Lexikoa

MONTE

Economía, I. Concepto de monte. Bajo la denominación de monte se entiende todo terreno rústico que no siendo naturalmente característico de cultivo agrícola permanente, desempeña funciones protectoras, recreativas y productivas, bien porque en él vegeten especies arbóreas, arbustivas, de matorral o herbáceas, sea espontáneamente o procedentes de siembra o plantación, o bien porque haya quedado adscrito a la finalidad de ser repoblado, como consecuencia de resoluciones administrativas dictadas al amparo de la legislación vigente. En esta definición legal de monte se contemplan las tres grandes funciones protectoras, recreativas y productoras a las que nos vamos a referir, si bien haciendo más hincapié en la última función citada, la productora.

Vegetación del monte vasco. Aunque sea de una manera somera debemos decir qué tipo de vegetación y más concretamente qué tipo de bosque puebla nuestro país. De todos es sabido que la depresión vasca se halla en posición de encrucijada sometida a tres influencias climáticas que son determinantes de la vegetación de Euskal-Herria. Así las influencias atlánticas y europeas condicionan sustancialmente la vegetación de Guipúzcoa y Vizcaya y la influencia mediterránea, que da su impronta a parte notable de la vegetación de Alava y Navarra, que por otro lado también se ven afectados por los componentes atlántica y europea. El clima húmedo y templado de las provincias costeras favorecen el desarrollo de los bosques mesofíticos de robles y hayas. Estos robledales y hayedos representan la clímax, es decir, las agrupaciones vegetales en equilibrio estable con los factores físicos y biológicos de las diversas estaciones naturales. Propias de Guipúzcoa y Vizcaya, además del roble y haya, son los fresnos, alisos, avellanos, abedules, acebos, nogales, cerezos, arces y encinas en las zonas calcáreas. Como sabemos, más adelante entraremos en detalles, que este tipo de bosque ha sido eliminado, en parte, por el hombre a lo largo de la historia reciente, y ha sido sustituido por especies productoras de madera con fines industriales. La vegetación de Alava y Navarra, con marcada influencia mediterránea, goza, además de la flora arbórea descrita para las provincias de la costa, de toda una serie de quercineas y especies de carácter marcadamente xerófilo que los proporciona un alto valor florístico que aún hoy se conserva.

Función protectora del monte. Una vez descrita, aunque someramente, la representación arbórea de bosque originario del país, vamos a referirnos a la importancia que tiene la cubierta vegetal, en general, para reforzar el carácter protector del monte. También es sabido que el bosque, con su capacidad de retención de agua, es el principal embalse a efectos de acumulación del preciado líquido, a la vez que la esponja que hace que poco a poco vaya discurriendo de modo que sea utilizable por nosotros de una manera económica y renovada. Esta retención de agua se efectúa en las hojas, de modo que puede llegar al 25-30 % de su peso, en arbolado de frondosas, y en el suelo cuando por la infiltración es capaz de absorber los siguientes porcentajes según tipo de bosque: Un m.³ de hojarasca de haya absorbe 274 % de su peso en agua; un m.³ de hojarasca de helecho absorbe 279 % de su peso en agua; un m.³ de hojarasca de abeto absorbe 150 % de su peso en agua; un m.³ de hojarasca de pino absorbe 142 % de su peso en agua. Esta característica de regulación hídrica del bosque proporciona una eficaz protección a los cultivos, vías de comunicación, asentamientos humanos y al propio suelo evitando su erosión. Además, el bosque con su cubierta arbórea tiene un efecto termorregulador de modo que por la transpiración de las hojas suaviza los rigores del calor excesivo o de un frío extremo. Además, este efecto de bombeo de agua del suelo a la atmósfera favorece el intercambio del aire haciendo que se produzca un movimiento de convección entre las diversas capas. Por último diremos que la pantalla natural, viva y renovable que supone un monte arbolado favorece notablemente la amortiguación del efecto del viento y del ruido a la vez que cada hoja o acícula, según los casos, de cada árbol, supone una área inestimable de retención de polvo y sustancias nocivas, que suspendidas en el aire pueden ser nocivas para el hombre.

Función recreativa del monte. A nadie se le oculta, que hoy, modernamente, existe una demanda creciente y diversificada de espacios de ocio para satisfacer las necesidades de tipo recreativo, de expansión y de disfrute. Tradicionalmente y desde hace muchos años, esta demanda ha encontrado acogida en el País Vasco, en nuestros montes; y así el montañismo, las excursiones, el ejercicio de la caza y pesca, la admiración del paisaje, han sido desde antiguo prácticas que nuestro pueblo ha desarrollado en el monte. Se impone hoy en día la necesidad de una ordenación y mejora del medio natural, pero el recurso monte lo tenemos ahí y en base a él vamos a dar salida a las demandas antes citadas. Las zonas altas del país, los límites de provincia y en general el cresterío de nuestras cumbres suponen las áreas más demandadas por el visitante que va buscando satisfacer su necesidad de contacto con la Naturaleza. Coincide que en esas zonas están localizados preferentemente los montes de Utilidad Pública, declarados así por su carácter protector al estar en las cabeceras de los ríos y dar cabida a las especies frondosas, cuya protección y conservación es necesaria, además de constituir los espacios que, al estar menos humanizados, poseen una representación mayor de los valores naturales. Ocurre, sin embargo, que ha de tratarse por todos los medios que el desarrollo socio-económico de las comunidades rurales a quienes pertenecen estos espacios no se vea frenado, o lo que es peor obligado a llevar a cabo actuaciones que tiendan al deterioro del activo natural, sencillamente porque se hayan planteado la contemplación y el disfrute de la mayoría de la sociedad a costa de las limitaciones impuestas al medio rural.

Función productora del monte. Además de las funciones antes descritas de protección y recreo del monte, de indudable valor pero difícilmente cuantificables en unidades monetarias, se encuentra la función productora del monte que proporciona beneficios cuantificables, transformables, transportables y en definitiva capaces de ser aprovechados por el hombres lejos del propio monte que los ha originado. Desde muy antiguo el hombre ha sabido que la madera, las leñas, los helechos, aguas, frutos, caza, cortezas, etc., eran productos que el monte reponía, hoy llamaríamos recursos renovables, y los utilizaba sin romper el equilibrio, de modo que sin deteriorar ese maravilloso capital, fuente de tantas riquezas, extraía la renta que el monte le producía en forma de los productos citados. Durante los siglos XVI al XIX, tiene especial significado la producción de hierro en las ferrerías para la cual es necesaria una cantidad enorme de madera, base para la producción de carbón vegetal. A la vez, incluso desde una época anterior, han sido los bosques del país fuente de madera de calidad y grandes dimensiones para la construcción naval. Otro aspecto productivo del monte aprovechado intensamente por el hombre ha sido el cultivo agrario en un territorio en el que las dificultades orográficas, la escasez de suelo y la fuerte densidad de población han forzado a un aprovechamiento del monte transformándolo en tierras de cultivo. Ya anteriormente, el hombre transformó las cumbres arboladas en zonas de fino pasto (Aralar, Urbía, Gorbea, etc.), pero fue más tarde cuando la necesidad de cereales y pastos para alimentar a los hombres y el ganado, obligó a cambiar la vida nómada y errante de unos pastores por la sedentaria del agricultor, cuando se produjo el asentamiento del baserri, desmontando superficies de robledal y castañal dando lugar a madera para construir la vivienda y a tierras que cultivar. Ya en el presente siglo, la situación de los montes del país era tal que en la ponencia sobre "La Riqueza forestal e industrias derivadas", que presentó Octavio Elorrieta al Primer Congreso de Estudios Vascos celebrado en Oñate en 1918 decía: "Las tres quintas partes del suelo de Vizcaya eran improductivas". "El país se mantiene más de la mitad de su territorio improductivo, ha hipotecado más de la mitad de su independencia". Un año más tarde, en 1919, el diputado D. Vicente Laffite Obineta presentaba un trabajo al Consejo Provincial de Agricultura en el que refiriéndose a los montes de Guipúzcoa, entresacamos los siguientes: "De la superficie total de los montes comunales, corresponden tal vez unas 20.000 Has. a la zona alta en que domina el haya, integrada principalmente por los montes de Salinas, Oñate, Cegama e Idiázabal, montes de la Parzonería EnirioAralar, la mayor parte de los montes de Ataun y parte alta de los de Lizarza, Berástegui, Villabona, Rentería, Oyarzun e Irún". "Todos estos montes están incluidos por su situación entre los montes protectores de los principales ríos de Guipúzcoa, siendo su extensión bastante considerable para que su repoblación completa influyera de un modo notable en el estado general de toda la zona de montes de Guipúzcoa, tanto particulares como comunales". "De estas 20.000 Has. de protección no pasarán de 4.000 el número de hectáreas repobladas de árboles, estando todo el resto dedicado exclusivamente al pastoreo". "De las 15.000 Has. de la región media y baja, puede decirse que salvo algunos pequeños robledales, toda esta superficie ha quedado talada estos últimos años". "Respecto a los bosques de propiedad particular, ocurre lo propio; han desaparecido en su inmensa mayoría". "Sin embargo, en medio de este cuadro tan desolador, decía D. Vicente Laffitte, justo es considerar con verdadera satisfacción los excelentes trabajos de repoblación forestal que se han practicado en los diferentes puntos de la provincia, de los que merecen especial mención los llevados a cabo en Oñate, Oyarzun e Irún". Iniciaron las diputaciones una tarea repobladora y de fomento de los bosques ensayándose muchas especies y de los años 1906 y 1912 son las primeras repoblaciones en base a especies tales como los chopos, robles, fresnos, olmos, tilos, plátanos, nogales, acacias, eucaliptus, etc., entre las frondosas, y abetos, alerces y pinos (silvestre, laricio, strobus, pinaster, insignis) entre las resinosas. Las primeras repoblaciones se hicieron en masas mezcladas de diversas especies de modo que se constituyeron auténticos arboretos de inestimable valor, desde el nivel del mar a cotas de 1.000 m. Después de la 2.ª Guerra Mundial, en que la escasez de materias primas se hizo notar, comienza un largo período de autarquía en el que la madera que se aprovechó, procedente de repoblaciones de treinta años, alcanza precios importantes. Paralelamente en la vida del caserío se pasa paulatinamente de un régimen de autoconsumo a otro de mercado en el que es preciso aumentar la productividad. Se inicia, intensificándose, el sistema de trabajo "a tiempo parcial", que define claramente la forma de vida del caserío. La juventud va a la industria a trabajar, iniciando un éxodo que se ha visto favorecido a partir del momento en que las mejoras económicas y sociales conseguidas en la industria han aumentado con notable ventaja frente a las del sector agrario. Igual efecto se ha producido al disminuir el número de hojas de prestación en la jornada laboral industrial por aumento de productividad, que no ha ido pareja en la jornada del agricultor-ganadero. Citemos por último el mayor atractivo de las prestaciones del Régimen General de la Seguridad Social frente al Especial Régimen Agrario y la existencia de unas vacaciones retribuidas en la industria, que en la agricultura no se dan. Estas razones han hecho que paulatinamente, en los últimos treinta años, haya disminuido considerablemente la superficie de cultivo y que numerosas hectáreas que antes eran praderas o manzanales hayan pasado a repoblarse con la especie que a corto plazo ha tenido mayor rendimiento, el pino insignis, por otro lado muy demandado para la fabricación de pasta para papel y más modernamente para la fabricación de tableros de partículas y como madera de sierra en las piezas de mayor dimensión.

Jorge ASCASIBAR