Topónimos

HUESCA

Linguística. Su nombre antiguo fue Osca que se relaciona con Auski en cuyo caso significaría "la vasca". En el siglo XIV todavía se hablaba euskara en las montañas y ciudad de Huesca. Las Ordenanzas de Huesca de 1349 recogen en su articulado la siguiente disposición: "Item nuyl corredor non sia usado que faga mercaduría ninguna que compre ni venda entre ningunas personas, faulando en algaravia, ni en abraych nin en banscuep". Como se ve había compraventas que se acuerdan entre proveedores y clientes que hablaban árabe (algaravia), hebreo y vascuence. Los topónimos de las cercanías de Huesca, densamente vascos, inclinan a creer que en Huesca y sus cercanías se hablaba todavía el vascuence originario como ocurre hoy en el mercado de San Sebastián y en los pueblos lindantes. La población se hallaba formada, pues, por árabes, judíos, vascos originarios y romanzados.
Decidido Sancho Ramírez el Restaurador, rey de Pamplona y de Aragón, a reconquistar Huesca del poder de los sarracenos, la sometió a un riguroso asedio. A tal punto llegaron las apreturas de los moros, en expresión del autor de la Crónica Pinatense, que enviaron secretamente legados al rey de Castilla Alfonso VI, prometiéndole doblados tributos y vasallaje si los ayudaba en la lucha contra el rey aragonés. Y olvidándose éste -según recuerda la Crónica- de la ayuda que le prestara Sancho Ramírez cuando la toma de Toledo, envió en ayuda de los moros al conde Sancho, quien, con todos sus efectivos, se acercó hasta Vitoria. Noticioso de ello el rey Sancho, salió al encuentro del conde, acompañándolo sus hijos Pedro y Alfonso y sus gentes. El castellano ni siquiera le esperó, y Sancho Ramírez pudo volver con sus aragoneses y navarros a estrechar el asedio de la ciudad, en el año 1094. Y fue allí, al pie de los muros de Huesca, donde le alcanzó una flecha traidora, cuando se dedicaba a inspeccionar las obras de fortificación de los moros, muriendo al poco de la herida, no sin antes haberle hecho jurar a su hijo Pedro que no cejaría en el empeño de tomar la ciudad hasta que la viera rendida. Celebradas solemnemente las exequias de su padre, Pedro reemprendió con redoblados bríos el asedio de la ciudad. Las gestiones diplomáticas de los enviados oscenses obtuvieron nuevos refuerzos por parte del rey moro de Zaragoza, quien vino con algunas tropas expedicionarias -numerosísimas, al decir del cronista pinatense-, al frente de las cuales debía de venir un tal conde García de Cabra de Nájera, tomado a sueldo por el rey de Zaragoza. En ayuda de Pedro acudió un viejo vasallo, llamado Fortunio, desterrado a la sazón del reino, el cual se trajo consigo trescientos de a pie y diez cargas de clavas de Vasconia, con lo que consiguió que el rey olvidase viejas rencillas. Se trabó el combate en un campo llamado de Alcoraz, a la vista de la ciudad de Huesca, y al cabo de un día de lucha se decidió la contienda en favor de Pedro y de sus fieles, siendo apresado el conde García de Castilla con muchos cristianos, y los moros pasados a cuchillo y puestos en fuga. El rey de Zaragoza hubo de huir al amparo de las tinieblas de la noche. Según recuerda el cronista, ese mismo día tuvo lugar en Antioquía otra batalla de los cruzados, y un caballero alemán que participó en ella como soldado de a pie, participó también en esta otra batalla, habiendo sido arrebatado por San Jorge y traído acá sobre las ancas de su caballo. Según la Crónica, San Jorge habría sido visto patente y visiblemente llevándose al caballero sobre su caballo y dejándolo en el lugar, y ésta sería la razón por la que existía allí la ermita de San Jorge de las Boqueras. Lo que sea de esto, en el éxito de la batalla debieron de tener mucho peso las clavas de los vascones, habiendo sido encontrados muchos en el campo muertos con los golpes de las clavas. Y es por esto, según recoge la Crónica, que a Fortunio le quedó el sobrenombre de Clava, encontrándose muchos de su descendencia en Aragón. Huesca, desahuciada, se rindió a los ocho días, el 26 de noviembre del año 1094 (?) al cabo de seis meses de sitio (cfr. Crónica de San Juan de la Peña. Versión latina e índices preparados por Antonio Ubieto Arteta, Valencia 1961, pp. 58- 65).

Koldo LARRAÑAGA.