El perfil del militante de ETA cambió durante los años 80. Un estudio de la agencia Vasco-Press del año l988 elaborado sobre los datos de 220 detenidos en los 2 años anteriores llegó a las siguientes conclusiones:
- La edad media de la base social de ETA registraba una tendencia creciente
- Los suburbios de Bibao y San Sebastián eran los focos principales donde se reclutaba la base de ETA.
- El medio rural era ya secundario en el apoyo a ETA.
Organización: ETA se estructuraba en los años 80 y 90 en tres categorías de comandos: comandos de liberados, cuyos miembros, no fichados por la policía, eran los que llevaban a cabo las acciones de mayor relevancia; comandos legales, compuestos por miembros desconocidos por la policía, que comprendían a su vez varias sub-categorías (los enlaces, los "buzones", los comandos de información); y comandos de apoyo, que proporcionaban lo necesario a los liberados.
En estas décadas, y según fuentes policiales, había un directorio de ETA residente en los territorios vascos de Francia, dirigido por un Comité Ejecutivo. Los aparatos de la organización eran el de propaganda; el de información; la oficina política; los comandos ilegales; los comandos legales; y el de relaciones internacionales. Del Comité Ejecutivo dependían directamente los responsables de finanzas, de las operaciones de frontera, de la logística y de los entrenamientos; así como los comandos operativos. A los militantes se les impartían cursos de instrucción en territorio francés de una duración de dos semanas sobre armas, técnicas de combate, explosivos, comunicaciones...
Los Servicios de Inteligencia españoles calculaban en unos 500 el número de militantes de ETA. A principios de los años 80, según el Teniente General Casinello, los efectivos de ETA militar estaban formados por unos 200 hombres armados divididos entre unos 20 a 30 comandos de plena dedicación (ilegales), siendo el resto de los miembros, unos 300, de dedicación ocasional (legales)
Atentados: ETA definió en sus documentos de fines de los 70 como blancos de su lucha armada los miembros de las Fuerzas de Seguridad y los militares, -aportando estas dos categorías la mayoría de sus víctimas mortales-; la central nuclear de Lemóniz; y, desde 1980, los responsables del tráfico de drogas.
A estos cuatro apartados debían sumarse otros tres, no citados por ETA, de defensa de la organización: los llamados "impuestos revolucionarios", - exigencia de pago de una cantidad, única o periódica, hecha habitualmente a pequeños y medios empresarios vascos-; los secuestros de personas a liberar previo pago de rescate; y unos atentados "internos" llevados a cabo contra antiguos militantes o colaboradores que ETA consideraba "traidores".
La selectividad de sus atentados se fue degradando desde mediados de los años 80, cuando comenzaron a utilizarse los coches-bomba y las cartas-bomba. La entidad de los blancos potenciales se fue haciendo cada vez más indiscriminada: hipermercados, casas-cuarteles habitadas por familiares de guardias civiles, dirigentes de partidos políticos... El enfrentamiento armado entre ETA y la Ertzaintza que tuvo lugar en los años 90 fue un caso singular de colisión entre un grupo armado y las fuerzas policiales de un Gobierno autonómico controlado por un partido nacionalista. La violencia de calle, o "kale borroka", se disparó en los años 90 paralelamente al descenso drástico del número de los atentados de ETA.
Las víctimas mortales causadas por las distintas ramas de ETA desde su comienzo hasta principios de los años 90 superaban las 700. Tras la muerte de Franco fueron las siguientes: 9 en 1977; 67 en 1978; 72 en 1979; 88 en 1980; 38 en 1981, 44 en 1982; 44 en 1983; 31 en 1984; 37 en 1985; 41 en 1986; 52 en 1987; y 19 en 1988; 19 en 1989; y 25 en 1990.
En 1995 tuvo lugar un nuevo franqueamiento de umbrales: ETA inauguró con el asesinato del dirigente del PP vasco Ordóñez un tipo nuevo de atentados, los dirigidos contra dirigentes de partidos políticos, que se había prohibido a sí misma durante mucho tiempo. La "aceptabilidad social" de la izquierda abertzale civil comenzó a cuartearse, y emergió un nuevo frente interno de contestación a la violencia.
En esta década, y hasta 1998, descendió el número de atentados mortales, pero aumentó su repercusión social. Estas fueron las cifras: 46 en 1991, 26 en 1992, 14 en 1993, 13 en 1994, 15 en 1995, 5 en 1996, 14 en 1997, y 6 en 1998. Los resultados electorales de la izquierda abertzale en los comicios convocados durante la tregua armada, los cuales superaron en un tercio las cotas electorales más altas alcanzadas hasta entonces, fueron expresivos de la satisfacción con que ésta fue acogida.
Tras el fin de la tregua a fines de 1999, y hasta 2003, los atentados mortales llevados a cabo por ETA fueron 23 en 2000, 15 en 2001, 3 en 2002 y 3 en 2003. Se disparó en 2000 y 2001 el número de víctimas entre los militantes de Partido Popular, 8, y del PSOE, 5. Los resultados electorales de la izquierda abertzale en los comicios autonómicos de mayo de 2001, tras la ruptura del alto-el-fuego de ETA, fueron los más bajos de su historia.