Kontzeptua

Regatas de Traineras

El hombre del mar, en el País Vasco, forma de siempre dos grupos diferentes: el "arrantzale", o pescador de bajura, y el "mariñel", hombre de mar dedicado a la navegación de altura. El "arrantzale" pertenece a una casta familiar en la que el oficio se transmite de generación en generación. Pesca en la costa muy diversas especies. Conoce al detalle el fondo del mar y la posición exacta de las calas hacia las que se dirige derecho valiéndose de las enfilaciones de tierra, cuyo conocimiento le ha sido comunicado por su mayores. El "arrantzale" pescaba la merluza, que era vendida a los arrieros "mandazainak", que llegaban a la costa trayendo vino del interior, o a las "astodunak", mujeres procedentes de la zona agrícola próxima que revendían el pescado en la zona rural.

Para llenar los meses del año obtenía el "arrantzale", durante el invierno, el besugo, y en los restantes meses, la sardina y la anchoa. Del "arrantzale" y no del "mariñel" arrancan las regatas de traineras. Ellos componen las tripulaciones de las principales traineras de pesca. En las regatas del pasado siglo la tripulación base de trainera era la misma que habitualmente salía a la pesca, aunque solía sustituirse a los elementos de más edad por remeros de otras cuadrillas que no participaban en la lucha. En competiciones de gran trascendencia se efectuaba una verdadera selección eligiendo como refuerzo a los más dotados de la localidad. Así, en la regata entre Ondarroa y San Sebastián, el 2 de diciembre de 1890, Carril sustituyó a seis remeros de su tripulación de pesca o "compañya" por los mejores que le cedieron los otros patrones donostiarras. Cada trainera era designada por el nombre con que había sido bautizada la embarcación o por el nombre de su patrón.

Esta costumbre, que perduró hasta 1896, se modificó cuando las regatas interesaron a un amplio sector de público, que fue identificándose con la trainera que representaba a cada localidad. Cuando el vapor arrinconó definitivamente, entre 1910 y 1920, al remo como fuerza de tracción en las embarcaciones de pesca, la tripulación de la trainera debió comenzar a entrenarse cara a las regatas oficiales. Ya no era el trabajo de cada día bogar hacia los bancos de pesca, lo cual permitía encontrarse en una constante forma física. Los entrenamientos fuera de horas laborales, favorecían a los jóvenes, empleados en tierra firme, con un horario de trabajo. El pescador, aun el de bajura, llevaba una vida errante, dejando el puerto antes del amanecer para una agotadora jornada sin horas ni días, pendiente siempre del tiempo, de las mareas y de los bancos de pesca. Una vez iniciado en el arte de remar el "terrícola" podía ser un buen remero y, poco a poco, fue disminuyendo la proporción de pescadores en las traineras.

En los primeros años de este cambio se pretendió que todos los remeros se dedicaran profesionalmente a las industrias de la pesca o del mar en el puerto de inscripción. Así lo exigía el Reglamento de las regatas de traineras de Bilbao, del año 1919. El mismo requisito de profesionalidad es exigido por los Reglamentos de las regatas de San Sebastián hasta el año 1929, que señalan también la obligatoriedad de residencia de todos los remeros en el puerto que representaren. Cuando en los años cuarenta se constituye la Federación Española de Remo se inicia una divergencia entre las Regatas de San Sebastián y las restantes competiciones. Divergencia no sólo en cuanto a las características de las embarcaciones; alcanza también a las condiciones para ser remero de un club.

El reglamento de las Regatas de Traineras de 1947, emanado de la Delegación Nacional de Deportes, exige un carnet dando libertad a los remeros para su afiliación por uno u otro club. Por el contrario, en las Regatas de La Concha se sigue manteniendo la exigencia de vecindad para remar con la tripulación de una localidad determinada. Con ello se pensó mantener la rivalidad deportiva, evitando que los clubs económicamente fuertes pudieran hacer verdaderas selecciones provinciales. Hubo dificultades para completar un número mínimo de embarcaciones para las regatas de La Concha, introduciéndose en 1960 el sistema de cuencas. La provincia de Guipúzcoa fue dividida en zonas, siguiendo, en principio, la cuenca de sus ríos. Se estableció entonces que los miembros de las diferentes tripulaciones deberían ser vecinos de cualquiera de los municipios en que se dividen estas zonas.

Este criterio ha dado magnífico resultado. En las restantes provincias cantábricas y por supuesto en todas las regatas oficiales, se sigue para la formación de las tripulaciones, el sistema de "fichas de club", marcado por la Federación Española. La labor del patrón ha ido evolucionando también con los años. En la trainera de pesca él era el propietario de la embarcación reclutando sus hombres por contrato verbal. El era el mando único y absoluto en cubierta y quien decidía sobre todos los detalles inherentes a la navegación y a la pesca. Lo mismo sucedía en las regatas interviniendo en la confección del contrato que había de regular las apuestas, en la selección de los hombres y en los pormenores de la regata. Las comisiones deportivas surgen al salir las traineras en representación de los puertos. Aunque el patrón siga manteniendo autoridad absoluta sobre los hombres que componen la cuadrilla -preparación física y técnica, estilo de boga, etc.- una vez hecha la selección.

Poco a poco, y en los últimos años, se tiende a una diversificación de funciones. Existe una comisión deportiva, que fija los criterios generales de actuación y nombra a los delegados. Junto a ellos existe el preparador físico, el especialista en medicina deportiva, los preparadores técnicos, el seleccionador... Por ello el patrón no es ya un viejo remero, autoritario y respetado, ducho en el conocimiento de la navegación, con facultades absolutas de decisión, sino jóvenes diestros en el remo-timón y con fuerte brazo para mantener en todo momento bien enfilada la trainera hacia la baliza, pese a la posible mar gruesa con que pudieran tropezar en la regata.