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LIEBANA, Beato de

El Beato de la Academia de la Historia de Madrid. Dentro del grupo de Beatos relacionados con San Millán de la Cogolla, el ejemplar de la Academia de la Historia es el que con mayor certeza ha sido tenido por los investigadores como obra típica del escritorio emilianense. Este manuscrito entró en la Real Academia de la Historia en 1851, procedente de San Millán de la Cogolla. Este Beato representa uno de los testimonios más clarividentes de la dualidad artística del arte hispánico cristiano. En sus miniaturas se observan dos conceptos artísticos diferentes. Las comprendidas entre los folios 1 al 92 y las de los folios 135 v, 138 v, 184 v, 188, 188 v, y 213 v se caracterizan por su mozarabismo, visible en la concepción de las figuras, de canon corto, de cuerpos más bien gruesos, de formas planas, sin modelar como si se tratase de auténticas siluetas, e inertes en su actividad y expresivismo. También el modo propio de concebir la indumentaria y, sobre todo, el plegado, muy plano y lineal -sin los repliegues que hemos señalado en el códice de Gerona o en el Albeldense, con su tendencia a los arrollamientos y espirales y sus ritmos y estilizaciones tan elementales denuncian las características de los manuscritos mozárabes. Su estilo se acerca al del Beato de la Biblioteca Nacional de Madrid y a las obras de Florencio, sobre todo, a la Biblia de la Colegiata de San Isidoro de León... Su plegado se concibe a base de líneas generalmente curvas formadas por trazos negros subrayados a veces por otros de color blanco. Le caracteriza igualmente la gama cromática utilizada con predominio de los tonos morados, verde y azul oscuros, amarillo, y menos los rojos-naranjas. Los rostros de los personajes describen unos perfiles muy característicos con sus frentes aplanadas y cabello ondulado encima, de color negro intenso... Las restantes miniaturas, algunas de los cuales se encuentran entremezcladas con las mozárabes, revelan, en cambio una concepción artística diferente. La plenitud de formas, cierto sentido aún incipiente del volumen, la movilidad, las actitudes más desenfadadas y vivas y de modo general las calidades de mayor naturalidad en la representación, evidencian el pleno arte románico. Las figuras presentan un canon alargado, mucho más espiritualizado; los rostros han ganado corrección y el plegado ofrece ya las ondulaciones y convencionalismos típicos de aquél. El mismo colorido marca la diferencia entre uno y otro estilo. Los tonos predominantes de las miniaturas mozárabes son la gama de los azules intensos, morados o violáceos, verdes oscuros, amarillos, con toques de rojos y naranjas en algunas prendas de la indumentaria. Se consigue de este modo la tonalidad densa y sombría que caracteriza según algunos autores a los manuscritos de este taller de San Millán. El colorido románico, por el contrario, es más luminoso. Se utiliza con mayor profusión el rojo intenso, el azul, verde claro y amarillo, mientras que pierde intensidad y uso el morado. Este binomio estilístico mozárabe-románico, de las miniaturas, ha planteado problemas de datación del códice y de atribución de número de miniaturistas que ejecutaron sus ilustraciones. La mayoría de los autores coinciden en señalar dos artistas diferentes, uno mozárabe y otro románico, que trabajan en momentos distintos y distanciados. El primero posiblemente sea un colaborador del escriba Albino que inicia su labor en el siglo X rellenando de modo caótico y con abundantes lagunas los espacios que el copista ha dejado en blanco. La actividad del segundo se desarrolla, en cambio, a fines del XI o comienzos del XII completando la tarea de su antecesor. De todos modos quedaron sin pinchar muchos espacios. Para Neuss unas y otras no están muy separadas por un gran intervalo, sino que corresponden a una época de transición, habiendo sido realizadas por varios pintores sobre modelos diferentes posiblemente en el siglo XI, e incluso M. Churruca apunta la posibilidad de que hubieran sido realizadas por una misma mano que copia diferentes modelos. Por nuestra parte opinamos que se observan al menos dos manos distintas en la realización de estas miniaturas. El primer artista trabajó probablemente a fines del siglo X realizando la mayor parte de las miniaturas que hemos calificado como mozárabes. Algunas de éstas, no obstante, revelan la mano de otro miniaturista más tosco, que puede ser coetáneo. Ya en el siglo XII más probablemente o a fines del XI el programa iconográfico mozárabe es completado por el miniaturista románico».

Otros beatos del siglo X del área pamplonesa parecen ser el de Urgel (Museo Diocesano), el de Zaragoza y los fragmentos 1 a 3 de Silos procedentes de Nájera. En el siglo XI tenemos el famoso Beato de Saint Sever, en Gascuña, de línea románica, de mediados del siglo XI (Bibl. Nac. de París) cuyo modelo está íntimamente ligado con San Millán de la Cogolla. Al siglo XII-XIII se adscribe un beato de la Biblioteca Nacional de París escrito en letra gótica. Se halla encuadernado junto con un documento de Carlos III de Navarra. Conserva sesenta miniaturas y en el mapamundi aparecen nombres borrados. «Difiere estilísticamente de los restantes Beatos románicos y conserva en su iconografía los elementos representados por el de Saint-Sever. Delisle hizo notar en sus pinturas el empleo característico de una gama con reflejos argentinos y la ausencia -tal como ocurre en la caligrafía- del color azul, reemplazado casi siempre por el púrpura y el violeta; dominan con éstos el bermellón, ocre y verde; las carnes están representadas con mucho albayalde y, a veces, con manchas de bermellón. Esta tinta y la violada se emplean de modo invariable como fondos de las composiciones. El trazo muy grueso de los contornos, los pliegues muy acentuados de los paños, la acentuación también de las líneas fisiognómicas, junto con la fuerza y contraste de colorido y la tendencia a componer dividiendo en cuadrados o rectángulos el campo de la miniatura, hacen pensar en la técnica de las vidrieras y en los más característicos esmaltes de Limoges del siglo XIII». (Domínguez Bordona, «Ars Hispaniae», vol. XVIII).