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SEGUROS AURORA

Sociedad aseguradora constituida el 13 de febrero de 1900, promovida por personas ligadas a los negocios navieros y mineros. Entre ellos destacaron Francisco Martínez Rodas (fundador de la Marítima Rodas, la Marítima Unión y -en septiembre de ese mismo año- la Marítima Actividad), capitales santanderinos como las de Domingo Ortueta Garay, José Mª Avendaño Gándara y Vicente Trápaga Gutiérrez, junto con vizcaínos como las de Pedro D. Arana, Juan Víctor Aguirre Oxangoiti y Pedro Laiseca Arana. Los intereses de este grupo, encabezado por Martínez Rodas, aparentemente se sitúan en el sector naviero, pero realmente muestran la extensión del negocio minero hacia el naviero y de este al asegurador.

El objetivo fundacional de la sociedad fue la dedicación al seguro marítimo en todas sus formas, la hipoteca naval y "cuantas operaciones estime el Consejo", dando siempre preferencia al seguro marítimo. La empresa de escrituró con un capital social de veinte millones de pesetas. Los suscriptores debían de desembolsar inicialmente el 10% por lo que el capital desembolsado inicial fue de dos millones, que en el momento se puede decir que era un capital situado en una escala media. El desembolso del resto del capital lo acordaría el Consejo, y mientras que no se hiciese en la mitad del nominal las acciones serían nominativas.

Francisco Martínez Rodas y Darío P. Arana, presidente y vicepresidente respectivamente, fueron, los primeros consejeros y ocupaban los puestos claves para el primer arranque de la sociedad.

Los 162 accionistas iniciales suscribieron el total de los títulos y desde comienzos de marzo de 1900 comenzó a funcionar de forma efectiva la sociedad. En su Consejo, además de varios fundadores, encontramos a destacados miembros de la burguesía vizcaína: José Antonio Ybarra, Enrique Aresti, Cosme Palacio, nombrado gerente, o el alavés Marqués de Urquijo (Juan Manuel de Urquijo y Urrutia). Ya aparecen los primeros problemas en este inicial momento puesto que ni Ybarra, ni Aresti ni Urquijo tomaron posesión, además otros tres consejeros (José Mª Avendaño, Pedro Muñoz y Eduardo Téllez) dimitieron durante el primer ejercicio. Así, a fines de ese primer ejercicio el consejo de gobierno estaba formado por: Francisco Martínez Rodas (presidente), Darío P. Arana (vicepresidente), Domingo Ortueta, Luis Belaunde, José L. de Moyúa, Luis S. del Valle, Hilario Múgica, José Amézola, Luis de Salazar Zubía, Juan T. de Uribe, Martín Berreteaga y Emilio Vallejo Arana.

Francisco Martínez Rodas fue un militar de carrera que alcanzó el grado de Coronel de infantería, nacido en Onda (Castellón) en 1847. Su oficio de militar hizo que recalara en Vizcaya durante la última Guerra Carlista. Se casó con una vizcaína, Eloísa Arana Mendiolea -hermana de Pedro D. Arana- y se estableció en Portugalete, continuando con los negocios mineros de su suegro, uno de los principales intermediarios mineros de las décadas centrales del siglo XIX.

Martínez Rodas no sólo se dedicó al negocio minero, también tuvo una amplia proyección en el sector naviero. En un breve lapso de tiempo fundó hasta cuatro sociedades navieras. La Marítima Rodas, de 1898, con tres buques, la Marítima Cantábrica de Navegación, de 1899, con un capital de seis millones de pesetas, con cuatro vapores, la Compañía Marítima Unión, en 1899, con un capital de 16 millones, con cinco buques dedicados al transporte trasatlántico y la Marítima Actividad, en 1900, con otros cuatro buques, con un capital de tres millones de pesetas, en la que participaron otros importantes industriales y comerciantes del momento como Federico Echevarría o Juan Gurtubay. Salvo la Marítima Unión las otras tres estaban ideadas para participar en el transporte minero.

En otro aspecto, tuvo también una actividad política intensa, iniciada al calor de la influencia de Víctor Chávarri en el contexto político del momento, siendo elegido diputado por el distrito de Marquina en 1893, luego fue elegido senador por Vizcaya, junto con el propio Chávarri, en 1896. En 1898 fue elegido senador por Huesca y en 1901 por Santander. A comienzos de 1909 fue nombrado Senador vitalicio, aunque poco pudo disfrutar del cargo porque murió en diciembre de ese mismo año de 1909. Su meteórica trayectoria en los negocios durante los años noventa le hizo merecedor del título de Conde de Rodas en febrero de 1901.

Su cuñado Pedro D. Arana fue uno de los socios, al igual que Martínez Rodas, de Víctor Chávarri en negocios mineros. Tuvo también actividad en el mundo naviero y en el ámbito político, alcanzando puestos en la Diputación provincial de Vizcaya, electo por el distrito de Baracaldo en 1880.

Otro personaje conocido, más por su progenie que por sí mismo, fue José L. Moyúa, puesto que fue el padre de Federico Moyúa Salazar, alcalde de Bilbao años más tarde. Luis de Salazar también tuvo relación con Chávarri; de hecho fue su primo y cuñado, por cuanto se casó con la hermana de Víctor Chávarri, Emilia Josefa. Además de a sus negocios mineros también se dedicó a la política, siendo vicepresidente de la Diputación Provincial entre 1905 y 1907 y luego su presidente desde esta fecha hasta 1909.

Otro personaje interesante de la nómina de primeros consejeros de Aurora, que llegaría a ser presidente entre 1933 y 1952 (salvo un lapso de diez años entre 1928 y 1938), fue Emilio Vallejo Arana, sobrino de Pedro Arana y de Francisco Martínez Rodas. Hasta su muerte en 1952 tuvo una intensa relación con la sociedad, aunque simultaneó estos negocios con su participación en la CVNE (Compañía Vinícola del Norte de España), puesto que se casó con Sofía Real de Asúa, una de las herederas de los fundadores de la CVNE. En general encontramos por tanto a personas vinculadas a negocios mineros (Martínez Rodas, Arana, Salazar, Vallejo, …).

El caso de Aurora es especialmente significativo de un momento clave. Nos referimos a los años en torno al cambio de siglo del XIX al XX, que marcaron la entrada del País Vasco (o más propiamente de Vizcaya) en un nuevo momento, de cambio o de ampliación de intereses y que significaron su entrada en los cauces de la modernización.

Los resultados de Aurora a plazo inmediato no pudieron ser mejores. En mes y medio tuvo unos beneficios de 26.000 pts. y tenía ya un activo de casi 41 millones de pesetas, con sólo dos desembolsados. Hay que tener en cuenta que como es lógico Martínez Rodas de inmediato aseguró sus buques en Aurora, por lo que desde aquí se podían atraer clientes. Por supuesto también se dotó de una red comercial en el exterior, llegando a acuerdos con corredores de Londres, Burdeos o París.

Estos primeros buenos resultados hicieron inevitable las sucesivas ampliaciones de capital que se sucedieron hasta junio de 1900, momento en que se desembolsó ya el 50%, con lo que se alcanzó la suma de diez millones. es decir, en escasos meses de existencia ya alcanzó un capital social que la incluía entre las grandes empresas de la provincia.

Al cierre de su primer ejercicio (1900) los resultados, aparentemente, fueron brillantes. Había adquirido un edificio en el arranque del Ensanche bilbaíno.. Había recaudado por primas más de un millón y medio de pesetas -desde marzo-, la suma del balance alcanzaba casi los 76 millones de pesetas y el movimiento de todas sus cuentas rozaba los 950 millones de pesetas. Estas astronómicas cantidades para una empresa que llevaba actuando nueve meses no pueden dejar de llamar la atención, sobre todo teniendo en cuenta que se estaban produciendo en momentos de descenso en el movimiento marítimo y del precio de los fletes. La causa de tan rápida expansión es que Aurora, por decisión de su Consejo, se había introducido en el sector bancario.

En efecto, entre 1900 y 1901 el movimiento financiero de la Villa se aceleró de forma patente. En medio de otras iniciativas bancarias, Aurora emprendió también su aventura. Los resultados a corto plazo fueron desde luego esplendorosos. De hecho, su balance indicaba que sólo el 7% de su pasivo y el 5% de su activo correspondía al ramo del seguro, siendo las demás partidas más propias de un banco que de una aseguradora. De hecho, de las 565.250 pts. de beneficio 457.575 pts. correspondían a la rama bancaria, mientras que las 105.675 pts. restantes procedían del negocio asegurador. Estos resultados se correspondían, como su primera memoria no dejó de indicar, a un momento de coincidencia del febril movimiento industrial y mercantil de los primeros meses de 1900.

En medio de una espiral especulativa desbocada y con un anuncio de nuevos dividendos pasivos -cuando no había dado ningún activo- la caída de su cotización fue brusca. En julio de 1901 sus cotizaciones se derrumbaron. El abono de un primer dividendo, de un escaso 4%, y el anuncio de su plan de formar parte de un banco francés de nueva creación no hizo sino empeorar su situación. Nuevas medidas, como el anuncio de pedir el total del capital suscrito -operación que se tuvo que suspender- empeoraron su situación lo que culminó con el anuncio en noviembre de quiebra de su principal promotor, Martínez Rodas, que en esos meses no hizo más que acumular pérdidas en sus negocios, evaluadas en unos siete millones de pesetas. Los problemas de sus navieras, con buques adquiridos a precios elevados en un mercado de fletes que pronto se deprimió, o de Aurora -de la que adquirió acciones para mantener su cotización- junto con otras inversiones de dudosa rentabilidad que además incidían en el resultado de sus otras empresas, hizo evidente el fracaso de un financiero de ascenso tan rápido como su caída.

Sus buques estaban asegurados en Aurora, que contaba en su cartera con valores, además de deuda pública, de sus otras empresas como Minas de Cala o el Crédito Industrial Gijonés. De forma que la coyuntura adversa en unas traía problemas a otras. El resultado, como indicamos, fue su quiebra.

La solución para Aurora, que casi entra el liquidación, fue su saneamiento. En 1901 tuvo unas pérdidas de casi dos millones de pesetas, así que hubo de reducir su capital a cinco millones de pesetas y liquidó su sección bancaria. En ese arreglo también se incluyó el relevo de su Consejo Directivo.

Los resultados de 1901 no sólo fueron nefastos en el ramo bancario sino también en el asegurador, según el Consejo por la pérdida que supuso la agencia londinense, que también se pasó a liquidar. Para entonces ya contaba con 30 agencias de Incendios y 25 de Transportes, tanto en España como en el extranjero, y desde ellas va a seguir operando. Luis S. del Valle, Pedro D. Arana, Luis Balunde, Hilario Múgica y José L. Moyúa dimitieron firmando la memoria del ejercicio Martínez Rodas, que continuó como presidente, Luis de Salazar, Martín Berreteaga, José Amézola, Domingo Ortueta, Juan Uribe, Emilio Vallejo y el gerente Cosme Palacio.

En todo caso el proceso de "saneamiento" de Aurora fue relativo, por cuanto si bien es cierto que para 1902 Martínez Rodas desapareció de la directiva -aunque continuó como Presidente de Honor-, siendo sustituido por Felipe Alonso de Celada (exalcalde de Bilbao y abogado de la familia Chávarri) varios de los fundadores o consejeros permanecieron en él, como los mencionados Vallejo u Ortueta (Presidente de Aurora entre 1928 y 1938). Otra perspectiva es el accionariado. A 30 de diciembre de 1906 Francisco Martínez Rodas era el máximo accionista con más de cuatro mil acciones de la sociedad, más del 10% del total; Pedro Laiseca Arana poseía más de 2.500 acciones, al igual que Domingo Ortueta. Con unas 1.200 acciones se situaban Pedro D. Arana, Enrique Aresti y el naviero Juan Antonio Acha. En definitiva, una parte importante del capital (el 20% aproximadamente) estaba controlado por el clan Arana.

Los años de la Gran Guerra fueron especialmente trascendentes puesto que los seguros tuvieron sus evidentes problemas para el pago de los siniestros. Era ya práctica habitual el reaseguro, sobre todo en los marítimos, pero estaba controlado por sociedades foráneas. Por ello en 1919 se formó, por iniciativa de Aurora, la primera sociedad española dedicada al reaseguro, la Sociedad Anónima de Reaseguros Garantía, con un crecimiento modesto pero que actuó, por lo menos, hasta los años setenta del siglo XX.

Pasados sus primeros apuros y ya saneada(en 1921 contaba con un capital desembolsado de 4,5 millones de pesetas) Aurora comenzó a expandirse dentro del sector en diversos ramos como hacia las coberturas de vida, incendio o robo.

Además, también se expandió geográficamente. En la década de los veinte Aurora ya contaba con una red de agentes en otros lugares de la geografía española y en el extranjero, no sólo en Europa sino también América (Méjico o Cuba). Su política de inversión en solares no sólo abarcaba a Bilbao sino que también poseía edificios en Madrid (Recoletos), en Barcelona (Cortes), en Sevilla, Córdoba o en Andujar. En 1930 adquirió un solar en la confluencia de la plaza Diego López de Haro (actualmente plaza Moyúa), Iparraguirre y Ercilla, en donde comenzó a construir en 1931 su luego sede social (además de un edificio de oficinas de alquiler que sigue con ese uso). En definitiva, Aurora había seguido, o estaba siguiendo la tendencia casi generalizada del sector de ampliación y diversificación de actividades.

Sus buenos resultados fueron causa del interés del Banco de Bilbao por Seguros Aurora. En 1929 Seguros Aurora se integró en la red del Banco de Bilbao con la incorporación de dos consejeros nombrados por la entidad de crédito (Julio Hernández Mendirichaga y Juan Manuel Olavarrieta). Su integración en el entorno del Banco de Bilbao continuó hasta tiempos recientes en que el Banco (ya BBV desde 1988) se asoció con Seguros Axa, comenzando en 1997 un proceso de fusión que culminó en el año 2000 con la venta del BBVA de su participación en el Holding Axa-Aurora, con lo que la marca de Aurora ha desaparecido en tiempos recientes.

Eduardo ALONSO OLEA (2007)