Personalidad política nacida en Barcena de Concha (Cantabria) el 18 de junio de 1886, que mantendrá una estrecha y profunda vinculación con Vasconia, especialmente con Elgoibar.
En Bilbao cursará la carrera de marino y una vez concluida, marchará a Argentina, donde además de emplearse en todo tipo de trabajos arranca su incipiente carrera como periodista desde la redacción de una publicación de carácter anarquista. Sus inicios como publicista se desarrollarán en la revista sicalíptica "Vida Galante" entre 1904 y 1905.
Al regresar a España se introduce en medios periodísticos de carácter liberal. Colabora con diferentes publicaciones, como el "Noticiero Bilbaíno" y más tarde, como corresponsal en Londres del periódico madrileño "El Mundo", financiado por Horacio Echevarrieta y otros medios como "La Mañana", dirigido por Manuel Bueno. A través de estas publicaciones comienza a vislumbrarse su proximidad a un socialismo no revolucionario. Más tarde pasará a "El Liberal", a cuyo trust seguirá vinculado durante la segunda década del siglo XX desde diversas capitales europeas, como Londres, Bruselas, Zurich y Berlín. Durante este periodo también destacará como dramaturgo. Sus obras más populares serán Remedios heroicos, El coloso de arcilla, Teatro Moderno o El Zorro. Vinculado al postregeneracionismo y al de la generación de 1914, Araquistain se mostrará como un brillante articulista, colaborador de publicaciones como "El Sol" y director de la revista "España", que también tuvo a su frente a personajes como Ortega y Azaña.
Admirador del laborismo y del liberalismo inglés, hacia 1911 ingresa en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Su entrada coincide con la de otros destacados intelectuales, como Julián Besteiro, Andrés Ovejero, Fernando de los Rios o Jaime Vera. Su labor en estos primeros momentos gira en torno a la Escuela Nueva, dedicada a la formación de trabajadores. Un año más tarde colabora en diversos medios de este partido, como "Vida Socialista". En 1916 se presenta, sin éxito, como candidato a diputado por el distrito de Bergara. Durante la Primera Guerra Mundial, Araquistain impulsará una importante campaña propagandística a favor de los aliados, en la que consolida su fama como escritor y afianza su presencia dentro del socialismo español.
Sus reflexiones fundamentales se referirán al ser de España. En su obra España en el crisol, publicada en 1920, plantea el problema de la "europeización" de España, cuyo origen se sitúa en el ámbito moral. A través de ella se constata un profundo rechazo por la clase media y por la clase dirigente representada por los "partidos del turno". Hasta el momento del advenimiento de la IIª República Araquistain jugará un papel muy escaso en la vida interna y en las disputas ideológicas del PSOE. De hecho, y tras haber apoyado la vinculación de este partido con la Revolución Rusa, se desmarcará de esta formación y del comunismo hasta los tiempos de la República, en que volverá a afiliarse.
Su oposición a la dictadura del General Primo de Rivera se hará más patente en su periodo de estancia en La Habana, una postura que se hará extensiva contra la Monarquía. Durante los años veinte se convertirá en el principal consejero de Largo Caballero, un papel que le dará un importante protagonismo durante los próximos años en la política del PSOE. Luis Araquistain se incorporará a la candidatura por Vizcaya-capital, integrada por socialistas y republicanos. Participará activamente en la campaña electoral, saliendo elegido en segundo lugar, detrás del Indalecio Prieto. Durante este periodo intervendrá directamente en la discusión de la Constitución de 1931, proponiendo una mención expresa a España, como una "República democrática de trabajadores". Finalmente conseguirá introducir una referencia a "los trabajadores de todas las clases". Contrario a anarquistas y comunistas, se mostrará abiertamente favorable a los sindicalistas socialistas españoles y defenderá como Subsecretario de Trabajo, las reformas sociales impulsadas por el ministro Largo Caballero.
El giro decisivo en el pensamiento político de Araquistain se producirá entre febrero de 1932 y mayo de 1933, coincidiendo con su estancia al frente de la embajada española en Berlín. El ascenso del nazismo, atribuido por él a la debilidad y los errores del socialismo alemán, marcará su posterior evolución que servirá de base ideológica a los discursos de Largo Caballero a partir de 1933. Pero será la aparición de la revista "Leviatán" la que consagrará el cambio revolucionario de Araquistain. A lo largo de sus paginas justificará la intentona revolucionaria de 1934 y la colaboración con otros sectores independientes de la izquierda socialista (incluido el Partido Comunista de España, PCE) y lanzará duros ataques tanto contra Rooselvet (a quien compara con el fascismo), como contra Azaña, Besteiro o el propio Indalecio Prieto. Este último será también atacado en otras publicaciones dirigidas por Araquistain, como la titulada "Claridad" En 1936 volverá a ser diputado en las Cortes.
Tras el estallido de la Guerra Civil será nombrado embajador en París, cargo que desempeñará entre septiembre de 1936 y mayo de 1937, donde procederá a una importante depuración del personal de la embajada. La compra de armas, imprescindibles para el gobierno de la República, se convertirá en una de sus principales misiones, que terminará por desencadenar un enfrentamiento personal y político con el Ministro de Hacienda, Juan Negrín. Junto a esta labor, Araquistain participará activamente en la organización de la propaganda republicana. Como embajador tratará de propiciar la colaboración de paises democráticos como Francia e Inglaterra, promoviendo revueltas antifranquistas en Marruecos e incluso el abandono del apoyo alemán e italiano a cambio de ciertas compensaciones económicas.
La sustitución de Largo Caballero en la presidencia del Consejo por Negrín dará lugar a su dimisión como embajador en París el 27 de mayo de 1937. De nuevo en Madrid, publicará diversos artículos en revistas anarquistas, destacando la creciente identidad de posiciones entre la CNT y la UGT. Su experiencia en Barcelona durante los últimos días de la Guerra y el temor a las represalias de los comunistas marcarán la evolución de su pensamiento político. En todo caso, el giro definitivo se producirá a comienzos de 1939. La publicación de una carta dirigida al presidente del Partido Socialista Americano Thomas Norman será el detonante. En ella repudia las consecuencias prácticas de la revolución política y social que había defendido en el pasado y muestra su aprecio por las instituciones democráticas.
Tras una breve estancia en París se trasladará a Londres, donde permanecerá hasta 1945, instalándose en Arthur Court, Queensway. A lo largo de estos años seguirá colaborando en diversos medios periodísticos y agencias de prensa (Reuter, Prensa Latina, ...) y determinadas publicaciones de izquierda, como "Tribune" o "The Lets News". Durante esta estancia sufrirá un duro revés en su vida personal: la muerte de su esposa, Gertrudis, y el suicidio de su hija Sonia, dos años más tarde. Araquistain se convierte en un admirador del modelo liberal y democrático de la Gran Bretaña antifascista y acentúa aún más si cabe su visión contraria al comunismo y un posible restablecimiento de la Monarquía Española.
En 1943 se reincorpora a la actividad política como representante de la "Junta Española de Liberación", capitaneada por Martínez Barrio y Prieto. A finales de 1944 y probablemente a instancias del historiador portugués exiliado, Jaime Cortesao, mantuvo conversaciones con el nacionalista vasco Manuel de Irujo y con el catalán Pi y Sunyer, meditando una fórmula que permitiera vincular a Portugal con el destino del resto de los pueblos peninsulares. Sin embargo estas conversaciones no llegarán a buen puerto, al negarse vascos y catalanes a dar por buena la formula regional de la Constitución de 1931. El final de la Guerra Mundial coincide con un periodo donde Araquistain se encuentra inmerso en cuestiones partidistas. No asistirá a la reunión de las Cortes en México, en enero de 1945,-aunque delegará su voto-, pero será en cambio uno de los representantes de la UGT en la Conferencia Obrera Mundial de febrero de 1945.
El periodo que sigue a la consecución de la IIª Guerra Mundial estará marcado, tanto para Araquistain como para el resto del exilio español, por la decepción. En agosto de 1945 se dirige a Bevin, Ministro de Asuntos Exteriores Británico, tratando de presionar a los principales dirigentes para evitar una futura entrada del Régimen de Franco en la Organización de Naciones Unidad (ONU). Durante esta etapa también se producen algunos significativos desencuentros personales y políticos. Su coincidencia con Rodolfo Llopis le irá alejando progresivamente de su antiguo amigo Largo Caballero hasta su muerte, para irse aproximando a Indalecio Prieto, con quien había protagonizado fuertes enfrentamientos durante los años treinta.
En enero de 1947 Araquistain sirvió de enlace entre el grupo parlamentario socialista que capitaneaba Prieto desde México y el Gobierno de Giral en París. La resolución de la crisis abierta en el seno del gobierno no satisfizo ni a Prieto ni a Araquistain ya que el nuevo gobierno presidido por Llopis, a pesar de que marginaba a los partidarios de Negrín, incluía la presencia del comunista Vicente Uribe. La colaboración de los antiguos diputados por Vizcaya y su presión dentro del PSOE hizo dimitir al gobierno de Llopis, siendo sustituido en la presidencia por Alvaro de Albornoz, al frente de un gabinete compuesto exclusivamente por Republicanos. Será entonces cuando ambos traten de estrechar los contactos con los monárquicos. Araquistain apoyará con entusiasmo el "Pacto de San Juan de Luz". La situación internacional, marcada por la Guerra Fría y el estallido del conflicto de Corea condicionará decisivamente este periodo. Araquistain se mostrará entonces posibilista, llegando incluso a ofrecer una propuesta de paz al régimen franquista, dando por enterrado el restablecimiento de las instituciones republicanas y llegando a rechazar en enero de 1952 las conversaciones con Gordón Ordás. Meses más tarde, en octubre del mismo año, y como presidente de la U.G.T. en el exilio defenderá la presentación al Gobierno Americano de una propuesta que favoreciera al menos una libertad sindical limitada en España. La propuesta provocará una crisis interna dentro de la organización socialista.
Hacia 1949, en pleno desvanecimiento de las esperanzas de los exiliados españoles, se instala en Ginebra, donde reanudará su actividad periodística, de la mano de José María Aguirre, antiguo secretario de Largo Caballero. Desde 1954 y hasta en muerte en 1959 su papel dentro del PSOE será secundario y se verá marcado por nuevas desavenencias con Indalecio Prieto y un profundo desaliento personal y político. Su crítica posición frente a la postura del partido con respecto a los pactos del régimen de Franco con los Estados Unidos y el restablecimiento de la Monarquía, profundizarán en este desencuentro.
Durante este último periodo de tiempo colaborará con diversos medios de prensa de la mano de Joaquín Maurín, especialmente en los países de América Latina. Su vinculación con la revista "Cuadernos" del Congreso para la Libertad de la Cultura le dará la oportunidad de desarrollar una intensa y prolífica actividad intelectual. Ofrecerá una larga serie de conferencias, asistiendo a reuniones internacionales, como la de Milán de 1955 y manteniendo contactos con publicaciones como "Preuves" y "Occident". En 1959 y debido a las presiones de Julián Gorkin, aceptará la dirección de Cuadernos, donde se produce una recuperación de la tradición liberal española. Es el periodo donde contacta con diversos personajes como Dionisio Ridruejo, Tierno Galván, Amat y polemiza con otros, como es el caso de Claudio Sánchez Albornoz acerca del tema de España, argumento fundamental de su vida intelectual y política. Finalmente y tras una enfermedad fallecerá en Ginebra en 1959, acompañado del socialista Andrés Saborit.