Topónimos

VALDEJUNQUERA

Lugar navarro situado entre Muez, Irujo y Viguria, en el valle de Guesálaz. En él tuvo lugar el 26 de julio del año 920 el enfrentamiento definitivo de la campaña de Abd al Ramhan III contra el ejército coaligado de Sancho Garcés de Navarra y Ordoño II de León. Conocida asimismo como Campaña de Muez. Ordoño II de León con sus tropas, cuatro condes castellanos con las suyas y el rey pamplonés con los vascos, esperaron en sus puestos la arremetida. A los castellanos estaba encomendada la defensa de importantes fortalezas de la orilla derecha del Duero y en particular las de San Esteban de Gormaz, Osma y Clunia. Las primeras avanzadas pamplonesas se hallaban ya en las tierras de Soria, cercanas al río Duero. La orilla izquierda de este río era todavía cordobesa. El cronista musulmán Arib ibn Saad narra así la memorable entrada de Abd-al-Rahmán III y su poderoso ejército en tierra cristiana: «Salió el Amir de Córdoba el sábado a trece días del mes de Mahorram de dicho año y después de diferentes empresas, en las que tomó los castillos de San Esteban de Gormaz, Osma y Clunia, el sábado veinticuatro de Safar (25 de julio) movió su hueste con dirección a Tudela, por haber sabido que el Elche Sancho molestaba a la guarnición y tenía cercada la ciudad; deseando el Amir quitar a sus tropas, que venían ya cansadas con tan largas marchas, todo pretexto para murmurar, resolvió acompañarlas en la expedición.» «Después de haber atravesado las montañas cercanas al Duero, y haber acampado cinco veces, llegó a Tudela, en donde puso sus reales. Allí vino a reunírsele Mohammad ben Lupo, gobernador de dicha ciudad, al cual ordenó que con la caballería de su mando se adelantase hacia Calcara, que Sancho, rey de Pamplona, había ganado por fuerza de armas algún tiempo antes. Lo mismo fue acercarse Lupo al castillo, que los que lo defendían se salieron de él y lo abandonaron. Apoderáronse de él los muslimes y Abd al-Rahmán se dirigió a otro castillo llamado Calhera, que el rey Sancho había poblado y fortificado, y en el cual residía de ordinario. Mas al llegar allí la hueste del Amir lo halló desamparado; pues el día antes se había salido Sancho con los suyos.» «Tomó posesión de él el Amir, y después de haber permanecido dos días enteros, durante los cuales arrasó y taló los campos de los alrededores, se puso en marcha hacia Di-x-xarra, por donde pasó el Ebro. Esto sucedió el domingo, cuatro días pasados de la luna Rabi 1a. No bien supo el rey Sancho que el Amir, con su hueste, estaba pasando el río, saliendo del castillo de Arnit, donde a la sazón se hallaba, se arrojó con todas sus fuerzas contra la vanguardia del ejército Muslim; mas como afortunadamente ésta se hallase compuesta de la gente más aguerrida del ejército, en lugar de desmayar y sucumbir ante un ataque tan inesperado, recibió a los infieles con una nube de dardos; éstos, que no esperaban semejante recibimiento, se desordenaron y pusieron en huida, siguiéndoles los muslimes de cerca hasta acorralarlos en sus montes; siendo tal el número de los alanceados y muertos en aquellas breñas, que de sus cabezas se formó después como una montaña. Nada sabía de esto el Amir, el cual venía en el centro; la primera noticia que tuvo fue ver llegar a los vencedores con las cabezas de los infieles.» «A los pocos días vino la noticia de que Sancho de Pamplona y Ordoño de Galicia habían juntado sus fuerzas y se preparaban a embestir a los muslimes, aprovechando cualquiera ocasión que se presentase, ya fuese para cargar a la vanguardia, ya para acometer a la retaguardia del ejército. Abd al-Rahmán no hizo caso de ellos, y siguió su marcha con el mayor orden, y se metió dentro del país de los infieles. En medio de aquellos encumbrados riscos y fragosas montañas, los muslimes caminaban apiñados y con todo el orden y vigilancia que en semejantes casos se requiere. Los infieles, de cerca, como hambrientos lobos, mataban a los que se separaban de la hueste y lanzaban terribles aullidos con que pensaban intimidar a los nuestros. Entonces mandó el Amir hacer alto, y como el sitio fuese a propósito, dispuso dar algún descanso a la hueste y castigar al enemigo en caso que se atreviera a hacerle frente.»