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NACIONALISMO (EL NUEVO NACIONALISMO VASCO)

El recambio generacional (1960). Veinte años después de acabada la guerra aquella parte de la juventud que siente inquietudes de tipo nacionalista (ya sea por tradición familiar, ya por vivencias propias) va a hallarse ante una situación que podría ser definida como de soledad generacional y asfixia socio-política. El peso de la guerra ha conseguido que la sociedad española sea un erial en el que perecen, por inanición, todas las iniciativas que no sean conformes con los ideales del Régimen franquista. En el caso vasco tal situación se ve agravada por la amarga sensación de haber perdido el nacionalismo vasco la guerra, con todas sus consecuencias institucionales (fin de la autonomía, fin de los Conciertos económicos en Vizcaya y Guipúzcoa, etc.), sociales y políticas, y de haber sido traicionado, ese mismo nacionalismo vasco, hasta entonces creyente y en su mayor parte, confesional, por la Iglesia católica, brazo derecho del Nacional-catolicismo franquista. Además, como ocurriera en tiempos de S. Arana, una nueva inmigración castellanoparlante se establece de forma masiva en Guipúzcoa y Vizcaya, poniendo en peligro el precario equilibrio interno identificacional del etnogrupo. En este contexto y en el del nacimiento de los Movimientos de Liberación Nacional a escala mundial (Cuba, Argelia) y del Anticolonialismo (Egipto, Africa negra) esta nueva generación nacionalista se siente impulsada a actuar y a buscar para esta actuación algún género de cauce. Este va a ser el asociacionismo clandestino universitario y las viejas redes semideshechas del nacionalismo de la preguerra: Juventud Vasca del PNV, ahora Eusko Gaztedi del Interior (EGI), y Solidaridad de Trabajadores Vascos, los «solis» o ELA. La conjunción del grupo universitario EKIN con EGI en 1955 y la ruptura con el PNV en 1959 da lugar al nacimiento de Euskadi ta Askatasuna (ETA). EGI es reconstruida pero seguirá suministrando, a partir de sucesivas escisiones, importante material militante a ETA. También a ELA-STV de la que en 1964-5 se desprende ELA-Berri o ELA del Interior, en el seno de la cual se efectúa, al margen ya del puro nacionalismo radical de ETA, una nueva visión del nacionalismo mediante el planteamiento socialista de la cuestión nacional (1963): «El «nacionalismo» de los trabajadores oprimidos, se basa en el derecho indiscutible que les asiste a la autodeterminación nacional, a utilizarla de acuerdo con las condiciones y objetivos peculiares del grupo nacional, de su desarrollo económico, social y cultural como tal nación. La renuncia, total y sin equívocos, a la opresión nacional es supuesto imprescindible de la integración internacional de las clases laboriosas. Quien, en palabras, o en hechos, niega este principio, cualquiera que sea la etiqueta social o política que se atribuya, se aparta fatalmente de las posiciones de clase de los trabajadores para caer en el nacionalismo imperialista, convirtiéndose así en parte integrante de las fuerzas burguesas o feudales de la nación opresora. Quien combate el nacionalismo liberador de la nación oprimida apoya necesariamente el nacionalismo explotador y retrógrado de la nación opresora. A diferencia del nacionalismo, que combate determinados intereses de clase en beneficio de otros, el internacionalismo socialista combate todas las formas nacionales e internacionales de la opresión de clase. Los trabajadores de la nación opresora demuestran ante todo su internacionalismo por su apoyo de palabra y de hecho al movimiento de liberación nacional de los pueblos oprimidos por su propia nación, por su lucha total contra el nacionalismo de las clases dominantes de su propio país. Los trabajadores de la nación oprimida lo demuestran tratando su movimiento de liberación nacional como una parte de la lucha de clases nacional e internacional». (Principios de ELA, 1963).

Introducción del método marxista (en ETA la Nación como «marco autónomo de la lucha de clases»), laicismo, rupturismo generacional, lucha activa antifranquista caracterizan a la generación politizada de la postguerra (no olvidemos a la gran mayoría apolítica) que milita en el campo nacionalista. Dentro de este contexto y sin olvidar la coyuntura internacional (protesta estudiantil, guerra del Vietnam, invasión de Checoslovaquia, Ulster), nace en 1968 el recurso a la lucha armada (no el porte de armas, iniciado antes por EGI) con la muerte de un guardia civil, Pardines, por Xabier Echevarrieta, miembro de ETA. El recurso a esta vía, condenado por el nacionalismo tradicional y por la nueva ELA, marcará, desde este momento, la gran línea divisoria intranacionalista, lo cual no obsta para que ETA, concebida como un Movimiento Revolucionario Vasco de Liberación Nacional, disfrute, merced a las simpatías que despierta en su lucha contra una Dictadura totalitaria y antinacionalista, del apoyo tácito o expreso de sectores cada vez mayores de población vasca y española. El punto álgido de esta simpatía y de esta solidaridad, no sólo de tipo local sino también internacional, lo disfrutará ETA cuando a finales de 1970 dieciséis militantes de la organización sean juzgados en Burgos en un juicio cuyas imágenes y peripecias darán la vuelta al mundo suscitando múltiples presiones, manifestaciones públicas y acciones diplomáticas sobre el general Franco. La «operación Ogro», el atentado que costará la vida al brazo derecho y sucesor de Franco, almirante Carrero Blanco, en 1973, será considerada su obra maestra, tanto por ser una operación sin apenas víctimas inocentes como por atribuírsele la virtualidad de haber desbaratado todos los planes del dictador cara al futuro y a su sucesión política.

La simpatía despertada por la espectacularidad de estas acciones deja en la penumbra y sin apenas apoyos a todas las restantes organizaciones vascas, tanto nacionalistas como operantes también a nivel de Estado. La lucha armada de ETA es percibida en ese momento como el último recurso, como la única respuesta posible a una opresión vivida como cada vez más insoportable tanto por la comunidad nacionalista como por muchos antifranquistas, sean o no vascos. El arraigo que dicho recurso va a experimentar durante estos años va a ser decisivo ya que el mecanismo seguirá funcionando, de forma refleja, incluso cuando cambien las circunstancias que le dieron vida.

Idoia ESTORNÉS ZUBIZARRETA