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ZUBEROA

La ermita de Nuestra Señora de Zuberoa, se alza sobre la sierra de Navarrete, en una campa, a tres kilómetros de Garde. Su fachada forma con la fachada de la hospedería un ángulo recto discontinuo en L, situándose una fuente entre medio de las dos. El primitivo templo puede remontarse al siglo XIII, como indica la talla de la titular, pero es en 1672 cuando, bajo la dirección de obra del maestro José Fernández, vecino de Uncastillo, se construye una nueva fábrica que para 1702 había finalizado la realización de la cantería, el retablo principal y la reja. Entre 1724 y 1727 el arquitecto francés Pedro Domecus construye la bóveda, siendo la pintura y el dorado de las claves obra de Matías Moler.

La ermita presenta planta de cruz latina con nave de dos tramos, con el crucero destacado en planta y presbiterio rectangular. Las naves son de sillarejo y las cubiertas están encaladas y pintadas. El exterior se presenta como una suma de volúmenes que son nave, brazos del crucero y cabecera plana, bastante macizos y de líneas simples rematada por un alero saliente de madera y una espadaña. Todo ello en sillarejo reforzado por cadenas de sillería en los esquinales. Un sillar irregular es también el elemento empleado en la fachada principal para destacar su importancia. La puerta de entrada, adintelada, se sostiene por dos ménsulas, en el mismo eje que una pequeña ventana rectangular bajo el alero. Tanto en el lado de la Epístola como en el del Evangelio se repite el esquema de muro interrumpido por dos salientes, uno un contrafuerte y otro el brazo del crucero, a lo que en el lado de la Epístola se añade el cuerpo de la sacristía.

La actual casa del ermitaño, en ángulo con la ermita, se edifica entre 1701, año en el que se obtiene permiso para destruir la anterior y hacer una nueva, y 1704. Intervinieron, como carpinteros, Pedro Carricart, Pedro Lorea, Cipriano Marco, Joseph Beretens y Bartolomé Gayarre y como canteros, Juan Garralde y Juan Potot. Es un edificio de gran desarrollo horizontal, con mampostería y cadenas de sillar en ángulos y vanos, con dos niveles, situándose en el inferior una puerta de medio punto centrada entre dos ventanas y en el superior seis ventanas distribuidas simétricamente.

En el interior se conservan varias piezas de gran interés. Para empezar, en el lado del Evangelio se encuentra un Púlpito barroco realizado por Pedro Lorea, vecino de la villa, realizado antes de 1717, dorado por Matías Moler, al que se le añade un tornavoz realizado por Fermín López. No conserva su policromía original y está recubierto por una pintura moderna.

La capilla del lado del Evangelio está presidida por el retablo de San Juan Bautista. Su armazón es de estilo barroco de primera mitad del siglo XVII pero dadas las similitudes que guarda con el retablo colateral de Santiago, pudo ser realizado por las mismas manos, hacia 1685. El posterior dorado de ambos retablos es obra de Matías Moler. Presenta estructura de banco, cuerpo y ático. Del retablo destaca la iconografía integrada por dos lienzos, uno que representa al titular San Juan Bautista con el cordero, en pie sobre un fondo de paisaje de formas deshechas y luces contrastadas, el otro lienzo se sitúa en el ático y representa a San Miguel con el diablo. Ambos lienzos, como algún otro de la ermita y otra pintura de la parroquia, por los rasgos y los rostros de las figuras, se atribuyen al pintor tudelano Vicente Berdusán.

El retablo de Santiago, sigue la misma estructura y artistas que el anterior. Destacan en su iconografía dos lienzos, uno el que representa a Santiago Matamoros, a caballo, situado en el cuerpo del retablo. Esta obra se asemeja tanto por composición como por iconografía al lienzo de Santiago en la batalla de Clavijo de la parroquia de Funes (1665) que se parece a su vez a los de las parroquias de la Magdalena en Tudela y Mendigorría, estos dos últimos de técnica más deshecha. Todas estas obras salen de la mano del pintor Vicente Berdusán. En el lienzo de Santa Ana y la Virgen situado en el ático, las dos figuras aparecen sentadas con una cesta de fruta y con el gesto de la Santa ofreciendo una simbólica manzana a su Hija, con efectos de luces y colorismo propios de Berdusán.

El retablo mayor es barroco, realizado por el arquitecto vecino de Uncastillo José Fernández, al que se le debe también la arquitectura de la ermita. El dorado del retablo se le paga a Joaquín de Elizondo en 1717. El retablo presenta una estructura de banco, cuerpo dividido en tres calles con la calle central de doble anchura y ático. Entre toda la ornamentación barroca destacan varios lienzos. El banco lo ocupan los relativos a la Vida de la Virgen e Infancia de Cristo, Anunciación, Epifanía, Adoración de los pastores y Visitación. Los cuerpos están ocupados por lienzos dedicados a la Pasión de Cristo, Flagelación y Coronación de Espinas, en la calle de la derecha y la Oración del Huerto y Cruz a cuestas en la calle de la izquierda. En el ático se encuentra una muy bella pintura de la Asunción, muy semejante en cuanto a composición a la del retablo de San Francisco Javier de Caparroso, obra de Vicente Berdusán, al que se le atribuyen, a él o a su taller, variantes de este tema en las iglesias de San Pedro de Olite, la parroquia del Rosario de Corella y la iglesia de Magallón, provincia de Zaragoza.

Por último, en la sacristía se conserva una única pieza en plata, un cáliz liso con base y copa purista y astil con nudo de pera reformado en el siglo XVIII, con una inscripción en la que figura el capellán Pascual de Atocha y otras piezas de limosna como salvilla, vinajeras, campanilla, casulla, alba y mas recos que indican un conjunto que fue el ajuar de la ermita y que debió ser rico al juzgar por un inventario de 1781 que menciona hasta cuatro cálices de plata y tres pares de vinajeras también de plata.

Carmina RIUS SALETA