Balada de mi condición.
Yo soy el triste fugitivo
que vive en soledad, en esta cima
arriscada del monte, desde donde
miro el valle del Arga y tomo nota
de la sucia postura de las gentes
que a mí me condenaron por el hecho
de no seguir sus normas ni plegarme
a las torpes costumbres de su jaula
donde pasan la vida, desnortados,
en la oscura tristeza de sus rejas.
Yo soy el loco de Pamplona.
Y desde mi atalaya los observo:
jadeantes de prisa y de fastidio;
riéndose con risas mojigatas,
doblándose en serviles reverencias
y melifluas palabras carcomidas,
como trampas paradas al acecho
de cualquier distinción o cualquier logro,
denunciándose agravios y sandeces,
pensando siempre en dar a su estatura
una pizca de más y al lustre de su nombre,
astutos, reservados, comedidos,
dóciles al placer y al llanto fácil...
Yo soy el loco de Pamplona.
Me echaron de sus calles porque andaba
A contrapelo de sus convenciones.
Y qué le voy a hacer, si a mí me gusta
rondar y andar y ver la amanecida,
oír las campanas de la torre
con los vencejos revolando en torno,
me encanta hablar de tú a las azaleas,
andar en barca y ver caer la lluvia,
tocar el SI MAYOR con mi guitarra,
creer a pies juntillas que el sol es mi pariente
más cercano y enviar saludos
a las grullas que cruzan tan chillonas,
jugar a la ruleta de los vientos
apostando el mañana en cada caso,
columpiarme en las ramas del cerezo,
comerme algún membrillo al sol de octubre
y oler la flor del cardo a cualquier hora.
Creo habéroslo dicho ya bien claro:
Soy, para los efectos, un proscrito.
Extraído de Arbeloa, Victor Manuel: Poetas navarros del siglo XX, Pamplona, Fundación Diario de Navarra, 2002.