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Arqueología

Concluida la IIª Guerra Mundial, la tendencia de la Arqueología hacia la tecnificación de su aparato metodológico se acelera bruscamente. Hoy día, la construcción del discurso arqueológico requiere el concurso de un extenso grupo de especialistas, bajo la coordinación de un especialista, habitualmente (aunque no siempre) de formación arqueológica. Nuevamente, la aplicación de este principio general afectará de modo muy diferente a la Arqueología en virtud de la cronología de las sociedades a las que se esté investigando y, de modo crítico, según su carácter de históricas o prehistóricas. Aunque el protocolo interdisciplinar que aporta información contextual completa a la reconstrucción de las sociedades del pasado es aplicable igualmente a los grupos de la Antigüedad clásica o medieval, al disponerse en estos casos de sólidos apoyos históricos y de otras disciplinas, como la Epigrafía, la Numismática o la Paleografía, suele diluirse la aportación del registro arqueológico.

Uno de los principales puntales de la Arqueología es la Geocronología, integrada por el conjunto de analíticas que proporcionan un soporte cronológico al arqueólogo. La cronología arqueológica es de dos variantes diferentes: la relativa (que incluye la secuenciación de los acontecimientos arqueológicos) y la mal llamada absoluta (que estima el número de años trascurridos desde los eventos del registro que se datan). Los métodos de datación numérica de los yacimientos se dividen en varios grupos, dependiendo del principio físico que se emplee como base para obtener la fecha en cuestión. Los métodos más extendidos son los radioactivos, basados en el periodo de semidesintegración de diferentes isótopos radioactivos (como el carbono 14, el uranio/torio o el potasio/argón). Existen también procedimientos que se basan en la luminiscencia acumulada por los minerales cuarcíticos con el paso del tiempo (termoluminiscencia u OSL). Otras analíticas guardan relación con la contabilización de fenómenos naturales de ciclicidad anual, tales como varvas glaciares o anillos de crecimiento de árboles. Aún existen otras aproximaciones, como la resonancia del electrospin (ESR), la racemización de aminoácidos (AAR) o el paleomagnetismo. Con el apoyo de todos estos métodos va aquilatándose una secuencia cronológica global para el Cuaternario y la actividad humana a lo largo de los últimos dos millones y medio de años.

Un grupo de disciplinas de importancia creciente en el discurso arqueológico es el de la Bioarqueología, que se divide en primera instancia en Arqueozoología y Arqueobotánica. Las principales consideraciones que se obtienen de la Bioarqueología guardan relación con la reconstrucción paleoambiental y paleoeconómica de los grupos del pasado. La Arqueozoología analiza el registro faunístico conservado en los yacimientos arqueológicos, desde los restos minúsculos de micromamíferos, hasta los huesos de los grandes ungulados o carnívoros, pasando por las conchas de moluscos, los restos de peces, aves, reptiles o animales anfibios que han frecuentado el yacimiento. Como acabamos de indicar, la mayor parte de estos estudios nos ponen en contacto con el conocimiento ambiental del contexto en el que se depositaron. Así, por ejemplo, los micromamíferos alcanzan una alta movilidad y responden con rapidez a los pequeños matices ambientales o climáticos, emigrando. Sin embargo, aquellas especies que han sido cazadas, pescadas, recolectadas o sacrificadas por los grupos humanos para su consumo (ungulados salvajes, animales domésticos, moluscos, peces, etc.) permiten también una interpretación en clave económica del modo de vida de los grupos humanos del pasado. En un sentido similar, sobre el conjunto de las disciplinas arqueobotánicas (Antracología, Carpología, Palinología, entre otras, que estudian respectivamente los restos fósiles de carbón, semillas y polen), algunas nos proporcionan indicaciones preferentemente ambientales y otras, paleoeconómicas. Dicho de un modo genérico, la principal información paleoambiental tiene su techo en la actualidad climática u Holoceno, que se inicia hace unos 11.000 años por el mundo, con la conclusión de la última pulsación glaciar. Sin embargo, las interpretaciones paleoeconómicas de la Bioarqueología resultan especialmente atractivas para aquellas sociedades productivas, que han arbitrado ya mecanismos de producción para interferir en el ritmo de la naturaleza y obtener así alimentos, nuevos instrumentos o materiales, combustible, etc.

El tercer grupo de métodos que aportan informaciones relevantes a la Arqueología interdisciplinar es el organizado en torno a la Geoarqueología, que reconstruye las condiciones en las que se depositó el registro sedimentario y se formó el depósito arqueológico en sí mismo. La Geomorfología, la Sedimentología cuantitativa o la Micromorfología, entre otras disciplinas, entregan datos que permiten interpretar el ritmo y condiciones ambientales vigentes durante el proceso de sedimentación.

El registro fósil humano, si bien no es muy abundante, aporta importantísimas informaciones una vez que ha sido analizado desde la óptica interdisciplinar de la anteriormente llamada Antropología física. Además de los estudios morfométricos convencionales que permitían caracterizar a la población muestra de acuerdo a criterios específicos, de sexo, edad, complexión, etc., durante las últimas décadas se han desarrollado nuevas aproximaciones que completan mucho de las sociedades del pasado. Son, entre otras, los análisis genéticos a partir del ADN o el estudio de la dieta de los grupos humanos a través del análisis del contenido óseo en isótopos estables o elementos traza.

Finalmente, existe un grupo de disciplinas encargadas de analizar el propio registro generado por la actividad humana, que constituía hace cien años el objetivo casi exclusivo de la investigación arqueológica. Hoy día, muchos de estos aspectos analíticos están englobados bajo la denominación de Arqueometría, especialmente aplicada al conjunto de aproximaciones al estudio del hecho material, el útil o instrumento. Pero existe una realidad mucho más compleja que queda fuera del límite de la Arqueometría: los seres humanos, en su adaptación al medio, han dado respuestas tecnológicas distintas bajo la forma de vestido, calzado, herramientas, armas y objetos de todo tipo, así como estructuras variadas que modulan desde la más simple choza, hasta los actuales núcleos urbanos, o entre un hogar del Paleolítico inferior y una central térmica actual. El análisis, caracterización e interpretación del hecho material, tecnológico y simbólico humano no ha visto diluida su importancia por la incorporación de otras visiones como las descritas, más propias de especialistas procedentes del ámbito de la Física, la Química, la Biología o la Geología, entre otras. De hecho, aunque el propio concepto de Arqueología y de arqueólogo viene evolucionando rápidamente en las últimas décadas, continúa existiendo cierta inercia social por asignar este rol a especialistas con formación en Humanidades y Ciencias Sociales, que son también mayoritarios entre los coordinadores de los proyectos arqueológicos interdisciplinares.