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El primer Banco de San Sebastián, 1862-1874

Cuando se habla del Banco de San Sebastián, quizá son pocos los que conocen el origen del primer banco con ese nombre, fundado en 1862, al amparo de la Ley Bancaria de 1856. Sin embargo, a pesar de su corta duración, 12 años, tiene una historia realmente interesante, y lo que es más, sus más importantes accionistas fueron los hombres de negocios más representativos del San Sebastián de mediados del siglo XIX. Y, cuando a comienzos del siglo XX, se fundó un nuevo banco, también bajo la razón de Banco de San Sebastián, sus promotores serían los descendientes de aquellos que formaron parte del accionariado del primitivo banco donostiarra.

Como indicamos, el Banco de San Sebastián nació en 1862. La Ley Bancaria aprobada en enero de 1856, permitía la apertura de bancos emisores en provincias, siempre que no se hubiera abierto con anterioridad una sucursal del Banco de España. Ante la inexistencia de oficinas del Banco nacional en Gipuzkoa, en 1862, un grupo de comerciantes donostiarras iniciaba las gestiones para su establecimiento. El 15 de junio de aquel mismo año fueron aprobados los estatutos.

En el artículo segundo de esos estatutos se fijaba el capital social en 4 millones de reales, repartidos en 2.000 acciones de 2.000 reales cada una. Las acciones quedaban inscritas a nombre de personas o establecimientos, entregándose a los respectivos dueños los extractos de inscripción.

En artículos sucesivos, especialmente en el 7º, 10º y 12º, se especificaban las operaciones que podía realizar la entidad financiera, tales como: "descontar, girar, prestar, llevar cuentas corrientes, ejecutar cobranzas, recibir depósitos..." Asimismo, el Banco de San Sebastián tenía el carácter de banco emisor.

Por su parte, los órganos de gobierno del Banco estaban compuestos por una Junta de gobierno, formada por nueve miembros, y una Junta de accionistas a la que pertenecían todos aquellos que tuvieran al menos diez acciones. La gestión y dirección de la entidad estaba encomendada al Director-gerente, cargo que exigía como fianza el depósito de 25.000 duros, antes de tomar posesión de la gerencia del Banco.

Como entidad emisora que era, el Banco de San Sebastián emitió series de billetes de 100, 200, 500, 1.000, 2.000 y 4.000 reales, que circularon con normalidad al ser admitidos indistintamente por el comercio de la ciudad y particulares.

Es de destacar la procedencia y composición del accionariado para constatar la relación del Banco con el comercio donostiarra. Entre sus accionistas con derecho a voto, es decir quienes poseían 10 o más acciones, el 64% eran donostiarras. Si además nos detenemos en los personajes o establecimientos que eran propietarios de títulos, prácticamente la totalidad estaban relacionados con el comercio o debían su fortuna al intercambio mercantil. Bernardo Alcain, con casa mercantil abierta también en París, era el mayor accionista, con 110 títulos. Le seguían Norberto Aurrecoechea (relacionado con el intercambio con Cuba), con 75; Blasco y Machimbarrena (casa con negocios coloniales), con 55, o los miembros de la familia Brunet (con negocios de comercio, industria y banca) (José Manuel, Fernando, Francisco, Ramón, Pedro, Carolina, María y Gerónima), sumando entre todos 178 acciones. Nombres como Díez de Güemes, Echagüe, Elizarán Gros, Osácar o Pedro Queheille, fueron otros tantos accionistas representantes del grupo mercantil de la ciudad; Ignacio Tabuyo, corredor de cambios, Laffitte, la casa-banca León Mayor y hermano, o Ignacio Mercader, que daría nombre a la casa Mercader e hijos, también se sumaron al proyecto.

La participación ajena a San Sebastián, estaba representada sobre todo por bilbaínos, también ligados mayormente al mundo mercantil de la época. Personajes de la Villa de Bilbao como Eguillor, Epalza, Mieg, Moyúa o Uhagón, completaban la lista del primitivo Banco de San Sebastián.

Resulta sorprendente que en un informe redactado en 1874, por Juan Queheille, corresponsal del Banco de España en San Sebastián, asegurara que en el momento de su fundación "conocía a un solo accionista en la persona del marqués de Rocaverde". A la vista del abultado listado de quienes acudían a las juntas, no se comprende la afirmación de Queheille, dada su calidad de hombre del comercio de San Sebastián, además de miembro de una conocida familia afincada en la ciudad. El Banco de San Sebastián se constituyó no por el impulso individual sino con el apoyo de numerosos personajes donostiarras, quienes figuraron en los órganos directivos de la entidad desde el primer momento de su fundación.

Pero en 1874, por Decreto de 19 de marzo, se establecía que el Banco de España, fuera el único banco emisor, terminándose así el principio de pluralidad de emisión. La medida era favorable a los intereses del Banco de España y al apoyo que podía prestar a la Hacienda en aquellos años críticos. Pero posiblemente, también era una medida necesaria para la debida articulación de un mercado interior unificado bajo una misma clase de billetes en circulación.

A partir de la fecha del Decreto, los bancos emisores de provincias, como era el de San Sebastián, tenían dos opciones: convertirse en sucursales del Banco de España o seguir funcionando como entidades financieras independientes pero sin la capacidad de emisión. En su artículo 5º, la nueva normativa establecía la fecha límite para que los billetes de los distintos bancos dejaran de ser de curso legal y también para la conversión en sucursales del banco nacional. Siendo muy pocos los bancos que optaron por fusionarse con el de España en el primer plazo que se estableció, un nuevo Decreto de 11 de junio, debió prorrogar tres meses más el plazo para que los distintos bancos pasaran a constituirse como sucursales del Banco nacional. En algunos casos la desaparición de un banco para convertirse en una sucursal del Banco de España fue relativamente fácil. En otros, hubo un rechazo por parte de los distintos consejos de administración y juntas de accionistas que se resistían a perder su independencia y su capacidad emisora de billetes.

En el caso del Banco de San Sebastián, las reticencias sobre su cambio fueron evidentes, ya que en todo caso, se acogió al segundo plazo, apurando al máximo el límite de los tres meses. La decisión tomada por la Junta de accionistas el 11 de septiembre de 1874, es decir, al término de la prórroga establecida, fue quizá la única salida que le quedaba a la entidad financiera donostiarra. Sin la capacidad de emitir y con la posible presencia de una sucursal del Banco de España en la ciudad, el Banco de San Sebastián no hubiera podido competir como entidad independiente.

El interés que el Banco de España tenía porque todos los bancos provinciales se le sumaran, queda de manifiesto a través de las gestiones e informes que enviaban sus corresponsales en plena vigencia del Decreto de marzo. Así, el corresponsal del Banco nacional en San Sebastián era el mencionado Juan Queheille, sobrino de Pedro Queheille reconocido hombre de negocios en la plaza. Al igual que su tío Pedro, el propio Juan era accionista del Banco de San Sebastián, aunque el número de acciones que poseía, cinco, no le otorgaba derecho a voto.

Los meses previos a la fusión del San Sebastián con el Banco de España, la Junta de accionistas donostiarra mostró su rechazo frontal al proyecto que se estaba gestando en el Ministerio de Hacienda. Argumentaban, tanto la dirección como los accionistas, que la fusión era perjudicial, no sólo para el Banco de San Sebastián considerado éste como una empresa de los accionistas, sino para los intereses del comercio de la ciudad, "a cuyas transacciones afectará hondamente, sea cual fuere la forma en que se llevase a ejecución". Por ello se oponían a la idea de la fusión. El proyecto que había partido del Ministerio de Hacienda, o lo que era lo mismo, del Gobierno, venía a ratificar la soberanía que venía ejerciendo éste en todos los ramos de la administración. El sentir de los accionistas fue puesto en conocimiento de las autoridades financieras de Madrid, por Juan Queheille quien en abril de 1874, escribía una carta informándoles que la mayoría de los accionistas rechazaban la fusión con el Banco nacional. A este informe siguieron otros en los que el comisionado del Banco de España en San Sebastián hacía partícipe a Madrid, de la situación económica de la plaza donostiarra, indicando además quiénes eran los hombres más influyentes. En la relación señalaba a los Brunet, Minondo, Blasco y Machimbarrena, Lizasoain, Mercader hijos, Aurrecoechea, o la casa de León Mayor y hermano, es decir, a una parte importante del accionariado de la entidad bancaria donostiarra.

También desde Madrid, se instaba al comisionado Queheille que hiciera "cuanto le sea dable en obsequio de este Banco [de España], de quien hace tantos años viene usted siendo su comisionado". Tal era el interés del Banco de España porque los bancos de provincias se fusionaran con él que incluso, se recomendaba a Queheille que influyera entre sus amigos para lograr aquella operación.

Algún trabajo le debió costar a Juan Queheille que la Junta de accionistas de 11 de septiembre de 1874, tomara aquella decisión, ya que como se ha indicado, se esperó casi hasta el límite del segundo plazo que otorgó en Banco de España para lograr la desaparición de los bancos emisores en provincias.

Pero, aprobada la fusión por los accionistas, comenzaron las operaciones de liquidación del Banco San Sebastián. Había que nombrar a los miembros de la Junta de Gobierno o Administración de la sucursal bancaria en San Sebastián, designar al personal que quedaría adscrito a la nueva entidad y establecer los sueldos que percibiría cada uno.

La designación de los miembros de la Junta de Gobierno tampoco debió ser cosa fácil. El propio comisionado declaraba que costaría trabajo encontrar el número suficiente de comerciantes o capitalistas que aceptaran incorporarse a aquélla. Incluso se adelantaba que no sería necesario que fueran accionista, ampliando de esta forma la posibilidad de designar a otros personajes ajenos al Banco de San Sebastián. En todos estos intentos, el propio Queheille sugería algunos nombres buscando también la influencia de otros banqueros que actuaban en Madrid, como Miquelestorena Hermanos, con fluidas relaciones con los hombres de negocios donostiarras. Sugería Queheille el nombre de Lizasoain, por ejemplo, ya que pensaba, podría arrastrar a otros que eran accionistas, dado el prestigio de que gozaba en la plaza donostiarra, tanto por su competencia como por el crédito en los negocios. También se citaba a Ignacio Tabuyo, como sujeto recomendable para ocupar el puesto de gerente del Banco de España en San Sebastián, dada su condición de corredor de cambios desde hacía 20 años, y porque era un "hombre muy activo, de mucha confianza y bien relacionado con todo el comercio de la ciudad", según recogía una carta escrita por Queheille al Gobernador del Banco de España.

La comisión liquidadora del Banco de San Sebastián nombrada al respecto, redactó el Inventario de todos los bienes que se debían incorporar a la sucursal del Banco de España, según convenio de 31 de octubre de aquel mismo año.

De este modo concluía un capítulo de la historia de la banca de la ciudad. San Sebastián vio cómo desapareció su banco de emisión, que, durante los años que permaneció activo, desde 1862 hasta 1874, sirvió a los intereses comerciales de la ciudad, salvando de forma digna la crisis financiera que se inició en 1864. Tampoco la Guerra Carlista de los 70, fue el mejor marco para su desarrollo.