Físicos

Doporto Marchori, Mariano

Físico y meteorólogo extremeño. Cáceres, 18-01-1902 - Dublín, 08-09-1964.

No son demasiados los científicos que, habiéndose educado y formado fuera del País Vasco, desarrollaron aquí su carrera profesional de manera brillante, y posiblemente Doporto sea, de entre esos pocos, uno de los menos conocidos para los lectores -y, paradójicamente, uno de los más distinguidos a nivel internacional.

José Mª Vidal, uno de los más autorizados meteorólogos de mediados del siglo XX, decía que Doporto fue, con diferencia, el mejor predictor de su época, y, sus mapas, muy superiores a los realizados por cualquier otro en España. En realidad, Vidal barría para su campo, pues Doporto fue mucho más que un buen predictor; de hecho, terminó siendo, aunque ya en el exilio, un meteorólogo y físico atmosférico reconocido a nivel mundial.

La primera mitad del siglo XX, el periodo que conoció Doporto, fue una etapa crucial para la meteorología. Fue, en efecto, la época en que hubo grandes avances en cooperación internacional y en instrumentación. Tras la Primera Guerra Mundial, dos factores impulsaron el progreso de la meteorología: el desarrollo de la radio y el de la aviación. El auge de la navegación -militar y civil- aérea obligó a mejorar las predicciones del tiempo, información que se transmitía, normalmente, por radio. A partir de entonces, aviación, radio y meteorología recorrieron un camino ascendente paralelo.

Acaso menos conocido, pero en modo alguno menos importante, es la evolución que experimentó la meteorología vasca. A lo largo del primer cuarto del siglo XX, y especialmente perceptible en el Observatorio Meteorológico de Igeldo, tuvo lugar un profundo cambio de dos planteamientos que aspiraban a monopolizar la manera de entender los fenómenos atmosféricos: uno "intuitivo" y el otro "físico". Un desplazamiento de la concepción que defendía que la predicción se basaba en la combinación de intuición, ciencia y saber popular -personificada en el jesuita Juan Miguel Orcolaga- hacia la que sostenía que los cambios y procesos atmosféricos se explican sólo en base a leyes de la física. La línea de demarcación que va del uno al otro, es la misma que separa dos visiones radicalmente diferentes de entender la atmósfera. Ésta es la línea que inició Doporto, cuando llegó a Igeldo en 1927.

Nacido en Cáceres, en el seno de una familia acomodada, en 1918 se trasladó a Madrid, para estudiar física en la Universidad Central. Es muy probable que comenzara dichos estudios con el objetivo de dedicarse a la meteorología, pues ésa era una de las condiciones que se les exigía a quienes deseaban entrar en el Cuerpo de Meteorólogos. De hecho, cuando cursaba el tercer año de carrera, ganó -por oposición- la plaza de Auxiliar de Meteorología. Durante los próximos años, compaginó sus estudios de licenciatura y de doctorado con las labores de Auxiliar, primero en la Oficina Central de Meteorología, y, luego, en el batallón de Radiotelegrafia de Campaña de Madrid, en servicio militar.

En agosto de 1927, convocado por concurso, Doporto se adjudicó la plaza de Director del Observatorio de Igeldo en San Sebastián. Allí permaneció nueve años. Durante ese periodo realizó una destacada labor de adecuación técnica, junto con su ayudante Landín. Comenzó a publicar trabajos propios, bajo el título Publicaciones del Observatorio de Igueldo -de 1927 a 1935 verían la luz siete, cuatro bajo su firma-, así como un Boletín diario y un Resumen mensual y otro anual de observaciones. En este sentido, uno de sus principales logros fue el de la reorganización del servicio meteorológico, esto es, la creación de una red de estaciones pluviométricas -13 en total- a lo largo y ancho de la provincia. Colaboró, además, con el Centro de Estudios Científicos de San Sebastián -embrión de la Universidad Vasca-, fundado en 1932, impartiendo cursillos de física y publicando trabajos en su revista.

Aunque, como vemos, la tarea rutinaria era abundante, pudo compatibilizarla con la investigación. Bajo su dirección, se emprendieron estudios sobre radiación solar y distribución barométrica, de notables resultados. Además, implantó en San Sebastián los sondeos aerológicos con globos piloto, para el estudio de las capas altas de la atmósfera. Se dio cuenta de que el conocimiento de la dirección y velocidad del viento a niveles superiores ayudaba espléndidamente a una predicción del tiempo para el Golfo de Bizkaia, mientras que para las predicciones locales se necesitaba conocer la temperatura a grandes alturas. Para este último fin, consiguió efectuar sondeos durante tres años, empleando un sistema -inventado por él- que permitía medir la presión y la temperatura hasta los 5.000 m. Aprovechando estas técnicas aerológicas, efectuó un estudio de la variación de viento y temperatura con las turbulencias que incorporó a su memoria de doctorado de 1938, La turbulencia dinámica de la atmósfera en Barcelona, un estudio que aplicó, con la ayuda del respetado Eduardo Fontserè, director del Servei Meteoròlogic de Catalunya, a una serie de sondeos efectuados en la ciudad condal. Este fue su último trabajo, antes de exiliarse en Francia y luego en Irlanda.

En 1940, ya establecido en Irlanda, Doporto obtuvo una plaza de meteorólogo en el Aeropuerto de Shannon (Foynes), que dependía del Irish Meteorological Service (creado en 1936). A pesar de que desconocía por completo el inglés, ascendió de manera vertiginosa: fue destinado a la sede central de Dublín y nombrado -con apenas ocho años de estancia, en 1948-, Director del Servicio irlandés, cargo que ostentó hasta el final de sus días. Como Director, consiguió crear una extensa red de estaciones, un centro predicción del tiempo y laboratorios para análisis radiactivos y químicos del aire; todo esto hizo que el Observatorio de Valentia -lugar de la sede- fuese la prolongación de lo que había proyectado en Igeldo.

El exilio irlandés coincide con las investigaciones más importantes de Doporto. Esto se debe a dos motivos: de un lado, los medios técnicos de que dispuso para verificar sus teorías, y, de otro, al hecho de que Irlanda, Noruega y Gran Bretaña encabezaban entonces los estudios sobre dinámica de la atmósfera. Progresivamente Doporto fue adentrándose en los senderos de la física atmosférica, campo en el que realizó contribuciones notables, como a la demostración de dos niveles isopícnicos (o niveles en los que la desviación de la densidad del aire en torno a la media dada es mínima; uno a 25 Km. y el otro a 80 Km.) o a la teoría matemática de la estructura celular de la atmósfera, hipótesis que fueron verificadas posteriormente.

La certitud y originalidad de sus investigaciones llevaron a Doporto a recibir el aplauso de varias asociaciones distinguidas. Representó a Irlanda en las reuniones del World Meteorological Organization y en los congresos de geodesia y geofísica, siendo presidente, asimismo, de uno de sus comités (el de finanzas de la International Association of Geodesics and Geophysics). Por sus servicios y trabajos, fue elegido miembro del Dublin Institute of Advanced Studies -en donde coincidió con E. Schrödinger y L. W. Pollak- y de la Royal Irish Academy.

Doporto murió en Dublín en 1964, a la edad de 62, a causa de su segundo infarto. Mientras la prensa irlandesa y las revistas científicas especializadas (Nature, Quaterly Journal of the Royal Meteorological Society,...) se hacían eco de su muerte, aquí su vida y obra pasaban prácticamente desapercibidas. Un episodio más del País Vasco desconocido.