Léxico

FUNERAL

Antropología e Historia.
Actitud ante el muerto.
Ha llegado la muerte, eriotzea, balbe, según el lugar, bien como algo que fluye o como algo que se entrama en un más allá si se atiende al significado de ambas palabras. Desde el momento que muere alguien se carga la atmósfera de gran respeto y se tiene gran cuidado de hablar mal del difunto aunque se tratara de una persona reprobable. El primer cuidado es el de cerrarle los ojos. La vida exterior se ha acabado y le aguarda una visión interior hacia el más allá. La familia se viste de luto según el grado de parentesco enlutándose con telas negras, cuadros, espejos y retratos. Se solía abrir la ventana del dormitorio en algunos pueblos para que saliera el alma y un pariente subía al tejado y levantaba una teja con el mismo fin. Las campanas, tocando a muerto, notifican al vecindario el fatal desenlace. Ya antes se habían oído los toques llamados de agonía. Del mismo modo se sabía si era hombre o mujer y aún si era niño el muerto, según el número de campanadas. Si es hombre, primero se toca la campana grande y después la pequeña, dan-tan, y a la inversa si es mujer. El aviso se extendía a los animales domésticos y aún a las abejas, ya que éstas son las que proporcionan cera para hachas y velas que den luz al muerto. Las velas y cerillas de las mujeres eran amarillas para los adultos y blancas para los niños. "Orixe" nos narra en su poema la canción elegíaca que Miguel canta a la abuela en su lecho de muerte y resume magistralmente nuestra tradicional costumbre. De las once estrofas que comprende la canción entresacamos una para ejemplo:Ez zinun utsik bein ere bialeskalea ate-ondotik;sukal-barnera bai sartu, etaeman ere mâiekotik;etzauntza garbiz irastorra tabi maindire, zeuk egiñik;bizi zaraiño ez zaie âztuetxe ontara biderik "Jamás despediste con manos vacías al mendigo que llamaba a tu puerta; al contrario, los hacías entrar a tu cocina, y repartiendo con ellos tu mesa. Para cabaña de ellos tenias limpio helecho y dos sábanas hechas por tu mano. Mientras has vivido no se les ha olvidado el camino para esta casa."

Entierro.
Para llevar al difunto a la iglesia y al cementerio del pueblo se utilizaban desde los caseríos los llamados caminos de difuntos con nombres especiales como elizbidea, elizakobidea, gurutze-bidea, gorputz-bidea, auzotegiko bidea, erribidea, que no significan otra cosa que "camino de la iglesia", "camino de la cruz", "camino del cuerpo", "camino de la vecindad o del pueblo". Era costumbre no edificar casas al borde de estos caminos fúnebres ni se debería acotar las tierras contiguas. No se debe, pues, utilizar ningún otro camino aunque sea más breve y mejor. En toda encrucijada debe hacerse un rezo. Los dólmenes eran sepulturas donde se enterraban los cadáveres junto a algunos objetos del muerto. La incineración se practicó tardíamente en un pequeño sector del país durante la Edad del Hierro. Los baratz contenían vasos con cenizas y ofrendas. Eran una especie de cromlechs que reciben el nombre de jentilbaratz o "huerta de los gentiles". A pesar de esa zona incinerativa persistió la costumbre y rito del enterramiento. El cortejo fúnebre en nuestro tiempo se componía de tres partes. Niños y mozos con hachas encendidas iniciando la marcha, seguidos de los sacerdotes y cantores, el féretro llevado por jóvenes más allegados al difunto con los hombres y parientes y, finalmente, las mujeres. En algún caso se toca con el ataúd las casas del trayecto en señal de despedida. Una vez en el cementerio se procede al enterramiento en medio del ritual cristiano de rigor. Cada vecino echa un puñado de tierra sobre la caja en señal de despedida. A destacar que en el cortejo los hombres van siempre descubiertos. La costumbre de las plañideras (erostariak, nigar-egileak) desapareció ya en el siglo pasado. Las Ordenanzas de Lequeitio de 1486 prohibían tal tipo de manifestaciones: "Nigun varón ni mujer no se arrasque ni se mece ni se tire de los cabellos en casa ni fuera de casa por muerto ni por muerta, salbo marido por muger o muger por marido e los fijos e las fixas e las sirvientas de casa, e padre e madre por fixos o hermano o hermanos, so pena de diez marabedis cada uno para los jurados, ni tampoco sean osados de aullar, so la dicha pena, porque cualquier personas puedan llorar sin pena sobre el defunto". Del mismo modo el Fuero de Vizcaya prohibía el uso de plañideras profesionales, a las que se pagaba para llorar en los entierros. En Ceánuri (Bizkaia) solía ir por delante del cadáver una muchachita llevando un pan en un cesto. En Lecároz (Navarra) se llevaba al funeral carne, pan y queso viejo. En Segura (Gipuzkoa) colocaban en medio de la iglesia un cesto boca abajo cubierto de paño negro y sobre el cesto un plato y una taza, también boca abajo.

Ante la tumba.
En el momento de erección de una iglesia se asignaba un lugar en el mismo para sepultura dentro de una casuística de proximidad o lejanía al altar mayor y según la importancia de cada casa, ligado también a la limosna u otras aportaciones pecuniarias. Se comprende que mientras los pueblos fueron de escasa población el sistema pudiera funcionar sin contratiempos. Con el aumento, de población el cementerio, illerri, "pueblo de los muertos" se fue implantando alrededor de la iglesia del lugar. Allí, cercanos al culto de los vivos, a la plaza de las fiestas y a la anteiglesia de sesiones de los batzarres públicos, convivía el pasado y el presente en una sola unidad. Las estelas discoidales, figurativamente humanas, se levantaban en cada sepultura recordando al antepasado, con la consignación de su identidad personal no solamente en sus nombres y apellidos sino en los símbolos de su fe y en el diseño de las insignias nobiliarias y herramientas del trabajo profesional. Incluso en la tumba del pelotari se ven grabadas la pala y la pelota; en la del sacerdote, el cáliz o la custodia, y así también cada profesión manual con representaciones de arados, tijeras, martillos, etc. Bellas suásticas curvas hermanan el universo físico al psíquico de la cruz en unidad cósmica singular. Iglesia, cementerio, frontón y casa consistorial agrupaban tras de sí al núcleo de casas urbanas y dispersas. Una preocupación constante de la humanidad ha sido el destino de los muertos y en este caso Euskalerría no podía menos de compartir creencias remotísimas que luego el cristianismo y la civilización moderna han ido eliminando dad del alma. Pero al muerto se le suponía carente de medios que los vivos podían proporcionarle atendiéndole en ese intermedio entre tumba y resurrección. La vieja paganidad vasca enterraba bajo los aleros del tejado de la propia casa, pero siempre dotando de luz, un candil, una vela, el lugar de la sepultura. Ciertas ofrendas de alimentos y paños ricamente bordados responden a creencias muy extendidas por el mundo. Constituían oblaciones muy variadas, cordero, huevos y moneda menuda. Se creía que las almas no subían directamente al cielo sino que vagaban por los caminos, muchas veces, en la cercanía de la casa e incluso llegando a formular alguna reclamación a sus familiares. El Cristianismo y la civilización moderna han ido eliminando algunas creencias y afinando y elevando de sentido otras. Modernamente toda esa serie de obladas se ha ido sustituyendo por ofrendas de flores como manifestación de cariño y de recuerdo llegando el cristianismo a instituir un día de su calendario dedicado a tal fin, el de Todos Santos.

Funerales.
Según Azkue los funerales suelen ser de tres clases. En Lequeitio, p. ej., hasta hace no muchos años tenían estos nombres: zortzikoa (el de ocho), laukoa (el de cuatro), y batekoa (el de uno). En la condución de la primera clase, cuatro seroras llevaban ocho velas delante del cadáver, dos cada una; en el de tercera clase, cuatro luces entre dos seroras y el de tercera clase, una serora llevaba una vela. Sobre la costumbre de llevar un carnero al ofertorio, hasta el altar, "Orixe", ha recogido la costumbre en poema "Euskaldunak":Ba zun âri bat, eskurakoia,Garaziren aita Petrik;lau urte ditun aur bati erezintzo jarraitzen atzetik.Mutiko bati egotzi dioeraman dezan eskutik.Uki bearrik etzun izanduadar eta kalparretik.Garai zalarik, atea zabal,arin pasaz atal-arri,andre-tartetik Apaizaganasartzen dira mutil ta âri.Mutillak, bildur, mun egin dioapaizaren estolari;âriak usai, erdi-bildurrez,aren soiñeko ertzari."Petri, el padre de Engracia, tenía un carnero dócil, que seguía ciegamente aún a un niño de cuatro años. Un mocete fue encargado de que le llevase por la mano. No tuvo necesidad de tocarlo ni en los cuernos ni en la lana." "Llegado el momento, abren la puerta, y pasando con aire el umbral, por entre las mujeres pasa hacia el cura al pastor con su carnero. El mocete vergonzoso ha besado la estola del sacerdote, y el carnero la ha olfateado el ruedo de la vestidura con cierta timidez" (Edic. Auñamendi (manual) pp. 364-365). El funeral religioso suele aplazarse para poder convocar a la parentela que, dados los medios de comunicación del pasado, requería un cierto tiempo. Suelen acudir normalmente una representación de todos los parientes aunque residan lejos. El pago de los funerales al cura solía consistir en especies según las posibilidades de cada familia, carne de cordero o de oveja, pan, vino o bacalao. En ese día de funerales tiene lugar el banquete tradicional tal cual hubiera gustado al difunto pero olvidado el ritual y los rezos del mismo había degenerado en una comilona muy apetecida si se tiene en cuenta la escasez y casi miseria de otros tiempos. Los abusos dieron lugar a disposiciones forales adecuadas regulándolos muy estrictamente. "Orixe" nos relata también el partido de pelota entre los curas del funeral: los de Aldaz, Errazquin, Albisu, Huici, Astiz, Arruiz, Madoz y Alli:Ilkizunetan, gazte giñala,egun guzian onen zai:Ikuskarririk, gauza atsegiñik,jairik balin bada, au da jai.Beso biguinez, begi zorrotzez,apeza adin ez iñor gai.Gizonak plazan ertzetan daudenoiz asiko diran erpai."El día del funeral lo pasábamos todo él en nuestra juventud aguardando este espectáculo. Si hay cosa digna de verse y en qué agradarse, si hay alguna fiesta que valga el nombre, ésta es sin duda alguna. Por su brazo flexible y su ojo de lince, no hay nadie que en esto supere al cura. Los hombres están ansiosos en los bordes de la plaza antes de comenzar el partido" (p. 367).

Funerales y encierros en el Fuero de Navarra.
Recoge Yanguas que en los de los caballeros se ofrecía un caballo, armas y algunas joyas. El rey D. Carlos II mandó pagar en 1372 treinta libras al guardián de San Francisco de Pamplona por el caballo, armas y joyas que fueron ofrecidas en la misa que se dijo cuando Mosen Seguin de Badastol fue sepelido en el dicho monasterio. En 1376 estaba prohibido hacer gastos de comidas en los entierros; Teresa, hija de D.ª María Zubiel, fue multada por la corte por haber dado de comer en el entierro de D. Pedro Jiméniz, abad de Erice. En 1383, con motivo de la peste ocurrida en Pamplona, mandaba el rey D. Carlos II que ninguno non fuese osado de facer grandes comeres ni convivios, sobre et por causa de los muertos et enterrorios, ca se seguescia grant daino et destruimiento á los herederos; et encara á Nos en nuestras pechas et rentas; et si lo facian que pagasen de pena, et calonia, cada persona 10 libras. Podía impedirse el entierro de un cadáver por deudas.