Lexikoa

ESCOPETA

Historia, II. Entre los vascos armeros que labraron armas en Toledo, y destacaron por su maestría hasta el siglo XVIII, podemos citar a Orozco, Aguirre, Loidi, Leizalde, Gárate, Ariza, Ayala y Legaretza... Eibarreses y soraluzetarras eran los fundadores de las armerías en 1794 de Oviedo, Grado, Mieres y Trubia. Sus nombres fueron Artamendi, Guisasola, Aranguren, Bustindui, etc. La fábrica de Sevilla se fundó en 1809. El encargado de organizarla, coronel Dátoli, se trasladó a Placencia de Soraluze, de donde llevó expertos armeros. Descolló por su arte Juan de Leizalde. La fábrica de fusiles de Granada se estableció también en 1809. Tanto el fusil tipo, como los armeros expertos, se llevaron de Soraluze. Por entonces organizó la de Jerez el maestro armero placentino Pedro de Aldazábal. Merece la pena citar también a los armeros vascos que contribuyeron a la creación del Museo de Artillería de Madrid. Descolló entre ellos, el eibarrés Ibaizábal, a quien llevó a la Corte en 1804 el Príncipe de la Paz. Hacia mediados del siglo pasado se trasladó a ese Museo madrileño la colección de armas y piezas que se guardaban en Placencia, constituyendo un pequeño pero interesante museo. Y si contemplamos hoy día los centros armeros mundiales de más importancia, encontraremos en ellos, ocupando puestos preferentes, a distinguidos eibarreses y placentinos, que, luchando por la vida y en alas de su romanticismo comercial, se han lanzado por esas latitudes, ya vendiendo armas, ya construyéndolas o reparándolas. Son siempre, los portadores del nombre de nuestra tierra por todos los ámbitos del globo. Cuando la invasión francesa, fueron muchas las industrias de armería de Eibar y Placencia de Soraluze que se trasladaron a Asturias, como medida de seguridad. Principalmente a Grado, Oviedo y Trubia. De muy pocos años antes data la fábrica de armas de esta última población. Seguramente por el ambiente que reinaba en el preludio de los sucesos salió la idea de establecer fábricas de armas más al interior. En la portería principal de la fábrica nacional de Trubia, en el vestíbulo de entrada al despacho del director, existe en la pared una placa de bronce, que dice: DIERON PRINCIPIO LOS HORNOS AÑO DE 1797. Tenemos a la vista los nombres de los directores de la fábrica desde el año de 1794 hasta nuestros días. Entre ellos descubrimos los que nos interesan para nuestro estudio: 1844. Francisco Antonio de Elorza y Aguirre (primera vez, hasta 1850). 1861. El mismo (por segunda vez, hasta 1863). 1875. Juan de Lasarte y Cordero. 1921. Juan Ortiz de Egea. 1922. Ramón Fernández de Urrutia y Sola. El mariscal Elorza (del Arma de Artillería), que aparece como director por dos períodos, insigne ingeniero y artillero, fue el principal propulsor de la actual fábrica nacional de Trubia. Fue eminente ingeniero en su época y artillero extraordinario. Estaba considerado como sabio y pasó muchos años por el extranjero en estudios y cometidos técnicos. Nació en Araoz (caserío de Agarre), Oñate (Gipuzkoa), a las cinco horas y media del día 4 de enero de 1798. Fueron sus padres D. Tomás de Elorza Balzategui y D.ª María Josefa de Aguirre Lizaur, de distinguidas familias de la villa de Oñate. Falleció el 3 de noviembre de 1872, a las once de la noche. Salió subteniente de Infantería el día 25 de julio de 1814 y, al formarse la Academia de Artillería, se hizo ingeniero y artillero en la misma. En el año 1844, Elorza estuvo por primera vez en Trubia, donde prestó servicios en diversos cargos, como militar al servicio de la misma, y en el año de 1850 fundó, en esta fábrica, la primera Escuela de Artes y Oficios que hubo en España (hoy se llama Escuela de Formación Profesional). Por segunda vez volvió en 1861 Elorza a esta factoría como director. Le dio gran amplitud y prestigio, extendiéndose brillantemente la fábrica en el tiempo de su dirección. La primera época del mariscal Elorza comprende: municiones de hierro colado en hornos altos al carbón vegetal y aire frío; y su segunda: la fundición de cañones, molderías y aceros. "Fue Elorza el más brillante director que ha tenido esta factoría en todo tiempo -nos informa un empleado de la misma-. Su actuación, tanto técnica como social, nadie la igualó ni superó hasta nuestros días. Vivió la clase obrera con comodidades, en aquella fecha no conocidas por el resto de obreros de España. Hizo plantaciones de árboles frutales y maderables, algunos de los cuales existían aún hace seis años y quizá quede algún "negrillo" de su fecha. El pueblo de Trubia tenía más fuentes públicas en las calles que hay hoy en día. No existe ya ninguna de su creación, incluso en el interior de esta fábrica, donde sólo existe un caño de agua, cerca del lugar donde existió una hermosa fuente de piedra labrada, por él creada y construida. ¡Fue el único de todos los tiempos!". Creemos, casi con seguridad, que Trubia siempre se dedicó principalmente a la fabricación de cañones: primero fundidos, más tarde de fundición acerada. En aquella época el hierro procedía de la beneficiación de mineral, procedente de Riosa (Asturias), en hornos altos instalados en esta fábrica. "De seguro -continúa nuestro informante-, que los maestros y obreros especializados eran vascos primeramente y ya a finales del siglo pasado, con la técnica más avanzada, se empezó la fabricación de cañones forjados hasta el día de hoy. Yo no he conocido, termina, en mis tiempos los altos hornos de esta fábrica". Antes que en Trubia, existían en Grado lo que por aquella época se llamaban "herrerías", y vascos, casi en su totalidad, efectuaban los principales trabajos metalúrgicos. No hay que olvidar que las minas de Somorrostro, en nuestra Vizcaya, eran de lo mejor de Europa en calidad y cantidad. En su superficie se explotaban óxidos de hierro muy ricos y puros, y en sus entrañas los carbonatos de hierro, aunque más bajos en riqueza, seguían muy buenos y abundantes. Y del beneficio de esta riqueza, vino la industrialización y desarrollo metalúrgico de Vizcaya y Guipúzcoa, especializando la mano de obra de sus obreros que motivó la emigración de sus hijos hacia otras tierras, llamadas por la necesidad de expansión de este arte que ha llegado a una altura insospechada en sus comienzos. A continuación, y como ocurre en todas las edades, la invención de nuevas artes impuso la renovación de los métodos de fabricación. Empezó por Mieres (Asturias), donde la explotación en escala de sus abundantes minas de carbón mineral, recientemente descubiertas, obligó, a la par que en Europa, la fabricación de aceros al carbono y quizá en estos tiempos brillantes minero- metalúrgicos, aparecieron también por aquellas tierras los maestros vascos, más duchos en esta clase de trabajos. También en Oviedo, Fábrica de la Vega, comenzaron la fabricación de modernos fusiles, para continuar con ametralladoras, que aún hoy en día continúa en gran escala. En su principio fueron belgas los especialistas, que cedían sus puestos a los discípulos que les disputaban su maestría. En la fábrica nacional de Trubia, encontramos apellidos vascos pertenecientes a obreros, maestros y empleados. "Te doy -me dice el informante-pariente- los apellidos, creo todos vascos, que en la actualidad existen en gran cantidad en este centro fabril de Trubia, amén de otros muchos que ignoro y otros que quizá se han extinguido. Todos descienden de antiguos obreros vascos: Azurmendi, Artamendi, Azcárate, Alzueta, Armengol, Aguirre, Arieta, Bengochea, Gaztelu, Guisasola, Igoa, Iraola, Olabarria, San Martín, Zuazúa, Larambaberri, Mendibil, Bengoa, etc.". Por esa zona encontramos también muchas personas con apellidos euzkéricos (Usategi, Oyanguren, Arechaga, Araluze, Azlearabe, Mendibil, Ibarra, Guisasola, Iribarren). Como se puede observar, entre estos apellidos encontramos los clásicos de la zona armera guipuzcoana, y da la casualidad de que también San Martín, a pesar de ser nombre completamente español, lo consideran vasco seguramente porque sus ascendientes lo fueron y el apellido lo tomaron simplemente del nombre de su caserío natal, emplazado junto a una ermita dedicada a este santo, el cual prevaleció relegando al olvido el topónimo euzkérico.

Nestor GOIKOETXEA

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