo más avanzado, académico, y fue realizada en 1793 por Ramón de Villodas. Se conserva el primitivo sagrario del anterior retablo. Tiene basamento gallonado y articula sus frentes por columnillas con el tercio inferior del fuste con gruesas estrías verticales y el resto entorchado, como las del primer cuerpo del retablo. Un Crucificado del s. XVII, en una capilla del colateral y en la otra, el retablo de San Miguel, de estilo y traza semejante a su simétrico, dorado igualmente por Miguel de Salazar, y un Calvario renacentista de madera sin policromar, procedente de la ermita de San Miguel. En la sacristía, hay varias esculturas, entre las que se hayan los dos relieves del retablo que Fermín Arbizu labró para San Miguel. Posee además varias obras de orfebrería importantes como unas crismeras de plata de estilo bajorrenacentista con traza de arqueta y la arqueta relicario con reliquias de San Veremundo del orfebre Agustín de Herrero. Consta de gran basamento rectangular con decoración de gallones sobre el que monta la arqueta con patas cilíndricas y cubierta bulbosa culminada con la esculturilla del titular. La ermita de San Miguel, único resto del antiguo monasterio que ya existía en el s. XI, tiene una planta rectangular irregular con pies y cabecera plana, esta última resultado de las múltiples transformaciones que ha sufrido, ya que poseía ábside semicircular del que quedan restos. La puerta primitiva, actualmente cegada, se ubica en el muro de los pies, discutiéndose si su arco era en origen de medio punto: José Esteban Uranga y Francisco Iñíguez Almech, en su obra Arte medieval navarro, dicen al respecto lo siguiente: La puerta es original achicada y con dintel bajo el arco, incompleto a raíz del hundimiento, pues aprovechó piedras para este menester. Antes había rapado los almeres, como en Eristaín, convirtiendo en semicircular la herradura primitiva, definidas por los grandes sillares del arranque y sus dovelas largas y delgadas, sólo empleadas en el arte islámico y en los influidos por él, posible de rehacer teóricamente de puntos, como se hizo en el ejemplo anterior, y que, como en aquél, define un arco muy poco peraltado en la herradura, que se aproxima quizá más al visigótico de Castilla. Como desconocemos lo musulmán de la Marca Superior, lógico modelo próximo, pues Córdoba queda tan lejos geográfica como políticamente, se nos queda en puro terreno hipótetico la razón de ser, cierta e indiscutible sin embargo, que nos aisla las arquitecturas musulmanas de Navarra y Aragón, y aún de Cataluña, de las castellanas y leonesas. Procedente de la ermita se conserva en el Museo de Navarra una lápida epigráfica cuyo texto sitúa, según el P. Germán de Pamplona, la construcción de San Miguel entre el 971 y el 978, es decir en tiempos de Sancho II Abarca, según José María Lacarra la inscripción conmemoraría la donación del monasterio de San Miguel al monasterio de San Salvador de Leire, el 29 de diciembre de 1062, por parte del rey pamplonés Sancho IV el de Peñalén. Pero donde reside el interés primordial, es en su decoración relivaria, por constituir el arranque de la escultura medieval navarra, ya que datan del s. XI, o del último tercio del siglo X, según sea interpretada la inscripción citada anteriormente. Estaban en los muros, pero se trasladaron al Museo de Navarra, quedando sólo una sencilla cruz de piedra en la ermita. Estilísticamente, son de tosco estilo popular. Están tallados en un solo plano sobre fondos indiferenciados con enérgico y expresivo modelado. La temática variada; animales en los más pequeños e iconografía confusa en los mayores, ha suscitado distintas interpretaciones, si bien parece tener un programa unitario relacionado con la figura de San Miguel, que está en uno de los relieves, alado y con los brazos en alto, lo que se ha entendido como una invocación antes de marchar al combate, pues cuadrarían las escenas del Crucificado y la figura revestida ante el altar e incluso los animales como símbolo de determinadas virtudes. En la ermita se veneró una imagen románica de la Virgen sedente con el Niño, de madera forrada en plata, hasta el s. XIX en que fue vendida, y se desconoce el paradero. La Ermita de San Román, también de origen medieval, conserva los muros perímetrales, la cabecera semicircular y los arcos fajones de la primitiva fábrica, pero la cubierta a dos aguas es actual. Se encuentra en el presbiterio la primitiva ara de piedra. (Ref. C. M. N., M. de Estella).