Lexikoa

CLIMA

Precipitaciones atmosféricas: Pluviosidad II. c) Distribución estacional de los coeficientes pluviométricos relativos. Las cifras de la distribución estacional de los coeficientes pluviométricos relativos proporcionan a las líneas precedentes una mayor nitidez al permitir percibir de una ojeada cuáles son para una región dada las estaciones que, comparadas a lo que serían si la lluvia se repartiera de manera uniforme durante todo el año, deben de ser consideradas como de mayor pluviosidad -coeficiente superior a la unidad-, y cuáles las que deben de serlo como regiones de débil pluviosidad. Resumiendo, puede decirse que en la zona de la vertiente septentrional situada al O. del Nivelle y el NO. de la vertiente meridional, las estaciones del año más lluviosas son el otoño y el invierno, mientras que al E. del Nivelle y en el resto de la vertiente meridional, la primavera y el verano son estaciones, no más regadas, sino relativamente más lluviosas que en la zona precedente en comparación a lo que serían si las lluvias cayeran uniformemente durante el transcurso del año. De esta forma nuestro país aparece netamente dividido en dos áreas de influencia contraria, la oceánica y la continental.

d) Estaciones del año secas y húmedas: índice de aguas. En invierno, al S. de la divisoria de aguas cantábrico-mediterránea, sólo puede decirse que es seco el valle del Ebro (índice de agua: 16) porque forma parte entonces del área de extensión del anticiclón ibérico, propulsor de vientos secos. Pero si se exceptúa el reborde meridional de las últimas sierras pirenaicas, aun pasablemente seco (índice de Tafalla: 29,3), el conjunto de los Pirineos atlánticos constituye una enorme reserva de humedad, cierto es que mediana en la vertiente meridional debido a la pantalla de altas montañas (índice de Pamplona: 50,6) pero muy importante sobre todo en la vertiente septentrional. Aquí, a excepción del E. de Bayona, donde las caídas de lluvia disminuyen a medida que uno se aleja de la costa, el índice de agua es por doquier superior a 60, sobrepasa 90 incluso en la zona de altas cadenas y en el curso inferior del Bidasoa (Santesteban: 95). En resumen, en vista de las temperaturas poco elevadas que rigen por todo, la evaporación es mínima, de tal manera que el cuadro del índice de agua de invierno corresponde con bastante exactitud al de las caídas de lluvia. La situación comienza a cambiar en primavera: como consecuencia del calentamiento del continente y del acrecentamiento consecutivo de la evaporación, el índice de agua no corresponde ya a lo que podrían incitar a creer las cifras que expresan la cantidad de lluvia. Al S. de la divisoria de aguas, mientras en invierno, en un total de lluvia de 61 a 350 mm., se podía constatar un índice de agua de 16-70 mm., en primavera, en los dos puntos mismos se observa, por una caída de lluvia que va de los 96 milímetros a los 350 mm., una serie de índices de agua que va de 17 a 60 porque la media térmica ha aumentado de 6 a 7°. Durante este tiempo, las caídas de lluvia en la vertiente septentrional experimentan cierta disminución, pero hay que reconocer que el índice de agua decrece en proporciones mucho mayores. Mientras en invierno, por un total de lluvia de 350-393 mm. entre la divisoria de aguas y Santesteban, podía contarse un índice de agua de 70 a 95, en primavera, por una caída de lluvia de 350-377 mm., en estos mismos puntos, se dispone sólo de un índice de agua que varía de 60 a 71. En Bilbao este índice desciende de 69 a 53. Pero, por encima de todo, la primavera es todavía una estación bastante húmeda: en la vertiente septentrional, el índice de agua es superior a 50 y, en la vertiente meridional, el incremento mismo de las precipitaciones impide a la evaporación hacer sentir sus efectos aunque se pueda decir que la primavera es algo más húmeda que el invierno -la curva del índice 30 pasa al S. de Tafalla-, lo cual confirma nuestras observaciones anteriores. El verano implica el triunfo. de la evaporación y del descenso de todos los índices de agua por debajo de 40. En la vertiente meridional, el total de las precipitaciones decrece -cayendo más bajo que en invierno- de 250 mm. (divisoria de aguas) a 70 mm. (Logroño), manteniéndose los coeficientes pluviométricos relativos en esta zona continental más altos que en la costa. Pero, entre Logroño y la divisoria de aguas, la temperatura media pasa de 14,3-13° a 22,8-21° estableciéndose al mismo tiempo un régimen de vientos, fríos y secos si provienen del N, cálidos y desecantes cuando proceden del S: de la misma forma, el índice de agua cae entre 8,6 en Logroño y 25 en las altas cadenas. Así, de la humedad media de primavera se pasa bruscamente a un período de tres meses de sequía completa salvo en la zona cercana a la divisoria de aguas: en Pamplona, el índice de agua sube entonces penosamente a 17,3 para bajar a menos de 10 al S. de Tafalla; aquí se trata ya de la sequía de las estepas desérticas que hace imposible toda vida vegetal y humana fuera de los estrechos pasillos húmedos aluviales que bordean a los ríos. En la vertiente septentrional, el total de precipitaciones experimenta una fuerte disminución sin sobrepasar ya los 250 mm. de las altas cadenas y los 287 de Santesteban. Sin embargo, el índice de agua no disminuye en más de la mitad, como ocurre en la vertiente S., sino que desciende a 25-40 debido al alza menos considerable de la temperatura y de la influencia refrescante de los vientos marinos. Esta situación no se da más que entre la gave de Pau y la divisoria de aguas, así como en la zona montañosa que bordea la curva del golfo de Bizkaia.., zona donde convergen los vientos oceánicos. Al N. de la gave de Pau, las influencias continentales prevalecen y hacen bajar el índice de agua por debajo de 30; al O. de Durango el índice baja también por debajo de 30, bajo la influencia desecante de los vientos del SO. originarios del anticiclón de las Azores, rasgo que anuncia ya el clima portugués. En otoño, la reaparición de las lluvias junto con el descenso de la temperatura pone fin a la sequía y provoca un alza del índice de agua. En la vertiente S, entre Logroño y las altas cadenas, su cantidad dobla elevándose de 14 (Logroño) a 30 (divisoria de aguas) ya que si las precipitaciones no han doblado en importancia la temperatura media baja a 7°. Henos aquí, pues, en la situación de primavera: toda la vertiente meridional goza de una humedad más o menos media. En la vertiente septentrional, entre la gave de Olorón y Bilbao, el índice de agua se eleva por encima de 60, alcanzando el máximo en Santesteban (84,6), mientras que el E. de la gave mencionada y al O. de Bilbao el índice disminuye progresivamente. Así, cuando se traspasa a cuadros la relación que existe entre el régimen de temperaturas y el de las lluvias, choca más que nunca el contraste climático que opone a las dos vertientes pirenaicas. Con su régimen a la vez mediterráneo y continental de lluvias de otoño, de invierno y de primavera (Pamplona) o de primavera y de otoño (Tafalla), con sus dos meses de verdadera sequía estival, la vertiente meridional aparece como insuficientemente irrigada y sometida a una evaporación demasiado fuerte: la curva del índice de agua media y anual 30, por debajo de la cual la vegetación pasa a ser esteparia y la irrigación completamente necesaria, pasa por el S. de Pamplona. Añadamos que la naturaleza casi constantemente calcárea del suelo contribuye singularmente, al hacer escasear al agua, a reforzar esta impresión de sequía. La aparición de estepas en la orilla izquierda del Aragón inferior se debe también a la sal que impregna a menudo a los sedimentos miocenos que las constituyen. En cuanto a la parte de la vertiente septentrional comprendida entre Bilbao y la gave de Olorón, ésta apenas conoce la sequía y posee un índice de agua medio anual de más de 50, favorable al desarrollo de bosques, mientras que al O. de Bilbao y algo al E. de Olorón, por las razones ya indicadas, este índice experimenta una disminución.