Concepto

Minería. Barrenadores

G.G. Azaola (1827) refleja las duras condiciones de los mineros:

" Cargados con las herramientas y los alimentos para la jornada, diariamente invertían varias horas en desplazarse hasta las veneras, pues todos viven lejos de las minas, a dos, tres y más horas de camino, perdiendo muchas de trabajo, mojándose o cansándose en subir al monte todos los días, y cargando con herramientas, pan, el cantarillo de agua y preciso sustento".

Agregaba que:

"suelen perecer víctimas de sus tortuosas e imprudentes excavaciones, o de su excesivo trabajo para un escaso sustento como el que toman, y las frecuentes humedades y repentinos tránsitos de una temperatura a otra, (...) a la corta o a la larga se van sepultando unos tras otros en las malas excavaciones que hacen, o vienen a fallecer de pulmonías y otras enfermedades que allí atacan con suma frecuencia."

El salario era de cinco reales , el mismo que otro historiador, F. Elhuyar conoció 44 años antes, en 1783.

El informe de la Comisión de Reformas Sociales (1885) tras dejar sentado "que el obrero de Vizcaya, como el resto de los españoles, come poco, malo, caro", en relación con las condiciones de trabajo de los mineros, señala que:

"no tienen frenos mecánicos muchos vagones de ferrocarriles mineros, ni guardabarreras algunos pasos a nivel, ni cobertizos algunos tranvías aéreos sobre ciertas vías, que debía protegerse de los desprendimientos del mineral, ni los trenes nocturnos llevan los faroles reglamentarios de señales, ni se avisa con mucha formalidad el momento de la voladura de los barrenos."

Los barrenadores, tanto en las explotaciones a cielo abierto, como en galerías, trabajaban a jornal fijo, siguiendo las instrucciones del capataz, quien les indicaba dónde y cómo hacer los barrenos.

Julio Lazurtegui, en la obra citada, refiriéndose a 1910 y a los trabajos al aire libre, menciona como jornales diarios de los barrenadores, que representaban el 6% del total de la mano de obra, 3,61 pesetas, prácticamente el mismo que los guardas, menos que los capataces que percibían 4,70 pesetas y superando a los peones (3,25) y que representaban más de las tres cuartas partes del conjunto (9.087 sobre 11.799). A su vez los herreros ganaban 4,5 pesetas, una menos que los albañiles. En las tareas subterráneas, los barrenadores ganaban del orden de un 10% más que a cielo abierto. En esta época la jornada, en términos medios anuales, era de diez horas y media, todos los días excepto los domingos.

A partir de septiembre de 1939, se fijaron los salarios mínimos diarios de los barrenadores, que comprendían a los martilladores, entibadores, artilleros y saneadores, en 10,50 pesetas, y los de los peones obreros de más 18 años, 9,75 pesetas, a las que se agregaban 0,25 pesetas si "trabajaban ordinariamente en el interior de las minas".

Hubo que esperar hasta los años cuarenta del siglo XX para que los trabajadores a cielo abierto recibieran de la empresa buzo y botas de agua.

Era frecuente que los cargadores, trabajaran a destajo, teniendo asignado un precio por "vagona" cargada y equipo, que podía ser aumentado hasta un 25%, en el caso de que el capataz estimara que la labor era más dificultosa de lo habitual. En otros casos se fijaba una tarea diaria individual, aunque se trabajara en equipo y que oscilaba entre 14 y 16 toneladas de mineral cargado en vagonas, según mina y grado de dificultad del trabajo. Una vez alcanzada la tarea, en unos casos daban por terminado el trabajo y en otros lo continuaban, cobrando un tanto por cada carga que sobrepasaba el mínimo establecido. Las cantidades percibidas, por los cargadores, solían ser inferiores a la retribución de los barrenadores. Hacia finales de la década de los años treinta del siglo XX, un cargador ganaba del orden de 7,5 pesetas al día.

En las galerías subterráneas, y hacia 1940, el trabajo habitualmente, se efectuaba en dos relevos, uno de seis de la mañana a dos de la tarde y el segundo de esta hora, hasta las diez de la noche. Los mineros paraban para comer un bocadillo y unas onzas de chocolate, bebiendo únicamente agua.

Hasta la década de los cuarenta, del pasado siglo, los mineros se alumbraban con candiles de acetileno, que eran propiedad de cada uno de ellos, siendo su precio en esa fecha de 25 pesetas, equivalente al salario de tres días, entregándoles la empresa, un kilogramo de carburo (compuesto a partir del que se obtiene el acetileno), a la semana.

Junto a los trabajadores de la zona, eran numerosos los que provenían de Galicia y Castilla, así como los asturianos.

El trabajo de los mineros ha sido históricamente muy peligroso al desarrollarse en condiciones, en muchos casos, extremas, lo que ha afectado muy negativamente a estos trabajadores. Además su retribución no ha guardado relación con las circunstancias en que se ha desarrollado su actividad.

Con el transcurso del tiempo y la mecanización de las explotaciones mineras, se han mejorado sustancialmente las condiciones de trabajo, pero la imagen del minero tradicional, defensor activo de sus derechos, ha llegado hasta nuestros días.