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CAJA DE AHORROS Y MONTE DE PIEDAD MUNICIPAL DE SAN SEBASTIÁN (1879-1990)

Ahorro 1879-1940.

De esos primeros momentos hay que destacar unos detalles que son significativos. Uno, el período fundacional, coincidiendo con el fin de las guerras carlistas (1876) y con la firma del Primer Concierto Económico (28-2-1878); otro relativo a las condiciones económicas de la población trabajadora a la que estaba proyectada la Caja, que había padecido las consecuencias de una guerra, que no siempre tenía trabajo y sufría las enfermedades sin más ayudas que las proporcionadas por la Beneficencia pública.

Sus promotores dejaban traslucir cierto paternalismo al proponer una institución con fines benéficos y educativos, puesto que era: "deber sagrado fomentar y sostener la instrucción, el trabajo, el ahorro y cuantos elementos moralizadores combaten los vicios propios de la naturaleza humana" (Pedro Fernández de Landa, Memoria leída el día de la apertura de C.A.M. Documento nº 5, Oribe: 1977, p. 514), considerando "vicio" lo que simplemente era necesidad y pobreza. En un principio, la Caja se abrió al público unas horas los domingos por la mañana, algo habitual en este tipo de instituciones, lo que motivó la queja de los que consideraban sagrado ese día. Uno de los más destacados prohombres de la provincia, José Machimbarrena, zanjó la polémica diciendo que el domingo era cuando la clase obrera recibía el importe de sus jornales y convenía "facilitarles en ese mismo día la colocación del dinero y evitarles la tentación de gastarlo en las tabernas" (Documento nº 4, Oribe: 1977, p. 513). Confirmándose la teoría de Foucault, en la que se sostiene que las Cajas de ahorro y Cooperativas permitían controlar la economía de los obreros (Foucault: 1995. p. 131).

Aunque no solamente eran obreros sus clientes. Porque lo curioso de ésta, y de otras Cajas, fue que a ella acudieron desde un principio personas de cierto poder adquisitivo. Así, en 1881, más del 92% de las imposiciones fue superior a las 75 pesetas, y un 46,28% de los fondos correspondieron a ingresos entre las 250 y las 500 pesetas, cantidades que sobrepasaban con mucho lo que una familia humilde podía ahorrar. Precisamente para asegurar la viabilidad de la Caja y del Monte de Piedad y aumentar las imposiciones, en 1880, la Junta directiva incrementó el interés asignado del 3% al 5% y los límites de las imposiciones iniciales y sucesivas a 500 y 125 pesetas respectivamente, lo que permitió acceder a una clientela de mayor poder ahorrador. Además, estaban todos aquellos destacados donostiarras que habían abierto libretas para predicar con el ejemplo, y apoyar el fondo inicial de 50.000 reales aportado por el propio Ayuntamiento, cantidad que no fue necesario utilizar gracias al desarrollo económico alcanzado por la propia Institución. La importancia de esas ayudas es evidente y se aprecia en los libros de la C.A.M., donde aparecen los nombres de destacadas personalidades. Estas circunstancias permitieron cumplir con creces los objetivos iniciales y ver aumentar los ingresos de forma progresiva y continuada, basándose en diversos tipos de libretas y ensayando nuevas formas de ahorro según transcurrieron los años.

AñoImponentesSaldos en pesetas
1879
1885
1890
1895
1900
1905
1910
1915
1920
1925
1930
1935
99
1.394
3.588
6.664
8.008
18.416
28.744
39.775
49.726
61.986
68.132
71.930
23.426,24
860.743,04
2.624.299,54
5.316.103,65
7.071.032,07
11.782.224,63
16.269.482,34
18.839.363,98
26.248.635,98
34.973.117,83
47.441.906,26
57.235.407,76

Fuente: Memoria C.A.M., 1935.

Durante todo este tiempo, como indica la tabla anterior, los clientes y el ahorro fueron aumentando, siempre con mayor porcentaje de ingresos que de reintegros. En 1935 el dinero depositado en la C.A.M. estaba en libretas ordinarias, generales (las que se concedían a los recién nacidos con 5 pesetas iniciales en esa fecha) y libretas a plazo fijo.

La C.A.M. tuvo que buscar formas para invertir con seguridad y suficiente liquidez los fondos del ahorro. La idea inicial de que fuera el Monte de Piedad donde se invirtiera el capital quedó pronto superada, pues los saldos y los beneficios fueron muy superiores a las necesidades del Monte que, por otra parte, nunca proporcionó beneficios. A principios del siglo XX, la acelerada urbanización de Donostia-San Sebastián impulsó a la Caja a la compra de solares edificables. En todo esto hubo un punto positivo, impedir la exagerada especulación del suelo; y otro negativo, no aprovechar esa circunstancia para atajar el acuciante problema de la vivienda barata o económica en la capital donostiarra.

En 1935, la cartera de valores estaba compuesta por valores: del Estado, provinciales y municipales, ferroviarios, industriales, y un importante porcentaje en inmuebles (8,04% del saldo a favor de los impositores). Se habían concedido préstamos y créditos al Ayuntamiento y la Diputación de Gipuzkoa; y a particulares, con garantía de libretas a plazo fijo, hipotecarios, sobre alhajas, ropas, colchones y muebles (Monte de Piedad). El fondo de reserva ascendía a 4.500.000 pesetas y en Obra Social (incluido el Monte de Piedad) se habían invertido 308.912,33 pesetas (Memoria, 1935).

Las dos Cajas de Ahorro guipuzcoanas prestaron sus fondos tanto a la Diputación como al Ayuntamiento donostiarra. Si la Caja de Ahorros Provincial fue el báculo en el que se apoyaron en múltiples ocasiones las cuentas de la Diputación, la Municipal lo fue de las del Ayuntamiento donostiarra, al que prestó en condiciones inmejorables (sin interés o a un interés muy bajo) importantes cantidades de dinero para diversas obras públicas e infraestructuras: Puente de María Cristina; encauzamiento del Río Urumea (al 50% con la C.A.P.); construcción del Asilo Reina Victoria (beneficencia pública) y del Mercado de San Martín; instalación del teléfono municipal; adquisición del Monte Urgull (1921); financiación de la Fábrica Municipal de Gas (junto con la C.A.P. y el Banco Guipuzcoano); financiación del alumbrado eléctrico; y compra de terrenos para el ensanche de la ciudad. Tanto es así que, en 1921, cuando las dos Cajas buscaban la forma de competir con los Bancos sin hacerse entre ellas la competencia, la Municipal tuvo problemas para elevar el interés concedido a los clientes y hubo de renegociar sus préstamos con el Ayuntamiento (Martínez, 1996: p. 332). Esta política fue modificada a partir de 1926 cuando el Estado comenzó a dictar unas normas para los créditos y unas inversiones obligatorias. Otra forma de apoyo a la Corporación municipal se hizo invirtiendo en las obligaciones emitidas por el Ayuntamiento.

El problema de la vivienda y su carestía es algo que se arrastra en Donostia-San Sebastián desde el siglo XIX. Esta Caja podría haber hecho más para remediarlo, al invertir en terrenos de la ciudad, pero no lo hizo hasta bien avanzado el siglo XX. En 1903 la Junta de Gobierno de la C.A.M. concedió un crédito al Ayuntamiento de un millón de pesetas, sin interés y pagadero en cien años, para la construcción de un barrio obrero, pero el Ayuntamiento decidió gastar 700.000 pesetas de esa donación en la construcción del Puente de María Cristina, dejando sin usar las otras 300.000, que volvió a solicitar en 1914, pero las circunstancias eran otras y la Caja no pudo desprenderse de ese dinero. La C.A.M. se limitó a conceder créditos hipotecarios y préstamos a asociaciones surgidas al amparo de la ley nacional. En 1914 concedió 70.000 pesetas para la construcción de un grupo de viviendas en el Monte Ulía a una cooperativa de "obreros de levita". Al comienzo de los años veinte, y ante una situación social bastante tensa, el Ayuntamiento decidió promocionar la construcción de casas con renta limitada, para lo cual la C.A.M. concedió créditos por valor de 500.000 pesetas.

Los años de la Guerra Civil causaron el lógico impacto en una Caja que había pasado en cuestión de meses de una a otra autoridad. Se vio dividida y privada de parte de sus fondos y de los lotes más importantes del Monte de Piedad, trasladados primero a Bilbao y luego a Francia a medida que se producía el avance del entonces llamado "ejército nacional". A pesar de todo ello, los saldos del ahorro siguieron creciendo.

AñoSaldos
1936
1937
1938
1939
57.578
60.834
66.163
65.365

* en miles de pesetas
Fuente: Oribe, 1979: p. 347.