Léxico

El Sindicalismo Vasco

El sistema vasco de pilares partidos-sindicatos, pese a haber sufrido una profunda despilarización, está intensamente polarizado por el conflicto nacional. La UGT socialista se implantó a fines del siglo XIX en la cuenca minera y el sector siderúrgico de Bizkaia, donde llevó a cabo huelgas desde 1890. En 1911 surgió para darle réplica Solidaridad de Obreros Vascos, la futura ELA (Eusko Langileen Alkartasuna), influida en un principio por el sindicalismo cristiano y por su ideología de conciliación de clases. Pero contrariamente al caso belga, el impulso vino del Partido Nacionalista Vasco y, como su nombre indica, su objetivo era el de agrupar a los trabajadores vascos; por lo que desde un primer momento el cleavage (divisoria) del conflicto nacional predominó sobre el confesional.

En los años 30, durante la República, lo que era ya Solidaridad de Trabajadores Vascos asumió el conflicto de clase, y pasó a superar en número de afiliados a UGT. El franquismo persiguió a ambos sindicatos por igual; los partidos de los dos pilares, PNV y PSOE, formaban parte del Gobierno Vasco en el exilio. Tras el fuerte movimiento huelguístico bizkaino de 1947, el movimiento sindical, al igual que el político, se sumergió en el mundo del silencio. UGT y ELA-STV vivieron al margen del sindicalismo confrontacional representado en los años 60 por las Comisiones Obreras, negándose a asumir la estrategia comunista de solapar la acción clandestina con la ocupación de cargos en el Sindicato Vertical.

La ruptura cultural cuyo fruto fue el nuevo nacionalismo vasco afectó a ELA, la cual concluyó de 1960 a 1975 su doble despilarización respecto al mundo cristiano y al nacionalismo histórico representado por el PNV. Desde 1962, los militantes del interior, opuestos a los pactos PNV-PSOE pero también a la violencia de ETA, se autonomizaron de la dirección de ELA en el exterior; cuando tras la muerte de Franco volvieron a converger con ella, lo que ocurrió en 1976, se trataba de una ELA laica, de izquierdas y celosa de su independencia frente a la dirección del PNV.

En el seno del nuevo nacionalismo vasco, o izquierda abertzale, surgió un nuevo pilar. Su elemento sindical, LAB (Langile Abertzaleen Batzordeak, Comisiones Obreras Abertzales) nació en 1975 al calor del movimiento obrero consejista del tardo-franquismo; su objetivo inicial fue crear unas Comisiones Obreras asamblearias de los trabajadores vascos.

En 1976 se crearon las Comisiones Obreras de Euskadi, integradas federalmente en las Comisiones Obreras de España, con un tronco central de orientación comunista al que se añadieron diversos elementos izquierdistas. La UGT vasca formaba parte de la UGT española; contrariamente a los otros tres sindicatos, cuyo ámbito de acción era el conjunto del País Vasco al sur de los Pirineos con inclusión de Navarra, el de la UGT vasca era el territorio de las tres provincias, Gipuzkoa, Bizkaia y Alava, que formarían después la Comunidad Autónoma Vasca. La UGT navarra tenía autonomía orgánica.

En vísperas de la transición, existían pues cuatro sindicatos en el País Vasco, los cuales legalizaron sus estatutos en la primavera de 1977. Se formaron cuatro pilares en la arena sindical vasca: dos integrados en el ámbito estatal, el pilar socialista (PSOE-UGT vasca), y el comunista (PC-CCOO de Euskadi), y dos nacionalistas vascos: el pilar de la izquierda abertzale, con LAB; y ELA, cuya despilarización se había traducido más en la disociación (ruptura de lazos entre las direcciones del partido y del sindicato) que en la desegmentación (ruptura/mantenimiento de lazos entre las bases sociales del segmento).

Los sindicatos de ámbito vasco se opusieron, aunque por distintas razones, tanto a la política de acuerdos sociales iniciada con los Pactos de la Moncloa, como a la estructura centralizada de la negociación colectiva que intentó poner en pie el Estatuto de los Trabajadores elaborado en los años 1979-80. Su artículo 81 confería a los sindicatos representativos a nivel de Estado (véase UGT y CCOO) la facultad de establecer la negociación colectiva y definir las materias que no podrían ser negociadas en ámbitos inferiores. La Ley Orgánica de Libertades Sindicales (LOLS) de 1983 culminó la centralización de las relaciones laborales: la condición de mayor representatividad otorgada a los sindicatos que obtuvieran el 10% de los representantes en las elecciones de los comités de empresa a nivel de Estado irradiaba hacia sus secciones territoriales. Este modelo de articulación centralista de la negociación colectiva no sólo era inviable a causa de la debilidad y los enfrentamientos ideológicos de UGT y CCOO, sino que resultaba arbitrario en aquellos territorios en los que, como en el vasco, existía un ámbito propio de negociación. Su consecuencia más directa fue la exclusión de ELA (y posteriormente de LAB) de la participación institucional en Navarra.

Los efectos de las reconversiones industriales se dejaron sentir con fuerza en el País Vasco, donde existía un monocultivo industrial de los sectores directamente afectados, siderurgia, construcción naval, bienes de equipo, con la consecuencia de la desertización industrial de extensas zonas como la ría de Bilbao, y la irrupción de decenas de miles de parados. Su momento culminante fue el cierre en 1984 de los históricos astilleros Euskalduna de Bilbao. Esta situación afectó más a los sindicatos de Estado que a los vascos, cuyo consenso sobre las reconversiones no había sido solicitado; a ello se unía el descrédito que supuso para los sindicatos españoles la concertación subordinada.

El cambio dramático de la relación de fuerzas se reflejó en los resultados de las elecciones de delegados: el sindicalismo vasco en su conjunto pasó de ser minoritario en las primeras elecciones a ser ampliamente mayoritario a mediados de los años 90:

  1. 1980: ELA, 25,6%; LAB, 4,7%, CCOO, 17,6%; UGT, 19,2%
  2. 1995: ELA, 40,0%, LAB, 15,5%; CCOO, 17,5%, UGT, 15,9%

La suma de los delegados nacionalistas en la Comunidad Autónoma Vasca fue pues en 1980 el 33%%, y en 1995, el 57%; la de los delegados no nacionalistas, en 1980, el 36,8%, y en 1995, el 34,4%. Este modelo, con ELA como sindicato hegemónico seguida de otros tres sindicatos menores igualados en representatividad, se ha mantenido sin apenas variación hasta el siglo XXI. Estos son los resultados de las elecciones sindicales de 2009: ELA, 40,2%; LAB, 16, 7%; CCOO, 20,2%; UGT, 13, 1%. La presencia de los dos bloques es pues casi idéntica a la de 1995: delegados nacionalistas vascos, 56,9%, delegados no nacionalistas, 33,3%.

En Navarra, la relación de fuerzas se invierte. En 1995, los resultados fueron los siguientes: ELA, 20,7%, LAB, 11,3%; CCOO, 20,5%; UGT, 31,9%. Por bloques, los delegados nacionalistas vascos fueron este año el 32%; los no nacionalistas, el 52, 4%. Los resultados de las elecciones sindicales de 2009 han sido los siguientes: ELA, 21,37%; LAB, 12,33%; CCOO, 25%; UGT, 30,89%. La suma de delegados de los dos bloques es también aquí similar a la de 1995: delegados nacionalistas vascos, 33,70%, delegados no nacionalistas, 55,89%.

Tras la creación en 1983 de la patronal vasca Confebask, ELA, que se miraba en el espejo de los sindicatos europeos cristianos desconfesionalizados, sobre todo la CSN belga, exigió desde una perspectiva fordista la creación de un marco vasco de relaciones laborales basado en la "autonomía de las partes", esto es, en el bipartismo patronal-sindicatos. El Estatuto Vasco de autonomía de 1979 fue visto como un punto de partida, aunque insuficiente, para lograr este objetivo. Resultado de esta estrategia fue la creación de un Consejo vasco tripartito de Relaciones Laborales, CRL. Pero el pacto fordista estaba en todas partes en crisis. ELA descubrió que el gobierno autónomo vasco carecía de poder -esto es, de competencias en política social y empleo- y tal vez de voluntad, para ser el interlocutor de una concertación tripartita, y se convenció de que la patronal vasca no estaba por la labor.

LAB, tras la depuración de un sector de afiliados en 1980, se opuso a un Estatuto vasco que no incluía Navarra en su ámbito ni el derecho de autodeterminación en su contenido. Su política de radicalidad sindical le mantuvo durante una década en cotas marginales de afiliación; pero su inclusión paulatina en la negociación colectiva le transformó a fines en los años 80 en sindicato más representativo, lo que en las Comunidades Autónomas exigía una representatividad del 15%.

Tras la fase de sindicalismo a tres (ELA, UGT, CCOO) que siguió a la huelga general de 1988 y que duró hasta 1993, ELA evolucionó de la estrategia de la "autonomía de las partes" a la del "contrapoder". Se definió por tal la conjunción del poder sindical con el poder social desde una perspectiva nacional, lo que incluía la unidad de acción con LAB y la lucha por el autogobierno. La unidad de acción se mantuvo, aunque con problemas, hasta fines de los años 90. Fue propiciada paradógicamente por el "descuelgue autonómico" de 1994, fruto descentralizador de la política neo-liberal del PSOE, por el que se atribuyó a los ámbitos de negociación sub-estatales las mismas competencias para acordar los "super-convenios" que estructuran las relaciones laborales que las que existían en el ámbito estatal.

La política de contrapoder y de unidad de acción ELA-LAB que duró de 1993 a 1999 se inició con la campaña por el Empleo de 1993 -de la que se descolgó finalmente CCOO-. En la primavera de 1995, un manifiesto conjunto ELA-LAB ante el Aberri Eguna (día de la patria) proclamó el derecho de autodeterminación del pueblo vasco, unió la construcción nacional con la edificación de una sociedad solidaria, dotándola pues de una dimensión socio-laboral, y se pronunció por solucionar el conflicto vasco mediante la negociación y un diálogo abierto a todos.

En octubre de 1997 ELA afirmó en el acto de Gernika a favor del autogobierno que ETA sobraba y estorbaba, pero también -y ello era una novedad- que el Estatuto había muerto; y definió como sujeto del autogobierno vasco la mayoría social favorable a la soberanía. ELA y LAB fueron socios activos de la declaración de Lizarra-Garazi de septiembre de 1998, influida por el acuerdo nor-irlandés de Stormont, que unió a la mayoría política y social en un método de solución del conflicto que incorporaba los principios del diálogo, la distensión, y la aceptación del ámbito vasco de decisión. La ruptura del alto el fuego de ETA a fines de 1999 volvió a generar antagonismos entre los dos sindicatos nacionalistas, si bien no destruyó la convicción compartida de la necesidad de la unidad de acción.

Paralelamente a la formación del bloque sindical nacionalista se consolidó desde 1995 el bloque estatalista UGT-CCOO. Las secciones vascas de los dos sindicatos de Estado acusaron a los firmantes del Manifiesto de Aberri Eguna de 1995 de hacer una política no sindical y de querer formar un bloque anti-español. El conflicto se enconó por diversos motivos. El Acuerdo Nacional de Formación Continua de 1992 había reservado esta materia a los agentes socio-económicos de ámbito estatal, poniendo en manos de UGT y CCOO, y también de la patronal CEOE, grandes sumas de dinero que los sindicatos nacionalistas consideraban susceptibles de desviarse hacia la financiación interna.

ELA y LAB presionaron a favor de concluir un Acuerdo Vasco de Formación Continua, el cual fue firmado en 1995 por los cuatro sindicatos y por Confebask en el seno del Consejo de Relaciones Laborales; pero la presión de la patronal y los sindicatos estatales consiguió que el gobierno español retirara los fondos pertinentes al Gobierno Vasco. El rechazo de ELA y LAB al acuerdo español fue alegado para excluirlos en Navarra del Acuerdo Intersectorial de 1996, que incluía, entre otros temas, la formación de un Tribunal Laboral.

Los Acuerdos Interconfederales concluidos en 1997 por los sindicatos de Estado y la CEOE con el PP tras su acceso al poder reforzaron la centralización de las relaciones laborales. CCOO y UGT, ausentes del Pacto de Lizarra, dieron su aprobación, tras la ruptura del alto el fuego, al acuerdo PP-PSOE por las Libertades y contra el Terrorismo de 2000, el cual proyectaba sobre el conjunto del nacionalismo vasco, incluyendo a sus sindicatos, la sombra de la sospecha de complicidad con la violencia de ETA (si bien las secciones vascas de estos sindicatos mostraron más reticencias al Acuerdo que las direcciones centrales).

Contrariamente pues al sistema consociacional de pilares segmentados de Bélgica, o a la inclusión en el mismo pilar de los dos sindicatos de Quebec, el sistema vasco de pilares está altamente polarizado (incluso si la cohesión interna de cada bloque se ha debilitado en los años 2000). El cleavage que produce la polarización es el del conflicto nacional; pero se le añaden divergencias profundas entre los dos bloques sobre el sistema de financiación sindical, así como sobre el nivel de enfrentamiento a las políticas neo-liberales de los sucesivos gobiernos españoles. Estas divergencias se pusieron de manifiesto con motivo de la huelga general del 20 de junio del 2002 contra la Reforma del Empleo del gobierno del PP. ELA y LAB, frontalmente opuestos a la reforma, declararon no estar dispuestos a ayudar a CCOO-UGT a recuperar la concertación con el gobierno; por lo que convocaron la huelga general la víspera, el 19 de junio, la cual fue un éxito de seguimiento en el País Vasco.

La receptividad del sindicalismo vasco ante la problemática del posfordismo ha aumentado exponencialmente en los años 1990 y 2000. En las agendas sindicales ocupan un lugar preferente los temas del género, empleo juvenil, precarización del trabajo, la altísima tasa de siniestralidad que acompaña a ésta... La preocupación se ha incrementado por la temporalidad desproporcionada de los contratos, general a todo el Estado, y por el precio extravagante del suelo en el País Vasco, que convierte en inaccesible para la gran mayoría de los jóvenes el acceso a una vivienda propia. En 1999 se ensayaron estrategias cualitativas a favor del empleo que trascendieron las diferencias entre los bloque sindicales. Tras un año de debate en la Mesa de Empleo, se cerró en el seno del Consejo de Relaciones Laborales un "Acuerdo sobre el empleo" entre Confebask y los cuatro sindicatos más representativos. ELA, LAB, CCOO y UGT, con cuatro acuerdos parciales sobre reducción de jornada, supresión de horas extraordinarias, sustitución de plantillas, y Empresas de Trabajo Temporal. Pero esta política no ha tenido continuidad.

La concertación sindicatos nacionalistas vascos-gobiernos vascos es prácticamente inexistente. ELA y LAB han acusado a los sucesivos gobiernos de la Comunidad Autónoma del País Vasco, nacionalistas vascos o no, de practicar políticas neo-liberales en los terrenos de la redistribución de la renta y de las políticas de empleo, y han denunciado la política de los gobiernos forales navarros, clientelista hacia los sindicatos no nacionalistas vascos y excluyente hacia ellos. Incluyen por otra parte en la estrategia de contra-poder la colaboración con los movimientos sociales alternativos; y han intensificado su presencia en los Foros Sociales mundiales y europeos organizados por las redes contra la globalización económica neo-liberal, lo que entienden como una proyección internacional de alianzas sociales ensayadas previamente a escala vasca.

LAB ha sido preservado de la estrategia de criminalización de lo que, en aplicación de un principio de extensión arbitrario, se ha llamado el "entorno de ETA", principio puesto en práctica desde 2002 a impulsos del Pacto por la Libertad y contra el Terrorismo. A raíz de la declaración en marzo 2006 de un alto el fuego de ETA se iniciaron conversaciones multilaterales para la resolución del conflicto. En este contexto se anunciaron reuniones LAB-UGT las cuales habrían roto la incomunicación entre los dos bloques sindicales. Pero el fin de las conversaciones en el año 2007 tras la ruptura del alto el fuego cerraron estas expectativas.

Tras la gran crisis económica de ámbito mundial iniciada en los años 2007/2008, la deriva neoliberal del gobierno socialista español y su política de recortes del Bienestar dictada por los trusts financieros (los llamados "mercados") y por los principales Estados de la Unión Europea, con medidas de gran dureza implementadas en los años 2010 y 2011, han vuelto a dividir a los dos bloques sindicales vascos.

ELA y LAB han convocado huelgas generales en mayo de 2009 contra las políticas económicas liberales, en mayo de 2010 contra los recortes salariales en el empleo público y, en junio de ese mismo año, contra las medidas de ajuste del gobierno -huelga convocada también por CCOO con convocatoria separada-. Tras no participar en la huelga convocada por CCOO y UGT en septiembre de 2010, la reforma de pensiones y las conversaciones al respecto del gobierno con los sindicatos de Estado han introducido una divisoria mayor en el sindicalismo vasco. El 27 de enero de 2011, el mismo día en que CCCOO y UGT acordaban un Pacto Social con el gobierno español, ELA y LAB, junto con los sindicatos sectoriales vascos STEE-EILAS e HIRU y la organización agraria EHNE, convocaron una huelga general contra los recortes de las pensiones.