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Pasai San Pedro

Hablando del arte civil, en esta área de similar morfología a Donibane, estructurada en una calle, destacan algunas construcciones de arquitectura popular, noble y de época más reciente, si bien en general el conjunto es más moderno.

Entre ellas, la casa de la familia Ferrer, frente al muelle; la del nº 6 de estilo modernista; la del nº 8 con amplias arcadas, la del nº 28 -casa de Aizpurua- de arquitectura culta... O la del nº 32, casa natal del célebre marino Blas de Lezo (1689-1741), apodado Almirante Patapalo o Mediohombre. Se levanta en sillería con bajo y cuatro plantas, y luciendo balcones corridos en todos los pisos. Exhibe además un escudo de piedra sobre el acceso. También sobresalen la casa del nº 34, que ocupa una amplia parcela y es neoclásica, y la del nº 38, de carácter más popular y con elementos decorativos tradicionales. Un poco más adelante la casa del almirante Sebastián Etxeberria, y otra vivienda culta, del siglo XVIII.

En los números impares, la del nº 19 sigue el modelo tradicional, combinando la sillería y el entramado de madera, con las repisas de las ventanas y la línea de canes del balcón tallados en madera.

Concluida la calle San Pedro, en la de Torreatze encontramos de nuevo típicas construcciones marineras, en el nº 4 y 9. Y en este enclave de pescadores, próxima a éstas se erige una escultura de Nestor Basterretxea, un monumento a los marinos muertos. En el muelle cercano se conserva el Atunero Mater, dedicado a informar sobre las artes de la mar. Y siguiendo por esta vía, se llega al faro de la plata, almenado y construido en 1855 según proyecto de Carlos Campuzano. Tiene tres plantas, con dos torreones a los lados, logrando una estética historicista que puede desconcertar sobre su verdadera función. Reforzando la labor de este faro, se construyó en 1906 el faro de Senekozulo, de aspecto más regio y utilitario.

Por otra parte, el barrio de Tirri Tarren, que pudo ser una de las áreas más antiguas, conserva edificios de interés como en el nº 2 en la calle viuda de Passaman, ocupado por una casa de vecindad ecléctica o el nº 7, con un edificio próximo al racionalismo. La casa del nº 9 -casa Arrillaga- será del siglo XVII, y a su lado en el nº 11, otra construcción de tipo tradicional. Además en la plaza destacan las Escuelas (1924) y el nuevo ayuntamiento (1933), ambos eclécticos y obra de Pedro Gaiztarro.

Por otra parte, un valor especial posee la draga Jaizkibel, situada en el astillero Ondartxo. Se construyó en el astillero Euskalduna de Bilbao en 1933 y es uno de los pocos barcos que se conservan fabricados con acero remachado. Realizó tareas de dragado del puerto hasta 1984. En este emplazamiento se ubica también Ondartxo, el Centro de la Cultura Marítima.

En lo alto del monte Ulia, se conservan restos de las estructuras de lo que fue el Fuerte del Almirante, construido durante la última guerra carlista para defender San Sebastián. A este acompañan algunos torreones carlistas en el lomo de Jaizkibel.

Y otro elemento defensivo, frente al castillo de Santa Isabel, era la torre que se erigía hasta hace poco para vigilar la entrada al puerto, del siglo XVI. Se situaba aproximadamente en el espacio donde se colocó en 1971 la escultura de Basterretxea.

Otra de las construcciones que también hay que destacar es el planetario, ubicado en la Escuela de Náutica, y que fue el primero de la península, operativo en 1968.

La iglesia de San Pedro Apóstol que vemos hoy en día no es el primitivo templo, que se construyó a mediados del siglo XV (1457-1458) en el espacio que hoy ocupa el cementerio. De ella se conservan las portadas. La edificación actual data de 1774, según proyecto de Martín de Carrera, y en ella se reutilizaron parte de los materiales anteriores y se conservaron vanos, algunos muros, portada, una ventana... Consta de una planta de tres naves de igual altura, tres tramos, ábside poligonal, coro a los pies y dos sacristías. Tiene dos accesos, uno a los pies y otro en la derecha. Al exterior es una mole robusta, con la torre a un lado, y escaso ornato, reducido a la fachada y su portada. Ésta solucionada con pilastras de orden gigante que sostienen un medio punto culminado en frontón mixtilíneo partido -en cuyo centro se sitúa un óvalo con la tiara y las llaves-, y alojan a su vez un nicho para la efigie de San Pedro sobre un ingreso en arco escarzano deprimido. La portada es obra de Manuel Martín, hijo del arquitecto. La otra entrada es más depurada, haciendo uso de perfiles rectilíneos y frontón triangular de remate. En el interior se amuebla con retablos de diversas calidades y momentos. El mayor acoge al titular, sentado y bendiciendo, ataviado con amplios ropajes de plegado dúctil y tiara sobre la cabeza. A los lados del presbiterio, se sitúan un retablo neogótico y otro barroco, y en los muros de las naves laterales se reparten otros muebles en los que se incluyen algunas imágenes reseñables. Entre ellas un San José con el Niño, barroco, un San Sebastián y un San Antonio de Padua en las calles laterales de otro retablo barroco, en otro modesto mueble se sitúan una Virgen del Carmen con exvoto de barco y dos orantes a los pies y sobre ella una talla de Santa Ana con la Virgen Niña en brazos de ingenua factura; también merece la atención el calvario del XVIII que preside un retablo barroco de un cuerpo, formado por Cristo en la cruz, San Juan y la Virgen, aquel con gesto sereno y los otros más teatrales. Reservada en la hornacina de otra fábrica barroca, hay una imagen de vestir de la Virgen que sostiene al Niño con sus manos, es de blanca carnación, ojos brillantes y pelo postizo, aspectos que otorgan mayor realismo a la imagen, tan propio del siglo XVIII. Además en la sacristía cuelga un Cristo Crucificado de rasgos arcaizantes, anatomía bastante rígida, brazos casi rectos y marcado costillar, que nos acerca a los prototipos del gótico final. Y también en esta estancia, una Inmaculada labrada siguiendo el difundido modelo de Gregorio Fernández, con las manos unidas, pelo largo partido y de ondulados mechones, y manto sobre los hombros, policromado en azul y dorado con estrellas. De platería conserva un cáliz donostiarra del XVII (Jaques de Molin) y una demanda del XVIII con inscripción.

Sin embargo los restos más antiguos de la parroquia se conservan en un recinto próximo, formando parte del camposanto. Uno de ellos es una portada románica, con arquivoltas de medio punto y baquetón corrido, que parece tuvo decoración vegetal en la imposta de la que arrancan los arcos. Rodeando la portada un saliente a modo de chambrana en cuyos extremos rematan sendas cabezas, muy erosionadas. El otro ingreso que se conserva del anterior templo sirve en la actualidad para entrar al cementerio. Es un arco apuntado, abocinado, con tres arquivoltas, conservando dos de ellas pequeños escudos en sus claves, irreconocibles. Se integra en un muro que se remata en frontón triangular y medallón con RIP.

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RCL 2011