Políticos y Cargos Públicos

Godoy, Manuel

El espinoso asunto del puerto de la Paz marca también un nuevo hito, esta vez en la pugna secular de la tierra llana con la villa de Bilbao. El 31 de diciembre de 1801 un Real Acuerdo autoriza a Abando a establecer un puerto "con la misma facultad de carga y descarga que lo hace la villa de Bilbao". Esta reaccionó inmediatamente suplicando la suspensión de la RO, cosa que consigue (30 de enero de 1802). Desde este momento veremos que, espadas en alto, ni la villa ni el resto del Señorío van a parar ya mientes en las consecuencias de su enfrentamiento. Zamacola, comisionado de la tierra llana, encabezará a ésta, frente a Bilbao que se apoyará en las anteiglesias de la merindad de Uribe y en la ciudad de Orduña. Ambas partes se disputan el favor de Godoy. Bilbao le nombra incluso alcalde (30 de diciembre de 1802), pese a lo cual las obras en Abando son nuevamente autorizadas.

Para contrarrestar el nombramiento y halagos tales como el encargo de un retrato del valido a Goya, el Señorío decide denominar Puerto de la Paz al proyecto de Abando. En abril de 1803, Godoy, inclinado ya definitivamente por el Señorío, contesta a los recursos interpuestos por el Ayuntamiento de Bilbao con una carta en la que elude toda responsabilidad sobre la elección del puerto; ésta se debería, según él, a "Ministros de la Soberana Confianza". En 1804 el nuevo puerto se halla ya diseñado. El proyecto, obra de Silvestre Pérez, comprende varias plazas dedicadas al rey, la reina, los infantes y a Godoy, príncipe de la Paz. En las Juntas Generales de julio de 1804, Zamacola, apoderado de Dima, hace un balance del estado de la cuestión. Es en esta Junta cuando se plantea el problema del servicio armado que había solicitado el rey a las tres provincias y virreinato navarro. El acuerdo innovador que adoptan los representantes del Señorío consistente en la creación de "compañías así instruidas (que) estarán a las órdenes de la Diputación para todo lo que ocurra, tanto respecto de la persecución de malhechores en tiempo de paz como para la defensa del país en tiempo de guerra" será el último recurso al que se asirá Bilbao para quebrar al Señorío.

El 16 de agosto, tras una turbulenta sesión del Ayuntamiento general de Begoña en la que los begoñeses rompen el comunicado de las Juntas, estalla la turbia insurrección que luego se denominará zamacolada por ir dirigida contra la cabeza visible del Señorío, Zamacola. Jaunes y horteras (hortera = mancebo de mercader) manipulan a su clientela de las anteiglesias pero luego ésta escapa de su campo de acción. La agitación se extiende y sobrepasa a sus mentores. "Aprovechaban muy poco -dice Guiard- las exhortaciones de muchos principales vecinos de Bilbao, propietarios, mercaderes y otros, los que tenían influencia personal sobre los aldeanos, como renteros, industriales y mayorazgos". La Diputación es sustituida, las compañías creadas, revocadas, y las autoridades zamacolistas obligadas a huir durante una quincena anárquica al cabo de la cual el rumor, creciente, del envío de tropas reales vuelve a todos a la realidad. El 3 de septiembre Godoy envía un juez de comisión y el 21 comienzan a entrar en Bilbao las tropas que ocuparán Bizkaia hasta la invasión napoleónica.

La ocupación y la represión subsiguiente (sentencia del 23 de mayo de 1805) no impiden, sin embargo, la prosecución de las obras del puerto que, en 1807, contaba ya con algunas canalizaciones y un trozo de camino de la Peña a Bolueta. Pero desde este momento, la misma actitud de Godoy, que rompe con Zamacola, demuestra, pese a sus justificaciones a posteriori, que, coincidiendo con la aparición de la obra de Llorente (1806), la foralidad ha sido condenada a muerte. Veamos cómo explica Godoy mismo lo ocurrido, en sus Memorias (t. II, p. 9-10):

"Aún hubo más en aquel año. Obra de aquel partido fue también el movimiento sedicioso que se mostró en Vizcaya. El tiro era directo en contra mía. El pretexto más general de aquella turbación facticia y sin raíces fueron las desventajas que pretendían sufrir los de Bilbao por aquella misma obra que tan aplaudida fue en un principio: el nuevo puerto de la Paz que se abrió a los vizcaínos en Avando, como la Junta General del Señorío lo había solicitado y conseguido por influjo mío hacia dos años, empresa que tomé bajo mi amparo, y por lo cual, agradecida, la misma Junta General le dio aquel nombre. ¿Quién cambió las ideas? ¿Quién alteró los ánimos? No fue dado saberlo en aquel tiempo: ninguno dio cara. Los mismos bilbaínos estaban divididos unos en pro y otros en contra del Gobierno; un gran número de reos y de testigos preguntados, ni aun sabían dar razón de los motivos que causaron aquel alarde sedicioso, en que los más entraron como máquinas, creyendo vagamente algunos de ellos que se trataba de sus fueros. Y así fue que, en pocos días, la presencia tan sólo de un corto número de tropas que fueron enviadas con un ministro del Consejo puso fin a los disturbios. Los hombres de Aranjuez se alabaron también más adelante de haber urdido aquella trama con solo el fin de derribarme. Restablecido el orden y salvado que hubo sido el respeto del Gobierno, me opuse con vigor a que se realizase la contribución de guerra que el ministro Caballero mandó imponer sobre Bilbao para pagar las tropas. Bien sabido fue esto entonces, y aún vive el digno consejero D. Francisco Durán, que entendió en aquel negocio, y a quien constaron más oficios en favor de Bilbao; pero Caballero, en aquella ocasión, como tantas otras veces, prevaleció contra mis ruegos y deseos, ¡y era yo generalísimo!".

Por esas mismas fechas comienza a circular en los ambientes diplomáticos de París los planes de Napoleón de anexionar y/o independizar la parte septentrional de la cuenca del Ebro, planes a los que debió de corresponder Godoy pidiendo a cambio la anexión de Portugal a España. En 1815 parece que todavía no había llegado a Bilbao el retrato de Godoy, pues en carta al agente Mendizábal escribía el regidor cartero del Ayuntamiento que tenía el encargo de "averiguar de Vmd. dónde para, o qué se hizo del retrato del Príncipe de la Paz que pintó Goya y hubo tanto que retocarlo a pretexto de no gustar que viniese y fuese colocado en la Sala Consistorial, más adelante expresase a Vmd. las miras de conocer su paradero, pues ya que se pagó su coste y el retrato le pertenece, acaso podría hacerle valer mucha parte de lo que le costó". El 7 de marzo del mismo año apareció tal cuadro. [Estanislao Jaime de Labayru: Historia General del Señorío de Bizcaya, t. VIII, p. 42].