Concepto

Pelea de Carneros

La afición de los vascos por la lucha y por la competición le han llevado a aprovechar, desde antiguo, el instinto de topar de los carneros para la organización de apuestas.

De esta antigüedad nos dan razón dos testimonios.

El primero de Ignacio de Iztueta, que en su "Guipuzkoako Condaira" decía hace 150 años:

"Los guipuzcoanos son también aficionados y ciegos para las apuestas de carneros. Se suelen celebrar en plazas abiertas, lo mismo que las anteriores, estando presente el señor alcalde. He solido ver carneros que con golpes fuertes y abundantes que se dan, echan humo del fondo de los cuernos. También he solido ver darse cuenta en el primer golpe que es más débil que el otro y no querer acercarse más. Hace doce años había un carnero de Vidania tan pequeño como astuto. En un intervalo de dos años jugó como mínimo diez veces con carneros dos veces mayores que él y ganó todas fácilmente valiéndose de su astucia. En el instante de dar el golpe solía levantar la cabeza y las dos patas delanteras. El enemigo gastaba todas sus fuerzas en la acometida y se encontraba de repente debajo del otro carnero y entonces aquél le acribillaba de arriba abajo".

También E. S. Labayru y Goicoechea, en su "Historia General del Señorío de Vizcaya", decía, en 1895, que

"una de las diversiones y apuestas a que se dedican los labradores y ganaderos vascos es la lucha de carneros, espectáculo que a veces se exhibe en las plazas públicas".

Esta afición continúa en nuestros días y son muchos los caseros que crían carneros, según Gregorio Aguirre, de Icíar, por el solo placer de contemplarlos, tanto en el corral como en la lucha, pues ningún beneficio material aporta a sus propietarios y sí muchos gastos. Así como en los restantes deportes rurales la falta de datos es casi absoluta, en relación con los carneros existe un artículo de Cesáreo Sáez Egaña, publicado en el número de octubre de 1955, de la revista "Ganadería". En él se estudian los carneros desde el punto de vista zootécnico con precisiones de gran interés.

Hay que aclarar primeramente una cuestión de denominación. En vascuence se llama al espectáculo ari-joku, es decir, lucha de carneros. Denominación equivocada, pues el carnero no lucha. El carnero es el morueco castrado. Como dice el diccionario Espasa: "la denominación de carnero se aplica solamente al macho adulto de la especie y en particular al que, casi siempre castrado, se destina a la matanza, pero el macho destinado a la reproducción y a la lucha, es el morueco". La denominación correcta, sería, pues, lucha, juego o apuesta de moruecos.

Para escoger un morueco de lucha el aficionado sabe acudir al rebaño adecuado. Dado que este espectáculo no es de masas y ni siquiera está permitido como tal espectáculo, tampoco se ha llegado a la formación de ganaderías seleccionadas. No hay morueco especializado para la lidia, como sucede con el toro. Ni se ha seguido tampoco, por los pastores, un método zootécnico para el aumento de la bravura. El morueco no ha sido nunca sometido ni a selección ni a tienta. Sin embargo, el aficionado sabe, empíricamente, cuál es el morueco que dará buen juego en la plaza. Dice José Mari Mendiola que los mejores moruecos pastan en la sierra de Andía, en Gorbea y sobre todo en Urbasa. En cambio, los ejemplares de Urbía y Aralar, aunque grandes de cuerpo y cabeza, son muy blandos en la lucha y carecen de bravura. A semejanza de lo que acontece con el toro de lidia se consideran de poco valor los machos en rebaños de ovejas lecheras que pastan en valles, el ejemplar bravo y duro es el criado en terreno agreste y pedregoso, a quien la configuración del terreno le obliga a un constante ejercicio. Una vez seleccionado el rebaño se observa el morueco. Debe ser ancho de pecho y fuertes patas, con la musculatura desarrollada, lo que le permitirá empujar con fuerza en el momento del golpe. Los cuernos serán recogidos para dar mayor consistencia al frontal. En cuanto a la edad, cumplidos dos años. Para entonces han demostrado su plenitud corporal y sexual cubriendo las ovejas; pero no más viejos, para evitar que los muchos topetazos o el enfrentamiento con machos de edad los hayan querenciado al ser derrotados. El morueco no está sometido a selección hereditaria ni a control de bravura, como sucede en el toro de lidia. Pero, en cierto modo, ambos factores se dan también en el momento de la selección por parte del aficionado. Los caracteres morfológicos del animal le servirán para detectar, de acuerdo con las normas que hemos dado, el ejemplar idóneo. Luego, el comportamiento del morueco en el campo le señalará un índice de bravura. El morueco apto para la lucha es el que se muestra querencioso con las ovejas, el que en la época de celo muestra de manera más clara el instinto de la especie. Quien no rehuye la lucha aun con ejemplares más viejos o fuertes, es el adecuado.

Cuenta José María Gamboa, de Arruazu, pastor en la sierra del Aralar, que hace dos generaciones eran frecuentes las luchas de moruecos en pleno monte, desafiándose los pastores y apostando crecidas sumas por sus animales. Pero hoy los pastores tienen interés especial en mejorar la raza de sus machos y evitan meterlos en luchas que pueden estropearlos. Aunque sí los venden, y en buen precio además, a los aficionados que acuden para comprarlos. Una vez adquirido el ejemplar se procura su máximo desarrollo muscular y que adquiera la resistencia necesaria para aguantar un combate largo. Según José María Mendiola, de Oyarzun, uno de los más famosos criadores de moruecos, "es preciso que el morueco no esté en la cuadra. La humedad le es muy perjudicial. Hay que alojarlo en lugar aireado con el piso de madera. El animal no debe tocar piso de tierra o baldosa. Esto es importante. Es mejor tener al morueco sujeto para evitar se golpee con las paredes. Puede atársele con collar o a un cuerno. En los ejemplares jóvenes esto último es malo porque perjudica el desarrollo del cuerno al que va sujeta la argolla y la cadena. Los continuos tirones llegan a producir en el cuerno joven desviaciones. El morueco come mucho. El régimen diario debe ser de 900 gramos de haba negra, medio litro de vino y dos brazadas de hierba. Algunos criadores les dan azúcar y también agua. El agua está en la hierba verde. Si es caso, de vez en cuando, medio litro de caldo de verduras y carne. Lo que es muy importante es el ejercicio. Debe andar todos los días 5 kilómetros por el monte y a ser posible sobre piedras para que las patas se endurezcan, La lucha es muy dura para el animal y debe estar preparado". En relación con la alimentación hay criadores que varían la dieta. Antonio Aranaga, de Urrestilla, hijo de José Aranaga, conocidos ambos entre los mejores poseedores de carneros, dice que un morueco de pelea necesita tanta preparación como un aizkolari. Tres veces al día les da de comer haba negra, vino, huevos y azúcar. El morueco es animal que cambia de peso con gran facilidad. Gregorio Aguirre dice que un carnero suyo, que luchó con 68 kilos, a la semana siguiente pesaba 82 kilos, siendo frecuente engordar 10 kilos en 10 días. De ahí la importancia de vigilar la alimentación.

Como se ha señalado es muy importante el entrenamiento. Largos trotes por terrenos pedregosos a la vera del propietario, para robustecer las extremidades, como sucedía con los toros de la ganadería de Miura, de legendaria dureza. Cuenta Mendiola que su carnero "Perico" era tan bravo que en los paseos de entrenamiento debía llevarlo sujeto con un bastón para evitar se arrancara contra él mismo a topetazos. El entrenamiento supone también el enfrentamiento con otros ejemplares para que se habitúe a la lucha y no la extrañe en la plaza. Pero hay que evitar las pruebas con ejemplares duros. El "sparring" ha de ser un animal flojo, que huya a los primeros golpes. Así, el morueco de pelea va tomando confianza en sí mismo, evitando resabios de derrota. Algunos criadores, para ir habituando al morueco, acostumbran a golpearle en la testuz con martillos de madera.

Cuando el animal está suficientemente preparado surge la apuesta. Lo más importante en cuanto a las condiciones de la misma es la fijación del peso. Se procura igualar en esto a los dos moruecos, ya que es gran ventaja unos kilos de más. El de los moruecos oscila entre 40 y 70 kilos. "Olatxiki" presentó un ejemplar en Arrona, que pesó 120 kilos. Pero son excepciones. La mejor edad para la lucha son los cuatro y cinco años, cuando el morueco está en su plenitud vital. Como en las pruebas de arrastre por bueyes, es preceptivo el pesaje de los animales con anterioridad al encuentro. Para entonces han quedado bien señaladas las condiciones de la apuesta, que un aficionado neutral, designado de común acuerdo por ambas partes, se ocupará de hacer cumplir y respetar. Normalmente las apuestas se conciertan sin número tope de golpes, resultando vencedor el morueco que hace huir al contrincante. Los espectadores realizan sus apuestas sobre ganador y también sobre el número de golpes que le bastarán para vencer. Al inicio de la lucha sitúan los propietarios sus carneros a una distancia de unos 8 metros uno del otro. El instinto primigenio de topar les empuja propinándose repetidos golpes con toda la enorme fuerza que da la rápida carrera y el impulso inicial de las patas de atrás. El número de topetazos varía de lucha a lucha. Normalmente oscila entre 20 y 80 golpes. Mendiola cuenta que su morueco "Chato" dio 156 golpes en un combate y que un carnero de Amunátegui, de Aya, en lucha con otro de Armendiya resultó ganador tras 225 topetazos. Un morueco de José Aranaga resistió 288 golpes. Según viejos aficionados, hay ejemplares que vencieron con más de 300 golpes. Pero éstas son, probablemente, cifras nacidas en el calor de una discusión en la sidrería o en el bar. En la lucha de carneros, como los "records" son de difícil homologación, los propietarios tienden siempre a exagerar las hazañas de sus animales. Pero siempre se desarrolla la lucha en esta forma. Hay ocasiones que para evitar la pelea sin huir los moruecos juntan los flancos golpeándose de lado sin fuerza. Los dueños los separan entonces y puestos a distancia conveniente los vuelven a soltar para que embistan de frente. Cuando uno de los moruecos rehuye el encuentro y escapa ante su contrario pierde el primer "quince"; los dueños los enfrentan de inmediato en un segundo "quince", que no siempre acepta el morueco derrotado. Un carnero vencido es difícil vuelva a luchar, pues recuerda los golpes. Entonces es enviado al matadero. Para evitar la pérdida de ejemplares bravos, en luchas muy igualadas y tras muchos topetazos cruzados, los propietarios, de común acuerdo, deciden frecuentemente declarar nulo el combate, anulándose también las apuestas. Antiguamente eran frecuentes las apuestas de un carnero contra dos, interviniendo el segundo tras la derrota del compañero.

"El Pueblo Vasco", en su número del 22 de junio de 1906, cita la apuesta entre el famoso carnero de Zuloaga, de Ikaztegieta, contra dos carneros, uno de Oiartzun y otro de Irun, atravesándose 250 pesetas. Los pueblos donde existe mayor afición a las luchas de moruecos son: Eibar, Azpeitia, Azkoitia y Arroa, en Gipuzkoa; Elorrio, Durango y Markina, en Bizkaia; y Leitza, Betelu, Inza y Azcárate, en Navarra. A principios de siglo, y nada más inaugurada la Plaza de Toros de San Sebastián, tuvieron lugar en su ruedo importantes y numerosos desafíos. Criaderos hay muchos. Citaremos los Aranaga, de Urrestilla; Domingo Aguirre, de Itziar; Mendiola, el famoso propietario del bar José Mari, de San Sebastián, aunque nacido en Azpeitia; Amunátegui y Armendiya, de Aia; Sarola, de Zarautz, etc. En Bizkaia, citaremos a Julián Bilbao, de Getxo, propietario del famoso carnero "Trompi", llamado así por ser gran bebedor, y que hacia 1960 sostuvo famosos desafíos con "Pacho Gitano" de Butrón. Eran famosos, hace ya muchos años, los criadores de Bilbao, como Juan Bautista Amiel, abuelo del actual arquitecto municipal de San Sebastián, Luis Jesús Arizmendi. Cuenta Mendiola el escándalo armado en un restaurante bilbaíno por los criadores de moruecos Amiel y Pradera, en 1881, cuando el ejemplar que llevaban al pesaje se arrancó contra un espejo, destrozándolo.

Sorprenden las grandes cantidades puestas en juego por los propietarios de moruecos en sus apuestas, allá hacia el año 1900. Muchas eran de 500 pesetas y más. El 11 de octubre de 1909 se celebró una apuesta entre un carnero de Vizcaya y otro propiedad de Santiago Igarabide "Juanagorri", en la plaza de toros de Tolosa. Se jugaron 1.500 pesetas de las de entonces, más de 100.000 actuales. Por aquel principio de siglo alcanzó fama el célebre carnero "Pepete", vencedor en más de 50 combates. Era propiedad de Domingo Oteiza, de Eibar, y resultó vencido por primera vez en la Plaza de Toros de San Sebastián, el día 26 de noviembre de 1911, por un carnero de Dámaso Arruti, criador de San Sebastián. Otros famosos carneros, entre 1910 y 1920, fueron "Raku", de José Ramón Otaegui, de Tolosa; "Potxolo", de José Antonio Echezarreta "Aguerdicho", de Nuarbe (Azpeitia); "Chino", de Ermua; "Kortadi", de Azpeitia; "Ezcurra", de Juan Cestao, de Leiza. Más de 3.000 personas acudieron a la plaza de toros de Tolosa el 20 de febrero de 1912 para presenciar la lucha entre un carnero de Astigarreta y otro de Alzo, prueba de la expectación que despertaban hace 50 años estas luchas.

Han pasado a la pequeña historia, transmitida de boca en boca, nombres de moruecos famosos por su bravura y resistencia. Citaremos aquí a "Chato", de Mendiola. Pesaba 60 kilos y ganó 19 peleas, perdiendo la veinteava porque estaba aquejado de tétanos, circunstancia que se averiguó en el matadero, una vez sacrificado. También de Mendiola era el famoso "Perico", que ganó las 12 peleas jugadas.

Las peleas de moruecos están prohibidas a tenor de los dispuesto en el artículo 8.° del Reglamento de Policía de Espectáculos Públicos, del 3 de mayo de 1935, que dice textualmente: "Quedan prohibidos los espectáculos o diversiones públicas que puedan turbar el orden o sean contrarias a la moral o a las buenas costumbres; asimismo, las peleas entre animales y el uso de animales vivos en cucañas o como tiro al blanco u otros similares , manteniéndolos sujetos y, en general, los que impliquen maltrato o crueldad para los animales". Diversas circulares de la Dirección General de Seguridad han orientado sobre la aplicación del citado artículo. Y en último grado, la autoridad gubernativa, en cada una de las provincias vascas; ha dispuesto sobre la celebración de las luchas de carneros, oscilando su postura entre la prohibición absoluta o la tolerancia, según sus criterios personales o las circunstancias del momento. Las peleas de carneros se celebran, sin embargo, al margen de todo permiso gubernativo, en desafíos privados entre propietarios.

En otros países se ha aprovechado el instinto congénito de topar del morueco para enfrentarlo con otro ejemplar de su especie. Así sucede en el Tirol austríaco. Antes de nuestra era, Alejandro Magno llevó a Oriente Medio, junto a sus ejércitos, ovejas y carneros egeos. Hoy la lucha de los moruecos descendientes de aquella raza griega constituyen uno de los espectáculos nacionales de Afganistán, donde se rigen por costumbres y normas muy parecidas a las nuestras. Ref. Aguirre Franco: Juegos y Deportes Vascos, "Enciclopedia General Ilustrada del País Vasco", 1971, pp. 248-257.