Monasterios

Monasterio de La Oliva

La fundación de La Oliva -polémica-. (Sobre el problema fundacional, ver Marín, Hermenegildo: "La Oliva, fundador y fecha fundacional", en Príncipe de Viana, 90-91, 1963), se efectuó, en todo caso, antes de 1150, en base a la donación efectuada en 1134 por García Ramírez el Restaurador a Bertrando, abad de Scala-Dei, del lugar de La Encisa -núcleo fundacional del monasterio- con todos sus términos "de media Bardena arriba y de Almenara adentro, de Puy redondo abajo y de (río) Aragón afuera" para fundar una abadía del Císter. El mismo rey, en carta posterior a 1150, tras limitar la demarcación de La Oliva, concede La Encisa sin delimitar los términos de ésta.

Durante los siglos XII y XIII se desarrolla el núcleo fundacional de Oliva-Encisa: en 1151, Ramón Berenguer IV dona al monasterio la granja de Figarol, confirmando las primitivas donaciones. Esta fundación recibe la confirmación papal por bula de Eugenio III en 1152 (Encisa, Figarol y Castelmunio -donado por Sancho el Sabio-). En 1154, Ramón Berenguer concede el Privilegio de Salvaguarda y en enero de 1157, en Tudela, Sancho VI el Sabio confirma a su vez las posesiones y privilegios. En enero de 1162, el mismo rey dona a la Oliva la villa de Carcastillo con todos sus términos, derechos y pertenencias, confirmando la donación de García Ramírez del núcleo patrimonial inicial de Encisa-Oliva-Castelmunio. El mismo año, todo ello es refrendado por Alfonso II de Aragón y por el papa Alejandro III.

Cuatro años más tarde, los canónigos de Monte-Aragón entregan su iglesia a La Oliva; en 1188, Clemente III concede al monasterio un Privilegio General que acaba de solidificar la posición y patrimonio olivense, que entre 1164 y 1198, año de la consagración, ve construir su iglesia. En 1210 Pedro II de Aragón hace donación de la granja de Podio de la Casta y hasta 1232 se adquiere, por donación o compra, numeroso patrimonio en términos de Figarol y Ejea -abriéndose así a las Cinco Villas aragonesas- lo que será confirmado por Jaime I en 1255. En 1230 el concejo de Santa María de Ujué concede al monasterio un soto "entre el río Aragón y la villa de Oliveta"; en 1233 Jaime I les libera de portazgos, peajes, lezda y qualquier uso y tributo, instrumento fundamental para la conservación y engrandecimiento del patrimonio; en 1248 concede un Privilegio de Salvaguarda.

El año de 1249, fundamental para la historia de La Oliva, ve otorgar a Inocencio IV el Privilegio General de la Orden del Cister (Lyon, 5 de noviembre) y ocho días más tarde, un Privilegio General para el monasterio navarro, que será confirmado en 1259 por Alejandro IV . En 1281, Gimeno de Aybar hace donación testamentaria de todos sus derechos sobre la villa de Mélida, que equivalía a una cuarta parte de todo el término y que pone la base del futuro señorío olivense sobre este lugar. En 1279, Aznar de Sada dona sus posesiones en Muruzabal de Andión, y el monasterio compra dos años más tarde los bienes que en esta villa poseían las benedictinas de Huesca. En 1298 La Oliva compra numerosas tierras en Murillo el Fruto. Durante estos primeros tiempos las posesiones del monasterio se extienden por numerosos lugares de las Cinco Villas de Aragón (Sádaba, Luna, Luesia, Erla, Calardués, Frago, Malpica, etc.), así como lugares donados por Teobaldo II en 1269.

Con el siglo XIV vive La Oliva uno de sus abadiazgos más prósperos, el de Lope de Gallur, que durará hasta pasada la mitad del siglo. Este abad compra Murillo el Cuende y el castillo y villas de Lodosa, Ibiricu y San Constaniano; estos tres lugares serán recuperados para la corona por Carlos II -gran protector de Gallur, su consejero- a cambio de las rentas de Caparroso y otras compensaciones. Se completa el dominio sobre Mélida en 1351 y se compran Murillo el Cuende y derechos sobre Caparroso y Zizur Mayor. A partir de este momento La Oliva llega al zenit de su poder.

El abad tenía el señorío sobre las villas de Mélida, Carcastillo y Murillo el Cuende, además de inmensos bienes y derechos en Navarra y Aragón, como los que tuvo sobre las pechas de Caparroso y Zizur. En 1414 se le incorporará el monasterio de Marcilla; en 1460 se adquirirá el lugar zaragozano de Biota.

En 1366 es asolada parcialmente La Oliva al paso de las Compañías francesas que apoyaban a Enrique de Trastámara en su lucha por el trono castellano; la riqueza olivense se manifiesta en su rápida capacidad de recuperación. El señorío abacial se manifiesta completo y asimilable al civil, con jurisdicción baja y mediana en las villas de señorío, estando exentos de la jurisdicción episcopal, lo que ocasionó no pocos conflictos. Participaban los abades olivenses en el brazo eclesiástico de las Cortes navarras, llegando a ocupar los más altos puestos del Reino, especialmente durante los abadiazgos más pujantes, el citado de Lope de Gallur y el de Pedro de Eraso (1468-1502), en el que llega La Oliva al máximo poder de su historia, siendo su poder temporal y espiritual irremplazable para la Corona, que la colma de privilegios.

La concesión por Adriano VI a Carlos I del derecho de presentación de abades sentará las bases de la pérdida de poder e independencia de La Oliva. Por el sistema de encomienda, los abades propuestos por el emperador, como Juan Pérez Pobladura, se limitaron a cobrar rentas y actuar señorialmente, negándose incluso -como el citado Pobladura- a tomar los hábitos. La Encomienda fue muy perjudicial para el monasterio, hasta que en 1585 Felipe II comienza a nombrar abades de la Congregación de Castilla, procedentes varios de la casa matriz cisterciense de Valparaíso.

Fray Luis de Estrada, rector del colegio de San Bernardo de Alcalá, en un informe a Felipe II hacia 1568, refiriéndose al estado de los monasterios cistercienses navarros, dice:

"Aquellas casas padecen gran detrimento en el culto divino, en los edificios y en la clausura, por no estar reformadas, porque los abades claustrales han pretendido más disfrutar de las rentas que no aumentar la religión, lo cual todo redunda en gran detrimento de la conciencia de su majestad, que los presenta".

Desde mediados del siglo XVI y hasta entrado el XVIII, y durante los abadiazgos "castellanos" y cuatrienales (a partir de 1636), conoce La Oliva su época de mayor auge espiritual e intelectual, renovándose y floreciendo su estudio. A mediados del siglo XVII queda encuadrado el monasterio en la Congregación Cisterciense de Aragón, aunque esta adscripción no se formalizó hasta fines del siglo. En 1647 se trajeron impresores conociéndose dos obras de esta imprenta: una de 1647, Tractatus monasticus, de Nicolás Bravo, y otra de 1648, Notae literales Regulae Smi. P. N. Benedicti abbatis, del mismo autor.

Durante la Guerra de Sucesión española (1704-1713), en que las tropas del archiduque saquearon Carcastillo sin llegar a dañar La Oliva, el monasterio fue fiel a la causa borbónica, contribuyendo económicamente a ésta y auxiliando a las tropas de Felipe de Anjou, sufriendo, no obstante, las consecuencias indirectas de la guerra. Durante este siglo se hicieron notables mejoras como los nuevos dormitorios y hospedería, así como el palacio abacial.

En 1722 aparece el primer síntoma de debilidad económica, venden Murillo el Cuende y compran la granja de Cambrón al monasterio de Rueda. En el transcurso de la guerra contra la Convención francesa tuvo La Oliva un hospital, teniendo que trasladarse provisionalmente parte de la comunidad a otros monasterios de la Orden, llegando el hospital a acoger 1.200 enfermos.

En 1809 el Gobierno francés tomó posesión del monasterio con todos sus bienes y rentas, estando vacante la comunidad desde 1808 hasta 1814. Tras la restauración de Fernando VII fue reincorporada la comunidad al monasterio, teniendo que vender numerosos bienes para hacer frente a la situación.

En 1818 la Corona española se reserva la jurisdicción de señorío y el derecho de nombramiento del alcalde de Carcastillo. Durante el Trienio Liberal (1820-1823) fue suprimido de nuevo, siendo exclaustrada la comunidad en 1821 y vendidos todos sus bienes un año más tarde.

Tras la reinstauración absolutista y con los abades P. Arizmendi (1826-1830) y Andrés de Lizarraga (1831-1835) conoce La Oliva un breve renacer, hasta la desamortización de Mendizábal. En 1835 el monasterio es ocupado militarmente, exclaustrada la comunidad y expropiados sus bienes, que fueron subastados, siendo entregados los objetos de culto, junto con el archivo, al cabildo de Tudela. Las corralizas que poseía (5.000 Has.) y los bienes que le quedaban desde las enajenaciones de 1822, fueron subastados en Madrid y Pamplona en 1840. Entre éstas -y con la Granja, El Prado, La Plana, La Becerrilla y Pradolobera-Figarol, primera donación aneja al núcleo fundacional, por lo que podemos decir se cierra el ciclo histórico de la vida de La Oliva. Las edificaciones monasteriales se pusieron a la venta en 1843 como material de derribo.

Fue La Oliva restaurada en 1927 a instancias de la Comisión de Monumentos de Navarra, haciéndose cargo del monasterio la comunidad cisterciense de la Estricta Observancia de Val de San José, de Getafe (Madrid), que permanece en él y ha hecho florecer de nuevo la vida monástica, habiendo sido restaurados los edificios por la Institución Príncipe de Viana en los años 50-60. Fue de nuevo erigida en abadía en 1948.

  1. Bertrando (1134, 1164)
  2. Guillermo de Vaxin ( 1188)
  3. Aznar de Falces (1193-1212)
  4. Andrés de Ucar (1223-1236)
  5. Pedro de Conches (1247-1256)
  6. Raimundo de Bearne (1269)
  7. Miguel Arteiz de Lizarraga (1281, 1291, 1300)
  8. Sancho (1306)
  9. Martín Jiménez de Aybar (1311, 1320, 1322)
  10. Pedro de Puente La Reina (1325, 1328)
  11. Lope de Gallur (1332-1362)
  12. Juan de Peralta (1398, 1414, 1459)
  13. Pedro de Eraso (1468-1502)
  14. Alfonso de Navarra (1503-1526)
  15. Martín de Rada; Juan Pérez Pobladura (1554)
  16. Miguel Goñi (1564-1579)
  17. Domingo Labayen (administrador)
  18. Esteban Guerra (1585-1588)
  19. Francisco Suárez (1591-1595)
  20. Gaspar Gutiérrez (1596-1605)
  21. Bernardino de Agorreta (1605-1611)
  22. Luis Aux de Armendáriz (1613)
  23. Angel del Aguila (1636-1640)
  24. Nicolás Bravo (1645-1647)
  25. Mauro Escároz (1652-1656)
  26. Angel Monreal Sarria (1656-1659)
  27. José Cárcar (1660-1664)
  28. Jerónimo Virto (1676)
  29. Andrés Baquedano (1704-1708)
  30. Francisco Morales (1760)
  31. Antonio de Resa (1776-1790)
  32. Javier Jiménez (1794)
  33. Vicente Martínez ( 1804)
  34. Pascual Belio (1807)
  35. Mateo Zuazo (1815)
  36. P. Arizmendi (1826-1830)
  37. Andrés Lizarsaga (1831-1835)
  38. José Olmedo Arrieta (1948-)
  39. Plácido Arenaz Azcárate (1957-)
  40. Mariano Crespo Domingo (1972)