Arquitectura

Iglesia de Nuestra Señora del Sagrario. Celigüeta

La iglesia de Nuestra Señora del Sagrario de Celigüeta presenta un modelo arquitectónico medieval pero está documentada en 1610, en un pleito que hace referencia al cantero de Lumbier, Joanes de Ayerra autor de obras de la nueva iglesia, que dejó inconclusa. Continúa el trabajo Martín de Sarasti, cantero de Monreal, siendo terminado por Juan de Gorría.

Presenta planta rectangular muy alargada y estrecha sin tramos diferenciados cubierta con bóveda de medio cañón corrido de sillarejo. A los pies se sitúa un coro de madera con balaustrada barroca y una sacristía rectangular con la misma cubierta que la iglesia se adosa a la cabecera por el lado del Evangelio.

En el exterior los muros de sillarejo presentan un conjunto alargado con contrafuertes laterales y en diagonal en la cabecera. La portada se abre en el lado de la Epístola, que se aloja en un nicho de arco rebajado y consta de un simple arco de medio punto. Completa el conjunto una sencilla espadaña con campana. En torno al templo se encuentran restos de basas, columnas y capiteles románicos y uno corintio.

En el interior se conservan unas pocas piezas entre las que destacan, en el lado del Evangelio, la pila bautismal, compuesta de gradas circulares de piedra, basa circular con bolas, fuste cilíndrico corto y taza semiesférica lisa. También en este lado se sitúa una pila de agua bendita de taza circular y avenerada.

Un retablo mayor barroco de la segunda mitad del siglo XVIII preside la iglesia. Con una planta trapezoidal con doble banco, cuerpo y ático, posee un gran efectismo decorativo a lo que contribuye la rocalla asimétrica, doseles de la hornacina central del ático bajo los que se encuentra la Virgen con el Niño, copia de la original que se conservan en el Museo Diocesano de Pamplona y un San Pedro de la época del retablo. Cerca de este retablo está una imagen de candelero de San Juan del siglo XIX pero que sigue modelos barrocos. En el coro cuelgan dos tablas romanistas de primer tercio del siglo XVII que presentan a San Joaquín y Santa Ana. Por último, en la sacristía cuelga un pequeño Crucificado de estilo barroco popular y se conserva también un cáliz de plata, barroco del siglo XVIII, liso que ostenta en el reverso de la base la marca de Pamplona.