En Gipuzkoa el sector metalúrgico ha supuesto la seña ineludible de su desarrollo económico. De la crisis del sector armero surgió, gracias a la iniciativa de los patronos, un nuevo modelo industrial que ha sabido adaptarse a las nuevas exigencias del mercado.
La tradición ferrona de Gipuzkoa tuvo su continuidad en el moderno sector metalúrgico. Durante el último tercio del siglo XIX los cambios técnicos y las nuevas demandas del mercado derivaron en una necesaria renovación de la industria metalúrgica tradicional. El precedente inmediato de esta revolución fueron los cambios que surgieron en los sectores textil y papelero. La competencia de la siderurgia vizcaína también influyó en el tardío despegue de la actual metalurgia guipuzcoana. A esto hubo que añadir la falta de materias primas apropiadas que requerían las nuevas técnicas siderúrgicas.
Mientras tanto, Gipuzkoa seguía aferrada a su tradición ferrona ajena a los adelantos que se estaban dando en los territorios limítrofes. El primer alto horno de Gipuzkoa comenzó su explotación en 1862 en la "Fábrica de Hierros de San Martín de Urbieta" de Beasain, pero utilizaba carbón vegetal. Aún así, la industria metalúrgica guipuzcoana contaba con un suministro directo y cercano de la materia prima. Al mismo tiempo se entraba en un proceso de remodelación del sector al ser esta materia prima de mejor calidad y de menor coste.
La misma naturaleza de la industria tradicional metalúrgica guipuzcoana y la ausencia de las condiciones que generaron el despegue industrial de la vecina Bizkaia dirigieron el sector metalúrgico guipuzcoano hacia los transformados metálicos. A falta de grandes inversores fueron los pequeños y medianos empresarios los que abanderaron este modelo de industrialización. Sin grandes desembolsos de capital y partiendo muchas veces de talleres artesanales, se entró en la modernización técnica y financiera del sector.
La principal orientación de la renovada metalurgia guipuzcoana estuvo dirigida en un principio ampliar la producción de útiles y herramientas. Dos fueron los factores que entroncan con esta renovación: la labor de asesoramiento llevada a cabo por laReal Sociedad Bascongada de Amigos del País, a lo que se añadió la tradición armera de Plasencia, Eibar, Elgoibar, Ermua y Bergara.
El precedente cercano de esta reactivación de los transformados metálicos se encuentra en una serie de factores que favorecieron su temprana expansión: el traslado de las aduanas a la costa (1841); la venta libre de armas en la península (1860); la apertura de nuevos mercados, americanos y europeos principalmente; la desaparición del sistema gremial; y, por último, los avances tecnológicos.
Inmediatamente después de ponerse en funcionamiento el horno alto de Beasain, surgieron a su sombra numerosas empresas metalúrgicas de pequeño y mediano tamaño. La producción de armas se incrementó, al igual que la de otros productos de ferretería y herramientas.
A estas pequeñas y medianas empresas comenzaron a unirse otras de mayor tamaño, como por ejemplo la S.A. Aurrera de Eibar. Fundada en 1883, surgió de la iniciativa de un grupo de industriales eibarreses. Dentro de esta dinámica, en 1877 se creó la fábrica San Pedro de Elgoibar. A estas empresas se fueron añadiendo las de Molinao en Pasaia, la Fundición Fossey en Lasarte y la Real Compañía Asturiana de Minas en Errenteria. Dentro de un mayor ámbito de integración empresarial se encontraban laUnión Cerrajera, la Compañía Auxiliar de Ferrocarriles (C.A.F.) y Patricio Echeverria.
La mayoría de estas empresas se caracterizaban por su escaso volumen y capacidad productiva. Se trataba de un tipo de empresa de pequeñas y medianas proporciones. Según indica la Estadística Industrial de 1915, no llegaba a la docena el número de fábricas que tenían más de cien empleados.
La iniciativa de todos estos empresarios pasaba por diversificar la producción. En 1859 comenzaron a asociarse algunos de los maestros pertenecientes a los antiguos gremios. En Eibar un grupo de estos renovadores se aunó para formar una sociedad con el objeto de fabricar componentes muy específicos para distintos tipos de armas. En Placencia de las Armas fundaron en 1862 la empresa "Euskalduna" especializada en la producción de armas.
Unos años antes, en 1859, los hermanos Orbea había dado paso a la producción de carabinas en su taller de Eibar. Además de introducir novedades técnicas en el proceso de fabricación, fueron los primeros en aplicar la energía eléctrica en 1890. Con el uso de la electricidad, la producción armera se disparó. A los hermanos Orbea, como mayores fabricantes, se les añadieron las firmas Larrañaga y Joaristi. Otros fabricantes, aunque con un menor volumen de producción, eran: Victor Sarasqueta, Arizmendi, Trocaola, Aguirre, Zamacola y Cía, Crucelegui, Anitua, Beristain, etc. La producción de armas se centraba en Eibar, Placencia y, sobre todo, en Elgoibar.
A pesar del aumento de la demanda durante la I Guerra Mundial, con la llegada de la paz en 1917 la industria armera guipuzcoana entró en una profunda crisis. La excesiva dependencia de los mercados exteriores y la competencia de los productores extranjeros dieron paso a una nueva etapa de la metalurgia.
La solución a la crisis del sector vino dada por la diversificación de las producciones. De este modo se inició la fabricación de nuevos productos o se retomó otros elaborados tradicionales con destino a una demanda cada vez más diversificada y ávida de innovaciones.
Entre estas nuevas producciones nos encontramos: bicicletas (G.A.C., Orbea); máquinas de coser (Alfa); máquina herramienta (Parabán y Cía, Orbea y Larrañaga, Juan Esperanza, Cruz, Ochoa y Cía, Estarta y Ecenarro), aparatos eléctricos (Anitua e Hijos, Solac); tornillería, (Aguinaga, Lete, Egaña y Madina); aparatos eléctricos (Hormaechea); utensilios domésticos (Elma); forja y estampación (Garaciaga); máquina-herramienta (Arriola y Cía, Forjas de Elgoibar, Alcorta, Unzueta y Cía, Mugarza, Ugarte y Cía, Crucelegui Hnos.); cerrajería (La Industrial Mondragonesa y Metalurgica Cerrajera); ferretería (Roneo y Altuna y Garay).
En los años 20, en el área de Donostia-San Sebastián se encontraban los Talleres Urcola y Herederos de Ramón Mugica, ambos dedicados al material ferroviario entre otras producciones y, también, la empresa Honorio Alberdi S.A. que fabricaba muelles de acero. En Pasaia y en Zumaia surgieron empresas metalúrgicas vinculadas con los grandes astilleros (Fundiciones Luzuriaga y Balenciaga respectivamente).
Otros centros importantes de la producción metalúrgica guipuzcoana se encontraban en Azcoitia (Acerías y Forjas de Azkoitia S.A.), en Tolosa (Fundiciones Tellería) y en Lazcano (Forjas Hijos de A. Albisu).
Aunque a mediados de los años veinte el mayor peso de los transformados metálicos recaía todavía en la fabricación de armas, los incipientes cambios en la producción auguraban una renovación total del sector.
A los desastres de la Guerra Civil se unieron el aislamiento internacional y el bloqueo de la posguerra. La restricción de la producción afectó básicamente a las pequeñas empresas, ya que las fábricas integrales contaban con el mercado español para colocar sus productos.
A mediados de los años 50, a pesar de la escasez de materias primas y reducción de los mercados, la metalurgia guipuzcoana vuelve a situarse a la cabeza de la industria de este territorio. Los efectos de la crisis de los 70 y la reestructuración de finales de los 80 no restaron iniciativa a este sector que apostó por las nuevas tecnologías y por la diversificación.
Tres modelos de empresa metalúrgica guipuzcoana: Patricio Echeverría, Compañía Auxiliar de Ferrocarriles y la Unión Cerrajera.
Las tres empresas más representativas del sector metalúrgico guipuzcoano han sido: Patricio Echeverria en Legazpia, la Compañía Auxiliar de Ferrocarriles (C.A.F.) en Beasain y la Unión Cerrajera en Arrasate-Mondragón.
Patricio Echeverria comenzó como trabajador en pequeños talleres hasta que en 1908 fundó con otros socios "Segura, Echeverria y Cía". Su producción se centraba en la elaboración de herramientas agrícolas y todo tipo de útiles para trabajos de minería, carpintería y cantería. En pocos años esta empresa se consolidó como un referente no solo regional, sino también estatal. Finalizada la I Guerra Mundial, Patricio Echeverria tomó las riendas del negocio y en 1938 se inscribió como sociedad anónima bajo el nombre "Patricio Echeverria S.A.".
En esta empresa se atendía el proceso completo de fabricación, desde la fundición hasta elaboración de todos los componentes de las herramientas. En 1931 se instaló un horno eléctrico para la fundición. Contaba con todas las nuevas infraestructuras necesarias e, incluso, su propia central eléctrica.
El nombre comercial con el que Patricio Echeverría sacaba al mercado sus herramientas agrícolas era el de "Bellota". Esta marca llegó a convertirse en un referente de buena calidad y prestigio tanto en los mercados españoles como exteriores.
Además de la fábrica de Legazpia, en 1940 se abrió otra factoría en Idiazabal y en 1978 en Olloqui (Navarra). La expansión internacional vino dada a finales de los 80 y principios de los 90 con la apertura de sus sedes en Venezuela, Colombia y México.
A principios de los 90 se abordó una reorganización empresarial con lo que la Corporación Patricio Echeverría S.A. se dividió en cuatro sociedades: Patricio Echeverria Aceros S.A., Patricio Echeverria Forja S.A., Bellota Herramientas S.A. e Inversiones S.A.. En 1993 se creó definitivamente El Grupo Siderúrgico Vasco, del que la corporación posee el 17% de su capital social.
La Compañía Auxiliar de Ferrocarriles (C.A.F.) surgió en el término de Beasain. Su origen está en la Fábrica de Hierros de San Martín de Urbieta, fundada en 1860. En 1862 y 1865 se levantaron en esta empresa los primeros altos hornos de Gipuzkoa. Finalizada la Segunda Guerra Carlista se volvió a poner en marcha esta factoría bajo el nombre de Goitia y Cía. Ante la dificultad de competir con la siderurgia vizcaína, la producción de esta fábrica se derivó a la elaboración de hojalata, siendo la primera en este tipo de elaborados a nivel estatal.
En 1892 la empresa Goitia y Cía. se constituyó una nueva sociedad, La Maquinista Guipuzcoana, para elaborar maquinaria y material móvil de ferrocarril, además de construcciones metálicas para edificios, puentes y obras de todo género. Para asegurarse la cota de mercado se creó en 1901 una nueva razón social que se inscribió en registro industrial de Bilbao bajo el nombre "Sociedad Española de Construcciones Metálicas".
La I Guerra Mundial supuso una época de bonanza para esta empresa pero por la falta de espacio no podía atender la totalidad de los pedidos. La Compañía Auxiliar de Ferrocarriles (C.A.F.), que se creó en 1917, arrendó ese mismo año la "Sociedad Española de Construcciones Metálicas" aunque hasta 1925 no adquirió esta empresa. El objetivo de la C.A.F. era la construcción, compra, venta y alquiler de vagones y la producción de aquellos materiales necesarios para la explotación de ferrocarriles y tranvías.
En los años veinte, en plena fiebre de la construcción de los ferrocarriles secundarios en España, la creciente demanda hizo aumentar considerablemente la producción. Se fabricaban todo tipo de material móvil, locomotoras eléctricas, coches automotores y tranvías. Pero como consecuencia de la quiebra del sector ferroviario español, entre 1931 y 1936 la demanda de vagones se redujo drásticamente. La solución a este problema vino dada por la diversificación de la producción. Se comenzó la fabricación de maquinaria agrícola y de componentes para automóviles.
En la década de los 50 se consiguieron solventar las dificultades de producción que surgieron en la posguerra. Con la liberalización de los mercados se entró en el expansionismo económico de los años 60 y 70. Se modernizaron por completo las instalaciones de Beasain. En 1971 se creó la firma "Construcciones y Auxiliar de Ferrocarriles (C.A.F.)".
La tercera gran empresa metalúrgica guipuzcoana es laUnión Cerrajera de Mondragón. Su origen está en el taller de Vergarajauregui, Resusta y Cía que se fundó en 1869 en Zaldibar. En 1890 esta empresa absorbió la fábrica de Echeverría y Cía en Arechavaleta y en 1901 instalaron un horno alto en Bergara. Ese mismo año se fundó en Arrasate-Mondragón La Cerrajera Guipuzcoana que entró en plena competencia con Vergarajauregui, Resusta y Cía en la producción de ferretería. El buen advenimiento entre ambas empresas propició en 1906 su fusión en una única sociedad, así nació la Unión Cerrajera.
La nueva empresa tenía instalaciones en Arrasate-Mondragón, Bergara y Aretxabaleta. A los altos hornos de Bergara se añadieron tres hornos Siemens Martin. Pero ante el menor costo de los lingotes producidos por la siderurgia vizcaína, se optó en 1928 por comprarlos directamente a Altos Hornos de Vizcaya. Desaparecieron los altos hornos y los hornos Siemens se sustituyeron en 1926 por nuevos hornos eléctricos.
Dentro de la metalurgia guipuzcoana también hay que reseñar la presencia de aquellos astilleros que recogieron el testigo de los tradicionales carpinteros de ribera. Los astilleros han jalonado durante siglos la costa guipuzcoana, pero la renovación de la flota pesquera y comercial con buques de construcción metálica trajo la reconversión de este tipo de industria. Dos fueron los puntos donde se asentó esta industria de construcciones metálicas: Pasaia y Zumaia.
En Pasaia ya se reseñaban a finales del siglo XVI la presencia de los astilleros reales. En 1845 hablaba de la existencia de este gran astillero que empleaba a 500 operarios. En 1937 se fundaron en Pasajes de San Juan los Astilleros Clemente Goldaracena. Pasada la posguerra se especializaron en balandros para los socios del club náutico de San Sebastián, en pesqueros y en motoras. En 1970 cerraron por falta de pedidos.
En 1943 se localizaba también en Pasaia los astilleros de Vitoria Luzuriaga. Instalados inicialmente en San Pedro, pasaron en 1955 a Pasajes de San Juan. En 1945 estaban censados en San Pedro los astilleros de Pablo Ascorreta y la Sociedad Erquicia, Arrazola y Uranga. En Pasajes de San Juan, en este mismo año, se reseñaban los astilleros de Eduardo Laboa y Clemente Goldaracena.
El otro punto de construcción naval era Zumaia. En 1913 había tres empresas que se dedicaban a esta actividad. Astilleros del Urola, propiedad de la firma Eraso y Cía., que se transformó en 1925 en "Arrizabalaga y Olasagasti". Su tamaño y producción era mayor que la de los otros dos astilleros, el de Domingo Aramberri y el de Julián Alberdi. En 1922 se fundó la empresa Balenciaga y Cía. Dedicada en un principio a la construcción de maquinaria y calderería, pronto se dedicó a la construcción metálica de barcos.
Dentro de este sector de la construcción naval hay que indicar que el paso de la construcción en madera a la utilización integral en metal de los buques ha sido un lento proceso. Aunque la propulsión a vapor exigía la construcción de calderas metálicas, los cascos de los buques seguían construyéndose en madera. Con la utilización del motor a explosión y el abaratamiento de los costos de la producción se fue introduciendo la construcción metálica de los buques.