Concepto

Hoces y hojas de guadaña

La utilización de las hoces entendidas como útiles empleados para cortar plantas, utilizando una sola mano, data del Neolítico, período en el que consistían en un cuerpo de madera o hueso y dientes incrustados de silex. En la Edad del Bronce se fabricaban con este material, disponiendo de un extremo en forma de tubo en el que se introducía en un palo que sería de mango. En la Edad del Hierro estas herramientas se hicieron más gruesas, puntiagudas, arqueadas y terminadas en una espiga, pudiendo ya definirlas como útiles compuestos de una hoja acerada, corva con filo en la parte cóncava, en unos modelos, y dientes agudos cortantes en otros. También en esta época se utilizaban guadañas con hoja casi recta y un mango de madera.

La mitología clásica atribuía a Saturno, la enseñanza a los hombres de su uso en el arte de segar el trigo y la hierba. Según José Miguel Barandiarán, la creencia popular atribuye a las hoces propiedades para proteger las casas contra los rayos, para lo que se deben colocar en la punta de un palo, verticalmente dispuesto, delante del portal.

La guadaña, empleada para segar a ras de tierra, está formada por una cuchilla puntiaguda, menos corva y más ancha y más larga que la de la hoz, ensartada en un mango largo de madera, que forma ángulo con el plano de la hoja y que lleva dos manijas, una en el extremo y otra en el segundo tercio del mismo, por las que se sujeta con ambas manos. Según la mitología clásica su antigüedad se remonta a la diosa Gea y constituye el motivo principal de numerosas tallas y relieves del pasado.

Con la paulatina mecanización de las labores agrícolas, fueron desapareciendo las cuadrillas compuestas por cuatro, cinco, seis o más trabajadores que, reconociendo a uno como mayoral o cabecero, recorrían los campos (en el País Vasco sobre todo, Navarra y Álava), contratando a un tanto alzado la siega de cereales, alimentos básicos tradicionales, sobre todo trigo, centeno, cebada y, en ocasiones, hierba, empleando mayoritariamente la hoz, aunque también la guadaña, que en un principio se utilizaba solamente para segar hierba. La primera era frecuentemente dentada, como ocurría en la mayoría de los países de Occidente, según Julio Caro Baroja.

Este oficio, requería un gran esfuerzo físico por las condiciones en que se desempeñaba y el braceo que exigía, y no estaba exento de riesgos, que los que manejaban la hoz trataban de paliar colocándose en la otra mano una zoqueta o guante de madera para evitar los cortes. Durante siglos esta actividad generó numeroso empleo y hasta los conflictos surgidos en Cataluña a mediados del siglo XVII, son conocidos como la guerra de los segadores.

El trabajo de los segadores, sobre todo con la guadaña, acabó convirtiéndose en un deporte "sega apustua", al igual que en otros casos (pruebas de bueyes, levantamiento de piedra, aizkolaris, etc.), que hasta hace relativamente pocos años, tuvo en algunas zonas de Gipuzkoa una notable entidad.