Guerrilleros

Longa Anchía, Francisco de

Guerrillero de la Guerra de Independencia. Nacido en Mallabia, el 10 de abril de 178, fallecido en Valencia en 1831.

Nace en Mallabia, Bizkaia, el 10 de abril de 1783. Casado con María Ángela de Ylarduya. Según una de sus biógrafas, Carmen Gómez Rodrigo, su nombre completo, tomado a partir del testamento que Longa dicta en Valencia ya con grado de general y mariscal de campo, es Longa Anchia en tanto que hijo de Ysidro Longa, natural de la localidad vízcaina de Bolibar. Un extremo que se confirma en su expediente militar conservado en el Archivo General Militar de Segovia. Durante la guerra recibirá el apodo de "Vrigantia", que, escrito en ocasiones como "Urigantia", ha creado alguna confusión en torno a sus apellidos. Carmen Gómez esclareció en su día dicha confusión señalando que ese "Urigantia" respondía no a otro apellido del mariscal Longa, sino tan solo a una euskerización del término "brigand" -"bandolero"- con el que las autoridades napoleónicas tratan de desacreditar a todos los insurrectos contra su autoridad, como es el caso de Francisco de Longa.

Biografías como la firmada por Carmen Gómez no destacan nada relativo a su vida anterior al año 1808, salvo que se dedica al trabajo de herrero en la Puebla de Arganzón, en Álava. A partir de ese año, con la invasión napoleónica ya declarada tras los sucesos de 2 de mayo, formará una primera partida acogiéndose a las patentes de corso terrestre otorgadas por las juntas de defensa patriótica. En su caso se titulará "Corso Terrestre de Voluntarios de Castilla", al estar integrada esa primera partida de Longa por voluntarios procedentes de la zona del Ebro.

Según nos indica otro de sus principales biógrafos, el coronel José Pardo de Santayana, descendiente él mismo de Francisco de Longa, el futuro mariscal de campo es descrito así cuando a sus 26 años abandona su taller de herrero y se erige en jefe de esa primera partida de corso terrestre que actúa, sobre todo, en la provincia de Álava: "el vizcaíno era un mocetón alto, guapo y robusto" añadiendo a esa positiva descripción los adjetivos de "listo, simpático y fogoso".

Buena prueba, en cualquier caso, de la eficacia con la que desarrolla desde ese momento su actividad como comandante de partida, es que su cabeza será puesta a precio por el general Kellermann en la elevada cantidad de 5.000 duros, como nos recuerda también Pardo de Santayana. Ese mismo autor nos indica que Longa es, además, uno de los pocos comandantes de guerrilla que logra consolidar sus fuerzas durante el crítico año 1810-1811, en el que muchas de ellas desaparecen por su escasa operatividad, su mala organización y su reducido número, que acaba por asimilarlas efectivamente a las simples bandas de salteadores con las que la propaganda napoleónica trata de identificarlas desde un principio.

En el caso de Longa ese extremo quedará enteramente desmentido al ser nombrado para el mando supremo de una de las más brillantes unidades que actúan en la zona Norte de la Península: la tercera división del Séptimo Ejército bajo mando del general Gabriel de Mendizabal, llamada "de Iberia", destinada a actuar desde los confines de la provincia de Palencia, el camino real de Burgos, los límites de Álava y Bizkaia, la provincia de Santander hasta el valle de Mena, Tudela y el partido riojano de Santo Domingo de la Calzada y, más adelante, las Encartaciones vizcaínas.

Una eficacia como mando militar que se confirmará, como insiste Pardo de Santayana, en la última campaña dentro de la Península, antes de que las tropas aliadas penetren en territorio francés a través de los pasos del Bidasoa. Recibirá, en efecto, ascenso a general de brigada -recomendado por los generales Castaños y Mendizabal y elogiado por el propio Lord Wellington - por la notable participación de los Húsares de Iberia -bajo su mando directo- actuando como exploradores en el avance del ejército aliado sobre Vitoria-Gasteiz en junio de 1813 y posteriormente destacándose en operaciones clave de la batalla de Vitoria. Una de ellas fue cortar la retirada al ejército francés hacia la carretera de Francia, obligándole a abandonar armas y bagajes y a huir por la ruta que llevaba hacia Pamplona. Un conjunto de brillantes acciones militares durante esa batalla decisiva, que culminará tomando la iniciativa en la vanguardia del ala izquierda del ejército aliado, capturando así la guarnición del estratégico puerto de Pasaia, en Gipuzkoa, antes de que ésta pueda retirarse hacia Francia.

Afianzada la presencia del ejército aliado en territorio guipuzcoano, la división de Longa volverá a destacarse, tal y como consta en despachos del propio Wellington, durante la última gran batalla campal en territorio peninsular contra las tropas francesas: la de San Marcial del día 31 de agosto de 1813, donde la contraofensiva del mariscal Soult es completamente deshecha por el Cuarto Ejército español en el que ha sido integrada la división de Longa.

Por destacadas acciones militares, entre las que se encuentra su participación en la batalla de San Marcial, recibirá del rey la cruz de distinción del Séptimo Ejército. Una condecoración que sumará a la ya obtenida, de la misma clase, por su acción, más notable, en la batalla de Vitoria, donde se le recompensa también con un sable de honor regalado por Lord Wellington en nombre del príncipe regente de Inglaterra. Ilustres personalidades que, tal y como nos indica su hoja de servicios del año 1818, ya lo habían distinguido confiándole para uso de su División cuatro cañones de hierro ligero de un modelo completamente nuevo. También se le otorgará rango de caballero en la Orden de San Fernando.

Se distinguirá asimismo en la acción de la toma del fuerte de Ascain en 10 de noviembre de 1813, participando así de manera igualmente meritoria en la campaña que culminará la guerra en el año 1814 con la primera abdicación de Napoleón Bonaparte rodeado por el avance, al Norte y al Sur, de los ejércitos de la Sexta Coalición y del ejército aliado anglo-hispano-portugués del que forma parte Francisco de Longa.

Más allá de esa indiscutible dimensión de héroe militar durante las guerras napoleónicas, la documentación disponible revela, sin embargo, otros aspectos de su biografía que hacen de Francisco de Longa un personaje complejo, lleno de contradicciones y claroscuros, como señalará en su día su biógrafa Carmen Gómez.

Longa, al igual que muchos otros ex-combatientes de las guerras napoleónicas, parece adaptarse mal a la vida civil, a pesar, incluso, de las destacadas recompensas que se le otorgaron por sus servicios y por su lealtad, verdaderamente incondicional, a Fernando VII como rey absoluto. Entre esas promociones obtenidas en los períodos de gobierno absolutista entre 1814 y 1820 y entre 1823 y 1831, destacan el nombramiento como juez de Contrabando en Bilbao, el de gobernador político y militar de Asturias y Santander, el de Capitán General de Castilla La Vieja y, hasta el año 1831 -la fecha de su muerte- el de Capitán General de Valencia.

En el desempeño de esos cargos dará muestras tanto de su patriotismo de corte realista o absolutista, como de una ambición personal desmedida que le llevará, incluso, a incurrir en el desagrado de unos gobiernos tan notablemente corruptos como los nombrados por el rey Fernando a lo largo de la llamada "década ominosa", que abarca los años de 1823 a 1833.

Su desempeño de Juez de Contrabando de Bilbao entre 1816 y 1819 preludia en cierto modo lo que ocurrirá posteriormente cuando sea nombrado Capitán General de Valencia. Tal y como nos indica Carmen Gómez, su nombramiento es discutido desde un principio por las autoridades forales vizcaínas. Algo en lo que se ven secundadas por las guipuzcoanas, que se considerarán también perjudicadas por la actividad de Longa en esa magistratura. Sólo las autoridades alavesas tratarán de atemperar algo esas críticas sobre el carácter rapaz de la administración de Longa, que se retrotrae por sus detractores incluso a la época en la que actúa como jefe de las partidas y tropas que operan en el Norte peninsular durante la Guerra de Independencia. Extremo que queda bien recogido en diversa documentación acumulada a su expediente militar, donde se habla de fusilamientos indiscriminados, apaleamientos, emplumamientos de disidentes de la causa patriótica y malversación de material de guerra y provisiones.

Finalmente incluso las autoridades alavesas, en principio mejor dispuestas hacia Longa, señalarán al rey Fernando que el mariscal las ha injuriado sin que le hayan dado motivo alguno, como ha podido ser el caso de las instituciones forales vizcaínas y guipuzcoanas.

Ese aluvión de críticas al que también se suman el Ayuntamiento de Bilbao y, de forma más moderada, el Consulado de Comercio de esa villa, será sobreseído sólo por expreso deseo del rey neto o absoluto, que habría tratado así de desterrar toda sospecha sobre uno de sus más fieles generales, dando por calumniosas las pruebas reunidas en torno a la conducta de Longa durante la Guerra de Independencia y años posteriores.

Un sobreseimiento de carácter interesado, según todos los indicios, que quedaría confirmado por la reapertura de la causa contra Longa, no bien triunfe la revolución de 1820. Nuevas dificultades de las que sólo le sacará, una vez más, el rey sirviéndose de la reducida esfera de poder que aún le queda en el régimen constitucional vigente entre 1820 y 1823.

Sin embargo, al margen del posible carácter dudoso de esas acusaciones de abuso de autoridad y corrupción durante el período de la Guerra de Independencia y años inmediatamente posteriores -de las que se podría dudar razonablemente por el sesgo político que enfrenta en ocasiones a sus acusadores y defensores-, esa controvertida biografía, en la que se combinan actos de heroísmo comprobados con acciones reprensibles como las que se le acumulan en las acusaciones formuladas contra él tanto por autoridades constitucionales como absolutistas, quedaría confirmada por hechos coetáneos y posteriores a su actuación como Juez de Contrabando en Bilbao.

Así, antes del triunfo liberal de 1820, había recibido órdenes de perseguir a su antiguo jefe durante la Guerra de Independencia, Mariano de Renovales, decidido defensor de la causa liberal. Longa antepondrá en este caso, según nos dice Carmen Gómez, su amistad personal con Renovales a las órdenes recibidas desde Madrid, reduciendo la persecución de su antiguo jefe de filas en el territorio bajo su jurisdicción en algo poco serio, sólo riguroso en apariencia.

Una actitud personalista, interesada, que hará valer también en Valencia años después por razones mucho menos altruistas, que llevarán incluso a que el rey, su máximo valedor en otros momentos, no tenga más remedio que volverle la espalda dado el grado de escándalo al que han llegado sus prevaricaciones. Se confirmaría así que, muy probablemente, las acusaciones que ya se le habían formado entre 1816 y 1819, durante su ejercicio del puesto de Juez de Contrabando de Bilbao, estaban plenamente justificadas y sustanciadas.

Las nuevas acusaciones que en esta ocasión acepta el gobierno de Fernando VII están recogidas en documentación agregada al expediente militar de Longa conservado en el Archivo Militar de Segovia.

En ellas se indica que el ministro Calomarde da por buenas las quejas del gobierno británico en las que se hablaba claramente de "rapiñas" contra los bienes de súbditos británicos ejercidas tanto por Longa como por su viuda.

Las acusaciones se concretaban en que Longa, al parecer abusando de su autoridad como Capitán General de Valencia, había embargado los buques San Miguel, Nuestra Señora del Carmen, Estrella del Norte y Amalia y otros bienes pertenecientes a súbditos británicos que no se especificaban en el contundente memorándum remitido por Londres a manos del ministro Calomarde a comienzos del año 1832.

Todos esos cargos serán finalmente endosados y aceptados por el ministerio español, poniendo así punto y final a la controvertida biografía de Francisco de Longa y Anchia, dando por buena y probada una conducta en el desempeño de su último cargo público que, más allá ya de cualquier simpatía ideológica entre el ministro y el mariscal, ambos acérrimamente absolutistas, el propio documento no duda en calificar de "impropia", dejando así permanentemente fijada esa otra cara de la biografía del mariscal Longa en esa documentación oficial junto a su brillante hoja de servicios durante las guerras napoleónicas.