Industrias

ORCONERA IRON ORE COMPANY LIMITED

La Orconera Iron Ore Company Limited se constituyó en Londres el 17 de julio de 1873. El 1 del mismo mes su representante había celebrado dos contratos con la sociedad Ybarra Hermanos y Compañía para el arrendamiento de una concesión de ferrocarril minero y de varias importantes explotaciones, que fueron ratificados en Bilbao ante el notario Serapio Urquijo el 23 de septiembre de 1874. El capital social de la empresa se fijó en 200.000 libras esterlinas y se dividió en 20 acciones de 10.000 libras de valor nominal. Tres importantes empresas siderúrgicas europeas, las británicas Dowlais y Consett y la alemana Krupp, suscribieron una cuarta parte cada una. Ybarra Hermanos y Compañía se quedó con el 25% restante, esto es, con 5 acciones que representaban un capital de 1.250.000 pesetas. En realidad, el acuerdo inicial para constituir Orconera se pactó en 1872 entre Dowlais e Ybarra al 50%, pero finalmente se dio entrada a Consett y Krupp. En 1879 se emitieron obligaciones por un valor de 150.000 libras al 7% de interés anual y a 9 años, que fueron suscritas por terceras e iguales partes por los socios extranjeros y amortizadas en 1888 (Archivo Foral, Fondo Ybarra, legajo 2015/09).

El objetivo de los socios de la Orconera fue el mismo que poco antes impulsó la creación de la Bilbao Iron Ore y la Luchana Mining, y que llevaría a la de la Franco-Belga unos años después: la integración vertical hacia atrás de las empresas siderúrgicas europeas con las minas del criadero de Vizcaya, con el fin de obtener a bajo precio y, sobre todo, de manera segura y regular, el suministro del mineral de hierro sin fósforo que necesitaban para fabricar el lingote para acero Bessemer con el que alimentar sus convertidores recién implantados (Escudero, 1998: 182-6). Desde 1876 se convino que cada socio extranjero recibiera 200.000 toneladas al año, y 100.000 el socio español para su fábrica de Baracaldo, al precio preferente de un chelín y 7 peniques -unas 2 pesetas- por encima del coste de producción. En 1882 los Ybarra traspasaron este contrato a Altos Hornos de Bilbao a cambio de media peseta por tonelada suministrada (Archivo Foral, Fondo Ybarra, legajo 2087/01).

Orconera se creó también para adueñarse de la concesión de ferrocarril minero de los Ybarra. En este sentido, los tres socios de Ybarra Hermanos y Compañía, Juan y Gabriel Ybarra y Cosme Zubiría, premiaron a sus primogénitos varones dejando en sus manos el cumplimiento de los trámites que se requerían para obtener de las autoridades las concesiones de la vía férrea y de un cargadero de mineral en la ría del Nervión. De esta forma José Antonio Ybarra Arregui, Fernando Luis Ybarra Arámbarri y José María Zubiría Ybarra obtuvieron unos beneficios fabulosos con el solo esfuerzo que supuso realizar varios viajes a Madrid y Londres y, sobre todo, controlar los movimientos de las personas enviadas a la capital de España para lograr el permiso para el cargadero y la exención arancelaria del material ferroviario. Entre 1871 y 1873, varios futuros directores de la Orconera y un grupo de diputados se afanaron en conseguir ambas cosas a las órdenes de José Antonio Ybarra (Archivo Foral, Fondo Ybarra, legajo 2065/01).

La línea férrea había sido declarada de utilidad pública en noviembre de 1871 por el Gobernador Civil de Vizcaya sin mayores problemas después de un informe favorable del ingeniero Ignacio Goenaga, con objeto de facilitar y acelerar las indispensables expropiaciones de los terrenos por donde estaba previsto que pasara el tendido. La nueva línea iría "de los montes de la Orconera y El Espinal hasta un fondeadero en Luchana, con un ramal a la fábrica del Carmen". El ingeniero encargado de los planos y las obras fue Pablo de Alzola y Minondo, quien acompañó a Fernando y José Antonio Ybarra en uno de sus viajes a Inglaterra, y a quien se le asignó en mayo de 1872 un sueldo anual de 15.000 pesetas por dos años. También se aprobaron con rapidez dos nuevos ramales y se concedió la utilización de la margen izquierda del Nervión a su paso por Luchana para emplearla como embarcadero (Archivo Foral, Fondo Ybarra, legajos 1999/12, 2012/02, 2086/02, 2086/05 y 2087/01).

La sociedad Orconera arrendó la concesión del ferrocarril en junio de 1873 y se hizo cargo de su construcción. El precio que pactó con los 3 concesionarios fue de 4 peniques -unas 0,4166 pesetas- por tonelada de mineral propio transportada con un mínimo anual de 1.666 libras esterlinas, y se estableció una remuneración escalonada para el mineral ajeno. El contrato de arrendamiento de minas fue aún más remunerador. Los hermanos Juan y Gabriel Ybarra y su cuñado Cosme Zubiría arrendaron las importantísimas explotaciones llamadas Orconera, Carmen y Previsión, así como otras de menor rango como Magdalena, Concha y la mitad de César a la Orconera Iron Ore por un canon de 8 peniques -unas 0,833 pesetas- por cada tonelada extraída, y un canon mínimo anual establecido en 3.333 libras esterlinas. A esas 6 minas se añadirían 3 demasías -a Carmen, a Magdalena y a Previsión- el 18 de junio de 1881 y la quinta parte de la mina Trinidad el 21 de diciembre de 1883 (Archivo Foral, Fondo Ybarra, legajos 2012/02 y 2016/08).

La empresa trató de iniciar su actividad y extraer mineral ya durante la guerra civil, haciendo valer su influencia sobre los jefes carlistas Dorregaray y Cástor, pero le fue prohibido el uso de barrenos (Archivo Foral, Fondo Ybarra, legajo 1601). Por ello, comenzó su producción regular una vez finalizó la contienda, en 1876, extrajo 452.000 toneladas en 1880, ascendió a 629.000 en 1885 y alcanzó casi el millón de toneladas en 1890, manteniendo esa cota al menos hasta 1900 y convirtiéndose en la primera empresa del sector sin seguidores cercanos a excepción de José Martínez Rivas. De sus explotaciones salió la quinta parte del mineral de hierro del yacimiento vizcaíno entre 1876 y 1936, cuarenta millones de toneladas de un total de doscientos aproximadamente (Escudero, 1998). Sin duda la empresa constituyó un éxito, por dos motivos: cumplió con su más ambicioso objetivo, que fue el abastecimiento regular y barato de mineral a la siderurgia extranjera, y remuneró generosamente al capital invertido.

La magnitud de los beneficios alcanzados por los Ybarra en el negocio de la Orconera sobrepasó hasta sus propias previsiones, según su testimonio. Juan María Ybarra dejó escrito en su testamento que el ferrocarril minero había dado "rendimientos cuantiosos que en un principio no podían haberse sospechado" (Archivo Foral, Fondo Ybarra, legajo 2302/03). Entre 1876 y 1930 el grupo familiar obtuvo una suma aproximada de 80 millones de pesetas entre los cánones de minas y ferrocarril y los dividendos de su participación del 25% del capital de la empresa. Otros veinte millones provinieron de la Franco-Belga. Ahora bien, esta cifra redonda de cien millones, a los que habría que sumar otros cincuenta de su actividad siderúrgica, se repartieron entre numerosos herederos asentados en varias regiones y ciudades españolas que habían dejado de comportarse como un grupo inversor unitario excepto para la percepción de dichas rentas (Díaz Morlán, 2002: 156-9).

En otro orden de cosas, la Orconera desempeñó un papel fundamental en los conflictos sociales de Vizcaya y en el desarrollo del movimiento socialista. La famosa huelga de 1890, que terminó con la aceptación de las reivindicaciones obreras gracias a la decisiva intervención del general Loma, partió el 13 de mayo de un grupo de doscientos trabajadores de la Orconera que se extendió por las explotaciones colindantes de La Arboleda y bajó después a Gallarta y Ortuella, localidad en la que al día siguiente se concentraron entre 7.000 y 9.000 mineros. Cuando se sumaron las fábricas de Sestao y Baracaldo el número de trabajadores en huelga ascendió a 30.000. Fue entonces cuando el partido socialista, con Facundo Perezagua a la cabeza, asumió la dirección del movimiento reivindicativo, pero la llegada del ejército acabó con las intenciones de marchar sobre Bilbao. A cambio, Loma obligó a los patronos a firmar un pacto con los representantes obreros por el que se suprimía la obligatoriedad de los barracones y se rebajaba la jornada laboral en las minas a diez horas (Fusi, 1975: 87-94).

Aquella fue una ocasión célebre que se recordó durante años y que extendió la sensación entre los mineros de que la militancia organizada era innecesaria para lograr las mejoras deseadas, lo que dificultó la extensión de los sindicatos en la zona minera. Desde 1890, y salvando las no tan relevantes protestas de 1892 y 1903 -la primera de ellas también surgió de manera espontánea en la Orconera-, Vizcaya no volvió a sufrir un conflicto de similar importancia en la zona minera hasta 1910. El 15 de julio de aquel año los obreros se declararon en huelga y reivindicaron la jornada de nueve horas. La Asociación de Patronos Mineros se negó a ceder y la lucha se alargó casi dos meses, hasta que el 6 de septiembre Martínez Rivas hizo público que aceptaba las reclamaciones de sus trabajadores, actitud copiada por Horacio Echevarrieta al día siguiente. Esta posición rompió la unidad patronal y deshizo su estrategia de resistir las presiones obreras, de tal forma que la huelga fue ganada por los trabajadores al aceptar los empresarios sus reivindicaciones el día 20 de septiembre. Conviene indicar que tanto las principales minas de Rivas -Unión y Amistosa- como la de Echevarrieta -la Parcocha- constituían enclaves rodeados por las explotaciones de Orconera, en el área central del criadero, junto a La Arboleda. Lo que ocurría en ellas necesariamente afectaba a las condiciones de trabajo de toda la zona minera.

La huelga de 1910 fue el mayor momento de gloria del dirigente socialista Facundo Perezagua pero, pasada la I Guerra Mundial y desplazado aquél por el más moderado Indalecio Prieto, las relaciones entre patronos y obreros durante las décadas de 1920 y 1930 hasta el estallido de la Guerra Civil se caracterizaron más por la negociación que por el enfrentamiento, tanto en la minería como en la industria de Vizcaya. Orconera siguió manteniendo su posición hegemónica en la producción de mineral de la provincia y dando trabajo a la cuarta parte de los obreros del criadero de Somorrostro: a la altura de 1924, 1.700 de un total de 6.900 (Olábarri, 1978: 454).

La exportación de mineral de hierro por el puerto de Bilbao se mantuvo durante la Guerra Civil en el mismo nivel que en los años previos, en torno a un millón de toneladas -algo menos en 1937-, y descendió durante la II Guerra Mundial. La producción conjunta de Orconera y Franco-Belga entre 1938 y 1955 osciló entre la mitad y dos tercios del total de la provincia. El criadero mostraba signos evidentes de agotamiento pero aún quedaba espacio para el negocio, pues la siderurgia todavía demandaba el mineral cercano para abastecerse a pesar de que la mayor parte de sus necesidades las cubría con el que venía del Rif y otros lugares. Altos Hornos de Vizcaya, que ya había comprado las acciones de Orconera en la década de 1940, se hizo con los derechos sobre las minas en la de 1950 por 21 millones de pesetas. Hasta entonces había seguido pagando el canon de arrendamiento a los numerosos herederos -más de un centenar- de aquellos Ybarra que firmaron los viejos contratos de arrendamiento en la década de 1870 (Díaz Morlán, 2002: 282-3). Finalmente, en 1968 AHV convirtió todos sus intereses mineros vizcaínos en una filial, de nombre Agruminsa, que subsistió con unas producciones anuales no muy altas -de unas 200.000 toneladas de contenido en hierro en los últimos ejercicios- hasta que se decidió su cierre en 1993.