Sacerdote y escritor en lengua vasca. Nacido en Eibar en 1745, fallecido en 1804.
Hijo de padre médico, oriundo de Navarra, y de madre vizcaína. Su infancia transcurrió en Deba y Markina ya que debido a la profesión de su padre tuvo que cambiar varias veces de domicilio. Ordenado sacerdote en 1770 fue destinado como párroco a Xemein, Markina, puesto que ocupó durante dieciséis años hasta 1804, fecha de su muerte. Fue tío de otros dos buenos cultivadores de la lengua vasca: Juan José y Vicenta Antonia.
Se sabe que fue un espíritu bondadoso que acogió a los sacerdotes vascos y refugiados de la Revolución francesa en su propia casa. El último testimonio sobre su bondad nos lo da la pluma del P. Añíbarro en el prólogo de su Gramática y es el siguiente:
"Catequista bascongado, cuya muerte ha sido muy sensible para todo el País Bascongado, quien tuvo en vida el consuelo de ver impreso parte de su Catecismo bascongado y lo restante con las aprobaciones necesarias; y en muerte, el de morir como buen Soldado de Jesús, ejerciendo el ministerio de Cura Párroco, contagiado de resultas de asistir a unos apestados. Con tal feliz muerte premió Dios su virtud, pues fue uno de los sacerdotes más celosos, laboriosos, doctos caritativos y ajustados de Bizkaia"
Sin embargo, para completar su semblanza no podemos pasar por alto el dato que nos proporciona Michelena sobre sus actividades como censor de libros, y su intento de ser nombrado pariente de la Inquisición que, recordemos era entonces un tribunal religioso amén del equivalente del cuerpo general de Policía política.
Por lo demás, fue socio de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País y se relacionó con la élite intelectual del mismo -Peñaflorida, Samaniego- así como con otros escritores en lengua vasca -Añíbarro, Astarloa, J. B. Aguirre- y con extranjeros ilustrados como Humboldt y Vargas Ponce. El mismo, a su vez, se vio también incurso en un proceso inquisitorial al verse envuelto en un asunto de apariciones de la Virgen a una de sus parroquianas.
Creemos, pues, que Moguel responde al arquetipo de cierta intelectualidad ilustrada malograda por el vendaval revolucionario y la Guerra contra la Convención francesa, período que aún necesita una ardua investigación en el P. Vasco.