En este artículo se analizan las transformaciones que sufren las narraciones orales, en particular los mitos y cuentos maravillosos. Por un lado se expone cómo se producen dichas transformaciones y por otro se describe la evolución posterior por la que transitan, a lo largo de las cadenas de transmisión.
Cada vez hay menos personas que hayan vivido la oralidad. Por ejemplo, los cuentos maravillosos, que pertenecen a dicho ámbito, nos han sido referidos mayoritariamente a través de una versión escrita, porque los hemos leído o alguien nos los ha leído. Igualmente los formatos más modernos como el cine, la televisión o cualquier otro medio audiovisual, son deudores de alguna versión escrita, ya que todos ellos se basan en alguna versión previamente registrada mediante escritura, incluso cuando nos es referida por un "cuentacuentos". Sin embargo, estas versiones escritas nunca refieren el relato tal y como fue recogido, sino que lo aderezan, lo maquillan, lo perfeccionan, hasta el punto de echar a perder lo más típico de la oralidad. Y es que los relatos orales no suelen ser ni aderezados ni perfectos, sino repletos de torpezas e imperfecciones.
Oralidad es sinónimo de inestabilidad y de movilidad. Tanto la transmisión de mitos y cuentos maravillosos, como su recepción y fijación en la memoria del oyente, están sometidas al riesgo de alguna perturbación. Perturbaciones a nivel de la comunicación (el oyente entiende mal algo que contó el narrador) o de la memorización (el oyente no puede recordar exactamente lo que le fue referido) que pueden aparecer en cualquier momento introduciendo cambios en el contenido del relato. La probabilidad de un riesgo tal no es siempre idéntica, pero mayor o menor, está siempre presente.
Cuando un relato sufre una herida semántica de este tipo, podríamos decir que su metabolismo se pone en marcha, a fin de recuperar el equilibrio perdido. La narración alcanzará finalmente un equilibrio distinto al primitivo, y permanecerá en el mismo hasta que una nueva perturbación vuelva a desequilibrarlo.
La ruta de un relato oral podría resumirse por tanto, como compuesta de una serie de estados de equilibrio sucesivos, entre los cuales se intercalan estados de desequilibrio, más o menos disimulados o más o menos evidentes.
Debido a estas transformaciones constantes, se puede afirmar que raro será el relato que al momento de ser registrado se halle desprovisto de imperfecciones y aún fiel a su equilibrio original. Prácticamente todas las narraciones mostrarán algún vestigio de viejas heridas y cicatrices más recientes, producto de una azarosa existencia. Dado que la recuperación de un estado de equilibrio no es instantánea sino que requiere su tiempo, mientras que la narración va rellenando y alisando los huecos semánticos hasta lograr un aspecto perfecto, es simplemente una cuestión de probabilidad estadística lo que determina que la gran mayoría de las versiones registradas presenten algún tipo de imperfección detectable.
Partiendo del estado de equilibrio original de un relato, la figura 1 nos muestra en primer lugar de qué modo pueden surgir las transformaciones del mismo, y a continuación nos describe las rutas que puede seguir en su evolución. La rama inferior del gráfico nos muestra por su parte un itinerario teórico en ausencia de transformaciones.
La clave consiste en realizar un seguimiento de los relatos a lo largo de las cadenas de transmisión de los mismos, y observar todo lo que sucede a lo largo de dichas cadenas de transmisión. De este modo, tras ser testigos de cómo trabaja cada tipo de transformación desequilibrante y reequilibrante, se pueden llegar a reconocer en cualquier relato las huellas que dejan estas transformaciones, e incluso, a veces, hasta puede que sea posible reconstruir el estado de equilibrio anterior a las mismas.