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PESCA MARÍTIMA EN EUSKALERRIA

Propiedad, venta y reparto. El patrón de la embarcación de vela o remo, es casi siempre propietario de la nave y de los enseres necesarios para la pesca, como son redes, etc. En cuanto a los cebos, anzuelos, etc., se compran conforme llega la necesidad, a cargo de la tripulación, y se paga de la masa del producto de la pesca.

El reparto de este producto en los vapores, se hace en la forma siguiente: En la pesca de red que no sea por cebo, llevan los vapores el 60 por 100, y en la pesca con cebo, el 50 por 100. El resto es para la tripulación y el cebo se paga de la masa común. (Al escribir estas notas, se han tenido presentes las costumbres de Fuenterrabía, que son las mismas en toda la Provincia con pequeñas variantes). En la pesca de atún, caso de que el pescador pernocte en su casa, guarda la proporción indicada de 60 para el vapor y 40 para la tripulación, y cuando se trasladan a otro puerto o pescan desde allí, el 50 por 100 para cada parte, abonándosele los gastos en la proporción de lo que se cobra. El producto correspondiente a la tripulación de los vapores se reparte en tantas porciones como tripulantes más dos, de las cuales una se adjudica al patrón y la otra se destina a la retribución o gratificación de cuatro tripulantes encargados de los trabajos inherentes a la pesca, como son conducción del pescado a la casa de venta, llevar carbón al vapor, sacar y cuidar las redes, etc.

En las embarcaciones de remo, se sigue práctica distinta. El patrón, en unión con los tripulantes, del producto de la pesca, liquida, en primer término, las cuentas de la semana, pagando el importe de los cebos que han adquirido, así como las viandas o provisiones que han llevado para el consumo de los tripulantes en la mar. Una vez pagadas estas cuentas, se sustrae del remanente el 25 por l00 para la red y del resto se hacen tantas porciones como tripulantes, contando entre éstos al patrón. Esto en el caso de que la red y trainera sean del patrón, pues si son de otro que no sea éste, se sustrae de igual modo el 25 por 100 para la red y del resto se hacen tantas porciones como tripulantes, más una que se destina a la trainera. En este caso, el dueño de la red le da al patrón el 25 por 100 de lo que él ha cobrado. De la masa, se da a cada uno de los tripulantes un pedazo de pescado o una pieza, según la clase, para el consumo de la familia. Si la pesca ha sido muy abundante y no se puede vender sino a precios bajos, se da una cestita de pescado a cada uno para que puedan venderlo las mujeres, beneficiándose con ello.

En todos los pueblos de pesca hay una casa llamada de venta, a donde se conduce el pescado para su venta al por mayor. En algunas localidades este edificio es propiedad de las cofradías y en otros es propiedad del ayuntamiento, como ocurre en Fuenterrabía. La de esta ciudad está surtida de dos fuentes y dos pesas y servida por tres mujeres, de las que dos se hallan encargadas de hacer los pesajes y se llaman peshoneras y la tercera tiene a su cargo el barrido del local. Cobra el municipio, en concepto de renta o arbitrio, 50 céntimos de peseta por cada 3.000 sardinas que se vendan para ser exportadas, una peseta por cada 120 kilogramos de anchoa y la misma cantidad por el atún, merluza, etc. Además, por el uso de la pesa en los pescados que se venden a peso, cobra 25 céntimos por cada 100 kilogramos.

Cuando arriba una embarcación al puerto, el mayordomo de la sociedad o cofradía se dirige al muelle, y si es lanzón, sardina o anchoa lo que trae la embarcación, toma nota de la cantidad aproximada que conduce, y lleva de muestra a la casa de venta una pequeña cantidad en el balde o tankarta, y con dicha muestra a la vista se hace la venta. Una vez que se hace ésta, el comprador toma el género en la misma embarcación. Si la pesca es de atunes, merluzas, congrios, etc., los mismos pescadores los conducen a la casa de venta, bien metidos en palos si son de gran tamaño o en carros de mano en caso contrario. Al descargarlos, los mayordomos toman nota en su libro-talonario, y una mujer, que llaman maestresa, se encarga de cuidar de su porción correspondiente, para que no se confundan y mezclen los de su montón con los de otros, así como de poner en el peso, a cuyo efecto cada embarcación tiene su maestresa o encargada de confianza, que cuida de los dos detalles indicados, y suele ser, ordinariamente, mujer de algún patrón o tripulante.

La venta se hace por subasta, de la siguiente manera: el mayordomo de la cofradía tiene su asiento en el piso bajo del edificio y los compradores tienen el suyo en una galería que se halla en sitio más elevado. Los asientos que ocupan éstos se hallan numerados, y cada uno de ellos está provisto de una bola con un número igual al del asiento. Todos los asientos están en comunicación con el pupitre del mayordomo por medio de un tubo. Da la voz el mayordomo, señalando el precio a que se pone a la venta el pescado y la cantidad de éste que hay disponible. Ordinariamente el primer tercio es elevado y va bajando, bajando éste gradualmente, anunciándolo siempre en voz alta. Cuando el comprador se apercibe de que ha bajado el precio hasta el grado que a él le conviene, suelta la bola por el tubo y la recoge el mayordomo en su pupitre. Acto seguido, dice en voz alta el comprador, que generalmente suele ser compradora, la cantidad que compra, y si no se hace cargo de toda la que hay disponible, continúa la subasta de la restante, dando de nuevo la voz en forma que se oiga por todos. Esta nueva serie empieza por el precio en que tomó el comprador anterior y continúa bajando hasta que se vende toda la cantidad disponible en ventas sucesivas. El atún, merluza, congrio y mero, se venden a peso por kilogramos; la sardina, por millares, y la anchoa, a la medida por decalitros. La fracción menor que se vende a peso, es una pieza; de sardina, un ciento, y de anchoa, chicharro, etc., medio decalitro.