Kontzeptua

Balea-ehiza (1977ko bertsioa)


La ballena en la costa vasca.
En la Edad Media la especie de ballena denominada balaena viscayensis, no pudiendo soportar en invierno las aguas frías del Mar del Norte, bajaba hasta el Golfo de Vizcaya, donde era perseguida por los pescadores vascos. Existían atalayas sobre la costa para advertir la presencia de cetáceos. Cuando éstos eran avistados, los tamborileros daban la alarma. Pronto se disponían pequeñas pinazas en las que se aposentaban de 10 a 15 remeros y un arponero. Al llegar junto a la ballena, el arponero clavaba el arpón en la cabeza de ésta, dando comienzo a una peligrosa lucha hasta que el cetáceo, una vez muerto, era remolcado a la costa. Si la captura se había realizado entre varias embarcaciones el producto era repartido en proporción a los arponazos asestados al animal. Una vez en tierra, las ballenas eran despedazadas y fundida su grasa, que se utilizaba para iluminación. La lengua de la ballena era un manjar apreciado. Las mismas vértebras eran aprovechadas.

Primeras fuentes documentales.
Las primeras noticias históricas sobre la pesca de la ballena en el litoral vasco se remontan a 1059, en que Bayona obtiene el privilegio de vender productos de la ballena en su mercado. El Fuero de San Sebastián, de la segunda mitad del s. XII, ya regula los derechos de aduana por las barbas de ballena. El año 1200 Alfonso VIII y su esposa hicieron donación a la orden de Santiago de una ballena pescada en Motrico. Fernando III, el 28 de septiembre de 1237, emitió una cédula por la que se atribuía un tajo, desde la cabeza a la cola, de cada ballena pescada, además de reservarse la primera de todas. En las Ordenanzas de Lequeitio de 1381 se disponía que los dos tercios del producto de las lenguas de ballenas que pescasen los marineros de este puerto fueran dedicados al arreglo de muelles. Una ordenanza de San Sebastián prohibe, en 1415, la destilación del aceite de ballena dentro de los muros de la ciudad. Existen sellos de diversas villas de la costa en los que figuran escenas de la pesca de la ballena. Actualmente conservan la efigie de una ballena los sellos municipales de Guetaria, Motrico, Ondárroa, Lequeitio, Biarritz y Bermeo.

La pesca en mares lejanos.
Persiguiendo a las ballenas, cada vez más escasas, los pescadores vascos llegaron a las costas de Galicia, las Islas Británicas, Bretaña; después, al paso que las embarcaciones se tornaban mayores y más seguras, fueron adentrándose en el Atlántico noroccidental, llegando a las costas de Terranova (ver AMERICA). Más tarde penetraron en el Golfo de San Lorenzo y en el Océano Artico. En esta época, s. XV y XVI, los pescadores vascos detentan el monopolio del aceite de ballena, que venden principalmente en Inglaterra y Holanda. Las expediciones para Terranova salían en Marzo y Abril, y volvían por Octubre. Al comenzar el s. XVII el número de balleneros armados en puertos vascos disminuía de temporada en temporada; la ballena comenzaba a escasear también en las costas americanas. En 1612 un ballenero de San Sebastián subió hasta Groenlandia. La campaña le fue tan fructífera que el año siguiente fueron 12 las embarcaciones donostiarras que partieron para este punto. Por la misma época, un ballenero laburdino fue arrastrado por los temporales hasta las costas de Spitzberg y la pesca conseguida fue tan abundante que desde 1613 San Juan de Luz arma gran cantidad de navíos para la captura de la ballena en el archipiélago. Es una época de prosperidad hasta final de siglo, en la que de los puertos del Laburdi salen para cada campaña hasta 43 navíos de 220 a 280 toneladas, con 50 ó 60 hombres a bordo cada uno. Pasajes llegó a contar, a principios del s. XVII, con 69 balleneros y San Sebastián 41; había 248 chalupas y se empleaban ea la captura de la ballena 1.475 hombres.

La competencia anglo-holandesa.
Ingleses y holandeses comenzaron a perturbar en el s. XVII el monopolio vasco de la ballena; al tiempo que aprendían de marinos vascos pagados a precio de oro el arte de la pesca, impedían en lo posible el ejercicio de sus actividades a los vascos. En 1613 expulsan a los guipuzcoanos de las costas noruegas; poco después impiden a los laburdinos desembarcar en Islandia y Groenlandia para fundir el aceite. Un capitán de Ciboure, François Sopite, encontró el modo de fundir el aceite a bordo, empleando como combustible los mismos residuos de la ballena. Pero la falta de protección de los pescadores vascos, la mejor técnica angloholandesa y la escasez creciente del cetáceo provocaron la disminución de la actividad pesquera. En 1672 San Juan de Luz armó 39 balleneros de 300 toneladas, y 34 en 1698; en 1744 no armaba ya más que 8.

Compañías de Ballenas.
Queriendo reavivar la pesca de la ballena Felipe V ordenó que los 48.000 pesos que la Hacienda debía a la ciudad de San Sebastián por naves puestas al servicio del rey en 1718 fueran empleados en la formación de una compañía para la pesca del cetáceo. Se autorizó la suscripción de particulares hasta totalizar la cantidad de 100.000 pesos. La guerra contra Inglaterra impidió las operaciones de la compañía durante varios años, en el transcurso de los cuales perdió dos barcos. Con el único restante emprendió una expedición al estrecho de David, que fracasó por falta de medios. En 1749 la Compañía de Caracas se interesó en 60.000 pesos por la de ballenas, adquiriendo para ella dos navíos. En Abril de 1753 partió una nueva expedición del puerto de Pasajes. Uno de los navíos tuvo que regresar en Junio por haber sufrido una grave avería. La pesca que consiguió el otro no llegó a cubrir los gastos de la expedición. Ante el poco éxito obtenido la Compañía de Caracas acordó en 1758 disolver a la de ballenas. Por su parte, San Juan de Luz obtuvo en 1753 autorización real para crear una compañía ballenera, con 4 navíos; a pesar de las subvenciones del estado francés la compañía fracasó y tuvo que ser disuelta. Años después M. de Laborde, banquero de la Corte, queriendo reavivar esta rama de la industria, armó dos navíos que hicieron dos campañas. La primera resultó totalmente infructuosa, y la segunda no llegó a cubrir la mitad de los gastos. En 1783 ya no quedan en San Juan de Luz más que dos chalupas para la pesca costera -devenida puramente accidental- de la ballena.

La ballena "vasca" actual

Joseba A. Bontigui Eskisabel abandonó su trabajo en 1999 y fue a Península Valdés (Patagonia argentina) a estudiar y crear un archivo fotográfico sobre la ballena austral, la pariente sureña de la ballena franca, también conocida como ballena de los vascos. En 2003 presentó en el Aquarium de Donostia -elegida por ser depositario de un notable esqueleto de ballena franca cazada en el Cantábrico en el siglo XIX- el libro Jugando con ballenas - La ballena franca o ballena de los vascos.

Reserva natural de El Bizcaino.

La reserva mexicana de El Bizcaino, en Baja California, es un recuerdo más de los tiempos de la pesca vasca de ballenas. Cada año las ballenas grises regresan en masa al santuario ballenero de Baja California; según las autoridades ambientales mexicanas se han contabilizado en la Reserva de la Biosfera de El Vizcaíno, en las lagunas de San Ignacio y Ojo de Liebre, un total de 2.280 ballenas grises durante el ciclo 2003-2004.

Archivo AUÑAMENDI
Alberto CIAURRIZ