Pintores

Montes Iribarren, Jesús

Pintor, nacido en Irun (Gipuzkoa) el 27 de junio de 1940.

Es hijo del prestigioso pintor Gaspar Montes Iturrioz, que le enseñó los secretos del arte, ampliando sus estudios en Madrid y París. Consiguió en 1959 el Primer Premio en el Certamen de Navidad celebrado en San Sebastián y el Segundo Premio del Certamen Nacional de Pintura de 1962. Pasó una época de su vida estudiando en Bruselas. Sus exposiciones han sido numerosas, destacando las realizadas en Oslo (Noruega), Irún, San Sebastián, Bilbao, Madrid, Barcelona, Zaragoza, Iruña, Hondarribia, Marbella, etc. También expuso en París en 1957. Sus obras están expuestas en museos como San Telmo de Donostia, y el de Arte Moderno de Bilbo. Destacan: El gallo negro, Palometa, Ziga, Caballos, Donamaria, Iglesia de Zubieta, Erasun, Pastando, La Noche y los caballos, Retrato de M. Sánchez Marco, Ventana, Agustín Boyer, etc.

María Doñate (Zaragoza, 1965) lo ve así:

"El pintor Jesús Montes, que cuenta en la actualidad 25 años de edad, tiene ya dividida en épocas su singladura artística: su primera época es la titulada azul, que le gustaba mucho a Vázquez Díaz, en la que crea con menos pasta en el lienzo que anteriormente y cuyas telas demuestran ya la posesión de la serenidad que irá conquistando hasta su plenitud; la época negra pletórica de tierras y de tonos borrosos, parduzcos, y por fin la época actual, de tonos dorados y con verdes de cardenillo, salpicados de pronto por rojos vivos".

Philippe Crocq (París, 1966):

"La pintura de Montes tiene vida porque al adquirir una técnica no ha caído en una inmovilidad decadente. Hay una explicación en todo esto, explicación contenida en su sensibilidad. Montes pinta con el corazón, es un ser esencialmente sensible, con todo lo que esto encierra de excesos y de razón. (...) Conmovido por las flores, los frutos, los animales, los objetos, así como por el espectáculo de otras bellezas naturales, su sensibilidad es abstraída sobre todo por el retrato, rasgo que le acerca a los expresionistas".

Megara (Bilbo, 1967):

"Tiene el mérito de haber sabido asimilar de tal suerte la noble y antigua manera de la pintura mixta -temple y óleo-, que, lejos de convertirla en una cansina y monótona repetición de fórmulas aprendidas, la ha convertido en una forma personalísima, materializada de expresión, de un sentimiento artístico, como es suyo el dibujo sutil y delicado, transido de un intimismo poético que juega muy bien con la luminosidad de unos fondos que respiran a través de las veladuras levísimas -uno evoca el "Cardenal desconocido", de Rafael, en el Prado-que colorean y entonan los cuadros".

Arramele (Donostia, 1969):

"En los retratos, Jesús Montes se nos muestra el gran dibujante que siempre ha sido, con menos prejuicios que antaño; si a veces, a expensas del color, y otras, a una excesiva síntesis, tienen fuerza expresiva, vida -y suponemos, pues desconocemos a los modelos- parecido".

Catón (Donostia, 1970):

"Jesús Montes sigue fiel a su universo de barro, a su mundo de cántaros y pucheros, cuya forma inerte rescatada de la etnografía, parece cobrar vida al toque mágico de sus pinceles y amplía hoy esa temática sencilla, en ocasiones deliciosamente franciscana-y hasta técnicamente "trecentista"- para colgar en sus realistas paredes los artesanos cestillos, formas -multiformas- nuevas en el panorama estético del pintor bidasotarra. Hay algo de mural en la expresión colorista de ciertas composiciones interiores, en las que juegan las formas cuadradas y prismáticas, los ecos y vanos de pueblerinas alacenas, que son como ventanas abiertas a intimidades misteriosas".

José Berruezo (Donostia, 1973):

"Jesús Montes en esta su exposición acredita con el empleo de la gama de azules y verdes, con los leves toques de carmín, una evolución cromática en la que sin renunciar a los sienas, las tierras y los rojos han ido ganando fuerza expresiva. Y expresiva -aún diría que expresionista- es una buena parte de su pintura actual: Díganlo esas alacenas, esos armarios, esos muebles rústicos, que ganan trascendencia decorativa en su recreación pictórica: El armario de Marbella, La panera riojana, El armario andaluz, por citar sólo algunos temas ya constantes en el repertorio del artista".

L. Muñoz Viñaras (Bilbo, 1973):

"Jesús Montes ha escogido la ardua tarea de demostrar la frescura inmarcesible de las viejas palabras bien dichas; de poner al día, con fluida sintaxis expresiva, la noble antigüedad de unos textos inmortales. El color, susceptible como con ninguna otra técnica de manifestarse en plenitud tonal y de proyectar el prisma plural de poética y misteriosa sugestión de matizaciones que sólo se consiguen con las veladuras. (...). En este camino está Jesús Montes. Un camino que, partiendo del mismísimo Tiziano, pasa, ya sé, por Pancho Cossío. Pero que no termina en el genial montañés y que el artista que lo transite no tiene que detenerse en él necesariamente. Cada quien se ha de fijar su meta y el ritmo de su andadura. Yo creo que Jesús Montes sabe muy bien por dónde se anda y a dónde va. Al tiempo".

J. M. Alvarez Emparanza (La pintura vasca contemporánea, 1978, Donostia):

"Emplea una técnica muy lograda, jugando con la superficie lisa del "tablex", apoyándose en una serie de combinaciones que pueden recordar a procedimientos de verdadera "alquimia", hasta dibujan desdibujando. No plasma la raledad que contempla, sino que interpreta el tema elegido, rehuyendo los convencionalismos".