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SALVATIERRA/AGURAIN

Parroquia de Santa María

La iglesia es de finales del siglo XV-principios del XVI, pero levantada sobre otro templo anterior. De planta rectangular de tres naves de cuatro tramos, la central más alta y ancha, y cabecera poligonal.

En el exterior la iglesia tiene un carácter recio debido al predominio de muro, la alta fachada a los pies y los numerosos y robustos arbotantes y contrafuertes desmochados que tiene. Estos recios contrafuertes exteriores están abiertos por arcos para dar paso al camino de ronda que rodea todo el edificio, dando carácter de fortaleza al templo. El paso de ronda está cubierto en casi toda su longitud, y abre los muros con arcos de variada tipología en función de las cronologías diferentes que presenta cada una. El más antiguo es el de la cabecera, en el este, fechable a principios del siglo XVI, con arcos de medio punto. Los demás son mixtilíneos y adintelados y se fechan a finales del XVI y en el siglo XVIII.

La fachada occidental está rematada por dos espadañas levantadas en 1682-1686 de estilo herreriano, con sobrias pilastras y pirámides. Son obra de Domingo de Iturbe y Martín de Balanzategui con trazas de Felipe de Ezcurra. La portada que sirve de acceso al templo es de finales del siglo XV o primeros años del XVI y es de arco apuntado abocinado, con puerta adintelada. Presenta una chambrana de perfil conopial decorada con fina talla de carácter gótico que representa al Árbol de Jesé. En el remate se ubica la Virgen con el Niño protegida por una crestería. La portada del lado es más sencilla aunque de la misma cronología según lo evidencian sus escasos elementos decorativos y formales.

Respecto al interior, la iglesia posee un amplio espacio debido a la altura de la nave central. Las bóvedas son de variada tipología, ya que algunas son de crucería sencilla (primeros tramos desde la cabecera y naves laterales) y otras de terceletes de nervatura diferente. En las claves de estas bóvedas se desarrollan diversas escenas religiosas (una misa, la Trinidad, etc.), imágenes de santos (Santa Clara, San Miguel, etc.), motivos heráldicos (de los Ayala, Castilla y León, etc.), inscripciones de anagramas de Cristo y la Virgen, y otros motivos como ángeles, soles y similares.

Estas bóvedas descargan su peso en unos grandes pilares, algunos decorados por capiteles corridos que albergan figuras monstruosas.

Destaca el coro, notable obra contratada en 1530 con los vizcaínos Sancho Martínez de Arego y Maestre Pedro, quienes lo construyeron con un sotocoro cubierto con bóvedas de crucería y magníficas claves con programa iconográfico. Como corresponde a esta época, la decoración se basa en los grutescos con sus arreos militares, cabezas de querubines, cartelas con inscripciones, bustos, candelabros y una balaustrada como remate. Además tiene el escudo imperial y dos escudos de Salvatierra, todo dispuesto en fino relieve ocupando todo el espacio existente, en un horror vacui tan marcadamente renacentista. El coro es una magnífica obra que conmemora el victoria de Carlos I sobre el comunero Pedro López de Ayala y la compleja iconografía exalta las virtudes del emperador.

El magnífico retablo mayor fue contratado en 1584 por el escultor salvaterrano Lope de Larrea, quien lo dejó inconcluso a su muerte acaecida en 1623. Fue terminado por Francisco de Foronda. La policromía es obra de Diego Pérez de Cisneros y Cristóbal Ruiz de Barrón, ambos pintores de primera calidad y de los más importantes de principios del siglo XVII. Se terminó de dorar en 1639.

Se trata de un retablo de estilo romanista compuesto horizontalmente de banco, tres cuerpos y ático, y verticalmente de tres calles y dos entrecalles. La arquitectura de este retablo es típica del manierismo miguelangelesco imperante en el País Vasco en las últimas décadas del siglo XVI y las primeras del XVII, del que Lope de Larrea es uno de sus máximos exponentes. Presenta columnas con el tercio inferior tallado, superposición de órdenes (jónico, corintio y compuesto), frontones triangulares, semicirculares y rotos, frisos decorados y otros elementos. Además, la decoración es a base de cartelas, jarrones, encadenados geométricos y aletones, sin faltar los característicos telamones y muchachos recostados sobre los frontones. El banco del retablo fue entregado en 1591 y es la parte que realizó Lope de Larrea, y por tanto, la de más calidad.

Como la Virgen es titular del templo, el programa iconográfico está destinado a narrar su vida. La calle central alberga de abajo a arriba la Virgen con el Niño, la Asunción y la Coronación, rematado todo el conjunto por un Calvario y el Padre Eterno. El resto de los casetones están ocupado por escenas (Anunciación, Visitación, Adoración de los Pastores, Epifanía, Circuncisión y Huída a Egipto) flanqueados por santos, apóstoles, evangelistas, profetas y Padres de la Iglesia.

Todas las figuras presentan gran corpulencia y potente musculatura, ademanes algo huraños, expresiones fieras y gestos contrapuestos que recuerdan al genial Miguel Ángel. Los pliegues de las vestiduras son amplios y algodonosos, así como los cabellos, con carnosos rizos, como corresponde al estilo romanista. Sin embargo, hay algunas tallas con influencia naturalista de Gregorio Fernández, que se adelantan al barroco.

La parroquia disfruta de varias capillas laterales. En la cabecera, en el lado del Evangelio, están la capilla de San Francisco y la de San Roque, ambas del siglo XVI y levantadas por Juan García Abad de Zuazo y su primo Prudencio García de Zuazo respectivamente. La capilla de San Francisco se abre con arco rebajado rematado con un gran escudo de los Zuazo rodeado de virtudes. Se cubre con bóveda rebajada decorada con casetones y en su interior tiene varias laudas y escudos, así como un pequeño retablo pétreo realizado hacia 1570 por el taller de Pierres Picart. En el centro se encuentra la Estigmatización de San Francisco con el hermano León, obra del escultor fray Juan de Beauves, a los lados están los Padres de la Iglesia, y rematando el conjunto, bajo arco apuntado, el Juicio Final, realizado por Lope de Larrea, yerno de Picart.ç

La capilla de San Roque se abre con arco rebajado con los retratos de los fundadores en las enjutas. Está rematado por el mismo escudo que el anterior. Asimismo, se cubre con bóveda rebajada ricamente decorada con casetones y numerosos escudos, y también contiene laudas sepulcrales de los patronos y un retablo neoclásico del siglo XIX.

Otra capilla de la nave del Evangelio es la dedicada a la Virgen del Rosario y sede de la cofradía de esta advocación fundada en 1571. La imagen de la titular es una buena talla que tradicionalmente ha sido identificada con una imagen de la Virgen del Rosario que Lope de Larrea hizo gratuitamente para dicha cofradía en 1597. Sin embargo, recientemente se ha atribuido al escultor Juan Bazcardo, miembro de la escuela romanista de Viana-Cabredo, ya que muestra características más avanzadas hacia el barroco, con influencia del vallisoletano Gregorio Fernández. Muestra a la Virgen de pie con el Niño en postura grácil y elegante, con rostro dulce y terso. Está ubicada en un retablo de corte clasicista y sobria decoración y que contiene interesantes lienzos con los misterios del Rosario, Santo Domingo orando, la estigmatización de San Francisco y otras escenas.

Enfrente de esta capilla y en la nave de la Epístola, está la dedicada a la Virgen de la Esclavitud, cuya cofradía se constituyó en 1643. El retablo prechurrigueresco que guarda se levantó en 1673 y reemplazó a otro anterior dedicado a Santa Ana. Consta de banco, un cuerpo y ático, así como tres calles verticales separadas por columnas de fuste con estrías onduladas. Está decorado con decoración vegetal carnosa. Fue costeado por Baltasar de Lazcano y Espina, señor de Contrasta y Corres y prior de la Cofradía, y realizado por el arquitecto Martín de Arenalde. La policromía es de Mateo López Echezarreta.

La talla titular es una Virgen con el Niño de tipo Andra Mari fechada en el siglo XIV. El resto de las imágenes son pinturas realizadas por algún artista local conocedor de los grabados flamencos y alemanes que servían de inspiración. Representan varias escenas de la vida de la Virgen e imágenes de santos.

En el lado de la Epístola existe un retablo neogótico que alberga una talla de Cristo Crucificado realizado por el barceloní Rafael Atché Farré (1854-1923).

En la parroquia de Santa María se conservan también algunas imágenes sueltas. Una de ellas es una María Magdalena que procede del desaparecido Hospital de la Magdalena y que recuerda en su hechura a la Virgen del Rosario antes nombrada, razón por la cual fue atribuida también a Larrea. Como se ha dicho, ambas se han atribuido a Juan Bazcardo.

Otra imagen es una Inmaculada barroca que se ha pensado donada en 1698 por Bernabé Ochoa de Chinchetru junto con un retablo hoy desaparecido. Muestra a la Purísima con gesto orante y paños en movimiento y fue realizada por José de Mora, seguidor de Alonso Cano. De este mismo autor es una graciosa talla del Niño Jesús. También se conserva la Andra Mari de Sallúrtegui, del siglo XIV, procedente de la ermita del mismo nombre. Otras imágenes son una Santa Bárbara traída de su ermita en 1835 atribuida a Lope de Larrea, una Virgen del Pilar del estilo de Mauricio Valdivielso y otras tallas modernas. En la sacristía existen un gran lienzo tenebrista de Cristo Crucificado del primer tercio o mitad del siglo XVII.

Parroquia de San Juan

Como la parroquia de Santa María, fue levantada a partir de finales del siglo XV y durante el XVI sobre otro templo anterior. De planta rectangular y tres naves, la central más alta, cada una con siete tramos cubiertos con bóvedas de crucería simple. El templo tiene planta y disposición peculiar debido a que fue levantada sobre la muralla, de tal manera que tiene un presbiterio rectangular y detrás de él una nave transversal a modo de girola.

Exteriormente mantiene un fuerte sabor militar con sus gruesos muros, escasos vanos, imponentes contrafuertes y numerosas saeteras de la cabecera, así como por el ancho camino de ronda que rodea todo el templo, como la parroquia de Santa María.

La fachada principal deja intuir la disposición interna de las naves. El cuerpo central, más alto, flanqueado por gruesos contrafuertes, tiene el pórtico barroco y dos cuerpos, el inferior con el camino de ronda y antepecho de cuadrifolios. A los lados se disponen la nave lateral más baja abierta con rosetón en el lado de la Epístola, y al otro lado una torre gótica con remate barroco, donde se ubican las campanas.

El pórtico es un bello y clasicista trabajo de Ignacio de Ibero de los años 30 del siglo XVIII, que sobresale de la planta y se adelanta hacia el espectador, asemejándose a la Basílica de San Ignacio de Loyola. De planta pentagonal abierta en tres de sus lados con arco de medio punto. La decoración se basa en pilastras que sostienen un friso con triglifos y metopas y unos escudos en los laterales. El cuerpo central se remata con frontón triangular que alberga un nicho con la imagen de San Juan Bautista. En su interior está la entrada abocinada al templo, de arco conopial decorado con flores en su último arco y rematado con cruz.

El interior presenta una estética gótica sobria, ya que los elementos decorativos se reducen a algunos capiteles y las claves que tienen representaciones de la Virgen, Evangelistas, ángeles, escudos y algunas inscripciones. A los pies de la iglesia se encuentra un coro alto con antepecho de cuadrifolios y una buena sillería del siglo XVIII.

El retablo mayor está dedicado a los Santos Juanes y es una obra realizada a partir de 1646 por el arquitecto Mateo de Zabalia con el patronato del erudito Juan Ladrón de Guevara y San Román. Se trata de un retablo barroco clasicista de sobria estructura compuesta horizontalmente por dos cuerpos y ático, y verticalmente por tres calles. El sagrario es actual. Sobre él se asienta, en la calle central, una talla de notable calidad de Cristo Crucificado, de la primera mitad del siglo XVI.

En los casetones hay lienzos de gran calidad pintados por el flamenco Pedro de Obrel en 1650 que narran la vida de los Santos Juanes. En el primer cuerpo se pueden ver las escenas del Bautismo de Cristo y de Salomé recibiendo la cabeza de San Juan, y en el segundo el Nacimiento del Bautista con las dos imágenes de los Santos Juanes a los lados. En el ático se halla la Coronación de la Virgen. En los bancos aparecen diversos santos y otras escenas sagradas. Estas escenas tienen inspiración flamenca e italiana y están realizadas con colores ricos.

Además del retablo mayor, en la parroquia de San Juan existen otros retablos y obras ubicadas en capillas laterales. En la girola recta existen cuatro retablos. Uno es el de la Virgen de Estibalitz o de la Virgen Hermosa, realizada por Miguel de Zozaya en 1661 y que tiene dos relieves del banco (Oración en el Huerto y Santa Cena) y dos tallas de apóstoles atribuidos a Lope de Larrea. Estas obras de Larrea son los restos del retablo mayor que empezó a realizar a partir de 1610 y que finalmente no se terminó. También se pueden considerar restos de este retablo tres tallas que forman un Calvario, de tamaño casi natural.

Otro es el retablo del Calvario, de tallas modernas. El tercero es el de la Virgen de la Soledad que tiene una imagen vestidera, un San Sebastián barroco y una talla de Cristo atado a la columna muy repintado, que hace juego con otro Ecce Homo de iguales características. Finalmente existe otro retablo es el de la Piedad o de la Vera Cruz, realizado en 1669 por Martín de Arenalde y que contiene una bellísima talla de la Piedad atribuida a Lope de Larrea que puede ser la encargada en 1590 por Pedro Ochoa de Chinchetru para la cofradía del mismo nombre. En el ático tiene un Calvario de gran calidad, también de Larrea. Este retablo tiene además una talla de San Isidro Labrador, realizada por Alejandro Valdivielso en el siglo XIX.

En la misma girola existen dos pinturas fechadas en 1651 con la Conversión de San Pablo y la Entrega de llaves a San Pedro, ambas formando pareja y que son hechas por Pedro de Obrel, autor de las pinturas del retablo mayor.

En el lado del Evangelio está la capilla de San Francisco, de los Zumalburu, y levantada en 1609 según reza la inscripción. La entrada es de arco de medio punto y arquitectura clasicista, rematado en frontón curvo partido y templete con el escudo de los Zumalburu. Contiene un retablo del siglo XVIII con una buena talla del titular, muy expresiva, flanqueada por pinturas de San Pedro, San Pablo, San Juan Bautista y San Antonio de Padua. Coronando el retablo se encuentra una Inmaculada y varios escudos de los fundadores.

En el mismo lado se encuentran los retablos de Cristo Resucitado, con buena talla atribuida a Mauricio Valdivielso, y el de la Merced, relacionado con José de Mezquía, obispo de Solsona, que tiene una Andra Mari tristemente mutilada.

En el lado de la Epístola se encuentran las capillas de San Gregorio y del Carmen, ambas de estética manierista igual que la citada capilla de San Francisco y cubiertas por bóvedas de crucería. Las dos están cerradas por reja.

El de San Gregorio lo fundó Juan Sánchez de Vicuña. Contiene un interesante retablo atribuido a Lope de Larrea y su taller y realizado antes de 1610. Es un retablo de cuerpo único de arquitectura clasicista, rematado en frontón curvo partido, como es habitual en las trazas de Larrea. En el centro se encuentra San Gregorio papa bendiciendo con sus habituales atributos. A los lados están San Esteban, San Juan Bautista, Santa Elena y una santa monja, todos romanistas.

La capilla del Carmen o de la Santa Cruz fue fundada por Juliana Díaz de Santa Cruz. Como la anterior, también contiene otro retablo de Lope de Larrea. Consta de dos cuerpos sobre banco, donde se halla un relieve de las Ánimas del Purgatorio. La escena central es la Virgen del Carmen imponiendo la casulla a San Simón Stock que está acompañado por otros santos. A los lados, tallas de San Juan Bautista, un santo franciscano, Santo Domingo y San Francisco. En el ático, San Cristóbal en el centro, San Pedro y San Pablo a los lados, y coronando todo el conjunto, un Crucificado. Tanto la decoración con las columnas estriadas, telamones y otros elementos manieristas como las exaltaciones anatómicas de las figuras y los pliegues algodonosos delatan el estilo romanista de Lope de Larrea. Además, la estructura se corresponde con el denominado retablo salvaterrano, tipología creada por Larrea, cuya principal peculiaridad es la existencia de dos cuerpos en las calles laterales. En esta capilla también hay un busto relicario de Santa Teresa, de gran expresividad, que representa a la santa en el momento de la transverberación, realizado en algún taller de escultura de Toro.

Continuando en el lado de la Epístola se ubica la sacristía, construcción del siglo XVI cubierto por bóveda de crucería con claves decoradas que ocupa dos tramos. Sobre la cajonería tiene un retablo neoclásico y unas imágenes procedentes de otros lugares, tales como un Calvario barroco, una Santa Ana atribuida a Mauricio Valdivielso, la Virgen de Eguileor que es una Andra Mari gótica, un San Juanito atribuido a José de Mora y una Inmaculada.

Iglesia de San Martín

Dentro del edificio del Ayuntamiento se encuentra la iglesia de San Martín, la construcción más antigua de Salvatierra. Se trata de un pequeño edificio protogótico de una nave cubierta por bóveda de cañón y cabecera recta separada por arco apuntado que descansa sobre capiteles decorados con bolas y hojas. Posiblemente sea del siglo XIII.

Convento de Clarisas de San Pedro

Este convento de clarisas tuvo su origen en un beaterio fundado por Juana García Ibáñez de Baquedano en 1446, pero fue en 1611 cuando la orden de Santa Clara se instaló en la villa. Tras varias ubicaciones diferentes, las monjas hicieron levantar un nuevo convento en el siglo XVII. La iglesia empezó su erección en 1679 con Lucas de Longa y terminó en 1685 con Felipe de Ezcurra y Martín de Balanzategui.

Esta iglesia tiene fábrica de mampostería y planta de cruz latina con tres naves, la central más ancha. La cubierta es de bóvedas de arista en la nave central y el crucero, de cañón con lunetos en el resto. En el exterior luce escudo de Salvatierra.

En su interior se puede ver el retablo del siglo XVIII, de estilo churrigueresco. Tiene un cuerpo de tres calles y remate semicircular. Toda su estructura está decorada con elementos vegetales típicamente churriguerescos como cogollos, pinjantes y hojarasca. El titular, dispuesto en la parte alta, es San Pedro y está vestido de pontifical, tocado con tiara y portando llaves y cruz de triple crucero. El nicho central lo ocupa una Inmaculada Concepción del tipo acuñado por Gregorio Fernández. A los lados tiene a San Francisco y Santa Clara, fundadores de la Orden. En el banco hay unos relieves de Santa Catalina, San Miguel, San Blas y Santa Lucía, que pueden pertenecer a otro retablo.

En la iglesia y el convento existen otras tallas destacadas, como son una de San Antonio de Padua firmada por el escultor napolitano Francesco di Nardo y que está formando pareja con un San Pedro de Alcántara, ambas del siglo XVIII, otro San Pedro neoclásico del escultor de Logroño Esteba de Ágreda realizada antes de 1814, y dos Cristos Crucificados, uno del siglo XVII y muy destacado por la delicadeza de su talla.

Ermitas

Existen varias ermitas en el municipio de Salvatierra. La ermita de Santa María de Ula fue donada a la villa por Alfonso X en 1270. Hoy en día es una vivienda, un caserío, pero aún conserva su planta rectangular con ábside semicircular cubierto por bóveda de horno. Tuvo que tener cubierta de madera. La imagen titular es una graciosa Andra Mari, en colección particular.

Santa María de Sallurtegi. Actualmente es una casa y aún conserva un arco románico y su estructura rectangular con bóveda de cañón. Sus imágenes pasaron a Santa María.

Capilla del humilladero, hoy del cementerio. Es una capilla fundada por Ruy García de Zuazo y su esposa Catalina Ruiz de Arrarain en 1557 tal y como aparece en una cartela pétrea en la fachada y lo demuestran unos escudos. En ella se conserva un buen Cristo Crucificado de la misma época, de gran expresionismo, pero inserto en un retablo churrigueresco del siglo XVII. Es un pequeño edificio de planta rectangular cubierto por bóveda de terceletes.

Hospital de San Lázaro y la Magdalena. Fue vendido en 1839. Sabemos de su existencia desde 1487. Hoy en día es una casa. Conserva una puerta renacentista de arco de medio punto y los arranques de las bóvedas de crucería. Como suele ser habitual en los hospitales, el patronazgo era del Ayuntamiento y por esta razón tiene un escudo que así lo indica.

Ermitas desaparecidas

Además de las nombradas, en Salvatierra hubo más ermitas que no han llegado a la actualidad por haber desaparecido en los siglos XVIII, XIX y XX, de las que sólo existen referencias documentales. Son las ermitas de San Andrés, San Jorge, San Esteban de Paternina, Santa Bárbara, Santa Engracia, San Miguel, Nuestra Señora de Arana, y las de Zumalburu y Albizua. Algunas de las imágenes que se veneraban en estas ermitas se han conservado en las parroquias de la villa.

Otras obras de arte: cruceros

En Salvatierra se han conservado algunos cruceros. Parece que había cinco, uno por cada punto cardinal más otro cerca de la capilla del humilladero, pero en la actualidad han llegado enteros dos de ellos. Uno es la Cruz de Bentaberri, la del norte, realizado en 1609, con un Calvario, una Inmaculada y los escudos de los Lazarraga y Ochoa de Chinchetru, así como una inscripción con la fecha y los donantes. Al sur, en la calle Dulantzi, está la levantada en 1595 por el alcalde Hernán Sánchez de Vicuña, con una piedad y varios escudos. Del crucero del oeste, de nombre Arricruz o del lazareto, ha llegado únicamente un fuste, pero debió realizarse a fines del siglo XIV o principios del XV. El que estuvo al este ha desaparecido, así como el de Abollu, cerca de la capilla del humilladero.

En Salvatierra es muy destacable su urbanismo. La villa fue fundada en 1256 por Alfonso X el Sabio sobre la aldea de Agurain existente en un cerro alargado, con fines estratégicos y con un trazado planificado como ocurrió en las fundaciones de Vitoria y Laguardia. Se estructura en tres calles de norte a sur cortadas por cantones, la central más ancha, con dos iglesias-fortaleza en los extremos, correspondiéndose a la tipología de ciudad-camino. Entre la Calle Mayor y Zapatari, las únicas con doble manzana, existía el albañar o caño, lugar estrecho para evacuar las aguas fecales de la villa. Este caño existe probablemente desde el plano fundacional de la villa, como ocurre en Vitoria.

Aún mantiene parte de la muralla que defendía la villa, que debió construirse inmediatamente después de su fundación. Como es habitual, sufrió bastantes daños a lo largo de la historia, el más importante en el siglo XIX. No se conservan ninguna de las siete puertas que abrían la villa, ni el adarve con el paso de ronda, a excepción de los tramos existentes en las iglesias de Santa María y San Juan. Tampoco conserva otras construcciones defensivas que poseía la villa, como por ejemplo la torre de los Ayala, abandonada en 1521 por su derrotado propietario y cuya piedra se empleó para levantar otros edificios a lo largo de los siglos XVI y XVII. A pesar de ello, el casco viejo de Salvatierra es uno de los más destacados de Álava.

De sabor popular son las dos calles porticadas u olbeas, fechables a fines del siglo XVI, lugar donde se celebran los mercados, protegidos de las inclemencias del tiempo. Estos soportales están cerca de las dos iglesias principales de Salvatierra. Se componen de esbeltas columnas de madera o piedra que se apoyan en basamentos pétreos. Algunos tienen capiteles jónicos. Las casas que están encima son de carácter muy popular y construidos con materiales pobres tales como el ladrillo y la madera. En ocasiones estas casas populares muestran el entramado de madera.

Un devastador incendio ocurrido en 1564 asoló la villa, por lo que apenas se conserva nada de arquitectura civil anterior a esta fecha. En los años siguientes al incendio la villa se tuvo que reconstruir casi por completo, y se hizo continuando la distribución parcelaria medieval. Los materiales empleados en la construcción de Salvatierra procedían de las cercanas canteras de Galarreta, Narvaja, Laminoria, Arrigorrista y otros lugares. Asimismo, la madera era un material abundante en la sierras de Encía y Urbasa.

La única casa que sobrevivió al incendio es la llamada Casa de las viudas, ubicada en la calle mayor número 36. A juzgar por los restos que ha conservado puede fecharse a finales del siglo XIV o principios del XV, ya que presenta una puerta de arco apuntado, una saetera y gruesos muros. Esta casa y todas en general presentan un aspecto de austeridad y solidez típica en el País Vasco.

El resto de la arquitectura civil destacable de Salvatierra se puede organizar en varias tipologías en función de su estructura y cronología. Por una parte podemos encontrar casas señoriales, residencias de grandes propietarios de la tierra como caballeros, hidalgos y ricos hombres. Se caracterizan por el empleo de la piedra en su construcción, pero en ocasiones combinado con el ladrillo, si bien éste se reduce a la planta superior o un lado de la casa. La fachada principal suele ser de sillería, al igual que los recercos de los vanos y las esquinas, pero el resto es de mampostería. Son casas grandes que ocupan varios solares de la parcelación medieval. Las plantas suelen ser rectangulares, tienen tres alturas más un desván y tejados a dos aguas con el caballete paralelo a la fachada. El piso principal se abre con balconada adornada con rejería. Los aleros, jabalcones y puertas son de madera en numerosas ocasiones tallada, y las fachadas ostentan las armas de los propietarios. Casi todos han sido datados a fines del siglo XVI o principios del XVII.

Una de estas casas señoriales es la Casa Begoña, en el número 23 de Calle Mayor, levantada por Antonio Martínez de Oquérruri y María Sáenz de Vicuña y Pérez de Dallo, cuyas armas aparecen en la fachada y en otras partes. Esta casa tiene dos lados de sillería. El acceso principal es de arco de medio punto con grandes dovelas. Ha tenido intervenciones más modernas, como la galería acristalada de la fachada sur, de aire modernista.

La Casa Azcárraga, sita en el número 85 de la misma calle, fue construida en dos etapas. La primera es de finales del siglo XVI o principios del XVII por patrocinio de Diego García de Zuazo Díaz de Santa Cruz y su esposa Ana Pérez de Guevara García de Zuazo. La segunda fase fue realizada por sus herederos Teresa Fernández de Alaiza García de Zuazo y su esposo Juan Álvarez de Eulate Ruiz de Luzuriaga a finales del siglo XVII. Esta casa destaca por los trabajos de la madera en los aleros y por presentar una galería abierta de arcos de medio punto en la fachada sur.

Otras casas destacables son la Casa de Bustamante, en el número 8 de la calle Zapatari, que fue construida por Juan Martínez de Zumalburu García de Alangua, escribano, y su esposa María Sáez de Vicuña Hernández de Luzuriaga hacia 1580, y la Casa Uriarte en la misma calle en el número 9, a la que le falta el último piso y que es de fachada original por tener cuatro columnas dóricas con basa adosadas en la planta baja. También destacan la Casa Luzuriaga en la calle mayor número 44, levantado en 1582 por Martín Ruiz de Luzuriaga tal y como aparece en la inscripción de la fachada, con impresionante escudo, y la casa con el número 48 de la misma calle, que presenta una original decoración en la línea de imposta de la fachada: unos mensulones semicirculares con decoración denticulada y de clara inspiración clásica.

El otro tipo de construcción civil es la casa hidalga. Son casas más pequeñas que servían de residencia a hidalgos de menos recursos que los anteriores, tales como nobles de inferior categoría, burgueses, comerciantes y artesanos pudientes. Al igual que las casas señoriales, también ostentan piedras armeras en la fachada y están realizadas en piedra, pero ésta se halla reducida a la fachada principal o a la planta baja y primera; el resto del edificio está realizado en ladrillo. Superan en número a las señoriales. Algunas presentan ménsulas ricamente decoradas sosteniendo los balcones y una sobria decoración en los adintelados vanos. Este tipo de casas han sido datadas desde fines del siglo XVI hasta el siglo XVIII ya que la tipología apenas evolucionó.

De esta tipología son un buen número de casas de la Calle Mayor. Una de ellas es la que tiene el número 25, con un pequeño escudo de los Lazarraga que puede ser anterior al incendio, posiblemente procedente del edificio anterior. Similares son las casas de los números 8, 10, 28-30 y 65, así como el 2, construida a fines del siglo XVI por Juan Sánchez de Vicuña Díaz de Santa Cruz y María Pérez de Dallo y Lazarraga, aunque ha tenido numerosas reformas que han alterado su construcción. En la Calle Carnicería también se encuentran casas hidalgas, como la que está en el número 20, del primer tercio del siglo XVIII y construida por Pedro Fernández de Zuazo Luzuriaga.

Entre todas estas casas se levantan modernas edificaciones de los siglos XIX y XX, unas más destacadas que otras sin duda debido al gusto de los promotores. La mayoría presentan cierta estética popular con entramados de madera a la vista, sin romper con la estética general de la zona. Muchas de ellas tienen miradores acristalados. Un elemento a destacar es el pasadizo volado que une la casa número 62 de la Calle Mayor con sus huertas.

Fuera del casco viejo existen las "eras" o arrabales, pequeños barrios extramuros existentes desde al menos el siglo XVI, que han servido para almacenar materiales fácilmente combustibles como la paja a fin de evitar incendios en el núcleo urbano, pero que enseguida empezaron a emplearse como viviendas, sobre todo en los siglos XVIII y XIX. En estas eras los edificios han sido y son de carácter popular: de mampostería con sillares en las esquinas o de ladrillos en entramado de madera, pocos vanos, dos plantas? Unos pocos ostentan ciertos elementos destacados como pequeños escudos y detalles decorativos. En estas eras y cerca de ellas se ha construido en el siglo XX formando el núcleo poblacional actual.

En Salvatierra hay dos puentes reseñables: el puente de Isuntxa-Maltercio sobre el Zadorra, del siglo XIX y el puente de Santa María, levantado en 1828 sustituyendo otro anterior. De todas formas, son numerosas las referencias documentales, sobre todo a partir del siglo XVI, que nos hablan de varios puentes que facilitaban el paso de los arroyos que rodean la villa.

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