Danza

Ezpata-dantza

El mejor exponente de esta tendencia será seguramente la ezpata-dantza de Amaya, de Jesús Guridi, sin duda uno de los momentos más brillantes de la ópera estrenada en 1920, en la que este autor orquesta de manera espléndida algunas de estas piezas. En esta escena se escenifican las oscuras y viejas descripciones de Estrabón pasadas por los filtros de Chaho y Navarro Villoslada, apareciendo -aquí sí- espadas y un claro matiz guerrero. Mediante este enlace puede verse una peculiar pero muy apropiada versión de esta muy exitosa coreografía, la que se preparó para la película Amaya, dirigida en 1952 por Luis Marquina. En esta interpretación, sin embargo, y como ocurre muy a menudo, las partes en 6/8 no son más lentas que las de 3/4.

Esta coreografía se interpreta en este momento como símbolo patriótico y guerrero vasco. Son muy significativas, en este sentido, las explicaciones del escritor y futuro miembro del Jagi-jagi Adolfo de Larrañaga, en las que reconoce el cuño wagneriano de la ópera(1930):

"En el segundo acto de Amaya, la colosal ópera de Guridi, gocé una de las más intensas emociones raciales que he sentido en mi vida.[...] Este baile, por ser tradicional, tiene la virtud de galvanizar a la Patria. Huele a libertad como el frasco que contiene la fragancia de una esencia que se ha perdido, y es tan singular, que lo mismo que el idioma, a nada se parece. [...] Cuando nos digan que presentemos nuestras características nacionales, yo siempre recordaré la ezpata-dantza como la más original, brava, armoniosa y casta de todas las danzas. Eres vibrante como el grito de las Walkirias."

Pero el valor simbólico de la ezpata-dantza no se apreciaba sólo a nivel estético. Azkue, al comparar la música vasca con la de la Grecia clásica, encontró sobre todo parecidos rítmicos (1919,I,52). Para ello, por supuesto, utilizó primero el ritmo de zortziko y en segundo lugar el de ezpata-dantza: a fines del siglo XIX Gevaert había analizado el mínimo fragmento encontrado del Orestes de Eurípides, escribiéndolo como amalgama de 3/4 y 6/8, es decir, del mismo modo en que se escribe el ritmo vasco de ezpata-dantza, y en ello encontró Azkue su relación con la música griega. Pero está claro que aquí era mayor el anhelo del lequeitiano por buscar la relación con un modelo cultural de tan enorme prestigio que su propia finura al escribir música, ya que en ese ejemplo griego no hay nada que indique que se daban las diferentes velocidades que el propio Azkue fue el primero en percibir en las ezpata-dantzak, y que hicieran posible que esos ritmos que se escriben del mismo modo pudieran ser, también, iguales en la práctica (Sánchez Ekiza 2002).

La escritura del ritmo de ezpata-dantza, en efecto, no tiene habitualmente en cuenta ese matiz. Si en el caso de la ópera de Guridi Amaya esto puede ponerse en duda, tenemos otro ejemplo más claro sin cambiar de autor: en su obra para coro y orquesta Euzko Irudiak -Cuadros Vascos-, encontramos el ritmo de ezpata-dantza en el tercer movimiento, en el que en un largo fragmento una melodía de ezpata-dantza que ha aparecido previamente se escucha simultáneamente con el conocido villancico hator-hator, escrito exclusivamente en compás de 6/8. Esto, claro está, sólo puede hacerse si los compases de 6/8 y 3/4 de la ezpata-dantza tienen la misma velocidad.