Sin Asignar

CAZA (HISTORIA)

Ver CAZA (Voz índice).

La caza, como actividad económica, se conoce en Euskal Herria desde los albores del Paleolítico. Al final de esta larguísima etapa prehistórica, la cultura de los cazadores de tipo exogámico-patriarcal fue evolucionando lentamente hacia una estructura exogámica-matriarcal. La caza de bisontes, caballos, jabalíes, renos y ciervos se complementaba con la captura de especies menores, como la liebre.

A lo largo de la historia, la caza aparece también como deporte y ocupación favorita de la nobleza. El rey vasco don García el Restaurador murió cazando en las cercanías de Estella, al igual que el infante don Fernando, hijo de Sancho el Fuerte. El Fuero de Navarra (siglo XIII) contiene importantes ordenanzas que regulan la montería y la cetrería. Se menciona un libro escrito por Sancho el Sabio, Paramientos de caza , redactado hacia el año 1180, aunque no ha sido localizado. Otro tratado relevante es Les deduictz de chasse , de Gastón Febo de Navarra (1387), que no solo describe la caza en su tiempo, sino que incluye valiosas miniaturas sobre costumbres e indumentaria del país.

La importancia de la caza se refleja en las escenas esculpidas por los artistas del románico y del gótico en capiteles, ménsulas, tímpanos y archivoltas de las iglesias. No solo nobles y reyes, sino también monjes, practicaban la caza. Don Carlos II de Navarra está representado viajando acompañado de leones. Don Carlos III, en 1396, cazaba jabalíes en los sotos de Cortes y Castejón, cerca de Tudela. Juan II y doña Juana Enríquez pasaron tres días cazando puercos en el soto de Mora, cerca de Cortes, en 1457.

Los cazadores de la época empleaban flechas, lanzas, chuzos, hachas y ballestas, y utilizaban perros junto con onzas, leopardos y leones domesticados para la caza de mamíferos, al igual que los halcones para la volatería. Cuando los perros hacían saltar la caza, soltaban al leopardo, que se lanzaba sobre la presa. Entonces, los cazadores descendían de sus monturas y le arrojaban un trozo de carne fresca para que soltara la presa. Estas fieras eran criadas y guardadas por los reyes navarros en las leoneras del Palacio de Olite.

Con el tiempo y la suavización de las costumbres, la caza de fieras perdió importancia en favor de la cetrería. En el siglo XVI, algunos plebeyos comenzaron a practicar la caza mayor. Los habitantes de Allo y de los pueblos cercanos a Baigorri cazaban ciervos para venderlos en las carnicerías. La caza deportiva pasó a convertirse en una actividad regulada y económicamente aprovechable. Por ejemplo, Per de Uxani y otros vendieron a Carlos III el Noble 207 martas a medio florín cada una.

Los denominados "cazadores villanos", que habitaban en Gurbindo (actual Leranoz), Leranoz y otras localidades, tenían un estatus especial. Según el Fuero General , estos cazadores debían pagar un tributo al rey, conocido como "la vaca corta por asadura". En 1328, en las Cortes de Puente la Reina, se registra la presencia de representantes de esta comunidad, como Juan García, jurado de los cazadores del rey, y don García Yeneguiz, abad de Usechi. En 1463, el rey eximió del pago de esta contribución a Martín Echaverri y su esposa, vecinos de Zubiri, quienes hasta entonces abonaban 12 sueldos y 3 cahices de cebada anuales. En 1576, la tasa ya era fija y la pagaban los pueblos de Zubiri, Usechi, Iragui, Leranoz y Gurbindo.

El noble siempre iba acompañado de su halcón, incluso en tiempos de guerra. Estas aves se importaban desde Suecia, Turquía, Islandia y otros países a grandes costos. Hubo un período en el que el halcón llegó a abundar en la región, protegido por leyes. Para contrarrestar la caza furtiva, los reyes trajeron azores y halcones de Irlanda, las Landas de Burdeos y Barcelona. El cargo de amaestrador de halcones era altamente prestigioso y gozaba de importantes privilegios. En 1338, el canciller Pero López de Ayala escribió El libro de la caza de las aves . En 1555, las Cortes de Estella abordaron la conservación de la caza, preocupación que también se manifestó en las Cortes de Pamplona de 1662.

En el Fuero de Bizkaia , tomo XXXI, se establece una ordenanza que permite a los vizcaínos seguir la montería aunque esto atraviese otros términos y jurisdicciones. Además, en tiempo de veda, ninguna licencia de caza podía concederse bajo ninguna circunstancia, según lo decretaron las Cortes de Pamplona de 1550 y las de Estella de 1556.

La caza de fieras aún persistía en algunas zonas en el siglo XVII. En 1603, el municipio de Villafranca otorgó premios a los cazadores que abatieron una onza brava. En 1606, se premiaron a los monteros que mataron un tigre en el monte Agaunza (Atáun). En 1776, los pastores de Idiazabal capturaron un tigre de 39 kilos. Otros ejemplares fueron cazados en Motrico (1762), Oyarzun (1787) y Lizarza (1777), donde se abatieron dos leopardos.

El privilegio de portar armas otorgado a los bayoneses por diversos reyes incluía el derecho de caza, no solo en su jurisdicción, sino también en los alrededores. En agosto de 1612, un incidente en Ustaritz ilustra este derecho: el señor de Moisset fue interpelado por campesinos que le preguntaron con qué derecho cazaba codornices en la zona. Alegó tener permiso del rey, pero los lugareños afirmaron que ni el monarca ni el señor de Gramont podían conceder tales permisos, ya que ellos defendían esos derechos en nombre del señor de Haitze y del municipio. Poco después, en el cementerio de Ustaritz, la comunidad reafirmó su derecho a cazar en sus tierras. Sin embargo, con la centralización del poder, los bayoneses perdieron este privilegio. En 1770, ya se les prohibía cazar en los alrededores del convento de Saint-Bernard. Poco después, el marqués de Amou, teniente del rey, impuso una ordenanza que exigía permisos de caza y ordenaba la confiscación de fusiles a quienes no los poseyeran. La vigilancia quedó a cargo de Louis-Henri de Caupenne, mariscal de campo, para las parroquias de Saint-Étienne, Tarnos y Ondres.

Ver PALOMA, Caza de la. La caza en los  caza en los siglos XIX y XX, con la gran difusión de las armas de fuego, sufrió un terrible impacto.