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IZALZU - ITZALTZU

Izalzu organiza su caserío en dos núcleos, el Alto y el Bajo, separados entre ellos por la carretera y por el río Anduña. No parece conservar nada de sus edificios más antiguos, ya que, por lo general, son casas muy reformadas, de grandes dimensiones, puertas adinteladas o arcos rebajados, muros enlucidos excepto en esquinales y vanos en que muestran sillería. Se cubren con una cubierta muy inclinada a dos o cuatro aguas. Varias casas del barrio Bajo llevan inscripciones de los siglos XVIII y XIX.

Al barrio Alto se accede a través de un puente de sillería y amplio medio; en él se localiza una de las casas más antiguas del pueblo, con ventanas geminadas de arco conopial, propias del siglo XVI.

Bajando hacia el otro lado del pueblo se encuentra el puente de Rekalde en cuyas proximidades se localizan tres casas fechadas entre 1769 y 1860, con arco de ingreso rebajado y dovelas extremas en recto sobre ménsulas y pies derechos que responden a la tipología decimonónica.

Por este puente se accede a los alrededores de la ermita de San José, situada dentro del casco urbano y que en ocasiones se identifica con el desparecido monasterio de San Salvador y San Miguel de Izalzu, donado por Blasco Aznar al monasterio de Leire en 1034. De tipo popular, la ermita presenta planta rectangular con muros de sillarejo enlucido y sillar en las esquinas y vanos, con cubierta de lajas a dos aguas. La puerta es un sencillo arco de medio punto, fechada con bastante seguridad en el siglo XVI, que se abre en el lado de la Epístola. Su retablo se encuentra en la actualidad en la ermita de San Miguel de Funes.

En la parte baja del pueblo, junto a la carretera, se sitúa la parroquia de San Salvador. Su cubierta y portada pertenecen, con toda seguridad al siglo XVI. También se conoce el trabajo del cantero vecino de Ochagavía Lope de Ayarza durante las primeras décadas del siglo XVII. En planta presenta una cruz latina con nave de dos tramos desiguales en profundidad y anchura, con crucero amplio y cabecera recta. La nave se cubre con bóveda sexpartita excepto en los brazos que lo hace con crucería simple de nervios moldurados apoyados en ménsulas cilíndricas con bolas y dentellones. Los muros y las bóvedas están enlucidos fingiendo sillar. El coro, a los pies, es de madera con una balaustrada barroca. Además la sacristía, de planta rectangular y cubierta con bóveda de crucería sobre ménsulas, se adosa a la cabecera por el lado de la Epístola. Frente a ella se abre otra pequeña estancia rectangular, cubierta con bóveda de cañón.

En el exterior se presenta como un bloque compacto de sillar no demasiado grande con un tejado de pronunciada pendiente. La puerta de entrada, del siglo XVI, consta de arco de medio punto que abocina en tres arquivoltas y otro arco exterior. Apoyan a través de una línea de imposta en pies derechos. Ante ella se extiende un pórtico de sillar, con doble arcada de medio punto en el frente sobre pilar prismático central y un arco más en el lateral, fechado ya en el siglo XVIII. Una torre cuadrangular se levanta a los pies de la nave.

En el interior se conservan, además de una pequeña colección de orfebrería y piezas sueltas de distintos tipos, varios retablos. En primer lugar destaca el retablo mayor que preside el templo. Está dedicado al Salvador y está fechado en el último tercio del siglo XVIII, de estilo rococó. Presenta un diseño movido con juego de líneas rectas y curvas y una estructura de banco, cuerpo de tres calles, con la central más amplia. Un movido entablamento da paso a un ático semicircular. Desde el punto de vista decorativo priva cierta contención, con motivos de rocalla localizados en puntos concretos. Para este retablo se tallan las esculturas de San Carlos Borromeo, San Pedro, San Pablo y San Gregorio que se alojan en el cuerpo del retablo, además del titular y de otros dos Padres de la Iglesia en el ático que flanquean el Calvario. Todas las tallas son de escasa calidad pero plasman el movimiento grandilocuente propio de la última fase del barroco. Todo el retablo está dorado y lleva motivos decorativos estampillados.

En el lado del Evangelio se encuentran dos retablos, el retablo del Crucificado, situado frente a la puerta de entrada y el retablo de la Virgen de Izalzu, en el paño frontal del crucero.

El primero de estos dos retablos es de estilo rococó fechado en el último tercio del siglo XVIII, con avances decorativos hacia el Neoclasicismo. Presenta estructura de banco con paneles decorados, sobre el que se eleva un cuerpo formado por columnas de fuste listo con finas guirnaldas de telas y en los extremos, aletones de follaje. En el remate, ya clasicista, consiste en un parámetro mixtilíneo con cruz entre guirnaldas coronado por el Espíritu Santo entre nubes. En la caja central y cubierto por un dosel se encuentra un Crucificado muerto de tamaño mayor que el natural, del siglo XVIII ya de estilo barroco tardío, con la cabeza inclinada y rostro de facciones menudas y anatomía suavizada. Todo el retablo está dorado con retícula de flores estampilladas en el fondo de la caja.

El segundo de estos retablos, el de la Virgen, es de estilo barroco de la primera mitad del siglo XVIII. Presenta una traza bien resuelta de banco con ménsulas y tableros de follaje, cuerpo de tres calles y ático recto con venera en el centro y en los laterales estípites y aletones. La decoración introduce un amplio repertorio a base de pequeñas flores, follaje, pequeñas ménsulas y veneras. Todas las esculturas, el San Joaquín y la Santa Ana del cuerpo y el San Antonio del ático, se hicieron para el retablo, en un estilo barroco popular. La imagen de la titular, la Virgen de Izalzu, es una talla gótica de la segunda mitad del siglo XIV con el Niño sentado sobre la rodilla izquierda de la madre y que sigue lo que se ha convenido en llamar el tipo de Ochagavía. El aspecto propio del grupo se ve alterado por una desafortunada policromía.

El último de los retablos de la parroquia se encuentra en el lado de la Epístola y es el retablo de San Miguel, cuya traza y ornamentación se encuentra a medio camino entre el purismo y el barroco, permitiendo fecharlo durante la primera mitad del siglo XVII. Presenta banco en el que apoya un cuerpo de tres calles separadas por columnas de fuste estriado y sobre el que se sitúa un ático recto entre volutas. En el sencillo repertorio decorativo se encuentra detalles de hojarasca cactiforme propia del primer barroco con puntas de diamante y otros ornatos geométricos. En los lienzos del primer cuerpo figuran San Fermín, San Miguel y San Francisco Javier todos ellos con escaso valor artístico.

En la nave se conserva un púlpito neoclásico con recuerdos del rococó en el tornavoz. Dentro de las dependencias de la sacristía se encuentra, adosado a un muro, un lavabo barroco en piedra, fechado a comienzos del siglo XVII con estructura de pilastras lisas y rematado por pirámides con bolas. Una cajonera adornada con labores de marquetería compone el mobiliario parroquial, además de un fragmento de la mazonería del monumento de Jueves Santo del siglo XVIII. Un Crucificado barroco tardío cuelga de la pared.

Escasas son las piezas que componen el ajuar de orfebrería. Entre ellas hay que citar un copón de plata barroco de mediados del siglo XVIII, liso con el punzón de Pamplona, doble P coronada y el autor (TA)JO/NAR. La misma marca de Pamplona pero con las iniciales RN llevan las crismeras de plata con forma de arqueta rectangular con cubierta a cuatro aguas y decoración vegetal. Muy vistoso es un ostensorio de plata fechado en 1799, de traza movida con base ovalada de doble cuerpo, astil con nudo de sección triangular y sol y algo de pedrería. Contrasta la riqueza decorativa del sol con el depurado ornamental del resto de la pieza, con temas ya clásicos como guirnaldas, hojas lanceoladas en la base y querubines en el nudo. En la pestaña de la base lleva grabada las marcas de la doble P de Pamplona, 99 de 1799 y CALLEXA del platero Calleja.

Carmina RIUS SALETA