Rey de Aragón (1035-1063). Nacido en fecha desconocida y muerto el 8 de mayo de 1063.
Hijo de Sancho el Mayor, rey de Pamplona, habido durante su soltería, con Sancha de Aibar y reconocido como hijo, aunque ilegítimo. Al morir el rey pamplonés, éste repartió el reino entre sus hijos, reservando para el primogénito García Sánchez III El De Nájera el territorio de habla vasca constituido por el propiamente tal reino de Pamplona. A Ramiro le asignó la zona aragonesa, que erige en reino, entonces comprendida por las comarcas montañosas del Aragón y el Gállego más los pueblos navarros de Aibar y Gallipienzo, más Ligiaxi (Leache) y Zabalza (Sabaiza), Eslaba y su pertenecido, Alloz con Astobiza (Aztobieta), Arboniés y Burutania con sus villas; Arazuri, Sarriguren y Abero (Ibero); Tabar, Olaz y Echarri con sus villas; Amillano y Arbeiza con sus villas. En cambio, Ruesta y su tierra así como Petilla pertenecían a García, el nuevo rey de Pamplona. Este pequeño reino de Aragón, que tanto había de dilatarse, abarcaba un reducido territorio, desde el pueblo de Matidero, junto al nacimiento del río Alcanadre, hasta un lugar algo al sur de Sangüesa donde el río Aragón tiene un vado que llaman Vadoluengo. Pero Loharre y San Emeterio con sus villas se reservaban para Gonzalo, cuyos estados colindaban por oriente. Loarre, Murillo sobre el Gállego, Agüero, Biel, Luesia y Uncastillo eran frontera contra moros. Ese pequeño reino de Aragón, desgajado del de Pamplona, era a no dudarlo de habla vasca. Quedaba, no obstante, como reino vasallo. Don Ramiro prestó un juramento a su hermano García que dice así:
"Y así yo, don Ramiro, hijo del rey don Sancho, juro a tí, mi hermano, el señor don García, por Dios Omnipotente, y por la Bienaventurada Virgen María, por los Angeles, Arcángeles, por los doce Apóstoles, por los Mártires y Confesores y por todos los Santos de Dios, que desde esta hora en adelante no buscaré contra tu parte más tierra, si no es ésta que mi padre me dona a mí y queda arriba escrita, en la cual no te pondré azaquia o alhodera en que te quite Yo tierra tuya, ni por paz ni por afeña, ni con moros ni con cristianos. Y si alguno, con atrevimiento, fuere hallado en este engreimiento, que te quiera contradecir o resistir, en cuanto yo pudiese le haré la guerra y le seré enemigo".
A los ocho años de este juramento, en 1043, Ramiro se une a los musulmanes de Tudela, Zaragoza y Huesca y ataca al reino vasco por la parte de Funes y de Tafalla llegando a sus afueras. Los tafalleses se encierran en su castillo y se deciden a una defensa a ultranza. Con pasmosa rapidez don García reúne una poderosa fuerza al mando de don Fortuño Sánchez y con gran celeridad cae sobre los musulmanes que cercaban Tafalla. Don Ramiro, casi en camisa, huye con el primer caballo a mano. Los reyes musulmanes le imitan. Entretanto la batalla prosigue feroz y porfiada hasta que saliendo los tafalleses de su castillo arremeten sembrando el desconcierto y el terror en el enemigo. La batalla está ya decidida. En lo sucesivo las relaciones entre ambos hermanos fueron cordiales. Es probable, por otra parte, como ya se ha dicho, que los aragoneses hablaran todavía el vascuence ofreciendo más el aspecto de una provincia segregada que de un reino extraño.
Don Sancho reunió en Leire a sus más leales caballeros y a todos los obispos del Reino entretanto que el rey Ramiro venía acompañado del obispo de Aragón, don Garsea, el abad de San Juan, Belascon y los más importantes señores de su tierra. Las conversaciones concluyeron con una aclaración de sus respectivos puntos de vista con gran cordialidad y lealtad. Y, no sólo eso, sino que el joven rey vasco donó a su tío Sangüesa y las villas de Lerda y Undués por su vida. En esta entrevista se habría examinado detenidamente la política de Fernando, desde la anexión de León a su poder, gracias a García, a quien tan mal pagara luego, con el asalto a la frontera pamplonesa, la muerte de su hermano mayor, y la entrada en el reino vasco, a sangre y fuego, haciendo la guerra a su sobrino, sin miramientos de ninguna clase. El resultado fue un tratado de alianza, que el rey aragonés cumplió hasta su muerte haciendo honor a su palabra y a la voluntad paterna. Su parte substancial es ésta:
"Y yo, Ramiro, hijo del rey don Sancho, juro con los barones de mi tierra, que están conmigo aquí presentes, que desde hoy en adelante no requeriré de las villas tuyas ni de las otras tierras tuyas, si no es con tu servicio y con tu buena voluntad; aunque Dios me dé tal tiempo que las pueda inquirir. Y si, lo que Dios no quiera que suceda, yo hiciere cosa semejante, así lo digo a todos mis señores que están conmigo, les doy licencia para que con todos los honores y tierras que de mí tienen, atiendan a tí y se pongan en tu potestad".
Después del juramento de sus señores termina:
"Y no te dejaré a tí ni tu servicio por ningún haber ni honor terreno".
A tal punto llegó el honor de este monarca que hasta en su testamento, restituyendo a su hijo bastardo en los señoríos de Aibar y Javierre Latre, establece:
"que quedaría inhabilitado de nuevo si hiciere algo contra los reyes de Pamplona".
Ramiro I desde la muerte de su hermano Gonzalo en 1037 había anexionado sus estados de Sobrarbe y Ribagorza. Intentó, así mismo, apoderarse de Graus y murió en la acción militar de 1063.